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La violencia machista solo tiene una causa, ¿pero qué ocurre en Alicante?

En Alicante, una de las provincias con mayor número de asesinadas en cifras netas, el 15% eran mayores de 65 años y el 60%, extranjeras.

Dos mujeres caminan por una urbanización de El Campello. ELVIRA MEGÍAS

TEXTO: ANNA GIMENO | FOTOGRAFÍAS: ELVIRA MEGÍAS // Un centenar de personas se lanzaron a la calle en marzo de 2007 en el municipio costero de El Campello, en Alicante, tras una pancarta con el lema “¡Cuidado, el machismo mata!” para mostrar su repulsa por el primer feminicidio registrado en este municipio. La víctima era Virtudes, una mujer de 33 años que fue asesinada tras haber presentado denuncias por las amenazas de muerte de su expareja. A solo unas calles de distancia, en el verano de 2014, un nonagenario asesinó presuntamente a su mujer, Esperanza, de 87 años, en el apartamento en el que pasaban habitualmente sus vacaciones familiares. Unos meses antes, en un apartamento de la playa de Muchavista, en el mismo pueblo, otro hombre asesinó a Alicia, una mujer de 58 años a la que había conocido poco antes. En 2017, en la misma urbanización frente al mar, un hombre de 86 años mató a Margaret, de 79, en la residencia de mayores en la que ambos vivían.  

En la costa alicantina, de 2003 a 2019, hay contabilizados cuatro feminicidios en la ciudad de Alicante, otros cuatro en El Campello –los de 2014 podrás leerlos en PorTodas, el proyecto de investigación de crímenes machistas impulsado por La Marea– y cuatro en Calp, tres en Torrevieja, dos en Jávea, dos en Pilar de la Horadada y uno en municipios como Denia y Benidorm, entre otros. Esta provincia, junto con la de Valencia, ocupan los primeros puestos en España en cifras netas de asesinatos machistas: 60 feminicidios registrados, solo por detrás de Madrid (118) y Barcelona (109), según los datos actualizados a julio de 2021 de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. La provincia de Madrid registra casi el doble de casos que la de Alicante pero su población es casi cuatro veces mayor. Hace solo unas semanas ha sido detenido un hombre de 70 años por presuntamente matar a su mujer, de 68 años, y descuartizar su cuerpo, cuyos restos han sido descubiertos en la localidad de Torrevieja.

¿Qué ocurre en Alicante? La violencia de género solo tiene una causa: el deseo de control y dominación sobre las mujeres. Sin embargo, puede venir acompañada de diversos factores condicionantes o detonantes a los que hay que prestar atención, sin confundirlos con la causa radical de la violencia contra las mujeres. La confusión saca del foco la raíz de la violencia machista, puede dificultar una correcta identificación de una situación de riesgo y servir de coartada o justificación a los agresores. En la costa de Alicante identificamos al menos dos factores condicionantes de relevancia: la edad avanzada y el lugar de origen de las víctimas. Pero hay que comenzar con este dato: en las zonas costeras españolas hay más feminicidios que en las de interior. 

Lo dice el Informe sobre los 1.000 primeros casos de víctimas mortales por violencia de género en el ámbito de la pareja o expareja del Consejo General del Poder Judicial (que abarca de 2003 a 2019). La tasa promedio anual de feminicidios en comunidades autónomas costeras –por cada millón de mujeres mayores de 15 años– es de 3,4, mientras en comunidades de interior es de 2,5. En provincias costeras es de 2,4 feminicidios, mientras en provincias de interior es de 1,9.

Además, en la provincia de Alicante el 15% de las víctimas eran mujeres mayores de 65 años (la media estatal es del 12%) y el 60% de las víctimas eran mujeres extranjeras (frente a un 34,5% de media estatal). Las más frecuentes eran de Reino Unido. La población extranjera en Alicante en 2020, según el INE, era de un 19,9%. Es una provincia en la que residen numerosas comunidades de jubilados y jubiladas extranjeras, especialmente del norte de Europa.

Paseo marítimo en la playa Muchavista de El Campello.

Esperanza y Margaret, dos de las mujeres asesinadas en El Campello, tenían 87 y 79 años respectivamente cuando sus maridos las mataron de manera muy violenta, con varias puñaladas. Esperanza estaba tumbada en su cama en el apartamento en el que cada verano pasaba las vacaciones a escasos metros de la playa cuando su marido, de 90 años y con una enfermedad terminal, la asesinó presuntamente y después se suicidó con el mismo arma. No hubo carta o nota de despedida, y por el método utilizado para quitarle la vida, la policía descartó un suicidio pactado, como se llegó a especular inicialmente. Al suicidarse él, los hechos no pudieron ser juzgados: no hubo un juicio ni, por tanto, sentencia. Pero el caso se registró como violencia de género.

Margaret, británica, con un hijo ya mayor de edad, vivía en una residencia de mayores a escasos metros de la playa con su marido, el hombre que una mañana la asesinó en la habitación que compartían. Después de matarla, él se autolesionó y se causó heridas superficiales con el arma utilizada para quitarle la vida a su compañera. 

Maltrato normalizado

Tras un feminicidio, a menudo se revela que el entorno no ha identificado señales de maltrato previo. Sin embargo, los datos muestran que con frecuencia las mujeres mayores asesinadas “han vivido décadas de maltrato normalizado por ellas e incluso por su entorno familiar”, explica Mariola Navarro, psicóloga del recurso especializado de referencia en Alicante, el Centro Mujer 24 horas de la Generalitat Valenciana. También lo dice el Estudio sobre las mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género de la Delegación del Gobierno para la violencia de género. Las mujeres mayores se encuentran en una situación de especial invisibilidad y vulnerabilidad.

“Tienen menor acceso a la información sobre recursos y derechos, les pesa más la educación recibida respecto al rol de cuidadora y les resulta más difícil pensar en romper la relación y dejar de cuidar a su pareja, que además muchas veces es mayor que ellas y por ello más demandante de cuidados”, sostiene Mariola Navarro. De hecho, el perfil de usuarias que acuden al Centro Mujer 24 horas no se corresponde en cuanto a edad y nacionalidad de origen con el perfil mayoritario de las víctimas de feminicidios de la provincia. La edad media de las mujeres atendidas en este centro es mucho más joven, solo el 4,2% son mayores de 60 años, y son mayormente españolas (el 64%).  

Zona centro de El Campello, con la torre de la Iglesia al fondo.

El mencionado estudio sobre mujeres mayores de 65 años alerta acerca de que “a menudo, el entorno social y familiar, e incluso en la atención sanitaria y social, desde una perspectiva androcéntrica, relacionan lesiones y comportamientos que asociarían fácilmente a la violencia de género en mujeres más jóvenes, con el proceso de envejecimiento, cuando se trata de mujeres mayores. Sin embargo, esos síntomas en realidad son causados por el abuso, la negligencia y otras manifestaciones de la violencia perpetradas por la pareja”. Además, en mujeres mayores es más común la dependencia económica respecto del agresor, el aislamiento, la dificultad para acceder a información sobre recursos y la interiorización de roles machistas y, por el contrario, es más frecuente encontrar campañas institucionales específicas dirigidas a jóvenes que a mayores, en formatos y canales que lleguen hasta ellas.

Para la antropóloga social de la Universitat Miguel Hernández de Elx, Purificación Heras, es especialmente interesante analizar el discurso posterior a los feminicidios, el relato con el que el entorno, los medios de comunicación y a veces las familias tratan de explicar qué sucedió y por qué. No es extraño encontrar explicaciones que niegan la existencia de violencia de género en los feminicidios de mujeres mayores y que atribuyen los hechos a una enajenación mental transitoria del agresor, a un pacto de suicidio o al mito del “asesino piadoso” u homicidio compasivo, ese marido supuestamente bondadoso que asesina a su mujer también supuestamente por amor para ahorrarle mayores sufrimientos. 

Negar la violencia

Negar la violencia de género puede ser un forma de gestión del duelo ante una situación terrible pero también “es un tipo de relato fundamentado en viejos mitos, una construcción apoyada en las creencias patriarcales, desde una visión muy androcéntrica y machista, según la cual el asesino se erige en la autoridad que sabe lo que ella necesita, que decide por la víctima y actúa sin contar con ella, una infantilización de la mujer”, afirma Heras. También se niega la violencia de género en feminicidios de mujeres mayores cuando el maltrato se ha normalizado y el entorno interpreta que se trata de “una familia normal”, pero se olvida, explica la antropóloga social, “que la violencia machista se produce en contextos de lo que se considera normalidad porque el patriarcado es lo normal”. 

Además, “la vergüenza es un factor a considerar cuando desde el entorno se niega la violencia de género como causa. Si ha sido un feminicidio, la violencia se viene arrastrando de toda la vida, los feminicidios son la punta del iceberg y si no se ha reconocido antes es muy difícil que las familias quieran abrir una situación que hasta ese momento no se ha conocido. Es una forma de cerrar una situación muy traumática y violenta”, señala la antropóloga. El mito de los celos, por el que se sitúa la causa de la violencia machista en esta percepción subjetiva, contribuye también a negar o invisibilizar la violencia de género en edades avanzadas y a construir la explicación sobre el “asesino piadoso”, que justificaría al agresor. 

El mito da por supuesto que en una edad avanzada no es probable que la mujer inicie otra relación y con ello suponen desactivada la posibilidad de violencia machista. “Es digno de subrayar que siga existiendo una interpretación de los feminicidios como acto motivado por los celos”, afirma la antropóloga. Existe “una construcción patriarcal de la ancianidad y esta interpretación sería edadismo, prejuicios que llevan a pensar que las personas mayores son asexuadas”. 

Para Heras, la situación de enfermedad puede ser un detonante importante de violencia de género pero, como señala Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, médico forense y experto en violencia de género, “no hay que olvidar que los feminicidios de mujeres mayores no se producen solo en casos de personas con dependencia funcional o enfermedad”. 

Para el experto “en la construcción del homicidio como solución influyen factores de género, y no solo en lo que se refiere a la dificultad o impotencia de cara a realizar cuidados –si, por ejemplo, la situación de dependencia de la mujer exige un cambio de roles–, a los hombres además les cuesta pedir ayuda, mostrar vulnerabilidad o admitir perder el control sobre ella si delega los cuidados en una residencia”. “En la violencia de género el objetivo es el dominio, de modo que si él no se ve capaz de cuidar podría pedir ayuda o pensar en una residencia pero en ese caso perdería el control sobre la mujer”, señala Lorente. 

Por otra parte, “los feminicidios son crímenes morales, no instrumentales, en los que ellos se posicionan como superiores, deciden sobre ellas y suicidarse después del feminicidio se presenta como una forma de asumir las consecuencias y no responder ante su entorno, más que ante la sociedad. Puede haber otros factores que se unan como la depresión, pero no son la causa y no hacen desaparecer los factores de género”. 

¿Qué factores elevan el riesgo de violencia de género para las mujeres extranjeras? Para la antropóloga Purificación Heras, “aunque en Alicante hay comunidades relativamente cerradas de personas residentes extranjeras, salvo en el caso de mujeres que pudieran estar aisladas por su maltratador, estas mujeres sí tienen relación con su comunidad de origen”. Los factores condicionantes estarían más bien en “el miedo a ser expulsadas del país, el desconocimiento de los recursos y de sus derechos y muchas veces el desconocimiento del idioma –a veces son solo ellos los que hablan español en la familia– y no vienen al centro a no ser que les deriven desde el centro de salud o servicios sociales”, señala Navarro.

Responsable de la Unidad de violencia de género de la Policía Local de El Campello.

El Ayuntamiento de El Campello ha firmado el protocolo Viogen en noviembre de 2020 –solo lo han firmado el 31% de los municipios en la provincia de Alicante– y su Policía Local acaba de estrenar una unidad especializada en violencia de género –obligatoria en municipios de más de 20.000 habitantes en la Comunitat Valenciana a partir de la ley valenciana de acompañamiento de los presupuestos de este mismo año–. Actualmente, alrededor de 4.000 mujeres están activas en el sistema Viogen de seguimiento policial en la provincia de Alicante por alguno de los diferentes niveles de riesgo, 40 de ellas en el municipio de El Campello.

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