Opinión
Dejar de vivir en presente continuo
"La tristeza y la violencia de lo inmediato ya las hemos probado. Puede que sea el momento de dejar de vivir en presente continuo", escribe Noelia Isidoro
Nada es definitivo, pero todo lo parece. Sucede en las redes y se traslada a la vida fuera de las pantallas. Se habla a zascas, se buscan con urgencia titulares que mueren antes de que terminemos de escucharlos, como si se persiguiera tener una sentencia cada minuto.
La urgencia, la prisa y la necesidad de sintetizar premian lo breve, pero también las definiciones, las etiquetas. Tenemos tantas metas que nos perdemos no ya el viaje, sino el caminito. Cuando se quitaron el corsé las mujeres pudieron, por fin, reír a gustito. Ahora, cualquiera diría que estamos buscando fajas para salir perfectas en la foto de comentar a voces la realidad, aunque la incertidumbre se nos haga bola dentro de la tripa.
Llevamos tiempo alimentando el ruido, es difícil no hacerlo cuando apenas hay silencio y hemos asimilado tener una postura de todo, frente a todo. Toca, creo, ser frágiles sin necesidad de mostrarlo. Soltar el lastre del ego y dejar de lado ese rol de juezas del me gusta en cada mensaje que llega a nosotras. Decirle al otro que no está solo no puede ser un emoticono ni un gesto con el pulgar. Sentir que tenemos que darle a todo una respuesta inmediata, tampoco.
Por eso si cierro los ojos pienso que mi utopía posible es reivindicar la duda, el mientrastanto y los durante. Porque en este año y medio tan lento parece que seguimos intentando defendernos a voces, tener la palabra precisa y la sonrisa perfecta, que diría Silvio. Ojalá se nos borren, por fin. Ojalá dar espacio y tiempo a las incertidumbres, convencernos de que tal vez no llevemos razón ni vamos a encontrarla en un tweet, ni en dos series ni en tres libros. Volver a leer con la calma, abandonando las películas que nos aburren y las lecturas que no nos aportan más que una foto en las redes. Escuchar a las Casandras y habitar, también, los espacios en blanco.
La tristeza y la violencia de lo inmediato ya las hemos probado. Puede que sea el momento de dejar de vivir en presente continuo, de imaginarse el futuro, barajar condicionales y compartir con amigas los deseos en subjuntivo. Tal vez solo desde las dudas colectivas regrese la alegría.
Y sobre todo interiorizarse, buscar la armonía interna, que con tantos ruídos, prisas y competitividad nos hemos extraviado de nosotrxs mismxs. Hemos perdido el norte.
Esta es la táctica del enemigo de la buena gente para vencerle.