La comedia salvaje | Opinión

¿Y qué hacemos mientras llega la revolución?

"Aun cuando alguien prefiera la revolución al capitalismo, el segundo está ahí, la primera no aparece, literalmente, ni en sueños. Y ya hemos aprendido demasiadas veces que quien calla, otorga", reflexiona Ovejero.

El Gobierno entra en el Palacio de la Moncloa en una imagen de archivo. REUTERS

Es triste ser de izquierdas. Da tan pocas satisfacciones. Es verdad que, durante un tiempo, puedes tirar de la superioridad moral, en general justificada, que sientes sobre quien es de derechas, pero para mantenerla a la larga tienes que renegar de la izquierda-realmente-existente y retirarte a tu exilio interior que te permite extender tu superioridad también sobre quien no es de verdad, de verdad de izquierdas. Levantar un castillo a la pureza de tus convicciones y encerrarte en él, sin salir ni siquiera a votar. Porque ¿cómo vas a votar a esa gente que no hace auténticas políticas de izquierdas?

Lo oigo tanto estos días: «Es la última vez que voto a esta izquierda». Porque ahora resulta que la coalición de gobierno incluso se pone a negociar con los empresarios o da marcha atrás en la reforma del mercado laboral o aún no ha derogado la ley mordaza. Da igual que gane la derecha: son todos iguales. (Aunque esta última frase puede provocar cierto malestar en quien la pronuncia, pues también la dicen tantos populistas de derechas que desprestigian la política y se postulan como sus renovadores aunque ellos mismos vengan de la política o sean empresarios que pretenden ganar influencia para sus negocios y chanchullos. Pero no, no compares: quien dice esa frase desde la izquierda la dice de manera distinta, con conocimiento, con convicciones).

Es más fácil ser de derechas, dónde va a parar. No porque la derecha vaya a cumplir lo que promete, por ejemplo cuando afirma que acabará con el desempleo o que logrará el crecimiento económico o que devolverá la libertad a los ciudadanos subyugados por el socialcomunismo. Promesas así de vagas y generales son siempre mentira; pero sí se puede contar con que cumplirán con su programa más o menos explícito de privatizaciones, liberalización del mercado, reducción de impuestos –aunque menor de lo prometido y de alcance real solo para una minoría–, apoyo a la educación concertada en detrimento de la pública… ¿Por qué cumplirán esas políticas? Hay dos motivos fundamentales: benefician económicamente a muchos de sus dirigentes y, sobre todo, cuentan con el apoyo de los poderes reales del país. Ni la banca, ni la CEOE, ni la Iglesia se van a oponer a ninguna de esas medidas; y la prensa que tienen amaestrada no meterá palos en las ruedas del gran proyecto conservador.

Por el contrario, un gobierno de izquierdas, cuando realiza política de verdad de izquierdas, se encontrará enfrentado a toda la potencia de fuego de tales fuerzas conservadoras. Se trate de subir el salario mínimo, limitar los alquileres, proteger de abusos a los trabajadores del campo, reducir la contaminación de la industria y el parque automovilístico, se encontrará siempre con el viento de cara y con las amenazas no tan veladas –véase Iberdrola– de los auténticos poderosos. Y se verá obligado a negociar, a moderar las ambiciones por justas que sean, a veces incluso a dar marcha atrás, sobre todo si, para colmo, no tiene una mayoría parlamentaria suficiente. Si además le sumamos que en las filas de quienes se autodenominan de izquierdas hay dirigentes que parecen más infiltrados que militantes y que sabotearán el más mínimo intento de enfrentarse a los poderes  económicos –véanse ahora las últimas declaraciones de Bono e Ibarra–, no es de extrañar que la política de la izquierda gubernamental suela ser decepcionante.

Para tanto como eso, no voto, dicen entonces enfurruñados muchos de quienes habían votado de mala gana a socialistas, comunistas o podemitas, no porque creyesen en ellos, sino haciendo un magnánimo esfuerzo para que no se diga que por su culpa gana la derecha. Y se decepcionan. Se enfurecen. Se repliegan en sus cuarteles de invierno ideológicos. La izquierda, si no es radical, no es izquierda, parecen decirnos. 

Esto podría parecer la enésima representación de los enfrentamientos entre quienes desean una auténtica izquierda que defienda a los perdedores de la ofensiva del capital, y los que quieren contemporizar, consensuar, negociar, como estrategia para obtener pequeños avances. Uno de los ejemplos históricos más notable de esta confrontación entre radicales y posibilistas la encontramos en la ruptura del Partido Social Demócrata alemán de finales del siglo XIX; en 1891, para decepción de muchos, el SPD decidió dejar de lado las aspiraciones revolucionarias y perseguir unas «tareas mínimas inmediatas» que permitirían mejorar las condiciones de vida y la participación política del proletariado, aunque esto supusiese aliarse con partidos burgueses. Cuando en este juego de alianzas el partido decidió apoyar la guerra de 1914 contra Rusia, a muchos les pareció que la sumisión a la burguesía iba demasiado lejos, lo que llevó, en última instancia, a la fundación del Partido Comunista Alemán con Rosa Luxemburg al frente.

La diferencia es que pocos de nuestros radicales indignados saldrían a la calle fusil o al menos adoquín en mano a hacer la revolución, porque saben que está condenada al fracaso (aparte de que se está muy bien en casa tuiteando reproches). Pero entonces, si el radicalismo se agota en no votar y en refunfuñar, si tampoco puede llevar a un cambio drástico de las formas de producción y de propiedad… ¿no merece la pena seguir votando a esa izquierda insuficiente, a ser posible de forma masiva, para darle mayor poder de negociación? ¿No es mejor que renunciar y dejar a la intemperie a las víctimas probables de un gobierno de derechas? Y también seguir criticando al gobierno de izquierdas, por supuesto, cuando no se atreve y cuando se queda corto, cuando oye los cantos de sirena de los liberales socialdemócratas –no es un oxímoron– o de los paniaguados de las puertas giratorias, para que la presión no llegue solo desde una dirección. Aun cuando alguien prefiera la revolución al capitalismo, el segundo está ahí, la primera no aparece, literalmente, ni en sueños. Y ya hemos aprendido demasiadas veces que quien calla, otorga.

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Comentarios
  1. Hola, Shoa: en realidad, estamos de acuerdo. Por eso digo que hay que mantener la actitud crítica y la exigencia hacia la izquierda, lo que no significa abandonar la escena por nuestro desacuerdo. Un saludo.

  2. El comentario en estos espacios- en La marea- huelga si no recibe comentario de respuesta del articulista. Es una tomadura de pelo bien cutre, chicos, entablar monólogos con espacios en blanco. Una farsa más de esa ‘pseudo-izquierda’ (de marras) que pulula siempre «por ahí »…?

  3. A la inconsciencia el tiempo y las leyes naturales la ponen en su lugar.

    EL FUTBOL, EL OPIO DEL PUEBLO EN EL FRANQUISMO (JUNTO CON LA IGLESIA), COMO GALOPAMOS HACIA ATRAS HEMOS VUELTO A RECUPERARLO. (la iglesia nunca ha dejado de mangonear en este país franco/católico).

    Detrás del brillo del Mundial está el trabajo de miles de personas migrantes, la clave para hacer realidad el sueño de Qatar 2022. Pero 10 años después de que la FIFA concediera el torneo a Qatar, miles siguen bajo la explotación de patrones sin escrúpulos.
    Millones de hombres y mujeres de Asia y África han llegado a Qatar en busca de un futuro mejor. Son el 95% de la mano de obra del país y están construyendo los estadios, las carreteras, el metro. Cuando comience el torneo, atenderán a los jugadores y a las aficiones en hoteles, restaurantes, transportes, etc. de todo Qatar.

    Pero muchas de estas personas no podrán ver el Mundial. Miles han perdido la vida como consecuencia de las condiciones de trabajo, que incluyen jornadas laborales interminables, al aire libre y soportando altísimas temperaturas. Además, sus muertes no han sido investigadas, algo que pone de relieve cómo las autoridades qataríes están haciendo caso omiso de unas señales de alarma que, si se abordaran, podrían salvar vidas. También están negando a las familias afectadas su derecho a un recurso efectivo, y dejándolas con dolorosas preguntas sin responder

    Aunque se han hecho progresos en materia de derechos laborales, los continuos abusos demuestran que Qatar y la FIFA aún tienen que hacer mucho más para que la Copa Mundial deje un legado positivo.

    La FIFA tiene la clara responsabilidad de actuar pero la realidad es que los trabajadores de todo Qatar siguen siendo objeto de explotación. Por eso debe tomar medidas urgentes para garantizar que todas las personas que trabajan en la organización de la Copa del Mundo puedan disfrutar de sus derechos, y exigir públicamente a Qatar que aplique urgentemente reformas para que quienes tanto contribuyen al torneo puedan cumplir sus propios sueños de una vida digna para ellos y sus familias.

    Podemos hacer que Qatar 2022 cambie las reglas del juego para los trabajadores y trabajadoras migrantes. Escribe al Presidente de la FIFA, Gianni Infantino, para que la FIFA deje de ignorar sus responsabilidades.
    https://www.es.amnesty.org/actua/acciones/qatar-2022-abusos-laborales-mar21/

  4. URGENTE: LIBERAR JULIAN ASSANGE.
    La persecución de Julian Assange equivale a un ataque a la libertad de expresión. El trabajo que de forma habitual realizan los periodistas de investigación en el ejercicio de su profesión no podemos permitir que sea castigado.
    Decimos no a la extradición de Julian Assange a EEUU, donde estaría seriamente expuesto a sufrir violaciones de los derechos humanos, y pedimos la retirada de los cargos de espionaje y otros cargos conexos contra Assange derivados de sus actividades periodísticas y de investigación.
    Julian Assange, fundador de Wikileaks, está detenido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, en el Reino Unido, a causa de una petición de extradición presentada por EEUU, debida a la publicación de documentos a los que tuvo acceso por su trabajo en Wikileaks. Está acusado de divulgar documentos secretos, que entre otras cosas informaban de posibles crímenes de guerra cometidos por el ejército de EEUU.
    Para Amnistía Internacional, esta actividad es un reflejo del trabajo que de forma habitual realizan los periodistas de investigación en el ejercicio de su profesión, y no debería castigarse. La persecución de Julian Assange equivale a un ataque a la libertad de expresión.

    Amnistía Internacional se opone a cualquier posibilidad de que Julian Assange sea extraditado o trasladado de cualquier otra forma a EEUU, donde estaría seriamente expuesto a sufrir violaciones de los derechos humanos, incluidas unas posibles condiciones de detención que podrían equivaler a la tortura o los malos tratos, como la reclusión prolongada en solitario. El hecho de haber sido objeto de una campaña pública negativa por parte de las máximas autoridades estadounidenses menoscaba su derecho a la presunción de inocencia y conlleva un riesgo de juicio injusto.

    Para Amnistía Internacional, juzgar a Julian Assange por su trabajo de investigación tendría un efecto amedrentador sobre los profesionales de los medios de comunicación y quienes denuncian actuaciones gubernamentales indebidas y publican información procedente de fuentes creíbles. A su vez, ello afectaría el derecho de la ciudadanía a saber qué hacen sus gobiernos. Por todo ello, Amnistía Internacional pide que se retiren los cargos de espionaje y otros cargos conexos contra Julian Assange derivados de sus actividades periodísticas y de investigación.
    https://www.es.amnesty.org/actua/acciones/eeuu-assange-libertad-feb20/

  5. Si, yo desde mi ignorancia sobre las razones “últimas” para tragarnos el sapo Arnaldo, que tendrán que ser muy pesadas y si lo fueran deberían ser explicadas…, por este trágala, no pasaría en absoluto. Si una de las razones esgrimidas para doblar el brazo de las izquierdas (Psoe aparte para no confundirnos), es la amenaza de que viene la ultraderecha, permitiendo que Arnaldo entre en la rueda de jueces que justamente están haciendo el trabajo de esa ultraderecha desde la judicatura, estamos propiciando justamente aquello que queremos evitar.
    Dicho esto, estoy de acuerdo con el Sr. José Ovejero en que subir escalón a escalón para la mayoría social, votando en masa a las izquierdas, es lo más radical y revolucionario a día de hoy…siempre que el inevitable Psoe quede, cada vez más, como partido minoritario y dependiente.

  6. Estimado José. Me vas a permitir el tuteo. Te leo, además de algunos de tus libros como «Fuego», «Insurrección» o «La ética de la crueldad», este con algún trabajo conceptual por mi parte. Dicho lo anterior, me voy a permitir un descuerdo puntual contigo y es el argumento con mucha ironía que das a los y las que muestran/mostramos a veces con está izquierda, que sí está herida. El argumento que la «superioridad…» que aduces para ironizar es, en mi opinión, un chantaje que no es necesario. Así, por ejemplo, critico por impresentable el silencio de UP relacionado con la elección al TC de los dos del PP. Por éticamente, obsceno. Y con ello no doy lecciones a nadie de ética. Sencillamente muestro mi desacuerdo. Un abrazo.

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