Economía | Medio ambiente
Extremadura, el tesoro del ‘greenwashing’ minero (2)
Diferentes empresas dedicadas a la extracción de minerales definen los proyectos en Extremadura como “sostenible”, un concepto incompatible con la minería, según los críticos
Desde el inicio de la fiebre minera en Extremadura, han sido muchos los relatos utilizados desde la iniciativa privada y desde las diferentes administraciones para tratar de convencer a la opinión pública de las bondades de “la revolución industrial del siglo XXI”, una expresión utilizada en marzo de este mismo año por el propio presidente de esta región, Guillermo Fernández Vara, para anunciar “un nuevo tiempo” .
La soberanía material y tecnológica para poder llevar a cabo la tan ansiada transición ecológica se ha convertido en un pilar fundamental para la Unión Europea. Abrir minas a cielo abierto en una región de uno de esos países conocidos como desarrollados permite a las grandes compañías mineras justificar una presunta autosuficiencia de los Estados, que ya no tienen que recurrir a terceros países para extraer dichos materiales. “Lo que dicen es que hay que crear zonas de sacrificio por el bien general. Un sacrificio que hay que hacer por esa religión verde que nos hace depender de unos materiales en lugar de investigar para sustituir el litio por alternativas con menos impacto ecológico”, explica Elena Solís, abogada ambientalista y coordinadora nacional del área de Minería de la organización Ecologistas en Acción,. De este modo, al ser un material utilizado para el almacenamiento de energías renovables, el método para extraerlo se presenta como “minería sostenible”. Estos dos conceptos, según esta experta, son incompatibles.
Un ejemplo claro lo encontramos en el dossier de prensa de San José Valdeflórez, el yacimiento que pretende explotarse al lado de la ciudad de Cáceres, que se aferra al relato de la transición energética y la sostenibilidad desde un principio. En un documento en el que predominan los tonos verdes y azules –“los colores de Extremadura y de Europa”, aseguran–, defienden que el litio es “un mineral clave y estratégico a nivel mundial” en el desarrollo de las energías renovables y la materia prima “esencial e irremplazable” para la fabricación de baterías para, por ejemplo, coches eléctricos. El hidróxido de litio, aseguran, es la “piedra angular del desarrollo del vehículo eléctrico”.
Roberto Martínez Orio es el jefe de Recursos Minerales del Instituto Geológico Minero y Minero de España (IGME). Explica que el litio tiene la particularidad de ser el mineral de la tabla periódica menos electronegativo de todos. Esto le confiere una serie de propiedades que “favorecen su uso en la industria relacionada con la generación eléctrica, especialmente para el tema de baterías, tanto de dispositivos móviles como últimamente en el aspecto del vehículo eléctrico”. Su ligereza, además, permite reducir el peso de las mismas.
Esto convierte a Extremadura en la punta de lanza de esta supuesta transición ecológica por dos motivos. En primer lugar, por sus enormes reservas de litio, ya que en Cáceres se sitúa el segundo mayor yacimiento de litio de Europa, solo por detrás del encontrado en el norte de Portugal. Y, en segundo término, porque evitaría que el material recorriese miles de kilómetros –hasta 50.000 km según el citado dossier–: “San José Valdeflórez contribuiría a que las emisiones asociadas al transporte del litio se redujeran en casi un 90%”, aseguran.
Y todo ello enmarcado en un proyecto que definen como “sostenible” e “ideado con el máximo respeto al medio ambiente”. Un relato que, sin embargo, no se creen desde la recientemente creada Plataforma No a la Mina de Cañaveral, un población situada unos 40 km de Cáceres. Esta organización pretende evitar la apertura de una nueva herida en la tierra extremeña, en concreto en la Comarca de Monfragüe y Las Vegas del Alagón por parte de Lithium Iberia. “Queremos una Extremadura próspera pero sostenible, no un desarrollismo indiscriminado, destructivo y contaminante de la minería para el beneficio de las empresas que deje en pocos años una tierra yerma y sin futuro”, explicaron durante su presentación. Creen que los pros de la mina se verían completamente opacados por los contras: contaminación del aire y las aguas del lugar debido a los tóxicos que se utilizan para lavar la piedra, destrucción del ecosistema, afectación al turismo en la zona…
Marga Mediavilla es doctora en Física y pertenece al Grupo de Investigación en Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid. Cree que el concepto de transición energética utilizado en la actualidad es “miope”, ya que únicamente apunta hacia las oportunidades de negocio: “Cambiar los coches de combustión por coches eléctricos no es la solución”, critica. De acuerdo con los cálculos llevados a cabo por el grupo de investigación en el que trabaja, electrificar el parque móvil –sin contar con los vehículos pesados–, supondría agotar todas las reservas de litio para el año 2050: “Y eso teniendo en cuenta que se usa la mejor tecnología disponible y que el reciclaje del material aumenta del 15% actual al 30%. Y aun así, estaríamos dejando a las futuras generaciones sin litio”.
Para Martínez Orio, “el tema de las reservas es un concepto bastante evolutivo” que depende del momento económico; es decir, “lo que a lo mejor al precio de hoy no es rentable y, por tanto, no lo consideramos reserva, al precio que tenga dentro de cinco años sí, y es considerado reserva siendo el mismo yacimiento”. Chile, Australia, Argentina y China concentran el 90% de los depósitos: “Al ritmo actual hay muchos años de reservas. El asunto es que si se multiplica la demanda anual –por 4, por 5, por 10, o por 20–, las reservas serían consumidas en un tiempo mucho más corto”, reconoce.
La experta de la Universidad de Valladolid defiende que para poner freno a la crisis climática y evitar consecuencias más drásticas no basta solo con reducir las emisiones de gases de efecto invernadero: “El cambio climático es un problema multidimensional y que tiene que ver con los cambios en la biosfera, que regula el clima. Lo mejor que podemos hacer es cuidar la biosfera, es decir, cuidar las aguas, los mares, los bosques… Si emitimos menos pero arrasamos con todo para aumentar la minería, estaremos igual”.
Otro importante ejemplo de greenwashing es el de los planes ofrecidos en el proyecto de San José Valdeflórez para la reconstrucción del medio una vez termine el periodo de vida útil de la mina. Las empresas implicadas prevén una inversión de 16 millones de euros para la rehabilitación del terreno y entre las posibilidades se encuentra la conversión del enorme cráter en “un reservorio de agua dulce que podría ser empleado para uso lúdico y actividades de recreo”. Para Montaña Chávez, portavoz de la plataforma cacereña, esta opción es “absolutamente inviable”: “Solo las toneladas de explosivos ANFO [Ammonium Nitrate – Fuel Oil] ya contaminan una barbaridad. Más los químicos del tratamiento del mineral, la tostación, el consumo de agua y de gas…”. La portavoz de la plataforma contra esta mina pone como ejemplo el lago tóxico creado sobre los restos de las minas de wolframio en el monte Neme (Galicia). Sus aguas azules turquesas han atraído a numerosos visitantes que han acabado sufriendo vómitos, mareos e irritaciones cutáneas tras adentrarse en él.
Martínez Orio, del IGME, asegura que los residuos del litio dependen de la roca que acompaña al mineral, algo que debe ser evaluado en cada caso. Así, si la ganga es sulfurosa, en contacto con el agua podría provocar acidificación de la misma, lo que requeriría “encapsulamiento y aislamiento”. En el caso de rocas carbonatadas esto no sucedería. En el ámbito de los problemas para la salud, Martínez Orio defiende que el litio “no tiene ninguna implicación especial” frente a otros materiales. Sí reconoce que los “polvos en suspensión” derivados de la extracción a cielo abierto son un problema que tiene que controlarse para evitar que lleguen a las poblaciones cercanas, así como otras molestias como ruido o el tráfico pesado.
Entre las opciones barajadas en el paraje de Valdeflórez incluyen la conversión del hueco en un anfiteatro, como ya se ha hecho en Australia o Suecia. Pero esta posibilidad es puesta en duda incluso por parte de la Junta de Extremadura en sus propios documentos oficiales: “En general, los usos actuales de los espacios afectados por minas y canteras abandonadas son de carácter marginal, ya que en la mayor parte de los casos una vez abandonada la explotación, la alteración del entorno dificulta su compatibilización con otros usos”, reconocen en el Inventario de minas y canteras de Extremadura desde un punto de vista minero-ambiental. Es decir, que después de una mina a cielo abierto no queda nada.
Este es el segundo artículo de una serie sobre la minería en Extremadura, publicada en colaboración con el Investigative reporting project Italy (IRPI), en la que han participado los periodistas Giulio Rubino (IRPI), Magda Bandera (La Marea) y Eduardo Robaina (Climática). En esta pieza se incluye parte del reportaje Extremadura, tierra de sacrificio publicado en #LaMarea82.