Pensamiento
La diversidad es irreversible
Ebbaba Hameida, periodista saharaui: "En Túnez no están acostumbrados a ver a una mujer negra presentando las noticias. En España tampoco".
Nunca estuve tan atenta a una conversación de un grupo de vecinos. Se pasaban el móvil de una mano a otra, reproducían videos y enseñaban fotos de una periodista sudanesa que había irrumpido en la radio y televisión tunecina. Aplaudían su árabe perfecto y locución impecable. Me llamó tanto la atención que me acerqué y les pregunté por el nombre de la heroína. Se llamaba Munjida, era una joven que había abandonado su país con destino a Europa hace tres años. Llegó a Túnez tras huir del infierno libio y ahora trabajaba en una radio en el sur del pequeño país norteafricano.
Al día siguiente fui a buscarla. Orgullosa, me enseñó la emisora, la vi presentar el informativo y me concedió una entrevista. Munjida se había convertido en la negra más famosa de Túnez. No es casualidad, que en su trayectoria profesional sea la voz de personas refugiadas y migrantes en este país de tránsito.
Munjida aún se sorprende con la expectación que causa su presencia mediática entre vecinos y compañeros de trabajo. La tratan como si fuese una excepción, una heroína, un logro. Ella siente que simplemente tuvo la oportunidad de poder demostrar lo que sabe hacer. Me preguntó si en España era más fácil. Tuve que pararme a pensar para darme cuenta de que aquí habríamos reaccionado igual: resaltando su heroicidad por romper la barrera de la exclusión como algo excepcional.
En Túnez no están acostumbrados a ver a una mujer negra presentando las noticias. En España tampoco. No abundan los ejemplos, Desirée Ndjambo, Lucía Ausué Mbomio o Mary Cruz. Las mujeres negras que han estado y están son los pocos referentes que tenemos.
Recuerdo que cuando comencé a trabajar en la radio se hacía mucho hincapié en mi locución a causa del acento, “tienes que trabajar el acento” como si fuera un defecto que hay que corregir. Yo misma me cuestionaba y me sentía insegura, ya que cuando miraba alrededor no encontraba referentes como yo, no había personas de orígenes diversos.
En su novela El lunes nos querrán, Najat El Hachmi recrea la conversación entre unas jóvenes marroquíes, todas quieren ser diferentes a lo que son. No encuentran mujeres como ellas en los medios, en la televisión: “Las moras no molan. Solo salen en los documentales de la dos, en grupo y de espaldas”. Se nos ve cómo seres exóticos.
Lo mismo ocurre con las voces de las mujeres, que son un ejemplo histórico de discriminación en los medios. A pesar de ser la mitad de la población, seguimos siendo una categoría, un grupo oprimido, ajeno a “lo universal”. Hemos tardado en penetrar en la prensa y, aunque seamos mayoría en la redacción, ocupamos menos puestos de responsabilidad. Según un estudio de Reuters Institute, únicamente un 22 % de los puestos directivos en empresas periodísticas en el mundo están ocupados por mujeres. El mismo estudio destaca que las mujeres aportan una visión más inclusiva y una mayor neutralidad.
De esta experiencia podemos comprender que la supervivencia de un periodismo de calidad depende de la responsabilidad ética que los medios de comunicación asuman. De que estos velen por el derecho de los ciudadanos a recibir una información veraz. La dignidad humana debería de convertirse en nuestra única obsesión. La mirada del periodista que procede de otros contextos alimenta la de sus compañeros y compañeras para elaborar una información libre de romantización de otras culturas, así como la deshumanización del diferente y la frivolidad sobre lo desconocido.
Los estereotipos siguen marcando la pauta en el relato audiovisual, faltan representaciones de mujeres, de niñas, niños y jóvenes, de personas mayores, personas del colectivo LGTBI o personas con diversidad funcional. Voces que llegan a protagonizar noticias, pero que rara vez son las que ejercen la autoridad de ser mensajeras, añadiendo su perspectiva de la realidad.
Como periodista “exótica” sé lo agotador que es luchar por pertenecer, hacer caso omiso al rechazo y empoderarse, reclamando mi espacio en los medios. Es injusto que las personas migrantes no puedan acceder libremente a ser periodistas. Necesitamos referentes diversos para que cualquier niño o niña pueda encender la televisión, verse representado y sentirse parte de nuestro conjunto social. Debemos normalizar la diversidad para fomentar la inclusión: el presente de los medios de comunicación es el futuro de nuestra sociedad.
España es un país que hace relativamente poco no era receptor de migración, sin embargo, actualmente hay generaciones de personas migrantes que nacen y crecen en este país. Basta con subirse a un vagón del metro para comprobar que nuestra sociedad se compone de personas que pertenecen a diversos orígenes, clases sociales o culturas. Basta con darse un paseo para poner oído a los idiomas que se hablan, los infinitos tonos de piel, admirar otras formas de vestir y comprobar que, en definitiva, en un mismo universo conviven distintas filosofías de vida. Sin embargo, esta diversidad está infrarrepresentada, podríamos llegar a pensar que no existe. Pero existe y es irreversible.