Crónicas | Sociedad
Fuerteventura: 25 años de periodismo de migraciones
"Antes era mucho más sencillo trabajar", sostienen Manolo Morgade y Gerardo Jorge, quienes junto a Juan Medina, cubrieron diariamente y durante años la llegada de personas migrantes a a Fuerteventura. Conversamos con ellos sobre cómo han evolucionado las condiciones en las que llegan estas personas y las dificultades que se encuentran para contarlo.
La primera víctima de la política de cierre de fronteras de España y la Unión Europea de la que tenemos constancia fue en 1988. Lo sabemos gracias a una fotografía que tomó Ildefonso Sena en la playa tarifeña de los Lances para Diario de Cádiz. Un hombre yace tendido bocarriba con la patera y las aguas del Estrecho de Gibraltar de fondo. Apenas 14 kilómetros de distancia de Marruecos, de donde había partido la embarcación. Desde entonces, la imposibilidad para buena parte de los habitantes de países africanos de conseguir un visado con el que subirse a un avión para migrar a Europa, ha provocado, en las últimas tres décadas, miles de muertos así como la creación de toda una industria militar y tecnológica multimillonaria contra las personas migrantes.
Tras los primeros acuerdos económicos alcanzados entre el Gobierno de España y la Unión Europea con el Reino de Marruecos para que impididiese la salida de pateras, así como la instalación del sistema de radares SIVE en el Mar de Alborán, se activó la ruta a través de Canarias que empezó a operar desde la zona de El Aaiún en 1994. Un lustro después, en 1999, tenía lugar el primer naufragio en las islas, en concreto, en Fuerteventura, el cual no podremos olvidar gracias a las imágenes grabadas por el entonces periodista de TVE Gerardo Jorge. “Estábamos buscando a los desaparecidos, me asomé a un risco y ahí estaba un cuerpo entre las olas. Fue en la playa de La Señora. Fue terrible”. Después aparecerían otros seis cadáveres de la veintena de jóvenes que partieron del Sáhara Occidental en busca de una oportunidad de mejora para sus vidas y sus familias.
Gerardo Jorge pasó buena parte de las noches de los siguientes años junto a Manolo Morgade, cámara de la Radiotelevisión Canaria, y Juan Medina, fotoperiodista freelance que después pasaría a trabajar en la agencia Reuters, documentando una emergencia humanitaria que se fue agravando hasta la conocida como ‘crisis de los cayucos’ de 2006, cuando llegaron a las Islas Canarias por este medio más de 31.000 personas a las islas canarias. Quince años después, Jorge y Morgade vuelven a ser testigos de cómo vuelven las pateras y los naufragios a Fuerteventura, mientras Medina, que reside en la Península desde hace 2008, documenta otra rutas, como la de Irún hacia Francia, o la del Mediterráneo Central en embarcaciones de ONG como Open Arms.
Cada vez más distancia entre ellos y las personas migrantes
“Antes era mucho más sencillo trabajar”, sostienen Morgade y Jorge, sentados en una terraza desde la que observan la guardacostas de Salvamento Marítimo atracada en Puerto del Rosario, capital de Fuerteventura. “Ahora no podemos acercanos a más de 500 o 600 metros cuando desembarcan a las personas migrantes en el pantalón ni, por supuesto, acercanos para hablar con ellas. Es habitual que miembros de la Cruz Roja aparquen sus coches cruzados de manera que no podamos grabarlas ni desde esa distancia. Lo paradójico es que sean ellos mismos y miembros de la Guardia Civil quienes graben vídeos con sus móviles que terminan publicados en los medios digitales”, explican quienes ahora ahora trabajan juntos en la Televisión Canaria.
“La primera ONG que hubo aquí fueron los guardiasciviles y sus mujeres, que les llevaban magdalenas y bocadillos a los inmigrantes porque no había nadie más para atenderles”, explica Morgade que, al igual que sus compañeros, reconoce la notable mejora que ha vivido el sistema de recepción. “Antes, nos enterábamos de que había llegado una patera, íbamos a la playa y podíamos estar con los inmigrantes hablando hasta que los trasladaban, primero a la comisaría, y después a la antigua terminal del aeropuerto. La llamábamos ‘Guantánamo 2’ porque no la gente tenía que dormir en las cintas para el equipaje y tenían un baño para 300 personas». De hecho, los periodistas de la isla protagonizaron en el año 2001 diversas protestas hasta que el entonces gobierno de José María Aznar cerró este centro de internamiento por sus deplorables condiciones. «En aquellos años, cuando los rescataban en el mar y los traían al pantalán podían pasar horas ahí tirados. Ahora hemos pasado al otro extremo de no poder tener ningún contacto con ellos”, continúa Morgade.
“En 2005 y 2006 era un naufragio cada dos semanas. Se estrellaban contra las rocas y como venían entumecidos por el frío y el hacinamiento en las pateras, volcaban y se ahogan en un metro de profundidad porque no podían moverse. En aquellos tiempos, la gente iba a ayudarles. Ahora hay más racismo”, añade Jorge, quien durante aquellos años era habitual que abriese el informativo nacional de TVE con noticias sobre la llegada de personas migrantes a las islas.
“Cuando los migrantes se quejaban de las malas condiciones en los CIE no se escuchó a nadie apoyarles, pero cuando el año pasado el Gobierno español los metió en los hoteles, entonces sí hubo críticas por parte de políticos y empresarios, que decían que eso iba a perjudicar al turismo. Los mismos que luego van a los minutos de silencio cuando se ahoga un niño, como hace poco”, critica Morgade, quien sigue registrando con su cámara la llegada de pateras aunque sienta que muchas personas la vean ya como parte de su rutina.
Coincide con él la periodista Mercedes Martín, quien a menudo trabajó con ellos, tanto en TVE como en Radiotelevisión de Canarias. «Se sigue diciendo el número de pateras que llegan pero ya no se hace cobertura de cada una de ellas ni abren los informativos. De hecho, a menudo, con la imagen de una se cuentan todas las que han llegado». Martín, que reconoce que fueron sobre todo los periodistas gráficos los que hicieron una cobertura más intensiva de la llegada de personas en patera, observa una mejora en las redacciones periodísticas en cuestión de género. «Ya hay un especial cuidado por no decir que llegaron tantas personas, de las cuales tantas eran mujeres y tantos niños. Era habitual que se equiparase a las mujeres con los niños y niñas».
«La gente se muere, es importante que se vea»
El tercer miembro del que fue un compacto equipo durante años, nos atiende por teléfono desde Madrid. Juan Medina, fotoperiodista especializado en derechos humanos y migraciones, insiste antes de comenzar la entrevista en que rechaza las informaciones que ponen el foco en los periodistas en lugar de en las personas migrantes, en que no es experto en migraciones, ni analista ni sociólogo. Pero lo que es innegable es que desde hace 25 años es un testigo directo de cómo han evolucionado las condiciones de llegada y de tránsito de las personas migrantes en el norte de África y en el sur de Europa. Y que ese conocimiento histórico es valioso.
“Cuando reclamamos poder tener acceso para documentar la llegada de personas migrantes no es por nosotros, sino porque somos la herramienta que tiene la población de ver lo que está sucediendo”, apunta, en referencia a los crecientes obstáculos que encuentran los periodistas para documentar los desembarcos de los náufragos rescatados por Salvamento Marítimo, así como las condiciones en los centros donde se encierran a las personas migrantes.
“Tenemos que trabajar con el máximo respeto. Me ha pasado muy poco, pero si alguien me pide que no le saque fotos porque le pueda perjudicar en su país o su familia, sencillamente no se las hago. Pero, en la inmensa mayoría de las ocasiones, somos el menor de sus problemas”, explica, para quienes no conocen cómo trabajamos los periodistas en estos contextos.
Ante la creciente tendencia a pixelar los rostros de los menores en algunos medios de comunicación, Medina anuncia que va a ser “meridianamente claro” en su respuesta: “La vulneración de la intimidad de las personas hay que ponerlas en un contexto. Si me subo a un tercer piso con un teleobjetivo para hacer fotografías de personas que se están bañando en una piscina, así sea un espacio público, estoy violando su intimidad. Pero, además, nos tenemos que preguntar si esa situación o sacar a un niño en un parque de atracciones tiene algún tipo de interés público», subraya.
Y continúa: «En cambio, si hablamos de fotografiar a menores en un momento muy crítico en el que se está arriesgando sus vidas o las de sus familias, cuando además se trata de algo que está pasando durante años, que ya es algo coyuntural sino estructural, que tiene interés humano y periodístico, sí tiene sentido que hagamos esa foto. No creo que se esté violando la intimidad de esa persona, sino al revés: para eso sirve nuestro trabajo, para que la gente vea y sepa lo que está sucediendo. No hacer la foto de una embarcación que vuelca porque estaríamos violando la intimidad de alguien sería desviarnos de nuestra función periodística y desatender a lo que le está ocurriendo a miles de personas. La gente se muere, es importante que se vea”.
Y a la vez que defiende que hay que registrar las consecuencias más graves de las decisiones políticas, Medina entiende que los periodistas debemos hacer “un esfuerzo por no quedarnos en las cifras de llegadas. Muchas de las personas que llegan en patera a la frontera sur del Mar de Alborán y a Canarias están esperando poder salir del centro de internamiento para tirar para Francia. Son miles de personas y tenemos que contarlo igual que lo contamos cuando llegan por vía marítima”.
Medina, cuya trayectora ha sido reconocida con muchos de los premios internacionales más prestigiosos del fotoperiodismo, explica que si sigue documentando las migraciones es, sencillamente, porque estamos ante una de las “situaciones más crueles de nuestra época”.
¿FELIZ AÑO NUEVO EN CANARIAS?: EL 36% DE LA POBLACIÓN EN RIESGO DE POBREZA Y EXCLUSIÓN.
Sin el más mínimo atisbo de exageración, los datos suministrados por la ONG católica Caritas Diocesana permiten calificar la situación del Archipiélago como de verdadera emergencia social.
El informe Arope señala que hay más de 811.000 canarios en riesgo de pobreza y exclusión, lo que supone el 36,2% de la población.
Mientras que de este total, 373.600 se encuentran en pobreza extrema y sobreviven con menos de 535 euros al mes si vive sola, o 280 euros en el caso de una familia con dos adultos y dos menores.
“La pandemia ha retrocedido los avances de los últimos cinco años, y ya partíamos de una situación muy mala en 2018 con 29% de pobreza y exclusión. Ahora más de un tercio de la población canaria está en riesgo de no llegar a fin de mes o peor, de exclusión extrema. Se va cronificando la situación de pobreza».
“Ahora mismo las familias que atraviesan más dificultades tienen que estar controlando qué bombilla encienden, qué electrodoméstico es el que ponen y a qué hora, porque tienen que hacer equilibrios para que no se dispare la factura, y no solo la de la electricidad, esta subida ha repercutido en el resto de servicios. Los precios están subiendo y hablan de un incremento del IPC del 5%. Hacía tiempo que no veíamos una subida así”.