Opinión
Ibai Llanos, Juanma Castaño y los tiempos
"Hay un rostro de los tiempos, de una porción de los tiempos, en el semblante desencajado de Castaño en algunas capturas de su intervención en el canal de Ibai, que han circulado profusamente por las redes sociales", escribe Pablo Batalla.
Una aristocracia vieja se ve desplazada por una aristocracia nueva, mejor adaptada, en un contexto de cambios vertiginosos, a nuevos dinamismos económicos que la enriquecen y la prestigian y que la primera, aferrada a las maneras arcaicas del elitismo, no sabe navegar. La nueva florece, la vieja decae, y refunfuña: no son auténticos nobles estos nobles de hace tres horas, su sangre no es azul, no vienen de godos, son advenedizos, les falta clase. No es directamente atacada, ni esquilmada: puede ser, de hecho, reverenciada de forma nominal por los nuevos pares, ante los que blande, a los que restriega, sus pergaminos antediluvianos. Puede seguir siendo rica. Pero su tiempo ha pasado.
Ha ocurrido muchas veces en la historia: tantas, si nos ponemos marxistas, como un modo de producción ha sufrido cambios profundos o ha dado paso a otro. Nuevas tecnologías, nuevas relaciones de producción, nuevos tiempos, nuevos señores. Hoy estamos en esas: en nuestros días —postulaba Javier Echeverría ya en los noventa—, los señores de la tierra dan paso a los del aire; a los intangibles feudos-nube del ciberespacio.
No es un proceso calmoso: los señores de la tierra no asumen su decadencia ni ceden su poder plácidamente. Jorge Dioni explica en un artículo luminoso en la revista LaU cómo el auge contemporáneo de la extrema derecha tiene una explicación no pequeña en esta fricción entre élites; entre dos capitalismos de los que uno gana y el otro pierde la partida de una nueva revolución industrial, la de la globalización digital.
Como explica Esteban Hernández y Jorge Dioni cita, «los empresarios nacionales o se han vuelto globales o están siendo absorbidos por actores internacionales con mucho más músculo financiero, la cercanía a los poderes nacionales tiene menos importancia que antes, porque el poder es mucho más global que nunca, y las profesiones que antes otorgaban renombre social se han bifurcado, y cuentan con muchos más perdedores que ganadores».
El diario Abc —ejemplifica Dioni— lo era todo en la España de un mundo parcelado en Estados-nación herméticos que ya no existe, hoy no es nada ante imperios de la comunicación como Facebook o Netflix, y en ese no ser nada del que un día fue mucho se incuba el huevo de la serpiente. El fascismo es una revuelta de reyes destronados, de expoderosos histéricos. Expoderosos de cualquier expoder, grande o pequeño: desde el marido al que el feminismo destrona del trono del hogar hasta el empresario multimillonario que, sin dejar de serlo, pasó de general de la economía-nación a cabo furriel de la nueva economía-mundo.
No fue, seguramente, azaroso que Jorge Dioni escogiera un ejemplo periodístico: de las cosas transformadas en este tiempo de mutaciones, pocas tanto como el sector de la comunicación por el advenimiento de Internet. La aristocracia vieja son aquí los grandes periódicos, las grandes televisiones, las grandes emisoras de radio; la nueva cuya revolución defenestra a aquella, un maremagno de blogueros, influencers, youtubers, los medios alternativos, las redes sociales. Y si bien la primera resiste aunque maltrecha, pierde ya batallas importantes que anuncian cada vez más claramente la proximidad de su derrota.
Los últimos días nos han proporcionado un ejemplo deportivo: la decisión de Lionel Messi de conceder sus primeras declaraciones tras su traspaso del FC Barcelona al Paris Saint Germain no a un medio de comunicación al uso, sino a Ibai Llanos, celebridad digital nacida en 1995. El tono sosegado y amable y las preguntas diferentes de las de la vulgata del reportero de deportes de este joven vasco agradan a deportistas y espectadores por igual y le han convertido —es muy popular no solo en España, sino también en Latinoamérica— en un rival de talla para el periodismo deportivo al uso, que asiste desconcertado a la migración del público joven hacia este y otros referentes y formatos nuevos y su propia conversión en santuario de cierta estridencia hipermasculina y boomer.
El desconcierto e incluso indignación motivados por la primicia de Messi acabarían hallando portavocía informal en Juanma Castaño, de la cadena Cope, que el 12 de agosto entraba al canal de Llanos para un debate en el cual es sentir general lo calamitoso de su intervención. Nervios, aspavientos, mala educación y argumentos erráticos contra un Llanos tranquilo, piadoso incluso en momentos —como la sugerencia de que la Cope podría ficharlo— en que el zasca a Castaño parecía hacerse solo: «Si alguien puede trabajar para alguien, eres tú para mí».
Hay un rostro de los tiempos, de una porción de los tiempos, en el semblante desencajado de Castaño en algunas capturas de su intervención en el canal de Ibai, que han circulado profusamente por las redes sociales. La rabia del locutor gijonés es prima de las filípicas de cierto establishment cultural contra la cultura de la cancelación: la de aquellos a quienes, antes, un ecosistema mediático cerrado y vertical ungía como santones y salvaba sus monólogos de la crítica y la contestación que la aparición de las redes sociales les obligaría a enfrentar. Aquellos, asimismo, de cuya generación, que es la suya propia, Xandru Fernández diserta en su Las horas bajas que «identifica el curso del tiempo y de la historia con su propio desarrollo y envejecimiento, e identifica también su progresivo apartamiento de los ámbitos de decisión con la pérdida de legitimidad de las instancias de decisión que hasta hace poco controlaba; en consecuencia, ve cumplirse en ella misma la profecía de que el progreso se ha detenido y traslada a las generaciones más jovenes esa certidumbre, que a la larga obstaculiza e incluso impide la invención de formas nuevas de expresión, deliberación e intervención política».
La Cope siempre vomitando veneno.
Si coges un taxi no te librarás de ella y si le pides al taxista que por favor cambie de emisora, como taxista (salvo algún chaval joven) y Cope suelen ser tal para cual no lo hace y además te dice «ya veo de que va usted»
Los conductores de autobuses de largo recorrido también la suelen poner y tampoco hacen caso a los requerimientos de una sóla persona. Así que en aquellos momentos reflexiono y entiendo que con el pienso que nos echan es lógico que seamos así de animalicos.