Crónicas | Cultura
Edades tempranas y adolescencia: rumbo a la revolución cultural
¿Son la infancia y la adolescencia emisoras o receptoras de cultura? ¿Existe un modelo de consumo cultural concreto entre infancia y adultez?
Este artículo sobre cultura e infancia se publicó en #LaMarea84. Puedes adquirirla aquí.
La cultura para niños, niñas y adolescentes ha hecho un cambio radical en las últimas décadas. El acceso, el tiempo que se le destina o las plataformas a través de las cuales se consume esa cultura poco tienen que ver con las pautas de hace unos años. Por lo que al contenido respecta, se ha introducido la mirada de género, se busca la representatividad, se fomenta el juego inclusivo y se impone la educación en valores, entre otros.
Sin embargo, estas nuevas tendencias, que abren un sinfín de posibilidades, no están exentas de interrogantes. ¿Hablamos de una cultura de la infancia (producida por niños, niñas y adolescentes) o para la infancia (producida por adultos)? ¿Son la infancia y la adolescencia emisoras o receptoras de cultura? ¿Existe un modelo de consumo cultural concreto entre infancia y adultez? ¿Hay libertad o más bien restricción en los consumos culturales infantiles y adolescentes? ¿Apostar por una cultura educativa o fomentar una cultura estética? ¿Continuamos en un modelo cultural adultocéntrico? Hablamos con diferentes profesionales del sector para saber cuáles son las tendencias y qué nuevos retos nos esperan respecto a este tema.
Una nueva aproximación a la cultura digital
Lucas Ramada es doctor especializado en estética de la ficción digital infantil y juvenil. Mediador cultural en Barcelona, tiene como objetivo poner en marcha un laboratorio de ficción digital e infantil. Defiende el placer de disfrutar de una cultura estética sin la condición de la existencia de valores educativos. Para el investigador, uno de los problemas de la cultura para la infancia es el edutainment, la creencia de que todo el entretenimiento de los niños tiene que ser educativo. “Para romper con esto, hace falta que exista una consciencia de que hay juegos que existen para ser jugados, sin más. Hay que pensar en un mundo cultural que permita a la infancia y a la adolescencia decidir si quiere pasar un buen rato o si quiere pensar. La cultura en la infancia también puede ser estética”.
El investigador ha centrado sus estudios en la cultura digital, los videojuegos y sus posibilidades estéticas. La crítica se dirige hacia adultos e instituciones, que, según Ramada, no han puesto interés en el avance de la cultura digital juvenil. “Si el videojuego es el nicho cultural definitorio de la infancia y la adolescencia, no tiene sentido que las instituciones educativas no hagan nada. Entre el sudoku y el fortnite hay opciones de acceso gratuito y universal que deberían ser incluidas en los planes de educación. En casa, el adulto debe ser proactivo en la mediación entre videojuegos y niños. Pero los adultos no conocen esos videojuegos, ese es el tema”.
El problema tiene ramificaciones: no hay un abordaje institucional de la cultura digital nativa, desaparecen los momentos compartidos de juego entre niños y adultos y la construcción de la identidad cultural del videojuego es pobre. Respecto a esto último, Ramada insiste en la necesidad de pluralizar las miradas sobre las pantallas: “La polarización de los adultos respecto a las pantallas es fruto del abandono institucional. No existe una pedagogía del consumo cultural tecnológico”.
Otras maneras de acercarse a la filosofía, la música y el teatro
¡Que se aparte Kant! ¿Quién ha dicho que los niños y niñas no pueden reflexionar sobre la vida, la muerte, el castigo o la crueldad? “¿Qué te haría sentir más culpable, matar a un perro o a un caracol por accidente? ¿Son necesarios los castigos? Si pudieras implantarte otro cerebro además del tuyo, ¿de quién te gustaría que fuera? ¿Por qué?” Filosofar también es cuestión de peques, y con este propósito nacieron las cajitas de filosofía de Wonder Ponder hace ya seis años.
“Las cajitas no pretenden acercar conceptos a nadie. Buscamos generar los espacios y tiempos necesarios que permitan a niños y niñas explorar una curiosidad ya de por sí filosófica”, dice Ellen Duthie, una de las ideólogas de Wonder Ponder. Filosofar es mirar el mundo real, las experiencias personales y colectivas y reflexionar a partir de ellas. “Les proponemos a los niños situaciones cotidianas en las que se invierten los roles. Tratamos de dar respuesta a una serie de inquietudes”, añade. Duthie considera que hay que escapar de productos culturales de consumo rápido: “Quiero ofrecer una cultura duradera, a la que uno se pueda acercar de diferentes maneras en diferentes momentos”.
En el ámbito de la música, uno de los escollos que hasta hace poco se presentaban insalvables era la educación reglada. Es en los conservatorios donde niños y niñas con talento o sin él corren el riesgo de aborrecer la música. Clases de solfeo, armonía, instrumento, etc. Ritmos durísimos de seguir en edad escolar y un currículum poco flexible hacen que muchos jóvenes se aparten de la música. Alicia Murillo, música y actriz, empezó a dar clases en su casa. Esa iniciativa ahora se ha convertido en la Sala Mera, un espacio cultural en Triana, en Sevilla. “La filosofía de la Sala Mera se basa en no ver a la infancia como receptora de cultura sino como emisora de cultura. Percibimos a los niños y niñas como público, cuando deberían ser percibidos como artistas”. Para Murillo, los conocimientos teóricos deben ponerse al servicio de la expresión artística. Se ve a ella misma como una facilitadora y basa su relación con el alumnado en un intercambio en el que el aprendizaje es recíproco.
“Vivimos en un mundo adultocéntrico. Los adultos, por si fuera poco, nos apoderamos del lenguaje de las y los jóvenes. Lo hacemos cuando usamos plataformas creadas para ellos, como Tik Tok”. La solución, insiste, pasa por blindar las plataformas. “Hay que dejarles tomar las riendas de los medios de producción cultural, pero hay que protegerlos y crear espacios seguros para ellos. Sin prohibirles nada. El límite está en el racismo, el bullying, la homofobia, etc.”.
El teatro tampoco escapa de la revolución cultural. Las artes escénicas para la infancia y la adolescencia se reinventan en un contexto paradójico, según Itziar Pascual, Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud 2019. Esta dramaturga, pedagoga, investigadora y periodista argumenta que “en poco tiempo se ha logrado una revolución tranquila en calidad artística, escénica y ética del teatro para edades tempranas. Tenemos compañías y colectivos de prestigio nacional e internacional con propuestas arriesgadas e interesantes. La paradoja yace en las condiciones de trabajo de estas compañías”. La excelencia artística y estética de estas propuestas queda empañada por los modelos productivos del sector, que se mueve entre la precariedad y la explotación.
La revolución teatral de la que habla Pascual pasa por la inclusión de una mirada de género, la incorporación de tendencias del teatro para adultos como la autoficción o la investigación de los lenguajes y la multidisciplinariedad: “También se está investigando en el teatro específico para adolescentes, algo que no había existido de forma visible en las décadas anteriores en España”.
Las editoriales se ponen las pilas
Cuando Ana Eulate decidió iniciar Cuento de luz, en 2010, tenía clara su apuesta: una editorial que fomentase los valores universales, la diversidad, el respeto por el medio ambiente y la educación para la paz. En Mamá se va a la guerra (2013), Irene Aparici relata la historia de una reina que lucha contra el cáncer: así habla a los peques de esta enfermedad. En 2015 y respecto a este libro, Eulate explicaba: “No se debe mantener a los niños al margen de vivencias como la enfermedad o la muerte. Se les puede explicar con creatividad y con un vocabulario adaptado. Ellos lo ven todo con naturalidad, tienen la mente abierta, no temen preguntar y son participativos”.
La sostenibilidad guía a esta editorial. “Nuestros libros se imprimen en papel de piedra, un papel mineral que no requiere la tala de árboles, consumo de agua, cloro o químicos. No contamina manantiales, ni ríos y se salvaguardan nuestros bosques. Nuestros títulos tienen como propósito aportar luz, la educación para la paz, la diversidad… valores universales. Se pueden abordar todos los temas con un lenguaje e ilustraciones adecuados e invitar a la reflexión, el desarrollo de la conversación grupal, el pensamiento crítico y la imaginación”, explica Eulate.
La editora considera que actualmente los libros infantiles apuestan por historias con personajes que se exponen a circunstancias “más próximas al mundo actual” con las cuales pueden identificarse niños y niñas. En títulos recientes, Cuento de Luz ha abordado el tema de las personas sin hogar (Una nueva cosecha, de Cristina Expósito Escalona y Miguel Ángel Diez), la diversidad (El color de tu piel, de Desirée Acevedo y Silvia Álvarez), la emigración (López Lomong, de Ana Eulate y Nívola Uyá) o la importancia de las abejas (El baile de las abejas, de Fran Nuño y Zuzanna Celej).
La editorial Tigre de Paper inauguró su colección infantil hace dos años. “Los niños pueden entenderlo todo siempre y cuando se adapte el lenguaje. Son conscientes de la realidad que les rodea, por eso creemos que es importante fomentar su espíritu crítico”, explica Marc Garcés, editor de la colección Els Petits Tigres, en la que se pueden encontrar las biografías adaptadas e ilustradas de Neus Català, Montserrat Roig o Salvador Puig-Antich, entre otras. “Nuestros libros generan preguntas y propiciamos el diálogo entre los adultos y la infancia”. Los cuentos de Els Petits Tigres reivindican la memoria histórica en clave catalana: “Queremos hacer llegar a los peques personajes que hayan vivido injusticias, que hayan trabajado por la transformación social y que sean representativos de los valores que queremos transmitir en Tigre de Paper”.
Marion Duc es editora de la colección infantil de Astiberri, una editorial que, con más de 20 años a las espaldas, se ha convertido en un referente de la novela gráfica. “Hasta hace poco, Astiberri tenía un catálogo para adultos, con preferencia por temas sociales, históricos y biografías. Las lecturas infantiles eran algo puntual, pero desde el año pasado sacamos un título infantil al mes. Este año lo hemos dedicado a los primeros lectores. La colección crecerá con ellos”, explica. Los criterios de selección de Duc son claros: la propuesta debe tener una buena narrativa: “Como si fuese destinada a adultos. Esto es importante porque en el cómic no solo tienen que funcionar bien las imágenes: el texto es fundamental”. En segundo lugar, tiene que darse una lectura intuitiva. Por último, Duc busca historias que resulten atractivas: “Hay temáticas que llaman más la atención, como el humor o las aventuras. Los dramas son más complejos. También intento que los cómics destilen enseñanzas, pero sin ser didácticos”.
¿Infancia informada? ¡Es posible!
El proyecto Junior Report nació para desarrollar un periódico para jóvenes. Detrás de esta idea está Francesc Castanyer, que inició el proyecto con la idea de llegar a acuerdos con medios para ofrecer una alternativa informativa a los jóvenes. Actualmente, Junior Report se distribuye con La Vanguardia. “Abordamos temas globales. Apostamos por el grafismo y lo multimedia. Tenemos 600.000 usuarios únicos mensuales. El 75% de ratio de lectura se encuentra en el cuarto de hora, que es un porcentaje alto”, dice Castanyer. Parece evidente que los jóvenes sí quieren estar informados.
“Nunca antes los adolescentes habían estado expuestos a tanta información, pero andan desconectados de los medios tradicionales. Se informan a través de influencers y youtubers. Consumen productos publicitarios disfrazados de información”, añade. Castanyer lo vio claro: “Decidimos crear un libro de estilo con conceptos definidos a través de un lenguaje adaptado para acercarles la actualidad”. Junior Report trabaja en tres líneas: Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y cambio climático, desinformación e identidad de género. “Pretendemos fomentar el pensamiento crítico”, cuenta.
La idea de Castanyer ha llegado a los colegios a través de Junior Report a l’aula, que proporciona recursos, personal y material para trabajar la actualidad en escuelas. A partir de este curso se han creado 65 periódicos escolares. Todas las revistas escolares están en red y se prevé que los proyectos periodísticos aumenten el curso que viene. Para Castanyer es importante reivindicar la función del periodismo y asegura que detrás de Junior Report hay un compromiso con la profesión. “Estamos informando a la ciudadanía del futuro, ¿qué hay más importante que eso?”, sentencia.