Sociedad
El drama de Lucía Garrido: un crimen machista ignorado por agentes corruptos
RTVE Play acaba de estrenar la serie documental ‘Lucía en la telaraña’, sobre el asesinato de Lucía Garrido. Su caso, aún abierto, se vio afectado por la corrupción que azotó a la Guardia Civil de Málaga en su lucha contra el narcotráfico.
Lucía Garrido puso varias denuncias por maltrato antes de aparecer asesinada el 30 de abril de 2008 en su finca de Alhaurín de la Torre (Málaga). Quien debía protegerla no lo hizo y quien debía investigar su muerte se lavó las manos, presuntamente de forma interesada. Su drama es el eje central de Lucía en la telaraña, una docuserie dirigida por Tomás Ocaña y Rafael González que hoy se estrena en RTVE Play.
El caso de Lucía Garrido sorprende tanto por su complejidad como por la escasa atención recibida por parte de la justicia. Sólo cuando la corrupción policial que emergió alrededor de él se hizo insostenible, se encargaron de investigar su asesinato. Antes no interesó. «A Lucía Garrido le falla todo el mundo», dice el abogado de la familia, Luis Portero, en un momento de la serie. «Le fallan las asociaciones de la mujer, a las que se dirige para pedir ayuda; le falla el juzgado de violencia de la mujer, ante el que presenta no una, sino cuatro denuncias por maltrato y acoso de Manuel Alonso [su pareja]; le falla el juzgado, porque no ordena el alejamiento ni dicta órdenes de protección; le falla la Fiscalía en estas denuncias por malos tratos; le falla el ayuntamiento, le falla la Junta de Andalucía, le fallan los Servicios Sociales de las instituciones… Y ya después de muerta le falla el juez, que hace una instrucción manifiestamente mejorable».
¿Cómo es posible que una mujer aparezca muerta, flotando en una piscina, con claros signos de violencia, y no se investigue a fondo el crimen? Presuntamente, quien debía hacer las pesquisas para el esclarecimiento del asesinato (el teniente de la Guardia Civil Valentín Fernández) no actúo con la diligencia necesaria. Su investigación no llegó a ninguna conclusión y el caso, simplemente, se archivó.
Un año después, en la misma finca en la que apareció el cadáver de Lucía, murieron dos jóvenes colombianos, Derian Morales y Edward Gómez. Manuel Alonso los mató con una escopeta alegando defensa propia. El caso, nuevamente, fue archivado.
Este complicado puzle empieza a ofrecer un contorno algo más definido cuando el teniente de la Guardia Civil encargado de investigar esos tres homicidios es imputado y condenado por colaboración con una banda de narcotraficantes. Y junto a él cae Manuel Alonso. La finca en la que murieron Lucía y los dos hombres colombianos se usaba también como almacén de droga. Lo que en el argot se conoce como «guardería». Y no sólo eso: también servía para que el Seprona (el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil) depositara los animales exóticos decomisados… con los que luego se comerciaba ilegalmente.
Las dos personas que han luchado con más ahínco para que el asesinato de Lucía no quedara impune fueron Rosa Garrido, su hermana, y el ex guardia civil Ignacio Carrasco. La primera vio con impotencia cómo el caso de Lucía era sistemáticamente desatendido por la justicia. El segundo, ya fuera del Cuerpo, continúa su batalla contra la corrupción en el seno de la Guardia Civil, una cruzada que empezó cuando aún vestía su uniforme. «Yo lo conocí en 2018 y cuando me contó su historia, si no fuera por mi experiencia en el periodismo de investigación, hubiera dicho que estaba loco», confiesa Tomás Ocaña, el director de la serie. En la mejor tradición del true crime, en Lucía en la telaraña hay asesinatos, corrupción policial, tráfico de drogas, de animales exóticos, de armas, tramas urbanísticas… «La historia es tan impresionante que si se la hubiese inventado un guionista no te la creerías», añade Ocaña.
«La crónica de sucesos a mí, personalmente, no me interesa. Lo que me interesa de este caso es que habla de nuestra sociedad y de cómo fallan las instituciones. Al final, Lucía en la telaraña es un retrato de lo que está pasando en la Costa del Sol y del peligro que supone el narcotráfico en una determinada sociedad», nos explica su director.
Cuando todo está podrido
Ocaña sabe de lo que habla. Durante su etapa como periodista de Univisión realizó numerosos reportajes a un lado y otro de la frontera que separa Estados Unidos y México, un vértice en el que concurren narcotráfico, violencia y corrupción policial. Aquellos trabajos le reportaron tres premios Emmy. «Una de las preguntas que nos hacemos en esta serie es quién vigila al que vigila. Cuando el que tiene que vigilar [en este caso, la Guardia Civil] está corrupto, pues todo está podrido. Y eso afectó de forma trágica a Lucía: iba a denunciar la violencia machista ante unas personas que estaban trapicheando con su pareja».
Jorge Cabezas, periodista que ha investigado extensamente los casos de corrupción que afectan a los cuerpos policiales y autor de un libro en torno al caso de Lucía Garrido, es muy claro en una de sus intervenciones en la serie: «El CIS habla de que el pueblo español tiene en muy alta estima la labor de la Policía y la Guardia Civil, pero creo que partimos de un prejuicio que nunca hemos analizado lo suficiente. Desde 1975, estas fuerzas fueron el principal foco de atención del terrorismo. Creo que el terrorismo ha impedido que profundicemos en la corrupción que podía haber dentro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado». Ocaña se remite a una frase recurrente entre los periodistas de investigación: «Nosotros siempre decimos que nuestro trabajo es encender la luz para ver cómo salen corriendo las cucarachas. Y cuando encendimos la luz aquí, esto estaba lleno de cucarachas».
El grado de corrupción llegó a tal punto en la Costa del Sol que Alfonso López, el jefe del Servicio de Asuntos Internos de la Guardia Civil (SAI), rompió su norma e hizo algo que nunca antes había hecho: dar una entrevista. «Conseguirla nos llevó ocho meses de conversaciones –explica el realizador–. Tuvimos que ganarnos su confianza, hacerle ver que íbamos a tratar el tema con seriedad. Y fue muy valiente al aceptar, porque se estaba metiendo en un jardín. Creo que lo hizo porque en el SAI también había mucha frustración. Habían trabajado muy duro y vieron cómo todo su esfuerzo quedaba en nada por culpa de los fallos de la justicia».
Lucía en la telaraña no relata sólo unos casos de corrupción que pusieron en jaque a la Guardia Civil, también entra de lleno en unas decisiones judiciales injustificables. «La justicia ha hecho cosas increíbles, cosas que van en contra de todos los criterios jurídicos», asegura Ocaña. «Una de ellas ocurre en los juzgados de violencia de género, cuando dicen que Lucía no tiene derecho a la protección porque ella había perdonado a su pareja. Cualquiera que sepa un poco de violencia machista sabe que las idas y venidas son intrínsecas al maltrato. Otra de esas cosas increíbles es que la jueza absuelva a unos acusados sin tener los votos suficientes por parte del jurado popular. Y entonces tiene que venir el Tribunal Superior de Justicia para arreglar ese error. Son cosas muy difíciles de entender».
Si las fuerzas de seguridad no te protegen y la justicia no te ampara, ¿a quién recurrir? Así las cosas, no es extraño que el equipo de Lucía en la telaraña encontrara tantas dificultades para realizar su labor en Málaga. Ocaña confiesa que para él fue «un shock» constatar el miedo que todavía hay a hablar de la Guardia Civil. «Yo he trabajado mucho en Sinaloa, donde es complicadísimo que la gente hable sobre el narcotráfico y la corrupción policial. Pero allí, de alguna manera, ya estás mentalizado. Para mí fue una sorpresa ver que en Málaga todavía había miedo, tantos años después, y que era muy difícil que la gente participase. Creo que los que finalmente accedieron a hablar lo hicieron en parte por nuestra seriedad y en parte por que Rosa participó». La verdadera heroína de esta historia, Rosa Garrido, ya muy enferma, accedió a dar una última entrevista sobre el asesinato de su hermana para esta serie. «Mucha gente nos lo dijo así: ‘Yo no hablaría si no fuera por Rosa’».
Un guion a la altura del reto
Lucía en la telaraña atrapa por la singularidad de la tragedia que encierra pero también por la habilidad con la que está narrada. «Una de mis obsesiones era mezclar mi experiencia en el periodismo de investigación con un guion digno de una ficción o de un true crime», declara su director.
Podría decirse que ese género quedó inaugurado, por todo lo alto, con The Thin Blue Line (1988), del maestro Errol Morris. La influencia de aquel trabajo es rastreable en casi todos los grandes títulos posteriores: El caso de la escalera, Muerte en León, Wild Wild Country, O.J.: Made in America… Lucía en la telaraña participa de ese universo. Además, la degradación policial que retrata remite a Cop Land (James Mangold, 1997) y a algunos de los mejores títulos de Sidney Lumet (como Serpico o El príncipe de la ciudad). Los animales de la finca de Manuel Alonso la conectan con Tiger King (Eric Goode y Rebecca Chaiklin, 2020). Las bandas que actúan en la zona recuerdan a Gomorra (Matteo Garrone, 2008). «Les insistí mucho en eso a los guionistas, Antonio Díaz Pérez y Adolfo Moreno. Les decía: ‘Rafa [González] y yo nos ocupamos del periodismo, pero necesito que nos ayudéis a contar esta historia de una manera que enganche y que maneje los criterios narrativos que podría seguir una ficción’. Y creo que lo han conseguido».
A las productoras de ‘Lucía en la telaraña’, The Facto y El Cañonazo, se les otorgó recientemente el Premio de Periodismo contra la Violencia de Género de la Fundación Aliados por su podcast En la jaula de oro. En la misma edición también fue galardonada nuestra compañera Olivia Carballar por uno de sus reportajes en PorTodas).