Sociedad

Mario Crespo: “Somos solidarios en la desgracia, pero la solidaridad occidental no tiene continuidad”

El bibliotecario Mario Crespo publica 'La vacuna contra el hambre', un libro que radiografía la subalimentación en el mundo

El escritor y bibliotecario Mario Crespo. DD

No es ni economista, ni pertenece a ninguna asociación, ni partido político; tampoco es un veterano cooperante, ni siquiera un donante habitual de sangre o un voluntario de Cruz Roja; es un escritor que ha investigado y explotado las posibilidades de acabar con el hambre.

Así se define Mario Crespo (Zamora, 1979), licenciado en Historia del Arte y Documentación por la Universidad de Salamanca y bibliotecario en Madrid. La vacuna contra el hambre (En el mar editorial, 2021) es una radiografía de la subalimentación en el mundo que nace en un atasco y en el rugir de las tripas de su propio hijo, en un momento en el que el autor se da cuenta de lo doloroso que debe ser para millones de padres no poder dar de comer a sus vástagos cuando estos lo piden.

¿Puede dar las principales cifras del hambre en el mundo?

La FAO estima que unos 800 millones de personas sufren inseguridad alimentaria en todo el mundo, de los cuales unos 135 millones padecen hambre severa y otros 250 millones están al borde de ello. Es decir, casi el 10% de la  población mundial está expuesta a la subalimentación. Lo cual hace prácticamente imposible cumplir uno de los principales objetivos de la Agenda 2030, el hambre cero.

La mayor parte se concentra en Asia, África y América Latina, pero no solo. La diferencia es que en Occidente las estructuras solidarias y el escudo social tienen más presencia que en una aldea de África Oriental, donde, cuando llega una hambruna, es difícil conseguir alimentos.

Frente al hambre, en las sociedades más ricas, ¿somos solidarios o somos caritativos? Se lo pregunto a través del ejemplo de las vacunas: dar lo que sobra es caridad, no solidaridad.

Yo creo que, en general, somos solidarios en la desgracia; lo hemos visto cuando hay atentados terroristas, accidentes, lo hemos experimentado con la pandemia: la mayor parte de la gente se vuelca a la hora de ayudar, lo da todo: dona alimentos, pone a disposición sus vehículos, dona sangre… Ayudar a otros nos hace sentir mejor que tener actitudes mezquinas.

El problema es que la solidaridad occidental no tiene continuidad; nuestro mundo, nuestra actualidad, va muy rápido, y nos olvidamos enseguida de otras emergencias, de las que no están presentes en nuestra realidad. El hambre, además, es invisible, no lo vemos (si acaso en fotos o pantallas) y en él las víctimas son otros, son, principalmente, personas que viven en países remotos, y no lo entendemos como una emergencia. Si lo presenciamos nos da pena, nos hace sentir mal, nos ablanda; es entonces cuando damos una moneda al mendigo o al sin techo para limpiar nuestra conciencia. Ahí es donde entra en juego la caridad.

¿Cuán importantes son nuestras raíces católicas en la manera en la que somos solidarios?

Las religiones, cada una a su manera, han influido a través de sus doctrinas en las estructuras solidarias y han contribuido a sentar las bases de la cooperación, tanto de forma teórica como práctica. Sin embargo, la cooperación al desarrollo ha evolucionado mucho en las últimas décadas. En el caso de las misiones católicas, ya no se trata de preparar el espíritu, de acompañar en la resignación, de ayudar a morir, como hacía Teresa de Calcuta en las leproserías, sino de sentar las bases para ayudar a vivir. 

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El último libro de Mario Crespo, ‘La vacuna contra el hambre’. DD

Recoge en el libro una frase de Martín Caparrós: “El humanitarismo es la forma pobre de la noción de humanidad”. ¿Así lo cree?

La humanidad está en todos nosotros; el humanitarismo, entendido como doctrina que se preocupa por los demás, no. En el mundo de hoy la humanidad aparece como algo individual y el humanitarismo como algo colectivo, social. Pero también como algo que se puede mercantilizar. Y eso me parece muy peligroso, porque no solo lo convierte en un bien de consumo, sino que lo frivoliza. 

¿Qué es el landgrabbing y cuál es su papel en la persistencia del hambre?

El landgrabbing es el acaparamiento de tierras. Una práctica que utilizan fondos de inversión, Estados y empresas extranjeras, muchas veces con el apoyo de los gobiernos locales, para hacerse con tierras fértiles, que servían para la agricultura, y utilizarlas para el cultivo de productos agrícolas industriales como los biocombustibles. Esto provoca que tierras utilizadas para el cultivo agrícola local o familiar se conviertan en pasto de la especulación global sin el consentimiento de las gentes que tradicionalmente las utilizaban, provocando así una reducción del alimento y un daño en la economía de zonas con inseguridad alimentaria.

El landgrabbing, por definirlo de forma más gráfica, es una suerte de bullying sobre los países más pobres bajo el amparo de la libre circulación de bienes.

Convertir el alimento en un producto financiero con el que se puede especular, ¿es una forma de violencia tolerada en las sociedades? Todo es susceptible de ser un producto de mercado, recordemos las palabras del exministro José Luís Ábalos sobre la vivienda.

Absolutamente. El hecho de que un contrato a futuro en el mercado de derivados influya sobre el precio que va a pagar por las materias primas un ciudadano etíope que practica la agricultura de subsistencia tiene consecuencias funestas cuando se produce un alza de precios. Puede que para un norteamericano de clase media no tenga importancia que el trigo suba un 13%, pero para muchos africanos una fluctuación así puede resultar mortal.

Le voy a pedir un monosílabo como primera respuesta, aunque luego pueda desarrollar los motivos. ¿Es posible acabar con el hambre en un mundo capitalista?

No. Y ese es precisamente el principal problema del desarrollo. La tendencia de parte de la cooperación, sobre todo por parte de los bancos de desarrollo y los fondos privados, es aplicar recetas capitalistas en zonas sin capitalizar, donde ni siquiera están escrituradas las propiedades, lo cual crea deuda sobre deuda en un bucle interminable que solo puede terminar con quitas o expropiaciones.

La economía social, la economía cooperativa, sería una opción mucho más sostenible para levantar esta situación, porque no hay un capital privado que busque beneficio a costa de lo más primario, lo más básico; el alimento, sino que es un modo de que todos los que necesitan alimentarse participen de un objetivo común a fin de crear una base sobre la que prosperar. Eso, a mí modo de ver, debería ser el desarrollo.

¿No hay una mayor inclinación ideológica hacia la solidaridad?

Yo creo que hay una mayor conciencia, que, al fin y al cabo, es el reflejo de una mayor evolución de la sociedad. Es decir, hay una mayor sensibilidad hacia la violencia, hacia el maltrato animal, hacia la situación del planeta… Pero esto no significa que estos problemas no existan, sino que su existencia causa mayor impacto en los individuos y en la sociedad.

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Mario Crespo, autor de ‘La vacuna contra el hambre’. DD

Sin embargo, como ya he dicho antes, el hambre es invisible, no se ve (al menos en Occidente), y por eso no hay mucha sensibilidad hacia él. Y cuando lo vemos, cuando lo tenemos delante, giramos el cuello y miramos hacia otro lado. ¿Cuántas veces hemos oído la frase de “no soporto ver imágenes de niños famélicos”? Las rechazamos porque tenemos sentimientos, y nos afectan, pero cuando dejamos de enfrentarnos a ellas, nos resignamos, volvemos a nuestras vidas y olvidamos que eso existe.

Cuando uno contempla el hambre en primera persona siente rabia y frustración y piensa en las posibles soluciones. Por eso creo que un mayor acercamiento del problema a la gente, que es lo que yo pretendo hacer en el libro, aportaría una mayor concienciación sobre el tema. Pero no desde el morbo y el drama, sino desde la información, de modo que, entre todos, como sociedad, podamos presionar a los poderes políticos y económicos y exigirles una mayor eficiencia en el desarrollo. 

¿Estamos apostando el fin del hambre a una solución estrictamente tecnológica?

Yo diría que la solución es estrictamente económica. O incluso matemática, en el sentido de que si se hacen cuentas se ve claramente que los compromisos de los países ricos no son suficientes, empezando por el famoso 0,7%, que pocos países cumplen, y terminando por el comercio justo.

Ya en el año 2002, la FAO advertía de que con una inversión de 50.000 millones dólares se podría ayudar al Tercer Mundo a organizar su producción. Puede parecer mucho dinero, pero, por poner un ejemplo, en pleno confinamiento el Gobierno anunció un plan de inversión de 117.00 millones de euros de recursos públicos para mitigar los efectos de la pandemia.

Es decir, si los países ricos se juntaran y presentaran un plan conjunto para erradicar el hambre sería perfectamente factible. Pero (al menos en su primera etapa) sería un inversión a fondo perdido, meramente humanitaria, y a los que prestan el dinero no les interesaría como negocio.

¿Qué podemos esperar de los efectos del cambio climático?

Desde luego que sus efectos son nefastos para todos los habitantes del planeta, pero para los que menos tienen es incluso peor; es una forma de darle la puntilla, pues la cooperación al desarrollo solo puede entenderse de forma sostenible. 

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Comentarios
  1. Hay casos que, además de ser insolidarios, nos colocamos del lado de los verdugos:
    Es el caso de este país, España, alineado con los invasores, matones, saqueadores de los recursos de los pueblos dejándolos en la miseria o muertos.
    El más conocido de estos genocidas es el sistema capitalista yankee; pero no hay que ir tan lejos, los hay más cerca, hay otro socio capitalista, Israel, insaciable de codicia, pero con más maldad, sabe pasar más desapercibido y además concitar las simpatías de Europa.
    Noticias de BDS Movement ( Boicot, Desinversiones y Sanciones (Boycott, Divestment and Sanctions):
    A pesar de la creciente brutalidad del apartheid israelí, también hay luz en el horizonte.
    2021 fue el año en que organizaciones de derechos humanos de renombre, movimientos de justicia racial, sindicatos, académicos, artistas, así como funcionarios electos, en particular en el Sur Global, se levantaron y llamaron a Israel por lo que es: un estado de apartheid.
    — Namibia y Sudáfrica, donde el apartheid fue derrotado en el pasado, así como Malasia, han llamado la atención en el sistema de la ONU sobre el apartheid del siglo 21 de Israel.
    — La conferencia del Partido Laborista británico votó abrumadoramente a favor de condenar el apartheid israelí y pedir sanciones contra él.
    —El congreso de personal de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), que representa a 30.000 miembros, condenó a Israel como un estado colonial de colonos y apartheid.
    —Centre International De Solidarité Ouvrière (CISO), una importante coalición de más de 60 sindicatos de Quebec y grupos de la sociedad civil, respaldó unánimemente el BDS e instó al Gobierno canadiense para designar a Israel como un estado de apartheid.
    — El creciente apoyo entre las iglesias contra el apartheid israelí en todo el mundo, la Iglesia Episcopal de Vermont condenó por una mayoría de 89-25 la opresión de los palestinos respaldada por Estados Unidos y sus políticas de apartheid, y la Iglesia de Suecia pidió a las organizaciones ecuménicas que investigaran a Israel como un estado de apartheid.
    — La Universidad de Brasilia y la Universidad de Costa Rica aprobaron resoluciones históricas declarando que no tendrán vínculos con empresas cómplices del régimen israelí de ocupación militar, colonialismo y apartheid.
    — El Norges Bank de Noruega, que administra el fondo de pensiones más grande del mundo, excluyó a tres compañías involucradas en el sistema colonial y el apartheid de Israel: Elco Ltd, Ashtrom Group Ltd y Electra Ltd. Los socios de BDS en Noruega, en particular los sindicatos, lideraron una campaña de presión para la desinversión.
    —Tras el llamado a boicotear la Expo de Dubai, los artistas y poetas se retiraron del evento World Poetry Tree en la Expo, negándose a que su producción literaria sea explotada para encubrir la dictadura de los Emiratos Árabes Unidos y el apartheid israelí.
    — En respuesta al llamado de la sociedad civil palestina y el movimiento BDS, la autora irlandesa más vendida, Sally Rooney, se negó a que su última novela sea traducida por un editor israelí. Ella escribió: «El sistema de dominación racial y segregación de Israel contra los palestinos cumple con la definición de apartheid bajo el derecho internacional».
    — Miles de artistas y figuras culturales, incluidas estrellas de Hollywood, músicos destacados, artistas contemporáneos visionarios, autores aclamados y muchos más, condenaron el régimen de apartheid de Israel y respaldaron la desvinculación del sector cultural cómplice de Israel. Más de 200 intelectuales y artistas árabes llamaron al Institut du monde Arabe en París por su tendencia a normalizar el apartheid.
    — El fondo Superannuation de Nueva Zelanda se desinvierte de 5 bancos israelíes para financiar la construcción de asentamientos israelíes ilegales en los Territorios Palestinos Ocupados.
    — Kuwait endureció las sanciones contra Israel en solidaridad con los derechos palestinos, al emitir una orden que prohibía la entrada de buques comerciales que transportaban mercancías hacia y desde Israel.
    — Se ha formado una red de solidaridad panafricana, afirmando que el apartheid de Israel no tiene lugar en África.
    UN LLAMADO DESDE PALESTINA: UNÁMONOS CONTRA LA CIBERVIGILANCIA Y LA REPRESIÓN
    El escándalo internacional en torno al programa de ciberespionaje Pegasus desarrollado por el grupo israelí NSO, que ha sido utilizado por dictaduras y regímenes autoritarios.
    https://bdsmovement.net/es

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