Cultura
#UnaMareaDeLibros | Una cartilla de redención plagada de historias
Esta semana, en #UnaMareaDeLibros, Esther López Barceló nos trae los relatos de Purificació Mascarell y su 'Cartilla de redención'.
#UnaMareaDeLibros es una sección compartida por Esther López Barceló y José Ovejero. Textos, vídeos y ‘podcasts’ para hablar de libros y, por supuesto, de la realidad. Cada fin de semana, en lamarea.com
«Todos vivimos en precario equilibrio entre el abismo del fracaso, arrastrando el peso de la esperanza y de la culpa, en busca de una redención que nos permita seguir viviendo». Con este breve prefacio impreso en la solapa, nos da la bienvenida a sus relatos Purificació Mascarell. Esta autora valenciana debuta en la narrativa en castellano con el libro Cartilla de redención, una antología de siete cuentos en los que despliega su rico y sugerente imaginario.
Mascarell es profesora de literatura en la Universitat de València y eso se nota, afortunadamente. A lo largo de las narraciones dibuja escenarios abarrotados de libros y cuadros, a los que acompaña, a su vez, de múltiples referencias a otras obras plásticas y literarias. Construye de este modo todo un mundo subterráneo por el que seguir navegando tras finalizar la lectura. Porque Purificació cuando escribe en los ratos que le permite el trabajo, continúa su labor docente con los lectores. Que el tiempo le cunde es un hecho porque, además de este volumen, acaba de anunciar la publicación de una edición crítica de Celia, novelista (Editorial Renacimiento). Elena Fortún es una de las escritoras objeto de sus investigaciones.
Cartilla de redención ha sido editado por Altamarea, sello especializado en ensayo y en traducciones del italiano que, hace apenas un año, comenzó una nueva colección de ficción en castellano llamada Barlovento. Uno de sus responsables, Alfonso Zuriaga, nos cuenta la historia de esta publicación, tan sencilla como inhabitual para los tiempos que corren. «Todo surgió completamente a ciegas» porque Purificació Mascarell envió su manuscrito a la editorial sin que mediara recomendación alguna. Es decir, a la antigua usanza. De hecho, fue de los primeros textos que recibieron en Altamarea, lo leyeron detenidamente y, prácticamente al instante, quedaron completamente prendados de su prosa.
Sobre el título quise hablar con la autora, para que me explicara de donde nació la idea de bautizar el libro con el nombre de uno de esos productos de la infame burocracia de la dictadura. Me contó que le vino la inspiración mientras visitaba una exposición del Museo de Etnología de València sobre objetos y curiosidades de la vida cotidiana durante el régimen franquista. Allí descubrió la existencia de las cartillas de redención y le sorprendió cómo se imbricaba el catolicismo en el aparato burocrático de la dictadura, que pretendía controlar también el modo de «purgar la culpas». «Se me quedó aquella imagen grabada. Era tan potente y sugerente», me explicó Purificació. Al terminar de escribir sus cuentos, comprendió que todos ellos estaban atravesados por esa misma idea y supo de inmediato que no había mejor título.
Al abrir el libro, el lector tropieza con la imagen real de una cartilla de redención de penas que pertenecía a Teodoro Andújar Hernández, cuyo nombre se halla escrito a mano. Es un detalle que cualquier bibliófilo aprecia, gracias al que se adivina el cuidado del editor y de la autora al buscar una imagen que ilustre fielmente aquello que da nombre a la obra. Y, por supuesto, ahí también habita una historia, la de un preso llamado Teodoro que fue condenado a treinta años, tal y como se puede leer en el interior de la cartilla en la última página del libro.
Manuel Romero Andújar es nieto de Teodoro Andújar. Me explica en conversación telefónica que ese documento perteneció a su abuelo materno, un militante republicano al que detuvieron en junio de 1939, recién acabada la guerra. Le acusaron, en esa justicia del revés que instauró la dictadura, de «adhesión a la rebelión»–es decir, por defender la democracia legítima– y fue condenado a treinta años de cárcel. Le concedieron la libertad condicional en junio del 46 tras redimir su pena con tres años de trabajos forzados construyendo un canal en el río Alberche (Ávila).
Según me cuenta su nieto, al que constantemente le falla la voz por la emoción, «la historia es sangrante porque dejó sola a mi abuela con tres hijos que sacar adelante en el pueblo de Torrecampo de Córdoba«. Insiste en enfatizar que «aunque pasara mi abuelo por todo aquel sufrimiento, fue mi abuela la verdadera heroína». Sobre la libertad condicional, explica que le dieron a Teodoro unas instrucciones muy precisas entre las que se encontraban la prohibición de regresar a su pueblo y la asignación de un nuevo lugar de residencia, la aldea de San Benito situada en los confines de Ciudad Real. «Además de sentenciarle a esa especie de exilio local, también tenía el deber de pasar por el cuartel de la Guardia civil cada cierto tiempo y demostrar que no tenía malas compañías«.
Manuel, con un hilillo de voz, termina la historia contándome por qué guarda él aquel documento a pesar de no ser el único nieto de Teodoro: «La cartilla me la dio un día que fui a verle pocos meses antes de morir. Mi abuelo tendría unos 85 años y yo no más de veinte. Sacó de un cajón una carpetita de cartón azul con gomillas rojas que contenía todos sus papeles de aquella época y me dijo: te la voy a dar a ti porque sé que sabrás darle un buen uso«. Nunca habría imaginado Teodoro cuando le sellaron aquella maldita cartilla, tras meses agotadores construyendo el canal de un río, que acabaría ochenta años más tarde sirviendo de cubierta interior a un precioso libro de relatos. Pero seguro que le habría gustado ver que su nieto Manuel había cumplido su promesa de hacer con ello algo que valiera la pena.
Entre los relatos de Purificació Mascarell no hay ninguno específico sobre esta valiosa documentación, pero todos ellos siguen un hilo común que los vertebra y que habla de lo azarosa y frágil que es la vida, de cómo proyectar el porvenir no es más que una ilusión, porque detrás de cada esquina podemos tropezar con la catástrofe que arruine todo lo que habíamos construido. Un accidente, una agresión, un nuevo empleo o incluso la muerte de alguien apenas conocido puede ser el aleteo de mariposa que nos conduzca al caos y quiebre el suelo que pisamos. De eso hablan La córnea, La visita o El patio.
Por otro lado, como adelantaba al principio de este texto, Mascarell también va cosiendo las narraciones a base de retales estampados de sus filias particulares: la historia de Hildegart Rodríguez, la literatura de las hermanas Brontë, el gusto por la historia de la arquitectura y el profundo amor por los libros. Y, por supuesto, también se nutre de sus propios recuerdos y me confiesa que en La visita hay un pequeño homenaje a una amiga que fue muy importante en su adolescencia. La perspectiva de género, fundamental en su labor investigadora, se halla muy presente a lo largo de todo el libro y de forma poderosa en el cuento de El alumno.
La prosa de Mascarell fluye convirtiendo la lectura en un paseo intenso pero cadencioso. Cada relato nos remueve por dentro y confieso que, tras la mayoría de ellos, me he quedado pensando si las cosas podrían haber sucedido de otro modo y encuentro la respuesta en su preciosa dedicatoria: «A mis estudiantes, porque saben que todo podría ser de otras maneras».