Opinión

Si no es mucho pedir

"La valentía suele ser una cualidad bastante aceptada social y políticamente. Y un atributo al que la clase política gusta referirse", escribe Dani Domínguez

Utopia, Ohio. ARTHUR ROTHSTEIN / Licencia CC0

La valentía suele ser una cualidad bastante aceptada social y políticamente. Asociado históricamente a la masculinidad, el coraje ha sido uno de los principales dones de los héroes de ficción. Y un atributo al que la clase política gusta referirse. Porque, ¿a quién le puede parecer que un representante público actúe con determinación ante una problemática? Hay situaciones en las que la duda no forma parte del proceso deliberativo porque la resolución tiene que ser inmediata. Y valiente.

En 2021, “determinación”, “coraje” y “valentía” fueron los cocneptos usados por el presidente Pedro Sánchez cuando este tuvo que defender los indultos a los condenados del Procés catalán.

Porque sea cual sea el motivo, sea cual sea el fin, a nadie le amargan estas cualidades. Es más, el sabor es dulce.

Este año terminará con un 85% de la juventud sin poder vivir en un hogar independiente. Así lo establece el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España, que determina que una inmensísima mayoría de los y las jóvenes de nuestro país tienen (tenemos) que compartir piso o vivir en el hogar familiar hasta edades que superan, de largo, lo que a cualquier puede parecerle normal. 

Una situación que se sustenta en un mercado laboral que aboca a la juventud a la precariedad. Así, el nuestro es el país de la OCDE con la mayor tasa de desempleo juvenil, y la temporalidad se ha convertido en la única opción posible para quienes consiguen un empleo. Si a ello le sumamos unas viviendas inasequibles para la mayoría, la fotografía es nítida: España se ha convertido en un país con una generación sin expectativas que, en ocasiones, se siente atraída por los cantos de quienes miran a un pasado idealizado y, en muchas ocasiones, vestido de mentiras. Un problema provocado justamente por eso: por la falta de valentía.

Si hay algo que se le puede reconocer a derecha política y económica es su determinación. No hay dudas a la hora de llevar a cabo las medidas que reclaman los suyos. Si para ello es necesario sacar adelante una reforma laboral sin el apoyo de los sindicatos, como hizo el gobierno de Mariano Rajoy en 2012, se hace. Su coraje es posible que se sustente sobre una falta de escrúpulos; pero coraje es, porque a sabiendas del descontento social que iba a provocar la decisión, su modelo económico salió adelante. Vender cientos de viviendas sociales a un fondo buitre, como hizo la ex alcaldesa del Ayuntamiento de Madrid, Ana Botella, es otro buen ejemplo. Y hay más.

La izquierda, cuando llega al poder, se pasa el día pidiendo permiso, como si estuviese en un lugar que no le pertenece. En ocasiones, se reviste de negociación, pero, ¿se negocia con la miseria? ¿Qué hubiese sucedido si la CEOE no hubiese pactado la nueva reforma laboral? ¿Habría aceptado el PSOE una norma sin el ok de los empresarios a pesar de la urgencia? Es más, la modificación acordada con la patronal y los sindicatos, ¿es lo que cabría esperar del autodenominado como “gobierno más progresista de la historia”? Valentía, en la izquierda, habría sido una reforma laboral que contente a las kellys y no a los empresarios.

En el ámbito de la vivienda, la sensación es la misma. Ante una situación como la actual, ¿dónde está la valentía? ¿Dónde está el coraje en una Ley de Vivienda que no permite cambiar un sistema que abandona a la mayoría mientras sigue amparado la especulación con un bien de primera necesidad? Determinación habría sido pasar por encima de los lobbies inmobiliarios sin que su opinión valiese nada.

Al nuevo año le pido, siguiendo el camino de las utopías, que la valentía pase del vocabulario político al BOE. Una izquierda que deje de pedir permiso para gobernar. Si eso no es mucho pedir.

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Comentarios
  1. Creo que aún tenemos más de lo que merecemos en este país de desinformados y manipulados que les parece demasiado esfuerzo tratar de informarse y de pensar por uno mismo.
    Llevamos décadas que estamos retrocediendo en derechos, en libertades, por lo que deberíamos redoblar las luchas sociales; pero todo lo contrario, prácticamente ya no lucha nadie, los últimos están encarcelados o exiliados y hemos llegado a tal extremo de cretinez y estrechez mental que quienes nos negamos a formar parte de este modelo neoliberal, mejor dicho dictadura del capital, somos considerados hoy día enemigos del pueblo.
    Por lo visto nos tienen que caer muchas más hostias; pero ¿nos ayudarán a espabilar o nos acabarán de atontar?.

    Yuval Noah Harari, filósofo:
    «Las grandes corporaciones quieren ‘hackear’ a la humanidad».
    «Tenemos al espía en la mano: el móvil… Ni tu madre te conoce mejor que el algoritmo. La tecnología devalúa al ser humano. Lo domestica»
    Vamos hacia un nuevo colonialismo. Ahora, la materia prima son los datos. Se necesitan enormes cantidades de datos para entrenar a la inteligencia artificial. Y estos datos fluyen hacia el centro del imperio, que los convierten en aplicaciones y productos tecnológicos que luego venden al resto del mundo, cerrando el círculo.
    «Es peor sentirse inútil que estar explotado. En el siglo XX, un obrero podía ir a la huelga. Ahora, con la automatización, los obreros son prescindibles. Ir a la huelga, ¿para qué? Si nadie te necesita…»

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