Cultura | Internacional
Iván de la Nuez: “En Cuba la gente está por el cambio, con pocas bromas”
"Los cubanos llevamos 63 años atosigados entre polos opuestos, eligiendo entre cartas marcadas", señala este ensayista y comisario de exposiciones afincado en Barcelona.
Iván de la Nuez (La Habana, 1964) es, desde la Barcelona donde reside, uno de los más atentos y perseverantes observadores de las mutaciones contemporáneas en la isla de Cuba, tanto como ensayista como en calidad de comisario de exposiciones. Junto a títulos como La balsa perpetua, El mapa de sal o Fantasía roja, recientemente publicó Cubantropía (Periférica), un lúcido análisis de la cultura cubana y su papel en nuestro tiempo.
Treinta años después de la caída del muro, ¿se vuelve a la dialéctica de la Guerra Fría, o nunca se fue? ¿Revolución vs. Exilio, Habana vs. Miami, Bloqueo vs. Soberanía, Patria o Muerte…?
Para salir de la Guerra Fría no basta con el derribo del Muro de Berlín o el desmantelamiento de la Unión Soviética si después de esos hechos históricos se mantiene un capital simbólico y una cultura de posiciones binarias que sigue anclada a ella. Esa mentalidad está viviendo un retorno agresivo y en Cuba se siente en lo cotidiano o en la geopolítica. También en el diferendo permanente con Estados Unidos, que inunda todos los aspectos de la vida del país, desde la base de Guantánamo hasta las remesas. Esa persistencia se manifiesta, de manera muy aguda, en la gran paradoja que enfrenta el Gobierno: la de un Estado comunista que está obligado a regir sobre una sociedad que ya es poscomunista.
Un anacronismo…
Es que se trata de un Estado de partido único con estructura de Guerra Fría montado sobre una sociedad cuya práctica social y cultural ya no cabe en ese esquema de corte estalinista. Enfrente crece un macartismo que llegó al éxtasis en los años de Donald Trump en la Casa Blanca. Pienso que, cuanta menos imaginación tenemos para entender el mundo posterior a 1989, más tendemos a regresar a esa Guerra Fría. Así que este renacimiento revela una incapacidad para imaginar el presente o el futuro, porque acomodarse a un territorio conocido al menos ofrece cierta seguridad. Ustedes en Madrid acaban de estrenarse con el eslogan «comunismo o libertad», y ese binarismo les parece absurdo. Así que imaginen a los cubanos que, además de este, llevamos 63 años atosigados entre polos opuestos, eligiendo entre cartas marcadas.
Del relevo en la Casa Blanca, ¿cabe esperar algún movimiento en positivo?
Si el Gobierno de Estados Unidos cree en la superioridad de su sistema, debe levantar el embargo de manera unilateral y sin condiciones. Y si el Gobierno cubano cree en la superioridad de su sistema, debe abrir su modelo político sin esperar al fin del embargo. Mientras no lo hagan, los cubanos seguiremos atrapados en una política tramposa, valga la redundancia. En cuanto a Biden, hasta ahora se ha dedicado al paripé. Un día encarga un grupo de estudio para analizar el asunto y otro recibe en la Casa Blanca a gente que piensa igual y que le dice lo que quiere escuchar. Va dando palos de ciego a la vez que mantiene el recrudecimiento de las medidas de Trump, una política que ya ha demostrado que no sirve para tumbar al Gobierno de Cuba pero sí contribuye a empobrecer aún más a su población. Yo estaba en la isla en los días de la protesta del 11 de julio y la sensación que percibí entre gente muy diversa con la que conversaba es que no hay nada que esperar del otro lado. Que Cuba tiene problemas urgentes que requieren de un modelo de desarrollo menos dependiente, tanto de Estados Unidos como de sus socios habituales o cambiantes.
Leonardo Padura me contaba que el modelo chino, que encantaba a Raúl Castro, había conseguido la dominación perfecta del individuo: entre el partido único y el mercado. ¿Imagina a Cuba en esa vía?
Padura sabrá por qué dice eso. Yo, la verdad, no sé si a Raúl Castro le encanta el modelo chino, pero sí sé que en los 10 años que gobernó el país lo disimuló bastante. Sé también que entre economistas cubanos muy preparados (y muy ignorados por el Gobierno) hay cierta predilección por el modelo vietnamita, que tiene una escala mucho más parecida a la cubana. Y cada día me convenzo más de que eso que llamamos «modelo chino» es algo que va más allá de las fronteras chinas y está llegando a Occidente, con ese matrimonio concertado entre economía de mercado y autoritarismo que marca el ritmo de la posdemocracia. Esta comunión ha atravesado los Emiratos, los Estados Unidos de Donald Trump, el socialismo del siglo XXI o la Rusia de Putin. Se trata de una apuesta global por un capitalismo autoritario que combina la economía de mercado con la falta de democracia o, directamente, con su dimisión. Contra eso, por cierto, también se levantó la gente en Cuba el 11 de julio, que yo leo como una protesta de posguerra fría conectada a las que han tenido lugar en buena parte de América Latina contra el neoliberalismo o las de Nicaragua contra la degradación del sandinismo. Contra esa mezcla de capitalismo clientelar y mano dura de la que Cuba no es ajena en estos tiempos de acumulación rudimentaria de capital.
Encarcelar artistas, ¿no es, en cierto modo, darle una importancia al arte que acaso ya no tiene en otros lugares?
Encarcelar artistas es encarcelar artistas. En Cuba, en España y en Júpiter. Y en ningún caso se trata de una política de estímulo a la creación sino de represión pura y dura que es inadmisible. Tal como lo veo, los intelectuales no tienen el poder de cambiar las cosas, pero sí la suficiente intuición para prever el cambio, avisarlo y anticiparlo, que son maneras de invocarlo. El 27 de noviembre de 2020 unos 300 artistas se congregaron frente al Ministerio de Cultura pidiendo diálogo. La Habana está llena de teatros y toda esa gente cabía en cualquiera de estos, pero el Gobierno, echando mano de la represión, decidió mantenerse en su burbuja, su lenguaje de consignas y la idea de que todo el mundo habla su idioma sin querer enterarse de que la sociedad cubana cada día cabe menos en su modelo político. Si el 11 de julio fue un parteaguas en la relación de la sociedad civil con el gobierno socialista, el 27-N lo fue en la relación de los intelectuales con ese Gobierno. Fue un gran momento, pero también fue una gran oportunidad perdida.
También hay un cambio generacional. ¿Han caducado para los jóvenes esas viejas consignas? ¿Hay un problema –entre tantos otros– de narrativa en el régimen cubano?
Yo he vivido dos cambios generacionales importantes. El primero fue el de mi propia generación, la de los hijos de la Revolución que nacimos en el boom demográfico de los años sesenta. Ya a la altura de la década del ochenta hubo una comunidad cultural importante, que tenía la singularidad de ser el único movimiento de arte occidental dentro de un país del bloque soviético. Nosotros habíamos sido carne de internados en el campo, formación militar, de una libreta de abastecimiento que más o menos funcionaba, y de la posibilidad de que prácticamente todo el mundo pudiera ir a la universidad. Éramos un país en parte subsidiado y lo que hizo mi generación fue intentar, desde la cultura, abrir la encomienda cultural en medio de unas condiciones geopolíticas que no eran nada fáciles, con la perestroika, la guerra de baja intensidad en Centroamérica, las guerras de África en las que nos involucramos… En el año 1991 se desploma la URSS y la década empezó con un éxodo masivo de esa generación intelectual con la aprobación del Gobierno.
¿Y el segundo?
El segundo gran cambio generacional lo he vivido en los nietos de la Revolución, los hijos de esos hijos, que nacen en medio de esa debacle y solo han visto una crisis detrás de otra. Son los hijos del Periodo Especial, de la legalización del dólar, de cierta apertura al mercado, de un crecimiento de la desigualdad y de un envejecimiento sin paliativos de los líderes históricos de la Revolución. Están conectados a Internet, les interesan los hechos y no las teorías, tienen intercambio directo con Miami y con el resto de la diáspora, entran y salen del país, hacen de mulas y se exilian igual que las cadenas de migrantes que atraviesan Centroamérica o los Balcanes. Si en los ochenta a mi generación ya le parecían obsoletas las consignas, con Fidel Castro vivo y en forma, imagina lo que le parecerán a los hijos de mi generación.
Las redes sociales, ¿pueden jugar un papel similar al que desencadenaron, por ejemplo, las revueltas de la primavera árabe?
Ahora mismo, el Gobierno usa las redes sociales para afianzarse en su realidad paralela, mientras que los opositores remarcan una realidad aumentada. El primero te trasmite la impresión de que no se va a caer jamás y los segundos te dicen que se caerá mañana mismo. Lo que pasa es que el Gobierno tiene una psicología de poder y unos aparatos represivos y de movilización analógicos, mientras que la gente más joven tiene una forma digital de relacionarse, convocarse y manifestarse. Es evidente, entonces, que las redes han influido extraordinariamente. También para las denuncias, para constatar la vida de los nuevos ricos, en parte surgidos de la mezcla entre la iniciativa privada y la nomenclatura, o para masificar el periodismo e informar de cosas que jamás sabríamos. Y la prueba de su importancia es que la primera medida que tomó el Gobierno ante la protesta del 11-J fue, precisamente, cortar Internet.
¿Y el reguetón? En su libro, Cubantropía, usted lo señala como un indicador básico para descifrar la situación de la isla.
Hace una década, o década y media, el hip hop era uno de los movimientos contraculturales más críticos e interesantes del país. Tenía sus propios festivales y programas sociales potentes en barrios periféricos de todos los lugares de la isla. ¿Qué pasó? Pues que, por un lado, fue asediado por la censura y, por el otro, fue barrido por el reguetón, que se convirtió en la banda sonora de las reformas y del incipiente capitalismo de Estado. El reguetón era prácticamente apolítico y, al contrario que el rap, no criticaba el socialismo sino que se dedicaba a enaltecer la fiesta, el consumo, el dinero y, en definitiva, las zonas capitalistas que se abrían en la sociedad cubana. ¿Qué prefirió el Estado? Pues el reguetón, pese a sus reticencias morales, porque al menos era rentable económicamente y tenía una conexión nada desdeñable con un tipo de turismo. No se recuerda ningún presidente en un concierto de hip hop, pero sí está muy fresca la asistencia del presidente Miguel Díaz-Canel al de Gente de Zona y Laura Pausini. Pues bien, un año y medio después, esos mismos reguetoneros grabaron Patria y Vida y han sido recibidos por el alcalde de Miami o, en el caso de Yotuel Romero, que también participaba en este hit opositor, por el mismo presidente Biden. Si los chinos y los norteamericanos se inventaron, Estado a Estado, la diplomacia del ping pong, nosotros estamos en un perfil de diplomacia del reguetón. Y no le auguro mucho éxito, la verdad.
Usted es hijo de René de la Nuez, legendario humorista gráfico. ¿Sigue el humor, todavía hoy, salvando a los cubanos de la neurosis?
Cuba tiene una tradición gráfica que viene desde las guerras de independencia y es uno de los grandes patrimonios de la nación. El hecho de que todo lo tiremos a relajo guía uno de los grandes libros sobre la psicología social cubana, que es Indagación del choteo, de Jorge Mañach. Durante la República, fueron míticos personajes como Liborio [de Torriente], el Bobo [de Abela, contra Machado] o El Loquito [de Nuez, contra Batista]. Chago, padre del conceptualismo en Cuba, dibujó desde la Sierra Maestra, donde se había alzado con 14 años a la vez que participaba en Radio Rebelde, un personaje guerrillero llamado Julito 26. Mientras que Prohías una vez exiliado hizo famoso el cómic Spy vs. Spy. A partir de 1959 hubo todo tipo de conflictos y censuras, pero también grandes momentos en semanarios como El Pitirre, Palante, DDT o Melaíto, en el centro de la isla.
¿En qué quedaron?
Esas revistas, o ya no salen o apenas se comportan como pequeños suplementos, así que el humorismo gráfico cubano se ha pasado a las redes, o a publicaciones digitales, dentro y fuera de Cuba. Ahí es donde uno puede ver a grandes caricaturistas como Ares, Boligán, Lauzán, Simanca, el doctor Ronda, Ajubel… Ellos mueven su trabajo por Instagram o por plataformas específicas de humoristas, a la vez que acumulan decenas de premios internacionales. Pero el humor cotidiano siempre ha superado a cualquier publicación, con un ingenio mutante que es a la vez sátira y válvula de escape. Incluso en las peores crisis y bajo los peores presagios. Yo recibo cada día incontables memes que no tienen compasión con nada ni con nadie, en particular con los que tienen el poder, y directamente con el presidente de la República. Por ejemplo, en medio de la protesta reciente corrió uno que se apropiaba de una campaña turística con este lema: «Un verano diferente». Otro aludía hace unos días a la inflación y la reticencia de la población a operar con los bancos mientras pudiera hacer sus intercambios en la calle. Este venía firmado por la casa oficial de cambio (CADECA) y, simplemente, decía así: «La gente no cambia». Aunque habría que leerlo al revés. Porque en la Cuba de 2021 la gente sí está por el cambio, en serio y con pocas bromas.
Se trata de una marea.
Y todo ya está dicho. Mucho ruido (desde Barcelona ahora) poca nuez, y soplando siempre con el mismo tubo. Que aproveche coprófilo.
Cuba eligió y elige, revolución.
Esa es la única realidad objetiva, lo demás, fantasías húmedas de los gusaneros que sólo ansían volver a esclavizar y doblegar al pueblo cubano.
CODICIA O VALORES.
Así está el mundo; todos quieren pertenecer a la órbita capitalista, consumir y acumular; pero a la órbita destructora y alienante del capital muchos son los incautos que ya le empiezan a ver las patitas; pero sucede algo mucho más importante: es el responsable de la destrucción. de la ruina y dela agonía del Planeta y de muchos pueblos del Planeta y, o vivimos con más sencillez, es decir, practicamos políticas de genuino socialismo o nos extinguimos en breve Planeta y raza humana.
MAÑANA SERA DEMASIADO TARDE: PROFETICO, IMPRESIONANTE DISCURSO DE FIDEL CASTRO en 1992 SOBRE CONSUMISMO Y NATURALEZA
https://www.youtube.com/watch?v=LXY8epxirRg
Está claro lo que el entrevistado quiere para Cuba: capitalismo. Y con ello, como ocurre en los países de su entorno, mucha desigualdad, miseria para la mayoría, pérdida de derechos sociales, degradación cultural… y pérdida de la independencia de su país. Lo siento, pero no estoy con él.
No me imagino yo a 13TV o a cualquiera de los altavoces neofascistas que existen en España(que son mayoría) publicando artículos como este hablando del fracaso de su sistema económico de países como Colombia, por ejemplo… y lo más gracioso es que lo dice un cubano que vive en Barcelona.
PD: He leído pocos artículos de la marea, pero me parece que este si es el último
Mi consulta ,,precisa y clarita al autor, es qué modelo económico propone para Cuba…En Chile, hemos vuelto a perder el cobre y la relación aprox. es de 20 para Chile y de 80% de ganancia para las trasnacionales…Eso no es liberación, es una burla…La situación se decide por el sentido económico….Ha partir de ahí, viene lo demás. Todos los brotes de desarrollo industrial de Chile, han sido aplastados…Brasil, está esforzándose por un desarrollo tecnológico, pero está rodeado de bases extranjeras…Que lo diga el autor…Lo demás, es actuar sobre los efectos no sobre las causas.-
Enhorabuena a Iván de la Nuez por su excelente y objetivo análisis de la situación actual y de la historia cubana, de los últimos 63 años.
Excelente !!!