Cultura

Silvana Estrada: “Aquí se sale de noche y puedo salir sola, en México no”

Silvana Estrada llega con su gira 'Marchita' al Palacio Real de Madrid. En esta entrevista habla del feminismo que empezó a redescubrir durante los meses de confinamiento, el poder de las emociones y la esperanza que aprendió en familia.

Silvana Estrada. Foto: Sofía López Bravo

A Silvana Estrada (México, 1997) la ha visto crecer el escenario. Con dieciséis ya cantaba en cantinas. Con tan solo 24 la podremos encontrar en el Palacio Real de Madrid, dentro de su festival de jazz, así como en una gira que comprende las principales ciudades españolas y que parte del título de Marchita. Su música parte del corazón de una tierra asolada por el machismo para dar voz a la vulnerabilidad, la ternura y la esperanza que nos empujan a seguir adelante. Las composiciones de Estrada erizan la piel no solo por su capacidad vocal, que remite a las grandes divas del jazz, sino por su sencillez, que la permiten acceder al interior del gran público y no solo del especializado. Hablamos con ella del feminismo que empezó a redescubrir durante los meses de confinamiento, el poder de las emociones y la esperanza que aprendió en familia. Su ejemplo es el de una artista que es capaz de ejercer la lucha a través del pensamiento positivo y un mensaje de cuidado, propio y comunitario. 

Yo le conocí hace unos años cuando estaba empezando y, aun así, llenó la Sala Joy de Madrid. Fue un inicio de carrera en lo alto: era como… ’o sigues creciendo, o a ver’. Ahora el Palacio Real, ¿le entra vértigo?

Sí, me entra vértigo porque, como vengo una vez al año, aquí noto el crecimiento. En México no se nota tanto porque estás día tras día poniendo piedrita por piedrita y no te das cuenta. En México me siento igual que cuando empecé. Madrid es como una reglita pa medir: el primer show que hice aquí fue en el Café Berlín, el segundo que hice fue en la Joy Eslava, y ahora en el Palacio Real. Es una locura. Eso es lo que da más angustia, que aquí hay un montón de teatros, venues super chidos… Me encanta Madrid, yo estoy emocionada, por mí vendría ocho veces al año si pudiera.

Pero no se planteasvivir aquí, ¿no? Su vida está en México.

¿Sabes que sí me lo he planteado ahora en estos tres días de jet lag? Lo he pensado, me la paso muy bien, tengo trabajo (risas).

Pequeños detalles (risas).

Aquí se sale de noche y puedo salir sola, en México no. Eso me gusta, como que aquí hay una suerte de independencia que en México no tengo –como está tan peligroso no me pasa por la cabeza irme a las once de la noche a por una caña yo sola– y aquí sí. Me da una felicidad… estar en las calles tomándome una cerveza, viendo a la gente pasar ¡es un planazo! (risas)

Bueno, en el videoclip de Si me matan hace una especie de protección de la mujer, no es Hermana, yo te creo, sino Hermana, yo te quiero, un paso más allá del creer: es empatizar, sentir. Supongo que en ese sentido sí que anda más concienciada de todo esto y queriendo poner tu granito de arena.

Claro, sí, totalmente, porque una se acostumbra mucho a la violencia.

A eso me refiero, que cuando lo normalizas dejas de verlo, ¿no?

Sí, me parece importante resaltarlo: en México mueren muchas mujeres al día, y a veces me da mucho miedo ver cómo nos estamos acostumbrando, y creo que justamente la capacidad de notar que eso no puede pasar, que no lo podemos permitir, es la posibilidad de salvarnos. Sobre todo porque nuestros poderes son bastante masculinos, nuestros sistemas son regidos por hombres. Entonces, la verdad, creo que los hombres, desde su privilegio, tienen que hacer un esfuerzo extra. No digo que sean malos o buenos, digo que desde su privilegio realmente tienen que hacer un esfuerzo extra, y yo veo que les cuesta muchísimo empatizar y ponerse en los zapatos de la otra –que se ha formado esta diferenciación ilógica de lo que es un hombre y una mujer–.

Hay una incapacidad de empatizar por esta diferencia de roles así tan violenta… pero bueno, yo creo que está cambiando, y creo que esta canción que mencionas que hice, pues sí, es un intento de demostrar que estamos avanzando de alguna manera, que no estamos solas, que va más allá de edades. El vídeo con el que salió la canción también es un argumento performático de decir, a ver, esta canción se la canto a las niñas, a las mujeres y a las más grandes; hay una mujer embarazada, las que vienen… porque nos duele a todas igual, ¿no? Seas feminista o no, seas de derecha o de izquierda… es que a todas nos joden

No poder salir a tomar una caña a las once… ¡Eso lo entiende hasta Ayuso! (risas). Para mí fue bonito, porque es cierto que su música siempre se considera como música sentimental, delicada, que entraría en los viejos tiempos como ‘música ligera’… Pero incluso ahí, que es música consumida sobre todo por mujeres, es muy ‘democratica’, la puede escuchar todo el mundo porque es bonita, te llega, y puedes crear un refugio dentro de lo que es la vulnerabilidad, la ternura, lo ligero. No todo tiene que ser una lucha contra el poder, sino decir: «Hermana, yo te quiero».

Sí, luego se nos olvida… Mi papá dice algo muy bonito –porque él es un enamorado de la esperanza, son unos viejos muy enamorados de creer que todo va a mejorar y me encantaría ser así también–: “Bueno, pero al final lo que nos queda es entender que la política (si lo quieres ver como política), refiriéndose a mi canción, tiene que ser generosidad, y no mucho más». 

Durante el coronavirus, se temía que, como la atención estaba en el coronavirus y lo urgente era eso, se olvidaran otros temas, como lo que decía Simone de Beauvoir, que basta que haya una crisis para que todos los derechos que has conseguido se vayan al garete porque va a estar el foco importante en otro lado. ¿Usted ha sentido eso estando allí?

Claro, sí, en México aumentaron bastante las denuncias de abuso infantil, por ejemplo… Y pasó algo brutal, que es que los centros de aborto no abrieron porque no se contaron como emergencia médica relevante, y el único lugar donde era legal y gratis abortar es en Ciudad de México –donde vivo yo, que no soy de ahí pero ahí vivo–. Como se cerraron, muchas niñas tuvieron hijos. Niñas. Claro que la atención se perdió. Pasaron cosas muy feas. Pero por otro lado, creo que la gente tuvo tiempo de reflexionar, ¿no? Porque hubo un trabajo mucho más interior, mucho más discreto y mucho más personal en la cuarentena, en el que la gente creo que pudo repensarse la vida un poco.

Yo lo espero porque a mí me costó un montón la cuarentena, y yo me repensé muchas cosas. Mi proceso en el feminismo ha sido muy solitario en general. No porque no encuentre colegas y tal, todas mis colegas y compañeras son feministas; todas nos amamos y yo soy una persona muy amorosa y creo que eso de entrada es bastante chingón. Pero mi proceso feminista en realidad se profundizó un montón en la cuarentena, fíjate lo que te digo. Aislada del mundo en un quinto piso en la Ciudad de México, viviendo sola. Encerrada en casa, sin poder salir, me vi sin un perro que me ladre, y ahí sentí que mi empatía se había elevado, curiosamente. Porque tenía tiempo, porque empecé a ser yo conmigo misma mucho más amorosa y a tratarme mejor. Porque me di cuenta de lo mal que nos tratamos en el día a día. El cuidarme más yo me permitió ser mucho más empática con las luchas del mundo, con los movimientos con los que yo me represento. Leí mucha Rita Segato, leí mucho de feminismo… Aquí hay una chica que me gusta mucho, Coral Herrera, es muy buena. Se te hace el corazón pequeñito. Escuché su podcast y leí su libro, el de Las mujeres que ya no sufren por amor, y nada, como que fue un viaje muy bonito. 

En el feminismo, en la idea de ser mujer, cuando te separas de la sociedad que te está repitiendo que eres mujer y cómo son las mujeres, pues tú te replanteas por qué ¿no? ¿Qué tengo yo más allá de la sexualidad mía que me identifica, que sí me gusta, qué sí quiero conservar? ¿Qué no me interesa del rol de ser mujer? ¿Qué no me quiero cargar a los hombros y qué sí me quiero cargar a los hombros? La distancia me dio un montón de sabiduría nueva, y creo que a mucha gente nos funcionó para eso, para repensar el trabajo, el dinero, la política, la salud, y en ese sentido creo que sí, que es lo más fuerte que hemos vivido como generación, pero también espero que sea lo mejor que nos haya pasado como generación, ¿no?

Dice que sus padres son más esperanzadores que usted pero el mensaje que lanza es también muy esperanzador. A lo mejor algo se le ha pegado.

Pues sí, algo se me pegó. Hay una escritora que me gusta mucho, Lucía Berlín, que me da mucha risa, yo me identifico mucho con ella porque está bien loca, y tuvo una vida así como muy intensa desde muy niña. Tiene un libro muy bonito que se llama Volver a casa, que son cartas que ella manda. Empieza a escribir la carta y se está quejando tacatá y luego empieza a hablar y se está quejando de sus suegros, pero luego dice “la verdad es que son muy lindos, y aquí nos la pasamos muy bien…”.

Se siente mal…

Claro, y al final dice como “puta madre, otra vez estoy haciendo esto de tener que ver todo bonito y no poder decir que lo feo es feo, no más.

¿Le pasa a usted eso?

Sí. Al final siempre intento ver la belleza, y es un poco desgastante, pero es bueno. Es un buen titular, ¿no? (risas), intentar ver la belleza todo el rato es desgastante. 

-Sí, exacto (risas).

Ha firmado con una discográfica, y quería saber si sigue manteniendo su independencia. Porque cada vez que se hace más grande es como que hay más gente. ¿Cómo lo hace?

La verdad que sigo manteniendo mi independencia, la diferencia es que ahora tengo más colaboradores, y más posibilidades, de viajar por ejemplo, de probar territorios nuevos. Lo de lanzar el disco pues la verdad es que sí se ha retardado bastante por cuestiones contractuales con la disquera, y por la pandemia sobre todo, pero bueno, ha sido una decisión bastante unilateral, de decir ‘pues no, no lo saquemos ahora, porque es un disco como muy triste, muy para dentro, no sé si es lo que la gente queremos oír en la pandemia’.

¿Eso es lo que le salió en la pandemia?

No, en la pandemia curiosamente escribí como para hacer dos discos. Escribí muchísimo y, este, Marchita, realmente es el disco que escribí hace dos años: llevo dos años queriéndolo sacar, estoy un poco quemada también. Nos hemos tardado, pues para sacarlo bien, hicimos un material audiovisual súper importante; le hicimos una película en plan solo videoclip de cuarenta y tantos minutos de lo que dura el disco, que es como una historia.

Qué curioso, eso no lo está haciendo nadie ahora. De hecho lo que se está haciendo es fragmentar cada vez más.

Yo decía, este disco es tan inmersivo y tan conceptual que a mí me dolía mucho tener que sacar sencillos. Sí voy a sacar sencillos porque ahora no hay manera de no sacarlos, pero tenía mucho interés, por alguna razón, en que la gente se sentara y lo escucharan de pe a pa. Y pensábamos, con mi manager, que la mejor manera es ponerles algo visual, que no se den cuenta pero al final hayan oído todo el disco sin parar.

¿Ha sentido alguna vez que le cuesta que le escuchen?

No, nunca, curiosamente nunca.

Está bastante bien poder decir eso.

Bueno, yo empecé de niña tocando en bares, ahí sí que me costaba porque todo el mundo estaba borracho.

Ya no le vienen a ver borrachos, supongo. 

En mis conciertos ya no se vende alcohol… (risas).

¿Y borracha ha tocado alguna vez?

¡Nunca jamás, eh! ¡Nunca! Ni fumada… Soy muy responsable a la hora de tocar. En el resto de la vida no soy tan responsable pero para tocar soy como súper deportista en ese sentido: caliento, estiro, tomo agua desde la mañana…

Es lo contrario a todo el arquetipo de las divas del jazz.

Sí, y me encanta que ahora ha cambiado un montón la idea del artista, se ha humanizado mucho más, creo que hemos dejado de endiosar tanto a los cantantes y a las cantantes y ahora siento que nosotros como artistas hemos asumido que es un oficio, y en tanto es un oficio también nos cuidamos más, somos más responsables con cómo son nuestros directos. 

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Comentarios
  1. Todo se andará, Silvana.
    A la vista está para el que esté despierto de que aquí vamos para atrás en derechos, libertades, justicia, valores, lucidez y sabiduría.
    Aquí seguimos el mismo camino a medida de que las masas están cada día más manipuladas y dormidas.
    Me llamarán exagerada, no será la primera vez, tampoco será la primera vez que el tiempo me ha dado la razón.

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