Opinión

Después de las mascarillas

"Por deformación profesional, el anuncio de Pedro Sánchez ha hecho que fantasee con las múltiples posibilidades de guiones de películas de sobremesa que el fin de las mascarillas nos puede ofrecer".

Varias personas con mascarilla en la playa de la Barceloneta. NACHO DOCE/REUTERS

El fin de las mascarillas al aire libre ya es una realidad. Pedro Sánchez ha anunciado que el 26 de junio dejará de ser obligatorio protegernos con ella siempre que estemos en espacios abiertos. Otrora vista casi como una excentricidad propia de los asiáticos, una costumbre de países con altos niveles de contaminación, la mascarilla se ha convertido, de la noche a la mañana, en un complemento más de nuestro día a día, con el que hemos convivido durante meses y que ahora parece tener las horas contadas.

Los negacionistas se empeñaron en bautizarla como «bozal», pero lo cierto es que este utensilio ha ayudado a salvar numerosas vidas en el último año. Algo logrado con la simple y sencilla acción de cubrir parte de nuestro rostro en pro de un beneficio común. Un mísero esfuerzo que para ellos supuso una incomodidad tal que los llevó a organizar protestas como nunca antes, por ninguna otra causa, habían hecho.

La no obligatoriedad de las mascarillas es una buena noticia tanto para los negacionistas como para la gente sensata, entre otras cosas porque quiere decir que el fin de la pandemia está cada vez más cerca. Sin embargo, toda acción tiene su contrapunto y sus voces discordantes: varios expertos alertan de que esta decisión es quizás precipitada y que corremos el riesgo de que los repuntes puedan aparecer más pronto que tarde. Además, algunos psicólogos ya han avisado de la probable aparición del «síndrome de la cara vacía», que podría ser el título de una peli de terror, pero que se refiere a la inseguridad que sentirán ciertas personas al exponerse a posibles contagios de forma repentina.

Pero la preocupación más común, la que pocos se atreven a reconocer pero que muchos comparten, la expresó un tuitero (lamento no recordar el nombre de su cuenta) acusando a Pedro Sánchez de que para él era muy fácil sacarse la mascarilla porque es guapo, pero los que no lo somos, ¿qué haremos?

Y tiene razón. La hora de la verdad se acerca para ese chico y esa chica que se cruzaban cada mañana en la parada de autobús y que coqueteaban lanzándose miradas nerviosas. Para esos ejecutivos que se encontraban en la entrada del edificio de oficinas y que intercambiaban un sensual movimiento de cejas antes de dirigirse cada uno a su respectiva empresa. Para esas chicas que paseaban al perro a la misma hora y se guiñaban fugazmente un ojo. Es el fin del cortejo mediante esfuerzos oculares. Es hora de destaparse los rostros y comprobar si el feeling persiste de nariz para abajo.

Como veis, por deformación profesional, el anuncio de Pedro Sánchez ha hecho que fantasee con las múltiples posibilidades de guiones de películas de sobremesa que el fin de las mascarillas nos puede ofrecer. Aquí van algunas otras propuestas que se me pasaron por la cabeza:

– Mary Rose llevaba varios meses cruzándose con el mismo chico cada vez que iba a correr por el parque. Notaba que había atracción entre ellos, por lo que tomó la decisión de pararse a hablar con él cuando la mascarilla dejase de ser obligatoria. Pero, justo ese día, el chico no apareció en el parque. Ni el siguiente. Ni ninguno más. Mary Rose empezaría entonces la búsqueda de su amor platónico con una única pista: el color de sus ojos.

– Kevin estaba nervioso. Por fin iba a tener una cita con la chica que había conocido en el metro. Por fin iba a ver su cara. Ambos llegaron al encuentro con mascarilla. Buscaron un banco apartado y se sentaron. Pero, en el momento de descubrirse el rostro, Kevin quedó horrorizado. Ella no tenía ni boca ni nariz. En su lugar, solo había piel. Los ojos de la chica también parecían asustados. Se tocó la cara y, espantado, comprobó que en esa zona él tampoco tenía nada más que piel. ¿Qué estaba pasando?

– Cuando el grupo de amigos se juntó en aquella plaza, por fin sin mascarilla, algo extraño ocurrió: Tom parecía cambiado. Tanto, que en realidad no era él. ¿Quién era esa chico que, cubierto con la mascarilla, se había hecho pasar por Tom durante meses? 

Esta y otras posibles historias pandémicas, a partir del 26 de junio en vuestro día a día.

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Comentarios
  1. Entre negacionistas y gente sensata parece que para el articulista no caben más personas. Pues sepa que también puede haber otras muchas personas, entre ellas las críticas, que no por ello dejan de ser sensatas. Y sepa que las medidas sanitarias de este país no tienen porqué no ser discutidas cuando procede. Y en el tema de las mascarillas, sin ir más lejos, en Francia no son obligatorias al aire libre y no por eso allí la gente está más enferma de Covid19. Y es que las posibilidades de contagio al aire libre son muy reducidas, al no formarse aerosoles víricos por la continua renovación del aire que es algo común a estos espacios
    Para usted será simplemente un «mísero esfuerzo y una incomodidad», pero la imagen al completo de una cara tiene unas repercusiones psicológicas para la salud mental de las personas que ni se lo imagina. Y para los bebés y las personitas de corta edad fundamental
    Cuénteselo a las innumerables personas que estoy viendo por la calle que, a pesar de transitar por espacios seguros, lugares solitarios, calles vacías, sendas naturales, no son capaces de apearse de su mascarilla, presa de su miedo.
    Usted hizo la división entre negacionistas y gente sensata. ¿Le hacemos un hueco en otra categoría, en un espacio dedicado a la frivolidad?

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