Medio ambiente
La transición ecológica del Mar Menor
"¿A qué nos referimos cuándo hablamos de que el Mar Menor debe realizar cuanto antes su propia transición ecológica?", pregunta Pablo Rodríguez Ros
En los tiempos que corren es muy frecuente oír hablar de la “transición ecológica”. No obstante, es un término de difícil definición y, por ello, bastante proclive a su manipulación, por desgracia. Su concepción teórica en el mundo académico difiere mucho en función de la fuente que se consulte. De hecho, ni siquiera la Wikipedia tiene una página destinada a esta cuestión. El profesor Ernest García, de la Universitat de València, plantea la siguiente definición:
“Transición ecológica sería un eventual proceso de cambios en los sistemas de producción y consumo, así como en las instituciones sociales y políticas y en las formas de vida y los valores de la población, que llevase de la situación actual, demasiado costosa ambientalmente y llena en consecuencia de riesgos excesivos, a una situación futura ambientalmente sostenible, compatible con la capacidad del planeta para mantener las actividades humanas; y todo ello sin alterar sustancialmente la organización de las actividades económicas.”
Este definición alude a la producción y el consumo, y lo define como un problema o asunto político-social, no científico; elimina el antropocentrismo y se centra también en el resto de especies (biodiversidad); pone el acento en el riesgo de los impactos del cambio global (aquí juega un papel clave la adaptación al cambio climático), refuerza la vinculación entre los seres humanos y el medio natural (obviando mantras antiguos como “proteger el planeta/la naturaleza”); y establece como condición que no afecte sustancialmente al modelo socioeconómico actual (es decir, que la transición sea justa socialmente y, como se suele repetir, “no deje a nadie atrás”).
Esta es solo una de las muchas definiciones que se pueden encontrar navegando en la literatura, principalmente en lengua anglosajona. Así, esta definición del profesor García podría enmarcarse dentro del neokeynasianismo (que alcanza su mayor expresión en los distintos y muy debatidos tipos de “Green New Deal”) y se alejaría de otras más decrecentistas como el ecosocialismo planificado. No es el objetivo aquí ahondar en el debate acerca de estos conceptos pero es conveniente que quien quiera ahondar en esta cuestión tenga un par de hilos de los que tirar.
Por último, puede extraerse otra conclusión relevante: de la misma manera que el cambio climático es uno de los motores del cambio global, la transición energética es una parte de la transición ecológica pero no toda ella. Así, cuando hablamos de transición ecológica también hablamos, o deberíamos hablar, de pérdida de biodiversidad, eutrofización, contaminación atmosférica, uso insostenible de los recursos naturales, estrés hídrico y sequías, salud, pobreza, educación, igualdad, etc. Cualquier enfoque de una supuesta transición ecológica que no tenga en cuenta todos estos elementos, no debería definirse como tal.
El desafío del Mar Menor
Por lo tanto, ¿a qué nos referimos cuándo hablamos de que el Mar Menor debe realizar cuanto antes su propia transición ecológica? Y no solo el Mar Menor, sino su cuenta vertiente, ya que lo que allí sucede es el resultado de la insostenibilidad de las actividades que se llevan a cabo en dicha cuenca. Es decir, el problema del Mar Menor es, esencialmente, un problema de ordenación del territorio. No nos engañemos, el reto o, mejor dicho, el desafío, es mayúsculo. La profesora Mariana Mazzucato explica el desarrollo y aplicación del término “desafío” de manera brillante en su libro Mission Economy: A moonshot guide to changing capitalism, la metodología de trabajo aplicada en la Comisión Europea o Naciones Unidas para múltiples desafíos mayúsculos como, por ejemplo, el cambio climático.
Cada desafío, en primer lugar, debe ser reconocido como tal (es decir, que no se niegue la realidad del problema y la evidencia científica que lo certifica) y establecerse en la agenda política. Para afrontar el desafío, se deben poner en marcha una batería de misiones bien definidas y claras, en las que deben jugar un papel los diferentes sectores involucrados con el objetivo de lograr innovaciones intersectoriales, que antes no existían, para llevar a cabo las misiones. Por último, dichas innovaciones intersectoriales surgirían motivadas por un compendio de proyectos de financiación e impulso público que logren involucrar también al sector privado.
Aplicando esta metodología a la crisis del Mar Menor (que sería el desafío), deberíamos definir una serie de misiones para transicionar hacia un modelo productivo sostenible (el actual, obviamente, no lo es) que involucren a los distintos sectores (en este caso: ciencia, agricultura, pesca, turismo, etc.) para que florezca entre ellos la tan ansiada innovación intersectorial. Y, para mover toda esta maquinaria, necesitaríamos una gran planificación organizada en proyectos y actuaciones basados en la evidencia científica, que involucren a la sociedad y respeten las distintas leyes. Así, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico presentó su Marco de Actuaciones Prioritarias para Recuperar el Mar Menor y el resto de administraciones involucradas en la recuperación del Mar Menor, desde el nivel autonómico al municipal, deberían presentar una batería de proyectos complementarios a estos y adaptados a la realidad actual.
El papel de la política
Pese a que el cambio climático no entiende de izquierdas o derechas, la transición ecológica, sí. Es decir, la influencia humana en el actual cambio climático es un hecho científico, lo que no lo es tanto es cómo lo afrontamos. Así lo explicaba la socióloga de la Universidad de Zaragoza, Cristina Monge, en un reciente artículo. Esta consideración es clave y, aparte, no solo debería abordarse (y entenderse) desde el eje izquierda-derecha, sino también en otros como el generacional o el materialismo-posmaterialismo (aunque algunos consideren que lograr un modelo sostenible que garantice el bienestar de las generaciones futuras no es algo “material”).
Lo mismo sucede aquí con la crisis del Mar Menor: la evidencia científica acerca de la crisis que vive la laguna costera, fruto de un proceso de eutrofización, es un hecho científico; ahora bien, cómo lo afrontamos es una cuestión política. ¿Un asunto que debería basarse en la mayor evidencia científica disponible? Sí, pero es una cuestión política. Y cuando decimos política, no solo nos referimos a los partidos políticos, sino también al papel que juegan determinados lobbies de presión, por ejemplo, desinformando mediante el uso de la pseudociencia: eso también es política (de la peor, pero política). Un grupo de científicos ya explicamos en este medio que en el Mar Menor también hay una «eutrofización» de intereses.
La insostenibilidad de los usos y actividades humanas en un territorio no solo tienen un impacto sobre el medio ambiente, sino también sobre la economía y la sociedad. Tras el evento de «sopa verde» de 2016 y las mortandades masivas de peces de 2019 y 2021, parece que la sociedad de la Región de Murcia ha logrado entenderlo. Tanto es así que según el CEMOP (Centro de Estudios Murcianos de Opinión Pública), la crisis del Mar Menor es la segunda preocupación de los ciudadanos de toda la Región de Murcia, solo superada por el paro.
Dudo que en otra comunidad autónoma de España exista un asunto ambiental que logre esa posición en las preocupaciones ciudadanas. No obstante, que un asunto público adquiera esta magnitud puede originar que sea demasiado tentador para los partidos políticos y no afronten este desafío de manera seria y rigurosa. Así, no deberían tardar en aparecer los salvadores y salvadoras del Mar Menor, mientras que, en realidad, no se fomenta que existan líderes o caras visibles que tengan una formación sólida y/o experiencia profesional en las múltiples cuestiones en torno al Mar Menor.
El desafío de la transición ecológica del Mar Menor necesita contar con los mejores profesionales, seguir una estrategia sólidamente planificada, hacer partícipe a la sociedad civil, respetar el marco normativo (¡y mejorarlo!) y huir de la pseudociencia que se promueve desde determinados agentes ya deslegitimados por insistir en ser parte del problema y no de la solución. Si estos pasos no se cumplen, no solo no se logrará este gran desafío, sino que se corre el riesgo de generar un terreno abonado para el populismo. El reto es mayúsculo y hay que estar a la altura.
Reportajes en acción viaja a Murcia para profundizar en las causas del desastre ecológico del Mar Menor de este verano.
[Vídeo] SOS Mar Menor – Reportajes en Acción
https://www.ecologistasenaccion.org/184447/sos-mar-menor-reportajes-en-accion/
Reportajes en acción viaja a Murcia para profundizar en las causas del desastre ecológico del Mar Menor de este verano.
[Vídeo] SOS Mar Menor – Reportajes en Acción
https://www.ecologistasenaccion.org/184447/sos-mar-menor-reportajes-en-accion/
Red Ciudadana de Vigilancia de la Contaminación del Agua por Nitratos.
El caso de la contaminación del Mar Menor es la punta del iceberg de este problema, el más conocido y visible, pero el agua subterránea, nuestras reservas del futuro, van por el mismo camino aunque no lo veamos.
La Comisión Europea ha dado un paso muy importante y va a sentar al Gobierno español en el banquillo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea por su inacción ante la contaminación del agua por nitratos. Las medidas que el Gobierno español puso en marcha para evitar este problema son claramente insuficientes y esta decisión va obligar a que el Ejecutivo ponga en marcha nuevas medidas. Si no lo hace, nos tocará pagar una multa millonaria y pasará lo de siempre, unos contaminan y la ciudadanía lo paga.
Debemos, en primer lugar y de forma urgente, poner en marcha una moratoria a la ganadería industrial. En segundo lugar, reducir de forma drástica la cabaña ganadera en intensivo y el uso de fertilizantes sintéticos y afianzar la necesaria transición hacia la agricultura ecológica.