Últimamente no tengo palabras, no me salen. Y estoy preocupada porque, de alguna manera, escribir siempre me ha permitido seguir hacia adelante. Hay emociones, por supuesto, que nunca he podido plasmar en un texto, pero no me refiero a esas cosas. Lo que nunca, nunca me había pasado hasta este tiempo de angustias y precariedades, de retrocesos por doquier, de ir corriendo con la marabunta, es no encontrar palabras para expresar una cotidianidad, una contrariedad, para explicar una injusticia, para contar, simplemente, algunas de las cosas que veo. Me pasa mucho ahora, como digo. Y me acaba de pasar escuchando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso.
No encuentro las palabras para transmitir qué he sentido después de oírla decir, con toda normalidad, que la educación no se puede regalar a todo el mundo. Se me ha puesto un nudo gordo en la garganta. No he sido capaz de comentarlo con ningún compañero, con ninguna amiga. No me salen las palabras.
He pensado en las historias de gente con las que he crecido en el pueblo. He pensado en esas frases tantas veces oídas de pequeña: es que antes no todo el mundo podía estudiar; es que antes solo estudiaba el que podía; es que antes, había que dejar el colegio para irse al campo.
Antes.
He pensado en toda la gente que se dedicó a servir a otra gente que sí podía estudiar, que no tenía que dejar el colegio.
He pensado en aquella época en la que no se ‘regalaba’ la educación, pero sí jamones de vez en cuando.
Antes.
He pensado, también, en el alivio que sentía de niña al saber que eso ya había cambiado y que los hijos y las hijas de esa gente por fin irían a la Universidad. Porque la educación, afortunadamente, había pasado de ser un privilegio a ser un derecho.
Me he acordado, a la vez, de la charla que dio una compañera hace unos días en la apertura del curso académico en la Facultad de Comunicación de Sevilla: «Para una niña de la Andalucía rural como yo, criada en la educación pública en todas sus etapas, el paso por esta facultad de Comunicación fue una experiencia transformadora», dijo Paloma Jara, hoy directora de RTVE en Andalucía.
Y el nudo se ha hecho más grande y más grande. Tal vez acrecentado por la música que tenía de fondo. He pensado en la terrible posibilidad de que el derecho vuelva a ser considerado un regalo, un privilegio. Que en los pupitres donde escuchaban ese discurso, donde sus abuelos no pudieron estar antes, deje de haber gente ahora. La mera posibilidad me da pánico.
Y solo he podido escribir esto.