Sociedad

Justicia para Samuel: el abrazo contra el odio

Miles de personas se congregan en la céntrica plaza de María Pita en A Coruña para reclamar Justicia para Samuel, presuntamente asesinado por trece personas al grito de 'maricón' el pasado fin de semana.

La cara de Samuel en la camiseta de uno de sus amigos durante una concentración en A Coruña. ANA VEIGA

“Yo solo quiero que nadie más tenga que pasar por esto”, dice Vanesa antes de romper a llorar y esconderse en el centro de 20 brazos entrelazados de sus diez amigos y amigas. Todas esas personas se agarran, se apoyan y lucen, como una sola, la misma camiseta: Justicia para Samuel.

Vanesa asegura que estaba al otro lado de una videollamada cuando se produjo la brutal agresión a este joven en A Coruña. Ahora mismo, todas las líneas de investigación están abiertas y aún no se han producido detenciones. Ella cuenta que escuchó los gritos de su novia, los golpes a Samuel y, después, un largo silencio seguido de una espera infinita para intentar recontactar con alguno de sus amigos. Según denuncia, un joven le pegó al grito de ‘maricón’ para volver, al cabo de unos minutos, con otros 12 amigos. Samuel, de 24 años, no sobrevivió a esa noche.

Este lunes, en las camisetas que llevan sus amigos con su rostro, luce también una bandera arcoíris y la frase ‘tus amigos te queremos‘. En la espalda, la rabia toma forma de hashtag: #JusticiaParaSamuel

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Los amigos y amigas de Samuel no se separan en la media hora que dura la concentración en A Coruña.

Más de 540.000 tweets le dan vida. También miles de concentraciones en toda España y el eco de su nombre en plazas, calles y avenidas que, hace tan solo siete días, se llenaban de color, diversidad y orgullo. «Lo que te llaman cuando te matan, importa», se podía leer en otros carteles que echaban la vista cien años atrás, cuando asesinaron a Lorca. En esas otras plazas se desencadenaron cargas policiales.

En A Coruña, el cielo gris acompaña el estado de ánimo general, sombrío pero no cabizbajo. La lluvia cae recia al inicio de la concentración pero amaina ligeramente cuando la muchedumbre empieza a aplaudir como si, en cierta manera, decidiera dar una tregua a quien ya ha tenido suficiente. NO A LA HOMOFOBIA, LA HOMOFOBIA MATA y JUSTICIA PARA SAMUEL retumban en las paredes de la plaza de María Pita, delante del Concello de A Coruña. “Son siempre las mismas manadas, siempre atacan de noche porque les molesta que nos atrevamos a vestir y ser como somos mientras ellos tienen que actuar desde las sombras para intentar impedirlo”, explican desde el micrófono representantes de las asociaciones ALAS (Asociación pola Liberdade Afectiva e Sexual) A Coruña y AVANTE LGTB+, organizadoras del evento junto con otras entidades feministas y LGTBIG+ de Galicia, mientras los miles de asistentes, delante del Concello de A Coruña, corean enfurecidas.

«¡Basta de homofobia!» grita el entorno cercano de Samuel, seguido por la multitud.

Poco a poco, empieza el recuento. “La semana pasada, agresión homófoba a una pareja. Este fin de semana, un asesinato. Y cuando aún estamos llorando por Samuel, queman una bandera. ¡COBARDES, LGTBfóbos de mierda!”. Y el público estalla, casi literalmente. La lluvia para de golpe.

La emoción es palpable y una cantante toma el micrófono con What’s going on de 4 Non Blondes. Las amigas y amigos levantan los brazos visiblemente emocionados en señal de agradecimiento y el público les corresponde imitando el gesto. Se acercan lo más cerca que el protocolo COVID permite y sonríen como sonreímos en estas épocas pandémicas, con la mirada. “Nosotras nos apoyamos, nos van a tener en frente”. Aplausos y lágrimas en este orgullo atípico: «No van a poder con nosotras».

Escalada de violencia y LGTBIfobia

«Ha sido un fin de semana bastante negro para el colectivo. No ha sido solo lo de Samuel –que evidentemente ha sido lo más grave-… pero estamos consternadas”, dice compungida Ana G. Fernández, presidenta de ALAS A Coruña. Se refiere a la agresión de una mujer trans en Santiago de Compostela por un hombre de unos 30 años, según ha denunciado la asociación Avante LGTB+ Compostela en las redes sociales.

Días antes, saltaba a los medios la reacción de la aldea de Cabo de Cruz (Boiro) al vandalismo homófobo que sufrió uno de sus vecinos por poner la bandera del colectivo LGTBI en su ventana en el Día del Orgullo. Y en mayo, un menor denunciaba haber sido víctima de una agresión homófoba en Vilagarcía de Arousa por pasear de la mano con un chico.

No son los únicos casos recientes. Ha habido agresiones en Cataluña, País Vasco, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana… “Estos días todas nos hemos parado un momento a pensar y todas nos hemos acojonado porque podíamos haber sido cualquiera de nosotras. Las personas que tenemos pluma siempre ponemos la cara desde el momento que ponemos un pie en la calle. Tenemos nuestros mecanismos de supervivencia para lidiar con todo esto”. Ana G. Fernández se revuelve. “No puede ser que la pluma nos lleve a la muerte. Eso no puede tener cabida, en ningún país, en ninguna sociedad”.

“Es momento para que esta sociedad recapacite y las organizaciones LGTBI no estamos más que para seguir trabajando y repitiendo que no adoctrinamos sino que educamos en derechos humanos, en diversidad, en igualdad”, dice en referencia a los mensajes vertidos por la ultraderecha. “Para los colectivos es claro que sigue habiendo homofobia porque si no, no existiríamos. Nuestra misión es desaparecer, ojalá llegue el día en que no tengamos que existir porque ya esté todo hecho”.

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Las banderas se salpican entre la multitud pero el color predominante es oscuro.

Banderas arcoíris espolvoreadas: reacciones e impacto social

Desde el caso de Samuel, cada vez más personas de la ciudad han expresado su miedo en las redes y muchas han publicado cómo sus familiares les coartan para que no muestren sus afectos en público por miedo a sufrir agresiones. Entre las miles de personas que ocupan la plaza de María Pita, las banderas solo son puntos esparcidos en la multitud pero no son, ni mucho menos, una masa homogénea de color.

“Yo he sacado la bandera ya al llegar a la plaza, me da miedo traerla por el camino. Es más, al llegar he visto pocas y me ha costado sacarla del bolso”, confiesa una chica de unos 16 años. A la pregunta de si ha sufrido agresiones homófobas, dice que “lo típico” mientras mira a sus amigos y amigas que asienten. “Me corté el pelo y me llamaban bollera en el instituto y se metían conmigo. O, por ejemplo, cuando salí del armario pues me decían que me podía haber quedado dentro… pero bueno, nada grave”, dice quitándole hierro. Una tercera joven del grupo se queda callada hasta que tímidamente levanta la voz: “A mí me costó mucho poner la bandera en mi ventana de casa. Me daba miedo que pasara algo malo”.

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Jóvenes lucen banderas arcoíris en la concentración de A Coruña, en la plaza de María Pita.

Al otro lado de la multitud, una veinteañera usa la bandera de la libertad de capa. “A mi me da miedo, sí. Y mi madre me ha dicho que tenga mucho cuidado y que no vaya con mi novia por la calle de la mano… la verdad es que tengo suerte porque tengo menos pluma y se me nota menos pero a mis amigos, por ejemplo, se les nota más y todos han tenido algún ataque, más o menos grave”.

Mientras, un grupo de hombres ya en la cuarentena mira de reojo. “¿Nosotros miedo? Qué va, ya me insultaban en el cole y ya lo he superado. Si no me daba miedo entonces, no me lo va a dar ahora”, ríen mientras se alejan. Ellas no ríen. A lo lejos una chica observa la escena. Le pregunto por su bolso de colores, por Samuel y por sus miedos. “No tengo miedo y quiero educar a mi hijo en esa libertad y respeto. Mi hermano es gay y quiero que mi hijo entienda que su tío es su tío al margen de a quien quiera. Aunque sé que cuando pinto las uñas a mi hijo, por ejemplo, acabamos teniendo lío en el colegio”.

Todas las personas del colectivo LGTBIQ+ entrevistadas reconocen haber sufrido algún tipo de agresión.

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Comentarios
  1. El presidente de República Checa Milos Zeman dice que los transexuales son “repugnantes”
    Respecto a la ley aprobada en Budapest, Zeman no ve “ninguna razón para no estar de acuerdo” con el primer ministro húngaro, Viktor Orban, ya que, según Zeman, lo que se busca con esta ley es que los padres y sus hijos no sean manipulados respecto a la educación sexual. En este sentido, ha considerado que la Unión Europea y sus estados miembros no deberían involucrarse en los asuntos de Hungría.
    La normativa de Hungría, que fue aprobada por el Parlamento del país con tan solo un voto en contra y que ha sido tachada de “vergüenza” desde la UE, considera que la protección de la infancia pasa por “la identidad propia según el sexo de nacimiento de los menores” y supone un paso más hacia la completa invisibilización del colectivo LGTBI.
    (HUFFPOST)

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