Opinión

Algunas cosas no tan claras

"Un verso suelto, alguien que no busca la caricia de quienes se creen sus dueños, es peligroso para quienes quieren y pueden decidir de qué y cómo se informa", escribe Miquel Ramos sobre 'Las cosas claras'.

Jesús Cintora, el presentador de 'Las cosas claras'. RTVE

La semana pasada terminó mi breve paso por TVE. Recuerdo el día que me escribió Jesús Cintora, hace casi un año, en otoño de 2020. Hacía poco que había terminado mi colaboración con el programa Al Ras de À Punt tras un par de años acompañando a Jéssica Crespo y a Joan Espinosa una vez a la semana en la radio pública valenciana. 

Y me vino el típico síndrome del impostor, de aquel que piensa que no se merece lo que le pasa, y, en mi caso, preguntándome incluso si sabían bien quién era yo, lo que pensaba y lo poco que me callo. Pensé que quizás, una vez se dieran cuenta, no me volverían a llamar. Estamos muy poco acostumbrados a escuchar determinadas voces y ciertos discursos en televisión. Hay temas y opiniones que no interesa visibilizar, aunque afecten a la mayoría de la sociedad. Quizás también era eso. Lo raro que me parecía todo

En Las cosas claras se habló de desahucios y del derecho a la vivienda. De las corruptelas interminables de políticos de todo pelaje, y de las andanzas del intocable Borbón, algo que, sin duda, no sentaba nada bien en algunos despachos. O de la ofensiva reaccionaria y los discursos de odio cada vez más normalizados contra el feminismo, el colectivo LGTBI o las personas migrantes. Se debatía sobre las actuaciones policiales, sobre el poder de los medios de comunicación y de los oligopolios mediáticos. Y de las fechorías casi siempre impunes de los grupos nazis y fascistas.

Tampoco sentaba nada bien cuestionar a los grandes poderes de este país. A los bancos o a las compañías energéticas repletas de excargos de los distintos gobiernos gracias a las infames puertas giratorias. Cargos ocupados por miembros de esos partidos que deciden lo que hay o deja de haber en la televisión pública, con sus votos en el consejo de administración, por cierto. 

En todos estos casos pude hablar con absoluta libertad. Nunca nadie me censuró. Incluso los compañeros y compañeras con quienes debatía y discrepaba, a quienes me une hoy un cariño especial, enfrentaban mis opiniones con respeto. Había pluralidad en la mesa, y eso nadie lo puede negar. En todos los medios con los que he colaborado, he valorado mucho la honestidad y la bondad de mis compañeros y compañeras, más allá de su ideología o incluso de la empresa para la que trabajan. Y es algo de lo que me siento orgulloso, de poder presumir de haber estado rodeado de buena gente

Al preguntarle por Las cosas claras, el presidente de RTVE, Pérez Tornero, decía en una entrevista reciente que la televisión pública no puede albergar “programas para vociferar”. Otra excusa para desprestigiar uno de los pocos programas donde se hablaba de política y de actualidad con pluralidad de voces en la mesa. Sin embargo, nadie cuestiona que la televisión pública dedique recursos a informar sobre moda, sobre los asuntos del corazón de las élites y los famosos o que gaste recursos públicos en concursos de cocina y competiciones de talentos varios. ¿Regalamos así los espacios de reflexión y de debate a las empresas privadas? Si vas a una cadena privada, aceptas sus reglas, porque son un negocio y tienen derecho a elegir lo que hacen y cómo lo hacen. Pero lo público no debería estar sometido al mercadeo de favores e influencias, como desgraciadamente viene pasando en este país. 

En pocos meses he recibido una master class de la basura que hay detrás de todo esto. Y puedo decir que todo es más feo, despiadado y cruel de lo que parece. “Aquí hacemos periodismo. Hay gente que por detrás hace otras cosas. Y con eso tenemos un problema muy gordo. Sean honestos, hagan periodismo”, dijo Jesús en su despedida del programa. Y tiene razón. La campaña de desprestigio constante en diferentes medios, acompañando los movimientos subterráneos para acabar con el programa, no fue casual ni desinteresada. 

Yo le agradezco la oportunidad que me dio sentándome en su mesa. Pero más todavía, haber llevado a cabo un programa valiente, con temas incómodos para algunos bien poderosos, y haberlo sacado adelante a pesar de saber que tenía los días contados. Un esfuerzo que no se entiende solo por su profesionalidad sino también por su compromiso con los espectadores que hasta el último día no dejaron de apoyarlo. Y con el equipo que hizo el programa.

Las cosas claras y Jesús Cintora no han sido ni los primeros ni los únicos que han sufrido la censura descarada en este país. Unas veces fueron decisiones empresariales, por motivos varios, las que terminaron con algunos programas y vetaron a ciertos profesionales. Otras, decisiones judiciales que, años más tarde, acabaron demostrándose arbitrarias e improcedentes. 

Lo grave en este caso, y en otros anteriores, es que haya sido una televisión pública la que haya decidido privar a la ciudadanía de un programa informativo plural y cada vez más visto y apreciado por la audiencia, cuyo contenido no estaba sujeto a las presiones de los anunciantes ni a los intereses de las empresas propietarias de la cadena. Ni a las directrices de uno u otro partido. Un verso suelto, alguien que no busca la caricia de quienes se creen sus dueños, es peligroso para quienes quieren y pueden decidir de qué y cómo se informa. Y sus intereses, créanme, no son los mismos que los de la ciudadanía.  

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Comentarios
  1. He recordado recientemente las palabras del Espectador 2º al escuchar al Cardenal de Madrid, Carlos Osoro, discurrir sobre la cruz del Valle de los Caídos. Dijo más o menos que no hay que pensar en demolerla porque simboliza el amor y el perdón. Y yo le digo al prelado que no es así. Que una cruz, la más alta de Europa, colocada encima -hasta hace poco- de un dictador genocida y, todavía hoy, de unas 15.000 víctimas del régimen sacadas de fosas comunes sin el permiso de sus familias, no es una cruz cristiana y en absoluto representa el amor y el perdón. Simboliza el triunfo del fascismo apoyado por una Iglesia que tuvo el cinismo de calificar de Cruzada la lucha contra la legalidad republicana. A mi juicio, aunque quiten de Cuelgamuros todos los restos de los sacrificados, la cruz, por su infame historia y su grotesca visibilidad, debe ser destruida.
    (Ian Gibson – «La cruz»)

  2. Cuanta razón Miquel.
    Así están las cosas. Somos la ciudadanía la que tenemos el poder de cambiarlas, pero no se que nos habrán hecho que cada día estamos más dormidos y aborregados. Tragamos sumisamente todo lo que nos echen.
    Lo que está sucediendo actualmente es para asustar. Es una sutil dictadura más peligrosa todavía que las dictaduras «abiertas».
    Todo quedó bien atado y todo sigue bien atado. Felipe VI, más retrógrado y autoritario que el padre, es un monarca «democráta». El PSOE, como siempre, al servicio de los poderes establecidos; pero claro, es lo que quiere un país sociológicamente franquista, manipulado e inculto.
    Declaración de Izquierda Castellana ante los intentos del gobierno de ilegalizarla.
    https://insurgente.org/declaracion-de-izquierda-castellana-ante-los-intentos-del-gobierno-de-ilegalizarla/

  3. Y como ha permitido el PSOE esto? Y Podemos? Necesitamos una explicacion de estos partidos. Que hacen en el Consejo de Administracion de TVE?

  4. Pérez tornero acabará de directivo en una eléctrica supongo. Me he quedado vacío sin el programa, para informarme tengo que buscar por YouTube o telegram, es una vergüenza que el fascismo nos eche su nauseabundo aliento en la nuca y no se pueda hacer nada, el bloque de centro derecha radical y sus mecenas manipulando y blanqueando las mentes de obreros y jornaleros, que han perdido completamente el sentido de identidad y se sienten clase media, luego ocurre como en Madrid, la gente vota lo que vota y después a llorar por que cierran centros de salud. Desde Andalucía la tv pública nos informa con toros y coplas. Es para echarse a llorar.
    Un abrazo y mucha suerte, habéis hecho historia en la tv. Ojalá se repita.

  5. No sois muchos los periodistas honestos y valientes, pero sois muy grandes e imprescindibles. Os seguiremos dondequiera que vayáis.

  6. Queremos agradecerte tu participación en el programa Las cosas claras. Agradecerte tus intervenciones honestas tratando de desenmascarar a seudoperiodistas portadores de informaciones que intentan confundir a los ciudadanos. Has demostrado entereza, valentía y convicción en tus argumentos e informaciones. Por todo ello, gracias Miquel y gracias también a Jesús por haber contado contigo para el programa. Hasta siempre. Un abrazo.

  7. gracias Miquel

    por mi parte, no alcanzo (más allá de pequeñeces) a saber que hacer contra esta y otras injusticias
    necesitamos alguien que nos ayude y marque el camino en una lucha que estamos tardando en comenzar

  8. Soy una de las muchas personas que veía Las Cosas Claras y ahora nos han dejado, un sabor de indignación con esta decisión tan poco ética de dejarnos sin este programa, del que nos sentíamos orgullosos las personas de bien. Un programa honesto que informaba con total veracidad, en este país la justicia ha llegado a tal degradación que da verdadero pavor y asco.

  9. Programas como éste no deberían,ser retirados, si sería mejor que retiraran a los directivos que prohíben la verdad de todos los temas oscuros de este país, que son muchos.

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