Opinión
No todas íbamos a ser reinas
De periodista a "profesional de la monarquía". Noelia Adánez reflexiona sobre el reconocimiento de la reina por parte de la Complutense.
«En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar».
Todas íbamos a ser reinas
Gabriela Mistral
Esta semana Letizia, reina consorte de España, ha sido reconocida por la Universidad Complutense de Madrid como Alumna de Honor en el 50º aniversario de los estudios de Ciencias de la Información de la susodicha universidad, en la que se licenció en 1995. Letizia fue periodista hasta 2003, cuando se anunció su compromiso con Felipe de Borbón. Desde entonces hasta hoy ha sido una profesional de la monarquía, tratando incansablemente de transmitir la idea de que no pudiendo ser reina por mérito propio (lo que es sencillamente imposible puesto que es reina por puro privilegio), reúne los méritos necesarios para serlo. Y esto no es moco de pavo.
La reina consorte ha acudido a la universidad ataviada con un sencillo vestido vaquero y los altos tacones a los que nos tiene acostumbradas. Letizia maneja su imagen con la destreza de quien es consciente de todo lo que esta comunica y del carácter esencialmente simbólico que acompaña la posición social e institucional que ostenta. Podríamos pensar que vaquero con taconazo busca el equilibrio que justifique que una universidad pública tan importante como la Complutense de Madrid cuente con Letizia para prestigiarse.
Una reina con un origen de clase media, con estudios universitarios cursados en la Complutense y que ejerció como periodista antes de convertirse en reina, puede querer servir al propósito un tanto ingenuo de promocionar a esta universidad en representación de todas las públicas del Estado, que pugnan por dignificarse en un ecosistema en el que con escasos recursos y todavía menos capacidad de renovación y, lo que es más importante, con ínfimo nivel de apoyo en autonomías tan estratégicas como Madrid, tratan de significarse y recordarnos que están ahí, que necesitan alumnos para subsistir y que por ellas, alguna vez, pasaron personas que ahora son reinas.
El mensaje está afectado por una mala fe a la altura de la que identificó Sartre el pasado siglo como la forma más perfecta de autoengaño. Y por esa misma razón, no cuela. Cualquiera sabe que una parte importante de la sociedad española desconfía de la monarquía de Juan Carlos de Borbón y sus herederos; desconfía, sin más, de la monarquía, que se percibe como una institución extemporánea, extraña a una cultura política democrática por su arraigo en el privilegio y parasitaria. De este último rasgo, específicamente, cada vez vamos teniendo una información más exhaustiva, tan abundante como exasperante.
Una alianza simbólica de la universidad pública del siglo XXI con la monarquía, una institución desprestigiada que se intenta vestir con el ropaje del mérito enfundándose en un vestido vaquero, es una mala decisión en el contexto de la insoslayable “batalla cultural”.
Si lo que se quiere transmitir –obviando el dato anterior, esto es, que Letizia es reina consorte de una monarquía herida de muerte– es que estudiar en una universidad pública te puede colocar en la senda del éxito profesional (recordemos: Letizia como profesional de la monarquía), el intento es igualmente fallido porque el mensaje llega cuando cunde la crítica hacia la “meritocracia” como baluarte de nuestro régimen democrático de convivencia. No es el tema de la reflexión que me traigo entre manos, pero está en la conversación pública cada vez más asentada la idea de que no, en contra de lo que afirmó Gabriela Mistral en aquel lindo poema, no todas íbamos a ser reinas, ni aunque nos esforzáramos mucho, pero mucho, pero mucho en conseguirlo. Por no ser no íbamos a ser ni aquello para lo que nos formamos. En fin, incluso quienes consideren que Letizia es un modelo de éxito comprenderán que su paso por una universidad pública poco puede tener que ver con esto.
Y finalmente y por añadidura, si lo que la Complutense ha hecho con este acto es ponerse a disposición de la reina consorte para que la monarquía se prestigie, contribuir al blanqueamiento de la imagen de esta institución en un momento tan crítico y de tanta potencia republicana como el actual, habiendo en el Gobierno del Estado una coalición de partidos progresistas y –lo que a quien esto escribe provoca una perplejidad infinita– un ministro de Universidades de la órbita de Podemos, entonces esa universidad, ese ministro y este Gobierno tienen un problema serio.
Una parte importante de la sociedad española simplemente actua como animales de costumbres. Una parte importante de la sociedad española se sigue sintiendo franquista porque no se ha molestado en indagar por su cuenta, es más cómodo dejarse manipular por los medios de comunicación y éstos son fieles al amo que les da de comer, al sistema establecido que nos dejó bien atado el franquismo.
Los demócratas siguen esperando en las cunetas a que alguna vez llegue la democracia y restituya la Verdad, la Justicia y la Reparación Moral que ni se hizo en la «ejemplar» transición ni se ha hecho todavía.
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El próximo día 6 de octubre la Coordinadora Estatal Recuperando convoca en Madrid una jornada de denuncia ante el incumplimiento del Gobierno para recuperar los bienes inmatriculados por la iglesia católica.
Durante la jornada se contemplan distintas actividades que durante la mañana tendrán su “plato fuerte” en una Concentración ante el Congreso a las 12:00 horas y por la tarde en una mesa redonda a las 18:00h (sede CCOO, c/ Lópe de Vega) para analizar la situación actual y generar propuestas.
Durante la Jornada se presentará también la Plataforma Recuperando Madrid
Para entenderlo, será suficiente recordar con quién está casada la reina y a quién juraron lealtad los ministros.