Sociedad

40 heridos, 7 ojos reventados y 1 muerto: ¿cuándo se prohibirán las balas de goma?

Las organizaciones Irídia y Novact presentan su informe sobre el uso de las balas de goma en España entre 2000 y 2020. Estos proyectiles provocaron también la muerte de 14 migrantes en aguas cercanas a la playa del Tarajal.

Un policía se prepara para disparar una bala de goma contra unos manifestantes en Madrid. ÁLVARO MINGUITO

Obtener información sobre el uso y proliferación de las balas de goma entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado es enormente difícil. Las razones aducidas por las diferentes administraciones para esta falta de transparencia apelan a cuestiones de seguridad nacional y de seguridad pública. Sus efectos, en cualquier caso, son palpables: desde 1976 han muerto en territorio español 23 personas por el impacto de estos proyectiles. A ellas hay que añadir a los 14 migrantes muertos en aguas cercanas a la playa del Tarajal (Ceuta), reducidos a pelotazos y hasta el ahogamiento por la Guardia Civil cuando intentaban alcanzar la costa a nado.

Las organizaciones Irídia (Centro de defensa de Derechos Humanos) y Novact (Instituto Internacional para la Acción Noviolenta) han presentado su informe Stop Balas de Goma sobre el empleo y el impacto de este tipo de munición en nuestro país en el periodo 2000-2020. En ese intervalo, 40 personas se vieron afectadas gravemente. El cuerpo policial que más lesiones provocó fue la Guardia Civil, seguido de los Mossos d’Esquadra.




El 45% de estas lesiones se ha producido en la frontera de Ceuta. En cuanto al contexto en el que tienen lugar estos hechos, le siguen las protestas ciudadanas (27,5%) y las celebraciones futbolísticas (27,5%).




Un evento futbolístico fue el marco, precisamente, de la última muerte provocada por el uso de las balas de goma. Ocurrió en abril de 2012, en Bilbao, y le costó la vida a Iñigo Cabacas, de 28 años, que falleció tras recibir el impacto de uno de estos proyectiles en la cabeza. "Es muy triste que alguien pierda la vida por ejercer un derecho como el de manifestación o por acudir a un partido de fútbol", declaró Anaïs Franquesa, abogada y codirectora de Irídia, en la presentación del informe.

"Tenemos un grave problema de fiscalización de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Y ese problema, a fin de cuentas, se llama impunidad", añadió Franquesa. Con ello evidenciaba la falta de transparencia con la que se manejan las fuerzas policiales y la ausencia de penas impuestas a los responsables. En los últimos 20 años, en ninguno de los incidentes saldados con lesiones graves se ha condenado al autor material de los hechos. Sólo se ha condenado a dos años de prisión (pena que normalmente no se llega a ejecutar si no hay antecedentes) al mando de la Ertzaintza que supervisó la operación que acabó con la vida de Cabacas. Los otros cinco agentes acusados de "homicidio imprudente" fueron absueltos.

Características de las balas de goma

El informe Stop Balas de Goma hace un exhaustivo repaso por los protocolos que el derecho internacional impone para el uso de las balas de goma y otros proyectiles de energía cinética (y que España, habitualmente, no cumple), por las estadísticas de afectados (siempre difíciles de obtener por la falta de colaboración de las autoridades) y por las características del armamento utilizado.

Las escopetas que usa el Cuerpo Nacional de Policía son de la marca italiana Franchi, concretamente el modelo SPS 350 PN, según ha podido saberse por una presentación gráfica elaborada por el Ministerio del Interior. Los proyectiles que se lanzan con ellas son pelotas de caucho natural vulcanizado. Se trata del mismo material empleado en la fabricación de neumáticos, con dureza y resistencia similares.

Las pelotas de goma tienen un diámetro de 54,30 mm, pero, por su composición elástica, al dispararse se deforman por la velocidad (que puede alcanzar los 720 kilómetros/hora) y adquieren forma ovoidal. Sometida a esta tensión, la parte puntiaguda de la pelota aumenta el peligro de afectación en partes delicadas del cuerpo, como los ojos. Estos proyectiles no cuentan con ningún marcador o número de serie. La trazabilidad, por tanto, es imposible: así se impide que pueda conocerse la identidad del agente que lo disparó.

La particularidad más siniestra de estas armas es su imprecisión: al dispararlas no se se sabe exactamente dónde puede impactar el proyectil, con lo que acudir a una manifestación, en determinadas circunstancias, puede convertirse en una lotería funesta. "Estas armas no sólo suponen una respuesta desproporcionada, es que son armas obsoletas, armas del siglo pasado", señaló Franquesa.

A la presentación del informe acudió también Ester Quintana, que perdió un ojo en Barcelona en el transcurso de la huelga general europea de 2012. Además de la lesión sufrida, Quintana hizo hincapié en las secuelas psicológicas que le produjo el impacto de la bala de goma. "Truncó mi vida", sentenció. Tras el traumatismo sufrido y aún afectada por el shock emocional, inició una campaña para prohibir estos proyectiles. Su cruzada tuvo éxito en Catalunya: la Generalitat los prohibió en 2014 (los Mossos usan ahora balas de foam, unos proyectiles viscoeslásticos más precisos pero también muy peligrosos). Quintana, implicada a fondo en la plataforma Stop Bales de Goma, amplía el perímetro de su reivindicación: "Hay que conseguir una prohibición total en todo el Estado español".

La polémica sobre el uso excesivo de la fuerza empleada contra los manifestantes ha tenido un gran eco en Francia en el marco de las reivindicaciones de los chalecos amarillos. Allí, sólo entre noviembre de 2018 y febrero de 2020, 27 personas perdieron un ojo. En España, la última afectación grave data del 1 de octubre de 2017, en la operación policial destinada a impedir el referéndum de independencia de Catalunya. El músico y activista Roger Español perdió un ojo ese día por el impacto de una bala de goma disparada por un policía nacional.

Este tipo de proyectiles ha dejado de usarse en Austria, Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Noruega, Rumanía y Suecia.

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Comentarios
  1. No recuerdo, exactamente la fecha, pero creo que sería en la segunda mitad de los años setenta, lo que sí recuerdo es que fue en un conflicto laboral (quizás fuera en la contrata de Astilleros, Aguirrezabala) en una concentración en el barrio de la Candelaria (Sevilla). Los primeros disparos fueron “terroríficos” al desconocer que narices era eso de que la policía “escopeta al hombro” nos disparara a bocajarro. No faltaron los desmayos y los saltos al interior de los patios de los bloques, que marcaron verdaderas “marcas olímpicas”. Aunque la que más me ha marcado, desde entonces, fue el asesinato de María Asensio Morales por un «pelotazo» de la Guardia Civil en 1981 que le reventó la cabeza, cuando defendía el agua de su pueblo, Huercal-Overa (Almería) frente al robo que pretencia hacer una empresa agrícola foranea.

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