Los socios/as escriben

La crisis climática ya está aquí… y los locos también

Antonio Zugasti escribe en Los socios escriben sobre cambio climático y los multimillonarios que ahora deciden emprender una carrera espacial

Una mujer camina por el agua de la inundación tras las fuertes lluvias en Gross-Vernich, Alemania, 15 de julio de 2021. REUTERS/Wolfgang Rattay

Los efectos del cambio climático –y sus causas– hace tiempo que venían observándose en todo el mundo, pero los países más ricos no nos sentíamos demasiado afectados. En cambio, el impacto en zonas depauperadas ha producido la pérdida de la forma de vida en amplias regiones. El cambio climático destruye cosechas, mata rebaños o hace invivibles áreas enteras, obligando a desplazarse a millones de personas

Un estudio realizado por la ONU ha analizado los datos sobre migración a 16 estados miembros de la OCDE desde 198 países de origen. Según sus resultados, las temperaturas más altas y el número cada vez mayor de desastres naturales relacionados con el clima en los países de origen son factores fundamentales en el aumento de los flujos migratorios. Según el investigador de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), Dennis Wesselbaum,»el cambio climático es más importante para las migraciones que los factores económicos y políticos en los países de origen».

Ahora esos desastres causados por el cambio climático empiezan a llegarnos muy claramente a los países más ricos. En América del Norte ha sido una ola de calor, con temperaturas de casi 50ºC, la que ha golpeado duramente a la agricultura y la fauna. El calor récord está agravando las severas condiciones de sequía en las que ya se encontraba la región y está afectando especialmente la agricultura y la biodiversidad de la zona. Sin contar la pérdida de vidas humanas. No es fácil determinar todos los fallecimientos debidos al calor, pero sin duda suponen muchos centenares.

Los incendios provocados por la ola de calor han calcinado más de 520.000 hectáreas en costa oeste de EE.UU. y en la Columbia Británica, en Canadá, alrededor de 3.000 kilómetros cuadrados se han convertido en humo. Los incendios son de tal magnitud que el humo provocado por esos fuegos ha llegado a la costa este del país.

En Europa, han sido las inundaciones provocadas por lluvias torrenciales las que han supuesto una enorme e inesperada catástrofe en Alemania y Bélgica. Son impactantes las imágenes de los estragos causados por el agua y estremecedoras las cifras de fallecidos y desaparecidos. Parecen sucesos propios de otros países, pero han ocurrido en el corazón de Europa.

Cuando parece que esto debería extender la conciencia de la amenaza que supone el cambio climático y la necesidad de tomar medidas radicales para evitar las causas  –empezando por disminuir radicalmente la emisión de gases de efecto invernadero– unos enloquecidos supermillonarios se lanzan a la carrera para desarrollar el turismo espacial. Piensan que, además de muy satisfactorio para su ego, puede ser un buen negocio.

 Coincidiendo con los desastres climáticos, Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta, ha realizado un vuelo de poco más de diez minutos. ¿Cuántas toneladas de CO2 se han lanzado a la atmósfera en ese vuelo? ¿Cuánto ha costado, en dinero y en energía, la construcción de esa nave espacial? ¿Ha mejorado en algo a la humanidad? ¿No tienen bastante los multimillonarios con sus grandes yates, sus coches de lujo y sus aviones particulares, que ahora quieren también naves espaciales?

Pues en manos de ese grupo de gente demenciada por su ambición insaciable está la economía del mundo. ¿Hasta cuándo lo consentiremos?

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