Sociedad
80 años desde Damasco
Se cumplen 80 años de la Batalla de Damasco, que enfrentó a los republicanos españoles en la II Guerra Mundial. La historia de Enrique Marco Nadal es "una más entre las miles de exiliados republicanos que se entregaron a la pelea por la libertad y que una sociedad sana y democrática debería estar obligada a rescatar del olvido", escribe el autor.
A principios de junio de 1941 comienza la operación Exporter con la que las tropas franco-británicas entran en Siria y Líbano para evitar que se convierta en trampolín del ejército alemán -el gobierno colaboracionista de Vichy ha cedido a Hitler sus bases en el protectorado-.
En el contingente de las fuerzas de la Francia Libre se encuentra la 13ª Demi-Brigade de la Legión Extranjera. Está compuesta, en gran medida, por excombatientes republicanos españoles que, en medio de un combate encarnizado, intentan abrir brecha hacia Damasco. Mezclados con el ruido de las bombas, a ambos lados del frente resuenan insultos, gritos de dolor y exclamaciones en un familiar castellano; también en otras lenguas de la piel de toro. Provienen de españoles que, tan solo dos años antes, han peleado en el mismo bando durante la Guerra Civil e incluso han compartido trinchera -también ideológica-, y ahora se enfrentan a muerte en tierras de Oriente Próximo. Una maldita paradoja que solo se puede explicar volviendo al final de la contienda española:
Tras la retirada hacia la frontera francesa de principios de 1939, decenas de miles de republicanos quedan amontonados en las playas de Argèles, Barcarès y otras, que pronto se convertirán en campos de internamiento en condiciones humillantes, sometidos al hambre, y a una severísima disciplina. Ante el hacinamiento y el peligro que supone tal contingente de refugiados, las autoridades francesas optan por medidas con las que paliar una situación que se torna explosiva por momentos. Por un lado, estímulos para regresar a España; por otro, facilidades para alistarse en la Legión Extranjera y aumentar así el contingente militar ante la perspectiva de una guerra con Alemania que se intuye próxima.
Frente a la evidencia de que la vuelta a España supone indefectiblemente la represión e incluso la muerte para muchos republicanos, una cantidad nada desdeñable opta por alistarse a la Legión, especialmente quienes se encuentran sin familia en Francia, llegando a alcanzar un volumen que Joaquín Mañes, autor del libro Españoles en la Legión Extranjera, cifra en algo más de un cuarto del total de efectivos a inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El paso que van a dar no se encuentra exento de dificultades: la mentalidad de los españoles, que viene de una experiencia militar muy diferente, -especialmente en el caso de los cenetistas, más milicianos que militares-, chocará con la brutal disciplina legionaria. Tampoco los mandos militares franceses confían demasiado en esa patulea de españoles “anarquistas y comunistas”, cuya actitud les resulta claramente indeseable.
En todo caso, pronto se organizan en Francia los 21º, 22º y 23º RMVE (Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros) con exiliados de diferente procedencia: el segundo, compuesto en su mayoría por españoles y el tercero en su totalidad, según menciona el historiador Pons Prades en su fundamental Republicanos españoles en la Segunda Guerra Mundial. Y una situación similar se da en el norte de África, donde miles de refugiados acuden al cuartel de la Legión en Sidi Bel-Abbes, de los cuales cerca de 2.000 son españoles, que entrarán a formar parte de los RMVE 10º al 15º.
De ellos, el 11º, compuesto básicamente por españoles al mando del general Noker, embarcará en abril de 1940 y, previo paso por Francia, acabará destinado a la base de Baalbek en el Líbano, a escasos kilómetros de la frontera con Siria y a unos 80 km al norte de Damasco. Entre ellos va José Millán Vicente con el afán de poner tierra por medio de una Europa que “intuía acabaría sumida en el desastre”… pero a quien el conflicto alcanzará de manera inexorable pocos meses después.
Los “noruegos”
En paralelo, y ya comenzada la contienda, se organiza urgentemente la 13.ª Media Brigada de la Legión Extranjera (13.ª DBLE) con unos efectivos de 2.300 hombres. Según distintas fuentes, entre el 25 y el 45% de ellos son españoles. La unidad pronto marchará hacia Noruega como parte de una expedición aliada con el objetivo de desembarcar en el puerto de Narvik, ocupado ya por los nazis, y cortar el suministro del esencial hierro sueco que llega a través de la línea férrea conocida como “ruta del hierro”, antes de ser enviado a Alemania.
A mediados de abril de 1940 el contingente aliado batalla ya en una cruda campaña militar que va a hacer cambiar la concepción que los mandos franceses tienen hasta ese momento de los voluntarios republicanos. En palabras del capitán sanitario Lapie, recogidas por Pons Prades: “Los españoles encontraron sobre esas abruptas pendientes la dureza de sus sierras. Saltaban como gatos salvajes y no se fatigaban jamás. Los oficiales, que habían estado reticentes sobre la acogida de la Legión a los republicanos (…), estaban felices de reconocer su valor en combate”.
Pese a los encarnizados enfrentamientos, las fuerzas aliadas van progresando sobre la complicada orografía de los fiordos noruegos, y después de haber liberado el puerto y sus alrededores, empujan a los nazis hasta la frontera con Suecia. Pero, cuando todo parece decidido, las preocupantes noticias que llegan de Francia, siendo aplastada por la maquinaria bélica de Hitler, provoca la retirada urgente del cuerpo expedicionario el 2 de junio, dejando atrás la que puede considerarse la única victoria aliada en el aciago periodo 1939-1940.
La llegada de los legionarios a suelo francés se produce con el gobierno a punto de capitular, por lo que, embarcados nuevamente hacia Gran Bretaña, quedan acantonados en Trentham Park, donde se dará una rocambolesca situación que ofrece pistas de lo que va a suceder más tarde en Siria: por allí aparece un general casi desconocido hasta entonces, Charles De Gaulle, que hace un llamamiento a los legionarios para sumarse a las Fuerzas Francesas Libres que está reorganizando con el fin de proseguir el combate contra los nazis. La situación es confusa, Gran Bretaña está noqueada y Churchill todavía no ha dado apoyo al francés, así que no es extraño que, días después de la alocución, también visiten el campamento dos coroneles de la War Office que les advierten de que, en caso de que opten por luchar al lado de De Gaulle, ello significaría un grave acto de rebeldía contra el actual gobierno de Francia.
En esa tesitura, se produce una fuerte controversia y unos 600 oficiales y legionarios, fieles al gobierno colaboracionista francés, son embarcados rumbo a suelo galo. Mientras, otros 900 legionarios, de los que 600 son españoles, deciden seguir a las fuerzas de la Francia Libre de De Gaulle. Por si la situación no fuera lo suficientemente caótica, un grupo de 300 legionarios españoles se amotina ante los rumores de que podrían ser devueltos a las autoridades franquistas una vez disuelta la Legión. Más tarde, estos españoles formarían una compañía de pioneros del ejército británico, la Number One Spanish Company, pero eso forma parte ya de otra historia.
Siria y Líbano, lucha fraticida entre compañeros
Al otro lado del canal de La Mancha, los españoles que se encuentran enrolados en el ejército francés son desmovilizados tras el armisticio, pasando a formar Compañías de Trabajadores -destinadas básicamente a trabajos de fortificación y obras públicas- que, junto a los legionarios de los regimientos de marcha que han vuelto a Francia, son reorganizados con el 6º Regimiento de la Legión Extranjera, y destinados a los protectorados franceses del Levante en Siria y Líbano, donde acabarán atrapados en una tela de araña al servicio del gobierno colaboracionista de Vichy. Es el caso de Enrique Marco Nadal, que tras haber escapado clandestinamente de España a finales de 1939, y tras su paso por la Legión, acabará dando con sus huesos en Siria trabajando en la construcción de fortines.
Por su parte, los que han decidido seguir a De Gaulle en Inglaterra integran el cuerpo expedicionario de la Francia Libre en el que se encuentra una reorganizada 13.ª DBLE que, tras un agitado periplo africano en el que combatirán por la liberación de Eritrea de la ocupación fascista italiana, es finalmente acantonada en Qastina. Cerca de Gaza, esperan una campaña con la que el ejército aliado busca evitar la apertura de un segundo frente contra las tropas que se encuentran peleando contra Rommel desde Egipto, o incluso taponar una posible intervención alemana hacia el Cáucaso Sur y el peligro que ello supondría para las vitales instalaciones petrolíferas.
La ofensiva comienza el 8 de junio y se divide en varias columnas: una que avanza por la costa desde Sour hasta Lataquia, pasando por Beirut y Tartús; una segunda que va desde Marjayún hasta Homs pasando por Baalbek y una tercera que avanza por la gran carretera interior Deraa-Damasco-Homs. Es en esta última donde está integrada la 1ª División en la que combaten los españoles de la 13ª, denominados popularmente “los noruegos”. Les acompaña la 5ª Brigada de la India, con la que ya han peleado en Eritrea.
Más tarde, un destacamento anglo-árabe penetrará desde Irak con el objetivo de ocupar la zona este de Siria y en particular los aeródromos de Deir ez-Zor y Palmira. Amilakvari, teniente coronel de origen georgiano que comanda la 13.ª DBLE, es consciente de la importante presencia de españoles en 6º Regimiento Extranjero de Infantería de Vichy contra el que se dirigen, e intenta evitar el enfrentamiento entre compatriotas, pero la guerra impone sus propias reglas: la 1º División toma Izra el 10 de junio y ataca Al Kunaitra y la 13.ª DBLE se adentra en las colinas que circundan Al-Kiswa, puerta de entrada a la capital siria por el sur. En esos momentos, una de sus patrullas es capturada muy cerca de la avanzadilla del 6º apostado en la zona, extendiéndose la noticia de que a ambos lados del frente se encuentran soldados españoles, pero el enfrentamiento es ya inevitable, y las armas reparten fuego y muerte a discreción entre viejos compañeros de ideal.
Pese a la férrea disciplina militar y los peligros que acarrea la desobediencia, la intención de muchos de los españoles enrolados en las tropas de Vichy es la de pasarse a los aliados en cuanto ello sea posible. Es el caso del cabo José Millán Vicente quien, después de durísimos combates en Izra, será destinado junto con su compañía, la 1ª antitanques, al macizo de Suwaida, desde donde desertarán todos los compatriotas que la componen, para ser apresados por los australianos y trasladados a un campo de concentración cerca de Jerusalén a la espera de acontecimientos.
Más suerte tendrán otros como Enrique Marco Nadal que, según el testimonio recogido por Antonio Vilanova en Los olvidados. Exiliados españoles en la segunda guerra mundial, hace tiempo que anda buscando la manera de pasarse a los aliados y hace propaganda clandestina de ello entre los más cercanos. La ocasión aparecerá pronto: trasladado a Nabk, al norte de Damasco, aprovecha un bombardeo británico sobre sus posiciones que obliga a la fuerza en la que están enrolados a retroceder a Homs, para avanzar al mando de otros 41 españoles en sentido inverso, hasta encontrarse con las posiciones guardadas por compatriotas de la 1ª División de la Francia Libre, siendo interrogado por el propio general Cazaud, cuyo chófer y ordenanza son también españoles.
Pese a la feroz resistencia del ejército de Vichy, las fuerzas aliadas van imponiendo su supremacía militar, y la rendición definitiva se firma el 13 de julio en San Juan de Acre. Finaliza así una campaña que permanecerá prácticamente olvidada de las crónicas sobre la II Guerra Mundial debido, en buena medida, a la preocupación del alto mando aliado por la reacción que pudieran suscitar las noticias de un enfrentamiento entre “franceses”, lo que fuerza a reducir -incluso suprimir- en sus informes, detalles de la lucha que acaba de tener lugar.
Desde ese momento, el resto de los españoles del 11 Batallón de Marcha de Ultramar y los alistados en los regimientos de marcha del norte de África se incorporan definitivamente a la 1.ª División de Infantería de la Francia Libre (1.ª DFL), donde se encuentra la 13ª de “los noruegos” y los combatientes españoles comparten nuevamente destino en el mismo bando. De hecho, su división, ya rearmada, será pronto enviada a las arenas del norte de África para distinguirse en la épica batalla de Bir Hakeim, con la que retrasan el avance de Rommel y posibilitan el contraataque británico en El Alamein. El resto, será ya una sucesión de victorias en África, Italia y Francia… hasta la entrada en Alemania y la derrota final del nazismo.
Peripecias de leyenda, Enrique Marco Nadal
La experiencia vital de los republicanos españoles durante la Guerra Mundial y la posterior activación de la lucha antifranquista, forma parte de ese material con el que se forjan las leyendas. Paradigmático es el caso de Enrique Marco Nadal, cuya vida da para una frenética película de aventuras: fundador de la subsección de Valencia de la Federación Nacional de la Industria Ferroviaria de CNT, de la que sería el secretario general entre 1931 y 1936, se alista durante la guerra en la mítica Columna de Hierro como responsable de la información y la cartografía de la 215º Brigada Mixta.
Capturado en Alicante al final de la contienda, es internado en el campo de Albatera, de donde escapará con una orden de libertad falsa proporcionada por la CNT clandestina. Huye a Francia, es arrestado por la Gendarmerie e internado en el campo de Saint Cyprien, donde se alista en la Legión Extranjera para acabar, después del armisticio, sometido al régimen de Vichy y enviado al protectorado sirio.
Tras pasarse a las fuerzas de De Gaulle, es incorporado a la 1ª División de la Francia Libre, participando en los combates del norte de África, donde alcanzará el grado de sargento y, más tarde, en las campañas de Italia, Francia y Alemania, siendo prisionero de los alemanes en enero de 1945 y posteriormente internado en el campo de concentración de Langwasser hasta su liberación. Sus hazañas en la II Guerra Mundial le llevarán a ser condecorado varias veces por De Gaulle.
Acabado el conflicto mundial, retoma su actividad en la CNT y es nombrado secretario de propaganda del Comité Nacional. A mediados de 1946, se ofrece voluntario para introducirse en España y en mayo llega a Madrid, donde es nombrado secretario del Comité Nacional de Interior, reemplazando a Lorenzo Íñigo, detenido poco antes. Se verá envuelto en un intento de asesinar a Franco y destaca en el reforzamiento de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, ANFD y la unión de todos los antifranquistas -llegando a contactar incluso, con algunos monárquicos antifranquistas-.
Capturado en mayo de 1947, comparece ante un consejo de guerra y es condenado a muerte, aunque finalmente la pena le es conmutada por 30 años de prisión después de que de Gaulle interceda por él. Durante su encarcelamiento el régimen le ofrece la libertad a condición de integrarse en la dirección del sindicato vertical, a lo que se niega. En 1964 es finalmente liberado y poco después se verá implicado en el Cincopuntismo. Tras la muerte del dictador, participa en la reorganización de la CNT hasta su fallecimiento el 13 de noviembre 1994 en El Vedat del Torrent (Valencia).
Su historia es una más entre las miles de exiliados republicanos que se entregaron a la pelea por la libertad -la real, no la banalizada con cañitas en tiempos de pandemia-, y que una sociedad sana y democrática debería estar obligada a rescatar para evitar así que queden sepultadas por el paso del tiempo y el peso de una narrativa franquista que se resiste a desaparecer.
Mi tío José Berlanga Cano, que perteneció a la quinta del biberón, murió en combate el 12 de junio de 1941 en el Líbano, pertenecía al 6º regimiento extranjero de infantería y tenia 19 años 8 meses y 7 días, estos datos figuran en el Service historique de la Défence, Caen – France, con la Mention Mort pour la France.
Es bueno que todo el mundo opine. Pero pienso que la guerra civil española sigue existiendo aunque sin armas. Esto sucede cuando nos peleamos con el vecino, con el que nos da un golpe con el coche o cuando discutimos de fútbol. Alzamos la voz y solo nos quedan las armas y dispararnos cuando discutimos de política. Acaso no es mejor dialogar, examinar la razón y el bien y tomarnos una caña juntos antes que pelearnos. Somos españoles. Yo no lo soy.
El golpe de Estado lo dió el PSOE en 1934 en Asturias, no respetando además el ganador de las elecciones de 1933 que fue la Derecha.
Perrino : a los sublevados no se les puede incluir en ningún tipo de luchadores por ningún tipo de democracia. La única lucha que sostuvieron los fascistas sublevados fue la de cargarse a un gobierno legítimo que iba a ser un icono y un ejemplo a seguir para el resto del mundo .
Salud.
Yo creo que todos los que lucharon en la guerra civil española lo hacían por «su» democracia que era matar al contrario y sobrevivir.