Opinión

Politizar los Juegos Olímpicos

"La derecha y la extrema derecha española están completamente descolocadas en estos Juegos Olímpicos", escribe Dani Domínguez.

El campeón olímpico de escalada Alberto Ginés. REUTERS/MAXIM SHEMETOV

Hay una relación clara entre aquellos que defienden que no hay que politizar el deporte: su ideología conservadora. Hagan la prueba, por ejemplo, en Twitter: cuando vean que alguien diga que no hay que mezclar la política con los Juegos Olímpicos, echen una pequeña ojeada a su perfil. Auguro pocas sorpresas.

La derecha y la extrema derecha española están completamente descolocadas en estos Juegos Olímpicos. Un acontecimiento que suele servir para ensalzar esa idea de España que tanto sirve políticamente a la reacción, en esta ocasión se ha convertido en otra cosa. El cacereño Alberto Ginés, primer oro olímpico de la historia de la escalada, sabía que a él le consideraban un extraño: “La gente diciéndome en twitter que no me merezco representar a españa en los JJOO por que soy rojo, todo bien???” [sic].

Los mismos que le decían esto a Ginés son los que piden no politizar las olimpiadas. Porque eso podría impedir que los rojos digan que son rojos. Y llevan más de 80 años acostumbrados a que eso no pase. No les importa que importantes atletas lleguen a significarse políticamente por la derecha, incluso llegando a ser cargos públicos de partidos conservadores. Así, la atleta Ruth Beitia, oro en salto de altura en los juegos de Río de Janeiro, fue diputada en el Parlamento de Cantabria por el Partido Popular durante 11 años, al igual que la exatleta Marta Domínguez, que fue senadora también por PP. Hace unos días, deseábamos que el lanzador de martillo Javier Cienfuegos, diputado popular en el Parlamento de Extremadura, consiguiese una medalla. 

Y, sin ningún tipo de estrategia, la simple espontaneidad de varios miembros de equipo olímpico español ha roto los esquemas de los reaccionarios patrios. “Somos de color pero representamos a España”, decía el gimnasta Ray Zapata, medalla de plata en Tokyo, quien llegó a Lanzarote con 9 años desde República Dominicana. Le corregía la gallega Ana Peleteiro, bronce en triple salto: “Somos negros, qué de color”. 

Negros representando a España y ganando medallas. Algo que, desde una perspectiva colonialista y extractivista, sí interesa a ultraderecha: “Zapata y Peleteiro son ejemplo de la emigración que España necesita”, escribía en Twitter el diputado de Vox Juan Luis Steegmann. La frase –que obvia que Ana Peleteiro nació en Galicia y que no sabe distinguir entre emigración e inmigración– deja claro que si los negros sirven para los intereses nacionales de la extrema derecha pueden tener un pase. Que aquí solo entran quienes ellos consideren. Siempre y cuando, y volvemos al inicio, no se signifiquen políticamente en contra de quienes tratan de acabar con los derechos humanos como hizo Peleteiro: “Mellor queda na casa. O único que ten de verde GALICIA son os montes. De nada”, le dijo a Santiago Abascal cuando este anunció que viajaría a la comunidad en verano del pasado año.

Los marcos de la derecha y de la ultraderecha han sido pisoteados durante estos Juegos Olímpicos. Su idea de España no se sostiene, por muchas banderas rojigualdas que salgan en televisión y por mucho que suene el himno. Un inmigrante dominicano “de color” feliz de representar a un país en el que vive desde hace 20 años. Una gallega negra que no se calla frente a quienes odian a los que son como ella. Un extremeño “rojo” y orgulloso de serlo que se lleva el primer oro olímpico de la historia de su deporte y al que tuvieron que ver en primer plano mientras sonaba el himno español. Y todavía falta por competir Mo Katir, nacido en Marruecos y cuyo padre cruzó el estrecho en patera, alguien al que Vox tildaría de delincuente.

La extrema derecha y la derecha que viaja a rebujo se habría sentido cómoda con ellos si hubiesen tenido la boca cerrada. Si sirven para sus propósitos, no molestan. Nos hemos acostumbrado a ver cómo las nacionalizaciones de deportistas nacidos en otros países se convierten en algo habitual cada cuatro años, reforzando justamente este marco reaccionario del diputado de Vox Juan Luis Steegmann sobre lo “que España necesita”.

Si solo hubiesen ganado medallas, habrían sido felicitados por Vox. Si por su boca solo hubiese salido un “Viva España”, estos habrían sido unos JJOO cualquiera. Pero decidieron abrir la boca para decir lo que pensaban, para mostrarse orgullosos de ser quienes son, ya sea a través del color de la piel o a través de su ideología. Y eso no lo pueden consentir.

En jerga ultra, politizar los Juegos Olímpicos es defender los derechos humanos. Y por eso, politizar los Juegos Olímpicos solo puede ser una buena noticia.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. Que lástima, que poca idea de lo que se habla. En el mejor de los casos. O quizá sea la típica tergiversación de un totalitarista disfrazado de rojo (sic).
    Opinión y argumentación al nivel de Ababel Alonso.

  2. …Al no reconocer la criminalidad de la sublevación de 1936 (¡este Camuñas!) y de la longeva tiranía a que dio lugar, el PP está traicionando no solo la verdad histórica sino el cristianismo que dice profesar. Cada vez que Pablo Casado vuelve a la cantinela de que “no hay que reabrir heridas”, de que “hay que pensar en el futuro y dejar en paz el pasado” (o sea “la fosa del abuelo”) y demás monsergas indignas, falta a la más elemental decencia, desprecia a los muertos y sus familias y nos remite ineluctablemente a las tumbas blanqueadas de los hipócritas denunciados por Cristo. Si hubiera aquí un gran partido conservador moderado el país estaría a salvo y podría avanzar hacia el porvenir con paso más firme, unido en lo esencial. Pero la oposición actual se niega a verlo así y prefiere seguir atacando, criticando, acusando, desdeñando (¡qué muecas las de Cuca Gamarra, cómo se le tuerce la boca!), sin jamás pronunciar una palabra positiva, pedir perdón de nada, sin disculparse nunca, sin admitir jamás lo positivo conseguido por el adversario político (más bien considerado enemigo). Ello es patético. Un país con tantas posibilidades –y tantos retos que afrontar en común- no se puede permitir el desvarío de continuar así. Hace falta un centro político dialogante, culto, respetuoso, colaborador. Jugar con Vox es jugar con fuego.
    Tampoco estaría mal que las derechas admitiesen las crueldades cometidas por el tan cacareado Imperio de ultramar y el componente semita del “alma” española, mestiza, aunque no se quiera reconocer como tal. Lo de Santiago Matamoros llama la atención. A mí la grandiosa ceremonia “xacobea” del otro día, con la presencia de tantas personas de postín, rey y presidente del Gobierno incluidos, y la petición de socorro elevada al Patrón por lo de la (sagrada) unidad nacional, me resultó –no quisiera herir sensibilidades- asaz valleinclanesca….
    (Ian Gibson – «La cruz»)

  3. Se os ha olvidado mencionar al mayor rojo de la historia del deporte español. Abanderado en Barcelona 92, por cierto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.