Crónicas | Opinión

Monumentos e ideología

Pablo Batalla Cueto tira de ironía –e historia– para analizar los argumentos alegados por Salvador Amaya sobre el monumento a la Legión en Madrid.

Captura de pantalla de un díptico en el que la Fundación Museo del Ejército explica la campaña de suscripción popular para financiar la nueva estatua de la Legión.

Madrid inaugurará un monumento a la Legión en la plaza de Oriente, y su escultor, Salvador Amaya, asegura de él que carece de ideología. Tampoco la tienen –asevera indignado con quienes pudieran suponer tal cosa– sendos monumentos anteriores, resultado, como este, de la colaboración con el pintor Augusto Ferrer-Dalmau, que los abocetó, y campañas de suscripción popular: como la de Blas de Lezo en la plaza de Colón, inaugurado en 2014, y el que honra a los Últimos de Filipinas en la calle Alberto Aguilera, inaugurado en 2020. Es de suponer que tampoco habrá ideología en el monumento a los Tercios de Flandes que Ferrer y Amaya proyectan asimismo. 

No se lanza, no, mensaje alguno levantando estatuas a los defensores de un imperio colonial y a un cuerpo militar fundado para aplastar la resistencia de los insurgentes indígenas de otro, y famoso por las atrocidades cometidas en la primera guerra de la historia en que se gaseó a población civil desde aviones, para librar la cual fue fundada la Legión por un general que le asignó el lema «¡viva la muerte!».

Es solo el azar el responsable de que el furor estatuario que se ha adueñado de la capital de España en los últimos años se haya sustanciado en esos referentes históricos concretos y no, pongamos por caso, en los republicanos españoles que liberaron París en 1945 o los huelguistas barceloneses que conquistaron la jornada de ocho horas en 1919.

Cinco pies al gato

Uno podría estar tentado, pese a todo, de detectarle ideología a estos monumentos sin ideología; verlos como representación broncínea de una cosmovisión reaccionaria que atraviesa tiempos de prosperidad, y que en el Blas de Lezo que defendió con éxito una plaza importante de un imperio decadente y asediado, o los desgraciados que siguieron librando en el pueblo de Baler una guerra colonial perdida, alegoriza su propia visión de la España presente: un país asediado y amenazado de ruina por formidables invasiones y los enredos negrolegendarios de un contubernio islamo-bruselense-separatista; la Madre Patria a la que el ultraderechista argentino Marcelo Gullo dedica un reciente libro cuya portada es el mapa de España asediado por un círculo de puñales. Y en el monumento a la Legión, la expresión escultórica de un deseo de pasar a la acción y ajustar cuentas con las insurgencias antiespañolas del día

Pero no: sería buscarle cinco pies al gato apreciar ideología en las obras de este escultor que cree que «nos han inoculado unos dogmas ideológicos en línea con la degeneración de valores que estamos viviendo en Occidente», que «la masonería ha hecho grandes esfuerzos por derribar las raíces cristianas de la conquista e hispanización de América» o que movimientos tan diversos como Black Lives Matter, las primaveras árabes o el 15-M son maniobras de «lobbies que esperaban latentes el momento para desestabilizar las conciencias e imponer ‘democráticamente’ las nuevas corrientes del pensamiento». Eso, suponemos, tampoco es una ideología.

Ideología e historia

Lo cierto es que, en la historia, ha habido ideología en qué acontecimientos históricos escogía representar estatuariamente una era dada, e incluso en cómo. Tras el final de la guerra de Secesión estadounidense, se decidió levantar en Washington un monumento a la emancipación de los esclavos, y se hizo, entre otras propuestas, la de monumentalizar la estatuilla El liberto, de John Quincy Adams Ward: un esclavo negro, con las esposas rotas colgando de sus muñecas, descansando en su huida hacia la libertad.

Pero la opción elegida finalmente fue un esclavo negro arrodillado, suplicante, recibiendo del presidente Lincoln el decreto de emancipación. Frederick Douglass hizo entonces un llamamiento en favor de otro «monumento que representara al negro, no arrodillado como un animal de cuatro patas, sino de pie, como un hombre», que nunca se materializó. Si, como decía Rancière, la política surge allá donde hay dos opiniones opuestas sobre algo, allá se tomó una decisión eminentemente política. Había dos opiniones sobre cómo monumentalizar la emancipación: representando a un salvador blanco otorgándola graciosamente o a un agente de su propia liberación, y se optó por la primera. 

Un siglo más tarde, cuando, tras la guerra de Vietnam, se abrió concurso para un homenaje a los veteranos en Washington, la solución elegida indignó en cambio a los conservadores del país: un muro negro en forma de V incrustado en el terreno, con un brazo apuntando al Memorial de Washington y otro al de Lincoln y los nombres de todos los caídos inscritos en él, ordenados, no jerárquica ni alfabética, sino cronológicamente.

El monumento no tardó en reunir detractores que lo criticaban como un «hoyo negro sin bandera», «anti-heroico», «intencionalmente carente de sentido»: percibían correctamente que, recordando y honrando a los soldados, el antimonumento diseñado por Maya Lin no celebraba aquella guerra imperialista e impopular. Su color, el del luto y la pena, irritaba a quienes hubieran preferido el blanco de la luz divina y la gloria; y su carácter abstracto era despreciado por Ross Perot como pensado «para intelectuales de Nueva York». 

«Todo es política»

Había política en ambos debates, Rancière decía que la hay en el momento en el que hay dos opiniones opuestas sobre algo, se debatía sobre la polis, y también se debate sobre ella cuando se dirime qué acontecimientos rescatar del inmenso desván del pasado, y cómo. No era lo mismo el negro arrodillado y suplicante que el que rompía sus cadenas por sí mismo y no es lo mismo homenajear a los comuneros en el quinto centenario de su revolución –una revolución que contuvo varias, y entre ellas, una corriente republicana para nada anecdótica, como demuestra Miguel Martínez en su reciente y delicioso Comuneros: el rayo y la semilla– en la persona de uno o varios comuneros que en la de la reina Juana I de Castilla, que es la decisión por la que ha optado el Ayutamiento de Madrid.

Ni siquiera es lo mismo homenajear a los Últimos de Filipinas en forma de un soldado anónimo o un grupo de ellos, toma de la parte por el todo de aquellos desgraciados arrancados de sus aldeas y sus familias a librar una guerra absurda en las antípodas, que en la de su superior, el teniente Cerezo, arengándolos a la batalla.

«No hay no política, todo es política», dice Settembrini a Naphta en La montaña mágica. Hablar del pasado siempre es una manera de hablar del presente. Como decía célebremente Marx al principio de El 18 brumario de Luis Bonaparte, las generaciones muertas oprimen el cerebro de los vivos, y cuado estos se disponen a transformar las cosas, conjuran en su auxilio los espíritus del pasado. Quien en el siglo XXI alza un legionario de la Legión de 1921 o unos soldados de los Tercios, quisiera una nueva Legión y unos nuevos Tercios con los que transformar su época. O uno estaba seguro de ello hasta que Salvador Amaya le explicó que era un progre resentido y malpensado, empeñado en politizarlo todo.

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Comentarios
  1. Manifiesto de la XVII Marcha por la Desmilitarización de la Sierra de Aitana.
    He aquí algunos párrafos del mismo, de obligada lectura por su interés:
    … estos largos meses protagonizados por la pandemia del Covidien-19, este año largo que tanto ha afectado las vidas de tanta gente, hemos podido comprobar como la institución militar salía como nunca de sus cuarteles y se hacía omnipresente en la sociedad.
    Hemos visto con sorpresa como una grave emergencia que se debería haber afrontado de forma democrática y responsable, desde toda la sociedad, con medidas sanitarias y de apoyo a las personas más vulnerables, ha sido aprovechada para un inédito despliegue del militarismo . Hemos tenido que contemplar como altas autoridades de los diversos cuerpos militaristas de España nos decían cada día desde nuestras pantallas que «esto es una guerra» y que todos nosotros somos soldados que deben obedecer a sus generales. Decían esto para, a continuación, ofrecer orgullosos el comunicado bélico diario de personas civiles detenidas y sancionadas.
    …Hemos visto desde las ventanas de nuestros confinamientos como las calles eran ocupados por uniformados que las recorrían una y otra, sintiéndose los dueños, usurpando en algunos casos, irresponsable e innecesariamente, con fines propagandísticos (hablamos sobre todo de la unidad militar de emergencias) tareas y funciones propias de los cuerpos especializados de la sociedad civil. Hemos visto desde nuestras pantallas como este estado de excepción provocaba recurrentes abusos policiales.
    Mientras permanecíamos en nuestros confinamientos, nuestros toques de queda y nuestros cierres perimetrales oyendo hablar sobre la pandemia en los medios de comunicación un día sí y otro también, como si ninguna otra circunstancia en el mundo debiera ocupar nuestra atención, lo cierto es que la dinámica global de un sistema injusto que expolia riqueza en unos lugares del planeta para acumularla en otros (y en estos, en pocas manos) en ningún momento se detuvo ni aminoró su marcha. Buen ejemplo de ello son los conflictos bélicos que ni en plena pandemia cesaron y que, desgraciadamente, hoy perduran. Podemos hablar de guerras cruentas como las que tienen lugar en Yemen, en Palestina, en diferentes países del Sahel, en Ucrania, en Afganistán, en Siria y un largo etcétera. O otros, larvadas, que eufemísticamente llaman «de baja intensidad», aunque no por ello causan menos víctimas ni desplazamientos poblacionales: Kurdistán, México, Colombia, Venezuela, Birmania etc., etc., etc. Son todos conflictos que obedecen a circunstancias muy diferentes pero que, no por ello, dejan de tener algunas cosas en común. Por ejemplo, que cada uno, de una u otra manera, está relacionado con dinámicas de apropiación de riqueza que, como decíamos antes, acaba por concentrarse en los países del primer mundo. Es por ello, para asegurar esto, por lo que hay tantas tropas de los países occidentales -también de España- desplegadas en esos lugares. Quién nos iba a decir a nosotros que guerras tan lejanas tuvieron tanto que ver con nuestro modelo de vida y nuestra capacidad de consumo? Sin embargo, para hacerlo patente ante nuestros ojos, aquí están todas esas personas migrantes.
    Por no hablar de que todas y cada una de esas guerras alimentan físicamente del armamento que producimos en nuestros países. El estado español es uno de los principales productores y exportadores de armas del mundo, y lo es, incluso, con la anuencia y el beneplácito de los sectores sociales más progresistas. Recordemos, sin ir más lejos, la postura de Kichi, el alcalde de Cádiz, en la controversia sobre la venta de bombas en Arabia Saudita. Por suerte, en este último año, el movimiento pacifista y antimilitarista, y también el ecologista, se han movilizado en España y otros vecinos para denunciar el «comercio de la muerte»; el tráfico de barcos cargados de armamento con destino a varios países pobres y dictaduras, que circulan por nuestros puertos, acción que, por ahora, les ha obligado a navegar de forma clandestina.
    Por otro lado, también tenemos que lamentarnos que, aunque este año ha quedado ampliamente evidenciado que lo que la sociedad necesita son más recursos sanitarios, educativos, de solidaridad con personas desfavorecidas, paradas, etc., los poderes que nos rigen continúan apostando por sostener, e incluso incrementar, el gasto militar. Son obscenas las cantidades que se invierten en la maquinaria de la guerra en nuestro propio estado, el despliegue de tropas en los países del mundo empobrecido o la compra de artefactos bélicos carísimos que en muy pocos años, además, se hacen obsoletos . Se ha comprobado que para el complejo industrial-militar no hay crisis económica ni pandemia que valga. Sus negocios, a costa del erario público, valga la metáfora, están más que blindados.
    Por si fuera poca la evidencia de la vocación militarista de los poderes políticos y económicos que nos gobiernan y de hasta qué punto sirven a intereses de lo más cuestionables, recientemente hemos conocido como el Gobierno ha renovado su compromiso con Estados Unidos porque esta potencia continúe utilizando «a su» las bases militares de Rota y de Morón, cerca del estrecho de Gibraltar, instalaciones de alto valor estratégico para las políticas belicistas e intervencionistas de ese país, situadas , además, cerca de uno de los lugares del mundo -lo hemos vivido recientemente donde más se manifiesta el conflicto migratorio.
    https://www.ecologistasenaccion.org/172077/la-reivindicacio-antimilitarista-torna-la-serrra-daitana/

  2. Carmen : en España hay tantas cosas y personas fuera de tiempo ; que España en si misma es una pura » anacronía» que se regodea en su propia decadencia.Pero estamos en el comienzo del camino ………. ; otr@s por contra están visionando la luz de emergencia encendida ; y señalizando la puerta de salida » de urgencia » ( pues van a intentar succionarnos hasta la última gota de sangre , como buen@s vampir@s ) .
    Salud amiga.

  3. Menos mal que con la gran estafa y por consiguiente gran engaño llamad@ » Transición de 1978 ( cuando no fue más que una » TRANSACIÓN….» . o un » TOMA , TÚ LA LLEVAS ……….. » ) ; se consiguió superar el fascismo español llamado franquismo . Por desgracia y » GRACIASSSSSSSSSSSSSSS……………… A LA P$(-)€………» no hace falta alguna ; el imaginarse » lo contrario…………….» .
    Salud , decencia y próxima 3ª República de Repúblicas de España.

  4. BLANQUEAR EL FASCISMO, una práctica de décadas. (Insurgente).
    En estos días ha resurgido una vieja polémica sobre cómo combatir el fascismo, al menos el más explícito. Con las herramientas que nos indican (emotivos discursos en las instituciones, debates donde queden en evidencia, recordando pedagógicamente lo que son, carteles y consignas con el célebre «Sí se puede», votando para demostrar que los «demócratas» (entrecomillamos porque en ese espacio hay cada partido y personaje….) somos más, pareciera que la eficacia es cero. Todo indica que por ese camino no los vamos a encontrar, y mientras el fascio se asienta y crece hasta coquetear con el poder.
    Si observamos con atención la judicatura en todos sus estamentos, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con sus mandos y cuadros intermedios, la dirigencia de la Iglesia con cardenales y obispos, quién nombró al Jefe de Estado, el poder económico y mediático, se puede deducir que lo que ahora llamamos «blanqueamiento del fascismo» empezó, en realidad, hace décadas. La duda es si es miseria intelectual o ingenuidad repugnante pensar y decir que es en los parlamentos (nacional, regional, local) donde se combate con eficacia a la ultraderecha.
    Desde esas autoridades blanquecinas se nos recuerda que son organizaciones legales y que tienen todos los derechos (a presentarse a elecciones, a asistir a debates, a organizar mítines…), y punto. Parten de la tesis de que el fascismo es una ideología más, no la portadora de la muerte, causante de una guerra devastadora que niega derechos elementales y otorga a las burguesías dominantes el poder en bandeja. El plan B del capital cuando llegan las crisis y el miedo a revueltas que alteren el orden de las cosas.
    La ilegalización de partidos como Vox pero, sobre todo, que cada barrio sepa hacerle frente sin esperar a las dichosas urnas, parece ser la enseñanza que nos da la Historia. Mientras, que la clase político-periodística siga poniéndose galones de «demócrata».

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