Cultura

Capitalismo satánico

¿Es un trabajador alienado algo parecido a un zombi? La serie ‘Evil’ explora diferentes formas del mal desde dos perspectivas opuestas: la religiosa y la racional.

Mike Colter, Aasif Mandvi y Katja Herbers en una imagen de la serie 'Evil'. SYFY/MOVISTAR

Evil es una serie de terror creada por Robert y Michelle King, la pareja que está detrás del aclamadísimo drama judicial The Good Fight. Aquí cuentan la historia de un equipo de investigadores contratados por la Iglesia católica para evaluar casos de posesión demoníaca y, tras los debidos exámenes, recomendar o no la ejecución de un exorcismo. Contado así puede parecer una bobada ikerjimenista, pero la serie es mucho más ambiciosa de lo que deja entrever a primera vista.

Siguiendo el esquema clásico de Expediente X, tras cada caso queda más o menos claro que todo tiene una explicación racional, incluso si al final se deja una puerta entreabierta al misterio… del siguiente episodio. Es especialmente brillante la participación de uno de los miembros del equipo, Ben Shakir (Aasif Mandvi), un escéptico inquebrantable que siempre termina por bajar de las nubes a los crédulos a través del razonamiento científico. Lo que acabará ocurriéndole tanto a él como a sus compañeros de equipo, el seminarista David Acosta (Mike Colter) y la psicóloga forense Kristen Bouchard (Katja Herbers), es que su contacto cotidiano con supuestos casos de satanismo hará cambiar su percepción del mundo. Pero también esto tiene una justificación lógica: se llama sugestión.

Aunque Evil necesita de la duda para seguir creando capítulos, la premisa principal está clara. A saber: no recurras al demonio para explicar la existencia del mal. La realidad es que, sin la intercesión de Satán, hay gente malísima que tiene poder sobre nuestras vidas. Vivimos, literalmente, rodeados de hijos de puta. Y no van a desaparecer de nuestros trabajos, de nuestros medios de comunicación y de nuestros parlamentos mediante el procedimiento de farfullar salmodias en latín y arrojarles agua bendita. Ojalá fuera tan fácil.

Un diabólico mercado laboral

La serie cuenta ya con dos temporadas y toca muchos de los temas clásicos del fantaterror. Casas encantadas, posesiones infernales, asesinos en serie, exorcismos, caníbales, muñecos diabólicos… En mitad de este catálogo de horrores hay un capítulo dedicado a los muertos vivientes que no tiene desperdicio.

Tenemos a dos niñas que se pirran por el cine coreano de zombis. Están tan obsesionadas que creen que el fenómeno es real y ha llegado no solo hasta las puertas de su casa sino que ha penetrado dentro de la misma: el padre de una de ellas tiene una sospechosa herida en la mano, permanece silencioso en el domicilio familiar, tiene una palidez cadavérica y la mirada vacía, muerta, fija en el infinito. Las niñas acuden entonces al gabinete de una santera haitiana en busca de ayuda y esta les proporciona un elixir mágico que, asegura, traerá al padre de vuelta a la vida.

En cuanto ponen unas gotas de la poción en su comida, la situación cambia. Tras un accidente laboral, el padre comienza a organizar a sus compañeros en la despiadada empresa para la que trabaja y su alienación se desvanece. El paralelismo con Amazon es premeditado: los trabajadores tienen horarios inhumanos, las jornadas son extenuantes, no pueden afiliarse a un sindicato, los descansos son casi testimoniales y apenas tienen tiempo para ir al baño… El pack completo de la moderna economía, tan parecida a la de hace 200 años. Si antes enfermaban por falta de higiene, de luz, de aire limpio y por una alimentación deficitaria, los trabajadores de hoy, organizados en brillantes hojas excel y gobernados por una app, caen víctimas de la depresión y piensan en la muerte como en una liberación. Aunque ya han muerto antes, cuando el mercado los convirtió en zombis.

Tal y como hacen Robert y Michelle King, David Remartínez, en su ensayo Una historia pop de los vampiros (Arpa, 2021), tampoco se resiste a plantear una analogía entre las narraciones de terror y la moderna economía surgida de la revolución neoliberal: «¿Qué hay, hoy en día, más absorbente que el mercado laboral, que estos empleos que por cuatro euros nos aniquilan las horas, obligándonos a actualizarnos en nuevas disciplinas constantemente, con la misma dependencia que supone necesitar un trago de sangre, para seguir respirando bajo la penumbra de la pantalla de un ordenador?».

Huye rápido, vete lejos

Nadie puede sorprenderse, por ejemplo, de la cantidad de bajas registradas en el sector de la banca: CaixaBank recibió 8.200 peticiones voluntarias para las 6.542 bajas que había previstas en su ERE; y el BBVA, por su parte, registró 5.216 peticiones para las 2.735 bajas contempladas, casi el doble. Trabajar en España, por mucho que se empeñe el ministro Escrivá, es un infierno. Y el que tiene la posibilidad de escapar, huye de allí como si hubiera visto al mismísimo diablo. Pero no, no se trata de Lucifer. Es, simplemente, capitalismo.

En la serie Evil, los adoradores del príncipe de las tinieblas verbalizan de forma recurrente las razones de su atracción por el mal: Satán ofrece recompensas aquí y ahora, en la Tierra, sin necesidad de esperar a ir al Cielo. Así las cosas, ¿quién no ha pensado alguna vez que los despachos de su empresa están llenos de malas personas? ¿Quién no ha sospechado que para ascender en el mundo laboral (no digamos ya en la política) hay que pisar cabezas?

Llevamos al menos 40 años, desde los gobiernos de Reagan y Thatcher, cantando las excelencias de la competición y del ejecutivo agresivo y triunfador. También, como apunta Remartínez, sufriendo las consecuencias «de ese mercadeo voraz entre las multinacionales que compraban empresas para deslocalizar sus factorías, para desmantelarlas o para revenderlas instantáneamente con el único propósito de obtener un beneficio inmediato». Aquí y ahora. Como promete Satán, ese personaje surgido de la ficción para hacer que las piezas de este mundo monstruoso encajen mejor.

Pero el del mercado laboral no es el único de los problemas de nuestro tiempo al que se aproxima Evil. También habla, por ejemplo, del efecto de las redes sociales en los adolescentes, del papel de las mujeres en la Iglesia, de la cuestión racial en Estados Unidos… El resultado es una serie entretenidísima con algunos episodios que rozan la excelencia, como el ambientado en un monasterio de clausura en el que los monjes cumplen un severo voto de silencio. El capítulo es todo un reto narrativo que hará las delicias de los amantes del cine, ya que se trata prácticamente de una película muda en la que apenas se precisa de palabras para entender la trama.

Los King trabajan ya en la tercera temporada. Sería estupendo que no siguieran explotando una línea argumental que amenaza con convertir Evil en El pájaro espino, pero hay que reconocer que el atractivo de la pareja protagonista parece convertir esa posibilidad en algo inevitable. El cura, por ejemplo, es un Adonis negro rídiculamente guapo, y aquí nadie es de piedra. Y tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza. Seguramente, la mayoría de los católicos estaría a favor de que los sacerdotes tuvieran sus aventurillas, consentidas y entre adultos, y dejaran así, de una maldita, de una satánica vez, de molestar a los niños.

Pero esa es otra historia. También de mucho miedo.

La serie ‘Evil’ se emite en España a través del canal SyFy, disponible en varias plataformas digitales.

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Comentarios
  1. El capitalismo no es menos responsable de los genocidio que el comunismo, esto lo digo yo, que critico con ganas al capitalismo salvaje, pero en el lado del comunismo salvaje tenemos los casos de Tiananmén, tenemos un Stalin, un Kim Jong-Un, un Daniel Ortega, un Nicolás Maduro, un Aleksander Lukashenko, y un Putín, todos ellos asesinos natos; cargarse a 3.000 personas por manifestarse en un plaza del pais no es precisamente una broma, pero occidente negocia con China como si tal cosa. Seamos serios, invadir Irak con mentiras, la aberrante canallada de Vietnam, lo que hizo Hitler y lo que hizo Japón, lo que hizo Franco en España, lo de Pinochet en Chile, lo de Afganistán, etc., etc., etc., los dos lados, capitalismo y comunismo, ha habido y sigue habiendo canallas que deberían no haber nacido; hay que ser realistas, este mundo no tiene remedio. Dicho esto, hay que ser tontos y ciegos para no ver que en el lado capitalista se vive mejor. ¿Alguien quiere volver al pasado? Yo no.

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