Opinión
Recursivo
La filósofa Ana Carrasco-Conde reflexiona en este Incordio sobre la energía, siempre tomada como algo que se extrae
La energía es considerada un recurso, pero no uno cualquiera: uno que permite hacer, uno que da fuerza, uno que se extrae y uno que se agota. El automóvil chupa mucha gasolina, la lavadora requiere también mucha energía, el móvil se queda sin batería, buscamos electrodomésticos con eficiencia energética, lo que se traduce en un menor gasto y en una reducción de la factura. La energía es, por tanto, la fuente que nos permitiría realizar ciertas tareas. Cuando estamos cansados acudimos a bebidas energéticas para tener más potencia y cuando, exhaustos, nos sentimos ya agotados exclamamos que “no tenemos energía”.
En ambos casos la energía es tomada como algo que se extrae. Por eso, entre otras cosas, buscamos energías renovables, entendidas como fuentes inagotables que, sobre todo, han de ser limpias porque su consumo suele implicar normalmente el rastro de un residuo, Abfall lo llamaría Hegel, es decir, un desecho del proceso a través del cual sacamos explotando y expoliando los recursos que nos hacen falta. Como nos quedamos sin energía, debemos abastecernos de la manera más sostenible posible y hablamos entonces de energías sostenibles.
En todos estos casos la energía es entendida dentro de un paradigma extractivo que suele ser extractivo-destructivo como el caso de las energías fósiles o de la nuclear. El paradigma de la energía como un recurso (lat. recursus), es decir, como algo a lo que se vuelve otra vez y a lo que se recurre (del lat. recurrere, volver al lugar del que partió) cuando no tenemos más para extraer hasta que se nos acabe, es recursivo, es decir se repite incluso cuando buscamos otras posibilidades. Necesitamos energía para poder vivir, para ser, para movernos. ¿De dónde sacamos la energía que necesitamos?
Incluso cuando hablamos de energía solar o eólica la entendemos como algo que sacamos del sol o del viento que, en principio, no puede agotarse. ¿Se apagará el sol? ¿Dejará de soplar el viento o cesará el movimiento de las olas? Cuando eso suceda ya no nos hará falta la energía: la carencia de movimiento suele ser, a nuestro entender, sinónimo de muerte, aunque no siempre.
Tan preocupados estamos por la energía, por su gasto, por la búsqueda de energías limpias, sostenibles y renovables que ni siquiera nos hemos preguntado qué es la energía y qué entendemos por tal en el contexto en el que nos movemos. Estamos encerrados en una misma comprensión de lo que es sin cambiar de paradigma y por eso es precisamente recursivo: repite un esquema mental. Y no debiera olvidarse que, como dijera Freud, quien pasa por los mismos sitios acabará llegando, de un modo u otro a los mismo lugares. A veces nos salimos del camino por causalidad porque queremos llegar a otro destino, pero no podemos hacerlo si somos presos inconscientes del mismo mapa. ¿Qué precomprensión de la energía se encuentra en nuestro día a día? ¿Puede haber otros conceptos de energía? Los hay y los hubo.
Pongamos que Aristóteles tuviera que pagar la factura de la luz y viera escrito en el desglose “consumo de la energía” en función de la “potencia contratada” o que Teofrasto, tras escuchar las lecciones del libro IX de la Metafísica, le dijera a su maestro que “está sin energía” o, en griego “sin energeia”. Si así fuera, Aristóteles no daría crédito y echaría a Teofrasto del Liceo y llamaría a la compañía eléctrica por un error de concepto. Para el mundo griego, la energeia de donde viene nuestra energía no es ninguna fuente de la que extraer nada: la energeia es lo que por definición algo es en acto y, por tanto, no es un recurso, sino el ser que somos de forma eficiente en el desarrollo de nuestra función (de ahí la palabra ergon, de donde viene ergonómico).
Energía, a la griega, es lo que algo es en sí mismo, con su composición, su armonía corporal, su forma: usted que me lee, el árbol que verdece, el sol que brilla, la montaña con sus rocas. Frente a ella está la dynamis que queda entendida como la potencia, es decir, como la fuerza para la transformación y el cambio. Dicho de otra manera, lo que Teofrasto está afirmando cuando sostiene que no tiene energeia es que no es y lo que refleja la factura es precisamente una comprensión en la que la energía es confundida con una noción pobre y adulterada de potencia.
Permítame una licencia: lea de nuevo el primer párrafo de este incordio y donde pone energía imagine que está escrito “potencia”. ¿Ve diferencias sustanciales? En la comprensión actual, potencia y energía se han equiparado dentro del paradigma extractivo del recurso. Aristóteles en el acto se llevaría las manos a la cabeza porque esta confusión es potencialmente desastrosa. Incluso estamos, desde la perspectiva del mundo griego, utilizando los términos al revés: confundimos la energía con la potencia y la potencia (como recurso, también económico) con lo que somos. Por eso es preciso cambiar este recursivo paradigma extractivista.
La pregunta es qué ha sido de una energeia que no es recurso sino acto mismo eficiente. Desde nuestra comprensión de las cosas, es un principio que toda vida requiere energía para realizar las funciones necesarias, pero esta puede entenderse como sinergia: es decir, como la suma que alimenta las partes, en lugar de esquilmarlas, que las deja ser, como la luz del sol, que sinergéticamente alimenta a las plantas o a nosotros.
La energía simplemente es lo que hay, lo que se respeta porque, en caso contrario, deja de ser: no es un sustrato pasivo, algo de lo que apropiarse o sobre lo que imponer nuestra voluntad, sino una actividad distinta a la nuestra que hay que cuidar para ser acto en conjunto. Si para Aristóteles el acto (energeia) es anterior a la potencia (dynamis), debemos aprender a construir de forma consciente el paradigma sinergético del dejar ser desde lo que somos. Volvamos al comienzo con alguna variación: “La energía es considerada una sinergia, pero no una cualquiera: una que permite ser, una que da fuerza, una que no se extrae sino que se conforma”.
Celebro las más que interesantes reflexiones acerca del hecho energético.
Pero permítaseme una –tangencial– puntualización respecto a las energías renovables. Cierto que sus fuentes (sol, viento,…) son inagotables. Pero son limpias únicamente en el entorno donde están instalados sus artilugios últimos productores de energía (tejados, colinas, etc.) pero globalmente su consumo, teniendo en cuenta todos los factores en su proceso productivo, implica un rastro, una huella ecológica, principalmente de emisión de gases,
que supone un incremento del calentamiento global, mayor que si hubiéramos empleado fósiles para conseguir la misma cantidad de energía.