Cultura
Identidades que suman
El cineasta Samir narra en ‘My beautiful Baghdad’ la historia de un grupo de exiliados en Londres. El café en el que se reúnen acoge a musulmanes, cristianos, comunistas, gays… Todos comparten una identidad insoslayable: son iraquíes.
Hay algo muy hermoso en el retrato que Samir hace de la izquierda en su película My beautiful Baghdad. Sus protagonistas son exiliados iraquíes que se reúnen en un café de Londres y su filiación política puede sorprender al público occidental: son comunistas. Y lo que es más chocante para nosotros: son gente alegre. El director francés Robert Guédiguian, en la misma sintonía, lo explicaba así en Apuntes de Clase: «Tenemos una imagen desastrosa, es verdad. Y creo que esa es una de las razones por las que perdemos elecciones en toda Europa. La izquierda está del lado de la tristeza, del castigo, del trabajo duro, de la culpa, del sacrificio. Mientras que la derecha es la euforia, la fiesta, la movida, la ficción de que todos vamos a triunfar. Hay que acabar con eso. Yo llevo muchos años diciéndolo: la revolución es festiva, es un carnaval, es divertida». La parte de la izquierda que ensalza Samir, además del buen humor, es la que hace referencia al refugio, a la ayuda mutua, a la calidez humana.
Aunque My beautiful Baghdad es formalmente un drama y cuenta la historia de un asesinato (con efectivos flashbacks y flashforwards que van desvelando poco a poco a los personajes), quizás lo mejor de la película sea su apuesta por el derribo de estereotipos relacionados con la población árabe, que es (siempre fue, en realidad) mucho más diversa de lo que imaginamos. Eso y su voluntad de confrontar algunos de los temas que siguen tensionando esas sociedades: la libertad de la mujer, el ateísmo, el adulterio, la homosexualidad, el activismo kurdo y la democracia laica.
Y, sí, hubo comunistas en Iraq. Y los seguirá habiendo, como es natural. Sadam Husein, que durante la guerra con Irán (1980-1988) fue un estrecho aliado de Estados Unidos, los persiguió, torturó y ejecutó sin descanso. También hay ateos, obviamente. Y de homosexuales en países musulmanes ya ni hablamos, por no insultar la inteligencia de quien nos lee. Todo eso está en la película de Samir, que prefiere firmar así sus películas, solo con el nombre de pila.
Su nombre completo es Samir Jamal al Din, pero el apellido (adoptado por su abuelo cuando cursaba estudios islámicos) significa literalmente «la belleza de la religión». La referencia no le complace demasiado. En cambio Samir alude, como explicaba en una entrevista, «al hombre que cuenta historias ante la hoguera, en la noche del desierto». Así quiere presentarse, simplemente como un contador de historias. Muy a menudo, su historia. O por mejor decir, la historia de su familia.
El peligro de las identidades monolíticas
Su anterior película, Iraqi Odyssey (2014), era un documental realizado a partir de la vida y la memoria de sus familiares. Aquella cinta acababa por resumir la pluralidad de todo un país: suníes, chiíes y cristianos emparentados entre sí, esparcidos por el mundo (él se crió en Suiza desde niño), con diferentes convicciones políticas y una cultura árabe común y adorada. No por casualidad el nombre de la cafetería en la que se reúnen los exiliados de My beautiful Baghdad es un homenaje a Abu Nuwás, el gran poeta del vino y del amor homosexual. En cierta manera, lo que Samir ha pretendido siempre con sus películas es ensanchar el concepto de identidad, exponer su complejidad, que es en definitiva la forma más atractiva de enarbolar una identidad.
«Cuando uno piensa en el principal enemigo de un árabe lo primero que le viene a la cabeza es un israelí, pero si me encuentro con un judío iraquí [cosa que hizo en su documental Forget Baghdad] tengo que preguntarme por cuál es el sentido de la identidad», explica Samir. «Entonces ya no se trata de un documental personal. Se trata también de una cuestión universal: ¿por qué la gente emite juicios sobre otra gente y qué significamos nosotros para los demás?».
Ese acercamiento a las diferentes sensibilidades árabes es lo mejor de su película. Lo peor, sin que se pueda calificar de defecto intolerable, es cierto aire a telenovela turca cuando la narración se aproxima al thriller. Pero hasta eso tiene su encanto.
Como tantas otras películas recientes procedentes del Magreb y de Oriente Próximo, My beautiful Baghdad participa también de la nostalgia por un pasado mejor. Y es perfectamente comprensible. Una cosa es ser nostálgico en Europa, en una sociedad acomodada que recuerda con añoranza los privilegios de los hombres sobre las mujeres y de los blancos sobre otros seres humanos con pieles más oscuras, y otra muy diferente recordar el pasado en estos otros países. Dile tú a una afgana que vivimos en la mejor época posible y que cualquier tiempo pasado fue peor.
Todos estos relatos coinciden a la hora de presentar sus sociedades de antaño como más tolerantes en términos religiosos. Hay un diálogo muy elocuente en la película de Samir en la que un joven de origen iraquí, pero criado en Inglaterra, se radicaliza y le explica a su madre cuál es «el verdadero islam». Un mansplaining intergeneracional en toda regla.
A Noé le vas a hablar tú de la lluvia…
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Que se vayan, se vayan, se vayan, que se vayan, se vayan de Irak…
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Estados Unidos se resiste a abandonar Irak, no se resigna a reconocer que su guerra está perdida. Por eso, unos 2500 militares estadounidenses y un millar de soldados de la coalición permanecerán en Irak en supuesta función de formación, asesoría y asistencia, según anunció el máximo comandante del Comando Central de EE.UU. (Centcom, por sus siglas en inglés), el general Kenneth F. McKenzie.
Su indeseada estancia, sin embargo, no está siendo muy placentera. Dos cohetes Katyusha han impactado en la madrugada de este domingo la Zona Verde de Bagdad, un área de acceso restringido y fuertemente fortificada que alberga los edificios de Gobierno y algunas legaciones, según han informado las fuerzas de seguridad de Irak, mediante un comunicado.
En la película supongo que también saldrán los 4 jinetes del Apocalipsis: Bush, Blair, Aznar «el botones», y el anfitrión de las Azores, Durao Barroso, autores de la invasión y responsables de la injusta sangría que a día de hoy aún sigue produciéndose en aquel desdichado país, que desde entonces también recula inexorablemente hacia atrás, cómo lo hace éste.
Otros genocidas que se han ido de rositas, cómo ha sucedido aquí con los golpistas genocidas que ganaron la guerra del 36.
Veo que tenemos bastantes similitudes con Iraq. Aquí también tenemos bases yankees.