Opinión | Pensamiento

La Hispanidad, una puerta abierta al racismo

"El racismo opera en varias direcciones; muta según las particularidades nacionales; se alía al imperialismo de antaño y al contemporáneo [...] Pero siempre, siempre, encuentra su origen en el colonialismo", reflexiona Azahara Palomeque sobre la hispanidad

Una imagen de la bandera de España. FERNANDO SÁNCHEZ

Un fantasma recorre España, se llama hispanidad y últimamente está en boca de varios representantes del PP, un partido que, como ya ocurriera con el franquismo, es incapaz no solo de rechazar sino incluso de contextualizar las supuestas glorias imperiales de las que España debería en teoría enorgullecerse. Tanto Isabel Díaz Ayuso en Nueva York, como Pablo Casado en la tierra patria, se han lanzado al panegírico sin fin de una conquista y posterior colonización de lo que después se denominaría América Latina, llegando incluso a denigrar a las culturas indígenas que el proceso aniquiló, junto a las supervivientes, cuyos recursos naturales continúan siendo esquilmados. Que en pleno siglo XXI haya que explicar que celebrar el genocidio de pueblos enteros no es nada honroso parece de Perogrullo; un poco más complejo resulta entender el fenómeno del consabido ‘revisionismo histórico’, tan vituperado por quienes elogian las hazañas de Cristóbal Colón y los subsiguientes exploradores. 

Según los adalides de la hispanidad, no se podría juzgar la historia con ojos del presente, puesto que masacrar civilizaciones y apropiarse del territorio ajeno era algo normal en el pasado. Este argumento plantea, al menos, dos problemas de fondo. El primero radica en la definición misma de la hispanidad, una corriente de pensamiento que surge en torno al Cuarto Centenario del ‘Descubrimiento’ (1892) y logra una gran repercusión a partir de 1898, fecha del tan recordado ‘Desastre’ a partir del cual Cuba, Puerto Rico y Filipinas dejan de ser colonias de España. La hispanidad se erige entonces como una red transatlántica de afinidades culturales, religiosas, lingüísticas, etc. que serviría para compensar en lo espiritual la pérdida material de los territorios por parte de España, así como su papel secundario en el mapa geopolítico mundial. Esto es importante en cuanto que se ‘revisa’ la relación entre antigua metrópolis y colonias; no había tal hispanidad antes.

El segundo problema que se deriva de descartar el ‘revisionismo’ a la ligera es un total desconocimiento de cómo funciona la historia: como relato escrito desde el presente, en continua reinterpretación. En otras palabras, el pasado está forzosamente mediatizado por los valores morales e intereses contemporáneos, simplemente porque no tenemos otros. De ahí que el Gobierno decidiera en 2015 aprobar una ley que permitía a los descendientes de judíos sefardíes expulsados en 1492 obtener la nacionalidad española, una medida de reparación que no se aplicó a los musulmanes por razones relacionadas con la política actual, no del siglo XV; de ahí también que se puedan –y se deban– visibilizar las catastróficas consecuencias de la colonización española desde el paradigma actual de los derechos humanos.

Más allá de las vidas perdidas entonces, España fue responsable de marcos cognitivos, comportamientos y dinámicas económicas en vigor que también merecen debatirse. Como afirmó el pensador peruano Aníbal Quijano, con la llegada de los españoles –y los portugueses– a América se producen dos procesos complementarios e igualmente dañinos: la configuración de la raza como categoría para clasificar a los cuerpos, y la división del trabajo según patrones raciales que favorecerían a un embrionario capitalismo, incluyendo la sistematización de la esclavitud.

Grosso modo, las nociones de pureza de sangre tan activas en la Península se trasladaron al nuevo continente para germinar en un racismo que acabaría por globalizarse y afectar a la organización social y política de países enteros. España podría reconocer su papel pionero en la creación de esta imbricada maraña discriminatoria, de la misma forma que a los líderes de muchas naciones latinoamericanas les correspondería asimismo hacer memoria y juzgar la perpetuación de ese racismo tras las independencias, lo cual condujo a no pocas matanzas de pueblos originarios –véase el genocidio guatemalteco en los años 80, o el exterminio de los Selknam en Tierra de Fuego a partir de finales del siglo XIX–, así como al maltrato de los negros –como ejemplifican las recientes medidas migratorias dominicanas puestas en marcha para retirar la nacionalidad a los descendientes de haitianos–. Si existe un legado que debería ocupar titulares, acaparar la opinión pública y ser cuestionado en pro de una búsqueda de la igualdad es precisamente el racismo, un fenómeno que nuestros representantes políticos tampoco comprenden aun cuando sus ramificaciones puedan afectarles directamente.

Tras su periplo neoyorquino, Ayuso acabó constatando “lo poco que se habla de Madrid en Norteamérica”, lo cual supone implícitamente aceptar el fracaso de su promoción de la hispanidad. Unos meses antes, desde California y con menos ínfulas imperiales, Pedro Sánchez reivindicaba el español como una lengua de “progreso, modernidad, futuro y emprendimiento”, frase que sonaba a castillos en el aire para quienes conocemos el estatus de nuestro idioma en Estados Unidos, lleno de connotaciones negativas por su asociación con la población inmigrante. A pesar de la existencia de un gran número de departamentos de español –cuyo impacto social es muy limitado, sin desmerecer el trabajo pedagógico y de investigación que en ellos se realiza–, el español es una lengua de servicio a menudo despreciada desde las instituciones y sin correspondencia en los círculos culturales hegemónicos del país. No se fomenta tampoco en el sector empresarial ni se requiere su aprendizaje a los profesionales que lidian directamente con sus hablantes, sean abogados, trabajadores sociales o incluso la policía. Así, es ilusorio pensar que a alguien le importa el legado español en la patria de Biden, y no por la llamada hispanofobia, sino más bien porque, de nuevo, la historia se racionaliza y construye desde el presente y este, aquí, se manifiesta en una criminalización del Otro latino a la que acompaña un gran número de deportaciones. 

Como puede comprobarse, el racismo opera en varias direcciones; muta según las particularidades nacionales; se alía al imperialismo de antaño y al contemporáneo; alimenta medidas gubernamentales, normativas, y vaivenes geopolíticos; pero siempre, siempre, encuentra su origen en el colonialismo. Analizar la hispanidad y no ensalzarla nos abriría la puerta al entendimiento de estos fenómenos globales.  

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. » El retorno del rey » , y no va de hobbies .
    Alguien ha mencionado recientemente que el problema más acuciante que tienen, tanto la monarquía, como el gobierno y todas las derechas (manifiestas o encubiertas) es el riesgo de que este individuo que fue rey de España por la gracia de Franco, se les muera “en el exilio” como ocurrió con la mayoría de sus recientes antepasados.

    A estas alturas y una vez que ya el gobierno ha dado luz verde a no seguir hurgando en su personal pocilga, pretenden todos ellos lavarle la cara de la desprestigiada institución simulando una cierta normalidad a golpe de fanfarria mediática, recordatorios lacrimógenos de “lo que hizo por España” y apelaciones a la presunción de inocencia y el respeto a su vida privada.

    Y, a continuación, el día que definitivamente “deje de fumar” que se intuye cercano y se desea que sea cuanto antes, la CEE (Conferencia Episcopal Española) desempolvará las casullas de luto, recargará los incensarios para aventar el más olor del fiambre y nos montará una procesión precedida por los turiferarios y encabezada por “el cardenal Primado” con un gran crucifijo tras el que rodará, revestido en traje de luces, el consabido “armón de artillería” con la momia (lo habrán embalsamado) de otro Borbón digno émulo de sus indecentes predecesores.

    Tras ellos, aparentado dolor y pena, pero más contenta que unas pascuas (por razones muy diversas), irá la familia que, salvo por el delicado asunto de hacerse con el control de los dineros almacenados, e intentar mantener en lo posible las mordidas pendientes de cobro, va poder empezar a dormir medianamente tranquila, exactamente igual que los “proceres” y hombres de negocios que tanto provecho sacaron de su cercanía y estaban expuestos a salir en los papeles si alguien decidía tirar de los muchos hilos sueltos.Todos ellos desean que regrese pronto (y se muera al día siguiente)
    Yo, como ya dije, le deseo larga vida, porque esa será la única condena que va a pagar por su parasitismo, su arrogancia y cleptomanía.

    Porque coincido con D. Javier Pérez Royo en que en contra de lo que nos cuentan el Rey de España no puede ser juzgado, sino únicamente por las Cortes Generales en las que reside la voluntad del pueblo.
    BY : P. González.

  2. Este tinglado de la » hispanidad» apesta a casposo/retro nazionalismo egpañol. Cualquier escusa es buena para que todos estos paletos sigan demostrando lo gañanes que son .
    HISPANIDAD = GENOCIDIO Y SAQUEO .
    Salud

  3. Celebrarlo [el genocidio] es dar armas para que nos sigan sometiendo, para que nos sigan humillando.
    Es prácticamente un milagro que sigamos aquí. Somos descendientes de un Pueblo que sobrevivió a un intento de genocidio, la pérdida de las vidas de nuestros antepasados, el olvido de nuestra espiritualidad, nuestra cultura, nuestras tierras y recursos naturales, todo por una percepción distorsionada de superioridad occidental y un autoproclamado derecho divino a dominar a otra gente. Somos dolorosamente conscientes de que no debe permitirse que la historia se repita.
    Hace más de 500 años, el 12 de octubre de 1492, la expedición dirigida por Cristóbal Colón llegó a una isla de las Bahamas llamada Guanahani por sus habitantes indígenas (los taínos), y que los conquistadores españoles rebautizaron como San Salvador. Este fue el primer contacto duradero entre europeos y los habitantes del continente americano.
    La llegada de Colón al continente americano supuso el comienzo de una historia de exterminio por enfermedades importadas contra las que los indígenas no tenían inmunidad, pero también por la violencia, esclavitud, saqueo, robo de tierras y recursos que llega hasta nuestros días.
    Se estima que solo hacia 1600, 56 millones de indígenas habían muerto a causa de la llegada de los españoles al continente americano (alrededor de un 90% de la población).
    Todavía ves muchos de los efectos, las consecuencias de esos contactos, porque no fueron deseados.
    “La invasión provocó que muy pocos hablen nuestra lengua madre y muy pocos continúen las formas antiguas ceremoniales, porque a través del dolor terror esclavitud, violación, sometimiento y terribles acciones querían borrarnos, querían desaparecer nuestro linaje. Pero nuestra fortaleza de espíritu es más grande y seguimos existiendo.
    “Los colonos no podían ignorar que los habitantes indígenas de Nueva Inglaterra reclamaban la tierra. Sin embargo, tras haber racionalizado su justa posición como la gente más civilizada, los colonos consideraron más significativa su reclamación y usurparon o manipularon los derechos de los nativos.
    https://www.survival.es/campanas/descolonizar-la-historia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.