Economía | Política
Julen Bollain: “Las rentas mínimas han demostrado ser totalmente ineficientes para erradicar la pobreza”
Entrevista al investigador Julen Bollain, que acaba de publicar 'Renta básica: una herramienta de futuro'
«La renta básica no debe ser la única medida», asegura Julen Bollain (Eibar, 1990) en su último libro. Doctor en Estudios sobre Desarrollo y divulgador económico, Bollain ha sido diputado de Elkarrekin Podemos en el Parlamento Vasco entre 2016 y 2020. «La renta básica no es la panacea», reconoce en conversación con lamarea.com; es «una medida dentro de una política socioeconómica de un gobierno. Importante, sí, pero una más».
Pero a esta herramienta de redistribución económica, el investigador vasco le ha dedicado tanto su tesis doctoral como su libro Renta básica: una herramienta de futuro (Editorial Milenio, 2021), con prólogo de Daniel Raventós y Guy Standing. Un trabajo que rechaza los subsidios condicionados y apuesta por una renta universal e incondicional que permita afrontar los cambios que ya se están produciendo y los que están por venir.
Desde una mirada progresista, apoyar las reivindicaciones de los trabajadores del metal de Cádiz o de cualquier otro lugar es un deber, pero también es obvio que muchos de esos puestos de trabajo van a acabar perdiéndose más pronto que tarde como consecuencia del cambio en el sistema productivo. ¿Es la renta básica la solución real a esto?
El objetivo principal de la renta básica no es proponer un cambio de modelo productivo. Esto tenemos que dejarlo claro y debemos ser especialmente cautelosos con ello. El objetivo de la renta básica no es otro que garantizar la existencia material a la ciudadanía y dotar de mayores cotas de libertad a la mayoría social no estrictamente rica. Que no es poco.
Pero eso no nos debe impedir debatir sobre la renta básica desde un punto de vista multidisciplinar porque, si bien el cambio del modelo productivo no es su objetivo principal, sí permitiría avanzar hacia una economía más sostenible, disminuyendo la existencia de privaciones sociales a la vez que reducimos la dependencia del crecimiento ilimitado y el riesgo de poner en jaque la sostenibilidad del planeta.
Uno de los condicionantes de los fondos europeos es la digitalización, un proceso que creará nuevos puestos de trabajo pero acabará por dar la puntilla a otros tradicionales y llevados a cabo por personas que tienen una difícil reconversión, además de la robotización de otros tantos procesos. Ante este panorama, ¿se hace más urgente la renta básica?
Hoy en día gran parte de nuestros derechos pasan por tener un empleo. Hasta los sistemas de protección social están fuertemente vinculados a la activación de las personas y la creación de capital humano. No obstante, parece sensato pensar que si no va haber empleo para todas las personas habrá que garantizar la subsistencia independientemente del mercado laboral. Porque, ¿qué pasaría con una persona que es desplazada de su puesto de trabajo porque un robot lo va a hacer en su lugar de forma más rápida y eficiente? Sería una irresponsabilidad por parte de nuestra sociedad que no pensáramos en cómo podemos ofrecer una solución a esta nueva realidad donde la productividad está creciendo a un ritmo mucho mayor que el empleo que se crea y que la renta media de las personas. Es en este contexto donde se hace indispensable garantizar la existencia material de las personas independientemente de su situación en el mercado laboral.
¿Por qué rechaza las rentas mínimas o las rentas condicionadas, es decir, aquellas que se dan a quienes más lo necesitan, bajo algunas obligaciones como es la búsqueda de empleo activa?
Porque durante más de treinta años, y por distintos motivos desgranados en el libro, han demostrado ser totalmente ineficientes para erradicar la pobreza. Creo que hay un consenso general –¡incluso la Comisión Europea así lo ha afirmado!- en que estos instrumentos han sido insuficientes para cumplir sus objetivos. No podemos hacer frente a los problemas del siglo XXI con políticas del siglo pasado que, además, han demostrado haber fracasado.
¿Qué argumentan quienes defienden la renta básica desde una perspectiva neoliberal?
¿Qué secreto tendrá la renta básica que es defendida desde la izquierda y desde la derecha? No nos dejemos engañar. El simple hecho de que se abogue por una renta básica desde posturas tan diferentes empaña el debate y desconcierta a mucha gente. De hecho, muchas personas de izquierda rechazan directamente la renta básica porque lo ven como una artimaña más de la derecha.
Para preguntarnos si una determinada propuesta de renta básica proviene de la izquierda o de la derecha, solo debemos preguntarnos cómo se financia. O, dicho de otra manera, quién gana y quién pierde tras su implantación. Una propuesta de izquierdas supondría una reforma fiscal progresiva, que implicaría una gran redistribución desde el 20% más rico hacia el 80% no estrictamente rico de la sociedad. Una propuesta de derechas contemplaría el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Decir que la renta básica es una mala idea porque Friedman, Zuckerberg o Musk la defienden tiene el mismo nivel argumentativo que decir que la integración racial en las escuelas del sur de Estados Unidos fue mala porque la promovió Nixon.
”La renta básica no debe ser la única medida”, dice en el libro. ¿Qué debería acompañarla?
La renta básica no es la panacea. La concebimos como una medida dentro de una política socioeconómica de un gobierno. Importante, sí, pero una más. Por lo tanto, la renta básica no dará respuesta a muchas problemáticas actuales y, aunque ayude a afrontar ciertos retos que tenemos como sociedad en el siglo XXI, sus objetivos principales se acotan a garantizar la existencia material de las personas y a dotar sus vidas con mayores cotas de libertad.
¿No es utópico pensar en medidas adicionales a la RB en un momento en el que esta acaba de llegar a la agenda política pero ningún partido la lleva en su programa? Da la sensación de que todo el tiempo hablamos de la insuficiencia de medidas que todavía no se están ni planteando, y nos pasamos el día frustrados sin conseguir ni el mínimo.
No creo que sea utópico proponer medidas realizables y factibles que pueden mejorar las vidas de las personas y redefinir el equilibrio existente entre las personas y el planeta. Estamos empeñados en hacer proyectos piloto para ver cómo se comportarían las personas en situación de pobreza si tuvieran una renta básica. Tenemos riqueza suficiente y sabemos que una renta básica conseguiría erradicar la pobreza. ¿Qué hacemos? Pues nada, un experimento con las personas pobres a ver qué tal sale. Es un sinsentido.
Como dice Guy Standing en el epílogo del libro, la mayoría de la clase política tiene alma de espagueti. Es decir, no tienen mucho valor intelectual, pero sí entienden la presión. La cuestión es si la gente de a pie –tú y yo– queremos un cambio. La última encuesta realizada al respecto en la Unión Europea evidenció que el 64% de la ciudadanía europea votaría a favor de una renta básica.
Uno de los principales argumentos en defensa de la renta básica radica en el aumento del poder de negociación del trabajador que, al contar con un sustento mínimo, no se vería obligado a aceptar cualquier empleo. ¿Cómo se contraargumenta a aquellos que van a darle la vuelta para decir que quien propone esto es porque no quiere trabajar? En un país con tantos autónomos, muchos de ellos con dificultades, ¿no se corre el riesgo de que decidan no continuar con sus trabajos porque no les sale a cuenta seguir haciéndolo?
Eso es precisamente lo que ocurre actualmente con los programas de rentas mínimas. Es lo que en economía denominamos trampa de la pobreza. Al no ser las rentas mínimas acumulativas -es decir, un perceptor del Ingreso Mínimo Vital no puede percibir el IMV y una renta de trabajo-, muchas personas tienen que poner encima de la mesa si les conviene aceptar un trabajo remunerado o no porque, si lo aceptan, se les arrebatará la prestación.
La renta básica, por el contrario, actúa como un suelo o una base que nunca nadie te arrebatará. Por lo tanto, esto puede incluso incentivar a que las personas se activen laboralmente y acepten posibles ofertas de empleo, tal y como se ha observado en algún proyecto piloto.
¿Una renta básica universal sería sustitutoria de las pensiones, por ejemplo?
En los estudios realizados hasta ahora, la renta básica sustituye toda prestación pública monetaria inferior a la cuantía de la renta básica. Si la prestación es superior al importe de la renta básica, no obstante, la renta básica se complementa hasta la cuantía que se percibe en la actualidad. Resumiendo: quien percibe una prestación inferior a la renta básica sale ganando respecto a la situación de partida, quien percibe una prestación superior se quedaría en la misma situación.
Sin embargo, en mi tesis doctoral defendida hace dos semanas, realizamos el primer estudio de financiación de una renta básica donde las prestaciones como las pensiones no son sustituidas. Y, por si quedaba alguna duda, los números también dan.
Hubo en un tiempo en el que el contrapunto de la RB era el trabajo garantizado, algo que, de una forma está presente en programas como el de Más Madrid con ese “trabajar menos, trabajar todos”. ¿No es una posibilidad? ¿Cree que en un futuro las consecuencias del cambio climático nos van a obligar a llevar a cabo tareas obligatorias para, por ejemplo, paliar catástrofes?
Creo que hay que dejar claro que las políticas de reparto del empleo son inseparables actualmente a una renta básica. Queda claro en el libro que no podemos entender la una sin la otra. De hecho, una renta básica sería la herramienta indispensable para que, bajo una reducción de la jornada laboral, los y las trabajadoras de rentas bajas y medias no vean reducidos sus ingresos.
Es cierto que muchas veces me han preguntado por qué defiendo una renta básica frente al trabajo garantizado. La respuesta es bien sencilla: la renta básica, a diferencia del trabajo garantizado, es garante de libertad e igualdad. Con una renta básica todas las personas tienen derecho a vivir dignamente independientemente del mercado laboral. Con un programa de trabajo garantizado, en cambio, la mayoría deberá depender del mercado laboral. ¿Todos? No. Quienes tengan activos externos no necesitarán trabajar remuneradamente. Un rentista con 5 viviendas podrá vivir de las rentas y, alguien que haya heredado millones de euros también podrá vivir de ello. Es decir, mientras estos podrán elegir cómo vivir, quienes no puedan llegar a fin de mes tendrán que trabajar remuneradamente.
Sin embargo, una renta básica nos otorga la libertad para elegir voluntariamente qué es lo que deseamos hacer ya que nos permite no depender de nadie o de nada para vivir y poder decidir nuestro camino. Un programa de trabajo garantizado, por el contrario, condena a la ciudadanía a realizar ciertas actividades no elegidas voluntariamente y que, quizá, no sean deseadas. Además, no podemos obviar que una renta básica aumenta el poder de negociación de las personas trabajadoras ya que, al tener el mínimo para vivir cubierto, seremos capaces de decir «no» a condiciones abusivas. Por eso sería clave para contrarrestar el «efecto disciplinador» del capitalismo. Creo, sinceramente, que los beneficios de la renta básica frente al trabajo garantizado, sobre todo en términos de igualdad y de libertad de las personas, son claramente abrumadores.
Es peor sentirse inútil que estar explotado.
En el siglo XX un obrero podía ir a la huelga. Ahora, con la automatización, los obreros son prescindibles. Ir a la huelga, ¿para qué? si nadie te necesita…
Yuval Harari, Filósofo.
La digitalización y robotización. Siguen sin convencerme.
Nos han aislado e individualizado más, nos han privado del calor humano y la fuerza que da el trato personal, están dejando sin trabajo a millones de seres, cierto que nos han robotizado y lo peor de todo es que a quienes verdaderamente benefician es a las grandes empresas, bancos, ect.
Si es que los amos del mundo lo tienen todo pensado y nosotros sólo llegamos a aplaudirles las gracias.
EL PODER PARA LXS TRABAJADORXS; pero la dictadura capitalista los ha alienado, los ha destruído, sutilmente en algunos casos y salvajemente en otros y en lugar de la necesaria cooperación entre nosotros nos ha convertido en feroces competidores.
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La sociedad castiga de modo inmisericorde a aquellos que osan salirse del redil, un fenómeno que recuerda algunos pasajes de El Gran Inquisidor; pero en este capítulo de Los hermanos Karamazov, donde se cuenta que Jesús decide volver a la tierra y de inmediato es encarcelado por el Gran Inquisidor de Sevilla, resulta brillante y revelador.
«¿Para qué has vuelto? –le reprocha el inquisidor–. Tu labor está ya hecha y ahora sólo puedes estropearla. Tú quisiste dar al hombre la libertad, pero la mayor preocupación de la raza humana es encontrar cuanto antes a alguien a quien entregar ese gran don de libertad con el que ha tenido la desgracia de nacer. Nosotros, en cambio, estamos aquí para liberarlo de tal carga. Para decirle lo que tiene que hacer, pensar, decir. Ellos han puesto su libertad a nuestros pies suplicando: ‘Haznos tus esclavos, sólo pedimos a cambio que nos alimentéis’». (O dicho en términos actuales, que nos deis bienes materiales).
(Miedo a la libertad – C.Posadas)
LAS CIFRAS DE LA VEGÜENZA (Intermón-Oxfam)
520.000 personas más en el umbral de la pobreza desde el inicio de la pandemia.
48 millones de personas desplazadas en el mundo a día de hoy (máximo histórico)
155 millones de personas en situación de hambre extrema, 20 millones más que en 2020.
10.000 millones de dólares de beneficio para las 10 mayores empresas de alimentación y bebidas entre 2019 y 2020.
51.000 millones de dólares más en gasto militar el último año, 6,5 veces más que la financiación requerida por Naciones Unidas en 2021 para acabar con el hambre en el mundo.
413.000 millones de dólares de aumento en la fortuna de las 10 personas más ricas en el último año, cantidad suficiente para financiar 11 veces la asistencia humanitaria mundial.