Sociedad

Jorge Dioni López: “La competición es el formato de nuestras vidas”

Entrevista al periodista y colaborador de lamarea.com Jorge Dioni López, autor del ensayo 'La España de las piscinas'

El periodista Jorge Dioni López. CEDIDA POR EL AUTOR

La actualidad parece este verano un apéndice del jugoso ensayo La España de las piscinas (Arpa, 2021), de Jorge Dioni López (Benavente, Zamora, 1974). Leíamos días atrás una noticia sobre Pozuelo de Alarcón, al oeste de Madrid. El municipio más rico del país y uno no precisamente pequeño: 86.000 habitantes. El ayuntamiento ha ido postergando las obras de la piscina municipal hasta el punto de no abrirla este verano. Es decir, ahora en Pozuelo, con la canícula cayendo en picado hacia la coronilla, hay piscina solo para el que tenga una. No son pocas, según Hacienda hay unas 6.000 albercas privadas en la localidad.

La proporción se repite en Madrid capital, donde este mismo verano solo funcionan 19 piscinas públicas para 3 millones de habitantes. Hacerse una piscina de obra cuesta de media unos 14.000 euros, lo que gana una persona cobrando el salario mínimo en todo un año de trabajo. Vivir al lado de una en propiedad o copropiedad no es solo cuestión de relax o distinción. También es parte de un mapa físico que puede condicionar el mapa mental, como explora López. Tu idea del mundo. Eres un poco (bastante) donde vives. No hablamos solo de nadar sin salir de casa.

Más noticias frescas. Sabíamos esta semana que, solo en el primer semestre de 2021, la banca ha concedido 30.000 millones en préstamos hipotecarios. Es la cifra más alta desde 2010. Otra: el precio de la vivienda usada ha subido un 8,9% este año. Ladrillo, propiedad, deuda y herencia son conceptos recurrentes a lo largo de La España de las piscinas. Entre 1997 y 2006, recuerda López, se construyeron cinco millones de viviendas. Desde la década que cimentó la burbuja, los noventa, se empujó mediante facilidades financieras a una buena parte de españoles a vivir en zonas de nueva creación: suburbio, ensanche con urbanización tipo el Montepinar de la serie La que se avecina o islas desperdigadas en torno a ciudades. El reto económico a afrontar por ese techo y suelo fijaba el sesgo social: en su mayoría, parejas jóvenes, ambas con empleo y algún hijo pequeño o en camino.

Muchos encontraron la paz lejos de la ciudad clásica y consolidada. Otros fueron conformando un espíritu fronterizo con una mueca de fastidio ante lo que consideran un abandono de la administración. Acordémonos de la no-piscina pública de Pozuelo, pero también de la falta de un colegio público o de una marquesina de bus. El hágaselo usted mismo, déjeme a mí en paz y no confíe en casi nadie en este mundo oscuro (la versión thatcherista del do it yourself, esa el punk no la vio venir) ha permeado en algunas viviendas como antipolítica. La respuesta: el cole concertado y una vida de garaje a garaje con una piscina en la que la que sabes que, si tu hijo está en problemas, alguien va a lanzarse a rescatarlo porque allí solo vive gente parecida a ti. La pinza entre homogeneidad, soluciones individuales a la falta de infraestructura o servicios, deuda casi vitalicia y obsesión securitaria está servida. En La España de las piscinas, López sondea los vínculos entre la estructura del neoliberalismo competitivo del sálvese quien pueda y el esquema ideológico que parece favorecer esta dispersión.

Dice que el modelo de islas habitacionales ha triunfado no porque la gente se haya ido como loca a estos lugares, sino porque el propio sistema facilitaba hacerlo.

Es una cuestión de oferta. Prácticamente te dirigían allí. Si querías seguir viviendo en una ciudad consolidada era bastante más caro. Ibas a una caja de ahorros a pedir una hipoteca y lo primero que esta te ofrecía eran los desarrollos que ella misma había financiado. Hay un círculo que crea el propio modelo, entre cajas, administraciones y constructores. En España, a nivel general, el patrimonio no es algo que se cuide mucho. Leía estos días que en Almería han tirado un puente del siglo XIX para hacer una urbanización. La conservación y rehabilitación nos importa menos que lo nuevo. Es como cuando vemos el paisaje durante las etapas del Tour de Francia, que decimos “qué bonito”. Qué bonito porque no lo tiran.

“El dinero tiene prisa”, afirma. Habla de ese tren de la oportunidad que muchas administraciones tienen miedo de dejar pasar. Ese “hay que hacerlo, lo que sea y cuanto antes”. Una fiebre en la que las instituciones se pliegan, con cierto complejo, a la iniciativa privada. Para la persona de a pie, ¿esto refuerza la idea de que la política es un obstáculo a su bienestar inmediato, incluso a un derecho como es la vivienda?

Se traslada esa idea. No sé si ha calado pero sí está flotando en el ambiente con mucha fuerza. En el libro hablo del arquitecto malagueño Fernando Ramos, que menciona a los “antiprogreso”, los “yihadistas de la conservación”. Esto se mueve en oleadas y a cada problema con la vivienda se responde haciendo más casas, poniéndole a eso menos trabas. La propia palabra, “trabas”, ya lo evidencia. Pero es control, legislación para que haya una oferta que piense en la demanda.

Por otro lado, la idea de antipolítica está bastante extendida: los impuestos quitan el dinero a la gente, el Estado es una gran máquina que coarta la libertad individual y la iniciativa privada que mueve el mundo, las empresas son las que crean riqueza… Cuando en cada crisis vemos que esto no es así. Las empresas se van al carajo y es el Estado quien tiene que salvarlas. Hay que recordar una cosa cuando hablamos de Estado. El Estado es que salga agua corriente del grifo y te la puedas beber. Que vayas al baño, pulses un botón y ya. Que el aceite no sea trucho, que lo que te comas no te vaya a envenenar… eso también es el Estado.

Dijo una vez Belén Gopegui que no hay mayor productora de ideología que una nómina. ¿También lo es estar pagando una casa a 20 kilómetros de la capital?

Cuando no paras de recibir tensión en forma de noticias sobre precariedad y crisis, tanto la vivienda en propiedad como la nómina son un búnker. En un modelo individualista, lo refuerzan. Volviendo a lo anterior sobre el Estado, tú no piensas que tienes una nómina porque hay un Estado y unos sindicatos que han negociado convenios colectivos. Piensas que es porque todo eso te lo has ganado tú y es lo que tienes que defender y proteger.

Si eres propietario es de suponer que no vas a querer que baje el precio del suelo porque se devaluará tu economía, la de tus hijos.

Claro, vivimos en un modelo en el que la principal forma de transmisión de riqueza generacional es la vivienda. En generaciones pasadas, la principal obsesión eran los estudios, ahora se trata más de dejar algo material y concreto porque si no no está claro que te vayas a mantener. Que a los hijos les vaya bien es el deseo de todo padre o madre.

Ha investigado cómo el modelo tiende a homogeneizar vecindarios: familias que suman buen sueldo, críos, sin mayores ni demasiada gente joven y no digamos ya diversidad racial. ¿Se puede hablar de comunidad en este tipo de viviendas?

Se puede hablar de comunidad hacia dentro. Por dentro sí hay cierta vida comunitaria. La cuestión es a nivel más general, por ejemplo de crear barrio. Crear barrio requiere espacios para encontrarte con los demás.

Sobre la homogeneización, si se deja margen a la iniciativa privada, se construye y se zonifica por renta. Esto lo vemos en Madrid: el norte queda para las rentas medias-altas y el este paras las medias y medias-bajas.

Algunos son sitios sin nombre. PAU (Plan de Actuación Urbanística)-3 o PAU4, en Móstoles, son ejemplos que cita.

Ya le darán nombre. Pero sí, hay muchas calles iguales y con nombres iguales: calle Orión, calle Casiopea, calle Perseidas…

O calles con nombre de países o de monedas. Es como si se evitase a toda costa cualquier referencia social.

Hay sitios donde sí lo han intentado. Se podían haber puesto nombres de escritores, por ejemplo. En Zaragoza hay un sitio donde pusieron nombres de películas y en otro de videojuegos. Existe la Avenida Super Mario Bros. El pensador George Steiner decía que Europa eran tres cosas: los cafés, la calle –sitios donde te podías encontrar gente diferente además de debatir y pasear– y la Historia. El peso de la Historia. Los nombres de las calles, las estatuas, las casas, lo que había sucedido allí. La calle Berlín en el PAU-3 no tiene Historia. Pero bueno, quienes están creciendo ahora allí dentro de unos años harán sus rimas sobre su PAU.

¿Hace tiempo que no es necesario ser rico para tener una casa unifamiliar con piscina?

No, no, ahora no. Antes sí, alguien te decía que vivía en una urba o un chalet o tenía piscina en casa y decías ostras. Y hay diferentes precios: en Madrid es uno, en Arroyomolinos otro y si te vas a Toledo otro. La comarca toledana de La Sagra, que limita con Madrid, es una de las zonas con más piscinas de España. Es Castilla-La Mancha, el suelo es más barato y es una región Objetivo 1 de la Unión Europea. La diferencia entre épocas se ve bien entre Médico de familia y La que se avecina. Una era un rico. Los hijos de Emilio Aragón en la serie eran los clásicos niños de urba. En La que se avecina es gente más diversa.

Hablemos de la vida de garaje a garaje. El coche en el PAU acerca a vivir sin depender de otros, y, exceptuando atascos, a vivir sin esperar, que tiene un marcado carácter de clase. ¿Eso también implica incorporar otra manera de mirar el mundo y de desenvolverte de él, quizá hasta de exigirle?

Claro, hay una serie de gente que no quiere hacer cola y que les molesta muchísimo tener las mismas normas que los demás. Los primeros que se quejaron de las medidas restrictivas fueron los del barrio de Salamanca porque tenían que ser como los demás. Había algo que el dinero no podía comprar. Para cierta mentalidad eso es insoportable. El transporte público tiene un horario fijo, tienes que hacer cola y estás al mismo nivel que el resto. El coche te libra de todo eso: mi mundo, mi espacio, mi música. El coche es un proyecto político muy importante. Quitar el coche es algo que debe hacerse con cierto sentido. No puedes mandar a la gente a 50 kilómetros y no darles opción de transporte después.

Solo en tres localidades de la comarca alicantina de la Marina Alta, Benissa, Teulada y Benitatxell, hay 11.000 piscinas para 25.000 habitantes. Mucha agua donde no sobra.

Este modelo es bastante insostenible. Ya se sabía que lo era hace veinte o treinta años cuando la burbuja inmobiliaria lo difundió. Creo que el juicio moral de cosas que ya se sabían puede ser contraproducente. Las administraciones sabían esto y ahora cargan contra la gente a la que sacaron fuera.

En el libro dice que jugar deja de servir precisamente porque no sirve para nada. Un poco como en esos programas que hablan de música, cocina o incluso de atracción humana solo en clave de ganadores o perdedores. Sin un barrio en el que hacer gran cosa y en un clima de Superliga formativa, ¿las extraescolares se hacen fuertes en el PAU?

La competición es el formato de nuestras vidas. Igual es un poco duro, pero es así. Incluso hay concursos de convivencia. Gana la persona que se mantiene, que no da su brazo a torcer, que no cambia. El deporte escolar ha asimilado toda la escenificación del deporte adulto. Clubs, camisetas, formatos, la salida al campo, la gestión de la victoria y la derrota. Se olvida que es un juego. Y no solo eso, si nos fijamos en otras actividades no solo para críos, como la lectura, también está eso de que tenga que ser útil.

Ya hay una generación de nativos Pauers, niños crecidos en estos entornos para quien la homogeneidad es normalidad.

Hay que hablar de un contexto en el que lo diferente, en todos los sentidos, molesta. Tenemos un montón de aplicaciones que en base a nuestros gustos nos preparan un menú. Pero justo lo interesante es no saber qué encontrarte o hacerlo con algo diferente. Hacer previsiones es muy complicado. Hay un proceso de no gustarnos la diferencia, y quizá tiene que ver con la competición. Cuando vemos algo diferente, establecemos una competición y pensamos que una de las dos cosas tiene que ganar, cuando seguramente no es así. Lo interesante es la convivencia, las cosas normalmente no son excluyentes. Tenemos que escuchar lo que no queremos oír y pensar que otra gente puede tener razón. Salir de que si el problema no me afecta a mí, no me interesa.

Esta epidemia de falta de tiempo no ayuda. El “no tengo tiempo para guerras de otros”.

Probablemente, la extensión de la jornada laboral y tener que ser productivo 24 horas es fundamental.

Se habla mucho, normalmente con desdén, de las burbujas digitales. La España de las piscinas no deja de ser una suma de burbujas analógicas.

Hay una idea de isla física. Cuando hay un barrio que se crea con una autovía de por medio, eso es una isla, ahí no se puede entrar. Ahí esperas ver gente como tú cuando sales a la calle. Si ves a alguien diferente, te llama la atención. Limita mucho la idea del “otro”, de la persona con la que tienes que llegar a acuerdos cotidianos, a hacer la cola de la pescadería.

Si hablamos de seguridad, lo distinto alerta. ¿No es una paradoja que ese repliegue hacia dentro te aleje de cierta red comunitaria y te descubras vulnerable?

Sí, claro que lo eres. Si estás solo, eres más vulnerable. De forma práctica además: tres cuartas partes de los robos en viviendas son en chalets. Ahí hay menos gente que vigila. Si hay cualquier ruido en un piso, el vecino o vecina sale a ver qué está pasando. La obsesión securitaria se conecta también con la competición y la homogeneidad, la idea de que nada cambie. Había un tipo de Securitas Direct que decía “hemos creado una categoría: la necesidad de estar tranquilos”. Que no pase nada no puede pasar. Es imposible acabar con la incertidumbre, no puedes controlarlo todo. No se puede darle a la pausa al mundo, y mucho menos rebobinarlo.

Mirando al futuro, señala el peligro que corre una ciudad como Madrid que proyecte su desarrollo fijándose en Londres o París pero acabe como un ente socialmente tan polarizado como Buenos Aires o México DF. Pandemia mediante, y si la desigualdad no es un accidente sino el modelo mismo, ¿qué nos espera?

Hay datos de la subida de precios en municipios de fuera de grandes ciudades. Para salir fuera tienes que poder hacerlo. No puedes decir “el siguiente confinamiento que me pille en una parcela de Buitrago de Lozoya”. Se van a construir 100.000 nuevas viviendas en el este de la Comunidad de Madrid. Y Metrovacesa ha comprado los terrenos donde se iba a hacer Eurovegas, en Alcorcón. De momento, no es urbanizable. De momento. Pero es una zona tremendamente golosa para este apetito de que, ante cualquier crisis, la receta sigue siendo turismo y ladrillo.

Escribe ficción y su ensayo está lleno de referencias audiovisuales. ¿Cómo imagina la gran película o serie Pauer?

Creo que sería una mezcla entre las películas VivariumEl bosque y Déjame salir.

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Comentarios
  1. LA ESPAÑA DE LAS PISCINAS, LA ESPAÑA CUTRE, LA ESPAÑA DE LA MORDAZA, ¡QUE MUERA LA INTELIGENCIA!
    Edu Galán, director de Mongolia: “¿Por qué los sentimientos religiosos están protegidos y no los ateos o científicos?
    El fundador de la Revista Mongolia lamenta que derechos como la libertad de expresión se vean ahora, en pleno 2021, “amenazadas por parte de la ultraderecha más carca”.
    ¿Sigue habiendo censura en España en pleno siglo XXI? “Me preocupa que cosas que parecen que están superadas, como la libertad de expresión, que protege la libertad creativa y artística, se ve amenazada por parte de la ultraderecha más carca. Estamos viendo cómo grupos de presión piden que protejan sus sentimientos”.
    “En una democracia, la libertad de expresión y creativa, siempre que no caiga en actuaciones en contra del derecho de honor o intimidad, está protegidísima. Por eso, no entiendo cómo poderes políticos, como en este caso el Ayuntamiento de Toledo con un espectáculo privado, entran en este juego. En el caso de Vox lo entiendo perfectamente. La única propuesta que tienen para la democracia es hundirla“.
    “En Mongolia hemos recibido amenazas, la ultraderecha ha venido por nosotros, han tratado de que no actuásemos. Pero la crítica a la religión, al inmovilismo y al tradicionalismo forma parte de la labor de las revistas satíricas para ensanchar nuestras democracias; que crezcan y vayan evolucionando hacia una libertad de expresión más plena”.
    “Es un trabajo que hay que llevar a cabo muy poco a poco hasta que, por fin, consigamos, por ejemplo, acabar con cosas tan aberrantes como que se mantenga en el Código Penal la ofensa a los sentimientos religiosos”, ha apuntado Galán, que se ha preguntado “por qué los sentimientos religiosos están protegidos y los sentimientos de los ateos o científicos no lo están. De ahí lo absurdo de esta paradoja”. “Si algo te ofende, estamos en una democracia. Ve al juzgado si quieres, pero la mejor solución es mirar para otro lado”.

    Yo no creo Edu, para nada, éso de que estamos en una democracia. Hay muchas carencias para que se la pueda llamar así. Cuando mandan los mercados y no el pueblo…. Cuando los pueblos están manipulados y desinformados… cuando seguimos con casi todas, por no decir todas, las ataduras «bien atadas» de la dictadura….cuando los auténticos demócratas aún están abandonados en las cunetas….ect. ect.

  2. Artículos así son necesarios.
    Miles de piscinas llenas, ríos secos o en trance de secarse.
    La falta de sensatez, la inconsciencia, el ir a lo «mío», cuantos problemas y dramas trae.
    Y que manera de ir para atrás en este sentido en pocos años.

  3. EL HARAKIRI DEL CAPITALISMO Y DE LOS HUMANOS (E.en A. La Ribera)
    …Quizás el capitalismo podría seguir indefinidamente de crisis en crisis, engañando a los pueblos, atemorizándolos y sacrificandolos periódicamente en guerras con cualquier excusa, para resurgir flamante sobre la montaña de víctimas. Esto es lo que ha hecho durante mucho tiempo y como muestra tenemos el caso de EE UU, que desde su Guerra de Independencia (1775-83) ha participado en otras 112 guerras, más numerosos golpes de Estado, dictaduras, guerras civiles, etc., por lo que casi siempre ha estado en guerra (un gran negocio para los capitalistas más astutos y con menos escrúpulos) .
    Podría seguir así, si no fuera porque tenemos sobre nosotros la crisis medioambiental que nos amenaza a todos, incluso a las generaciones futuras, porque el capitalismo occidental y el «comunismo» oriental han maltratado tantísimo a la Naturaleza y los equilibrios fundamentales para la vida que hoy estamos todos en peligro. Tal vez el que mejor resumen la gravedad de la situación actual sea la extinción de unas 36.000 especies cada año por el impacto humano sobre la biosfera (1000 vueltas más de lo que sería natural), la VI Gran Extinción que dicen los biólogos.
    Hemos sobrepasado todos los límites y las consecuencias estallan por todas partes, ya no las pueden ocultar como han hecho hasta ahora.
    El gran capital lo sabe, las grandes petroleras tienen informes detallados y predictivos almenos desde la primera reunión internacional sobre el clima allá por 1979. Pero, salvo excepciones, no quieren cambios y siguen estrangulando con sus largos tentáculos gobiernos, instituciones y grupos críticos para mantener sus lucrativos y sucios negocios. No quieren ver la gravedad de la situación, ni que su postura irracional nos lleva a todos al desastre absoluto.
    https://www.ecologistasenaccion.org/177581/lharakiri-del-capitalisme-i-dels-humans/

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