Opinión

El cocido de mi madre

"La nostalgia, el recuerdo, puede ser una ventanita que nos sirva para ser mejores hoy. Aprovechémosla para honrar a ese crío que una vez fuimos y que nunca, nunca, nunca se unió a los matones que prometían protección", escribe Ignacio Pato.

Ferias por San Isidro en Madrid. GUILLERMO GUTERREZ CARRASCAL/SOPA IMAGES

Tengo unos vecinos que muy habitualmente cocinan falafel. El olor sube por el patio interior y se cuela en casa. Es una sensación muy agradable, no solo por el aroma de los garbanzos hidratados, sino por aquello a lo que me evocan: el paso previo al cocido que hacía mi madre muchos sábados al mediodía.

Por un momento vuelvo a abrir la puerta de casa de mis padres sudando, con mechones negros del flequillo pegados sobre la frente, con una mochililla a la espalda, una sudadera colgando del antebrazo y espinilleras en piernas de cuatro pelos. Vengo de jugar al fútbol en la liga de coles del barrio. Suenan vallenatos, M80 o Juan Pardo. Todavía estoy más cerca de la edad en que le probé un sorbo de cerveza a mi padre y dije que no tomaría semejante asquerosidad jamás que de beberme quince botellines con mis amigos. De eso y de no tener tiempo para nada, de retrasar whatsapps a gente querida porque antes hay que sacar un trabajo precario adelante, de este secuestro mental que es poco más o menos que si te llamo y me lío no voy a poder pagar el alquiler. Nos ha jodido que te quieres sentar a mesa puesta a por ese cocido. Quedarte, de hecho, a vivir un rato más en un recuerdo que proteges cerrando los ojos.

Un ERE es un proceso que no le deseo a nadie. Se trata de un despido colectivo empeorado porque es sostenido en el tiempo, aproximadamente un mes. El espectáculo del sálvese quien pueda y la ficción de normalidad son difícilmente aguantables por cualquier persona honesta o sensible sin experimentar ansiedad, frustración o decepción. Se calla mucho, pero se verbaliza otro tanto. Uno de los comentarios que más me hirió fue uno bienintencionado: “habéis hecho algo mágico”, dijo una superiora –que por supuesto allí se quedaba– sobre un trabajo a día de hoy borrado. El cocido de mi madre tampoco era magia.

Era trabajo no pagado, por mucho que Proust le pusiera literatura. También el suavizante de las sábanas. Trabajo, remunerado pero trabajo, eran los filetes empanados del comedor, el cloro de la piscina y la lejía del instituto. Podemos soñar con viajar al pasado pero la máquina del tiempo también necesita mecánicos y tanto a Adam Smith como a Marx, mientras escribían sobre la mano invisible o la plusvalía, alguien les hacía la cena.

No autoengañarme me parece una de las varias maneras de respetarme. No envidio la vida de renuncia de mi abuela y mis tías abuelas sometidas por ese terrorismo emocional incuantificable que fue la moral católica fascista. De la lumbre al ultramarinos a misa. Ni a mi abuelo dejando de estudiar porque le obligaban, para seguir, a afiliarse al frente de juventudes falangista. Pagándome ilusionado el primer cuatrimestre de matrícula de una carrera universitaria que tenía que abrir tantas puertas. Se me cae el alma al suelo cada vez que tengo que suavizarle una situación que no va del todo bien. Tampoco me generan envidia las vidas de mis padres, a pesar del trabajo, los hijos y la hipoteca. Que eso no vaya a volver me da menos angustia que dejarme llevar y convertirme en alguien que proyecta el propio miedo contra los demás.

No salí de un ERE suspirando por volver a tener la cara llena de churretes de Mikolápiz, sino apuntalando mi convicción de la necesidad de estar sindicados. No quiero vivir en un pueblo maquillando que los fondos buitres me expulsan de la ciudad. No voy a mirar mal a quien corre en el metro porque me transmita agobio, sino a pensar mal del jefe que le obliga a ello. No quiero fronteras cerradas, porque sencillamente no voy a aceptar un marco discriminatorio contra iguales. Han sido y son los movimientos feministas, antirracistas, vecinales, por el derecho a la vivienda o los sindicatos los que se baten el cobre por una estabilidad y seguridad auténtica y radicalmente colectivas.

Se les ha despreciado y reprimido, literalmente, por ello, porque esa es la amenaza hacia arriba y la esperanza aquí abajo. Suya es la osadía propositiva en todo caso, por pasar a la acción por un beneficio común y no quedarse en la enunciación de un lamento sin articular. El valor político del hacer, de nuevo, contra la intuición de rentabilidad personal del lo que nadie se atrevió a decir.

Hacer pie, volver a experimentar ritmos a escala humana, y por supuesto una garantía material de vida son fundamentales si no eres rico o sociópata. La cuenta del banco, los afectos, los minutos, la pantalla, la legitimidad pública, gustar para poder seguir trabajando, la opresión en el pecho, oposiciones a la desesperada, la sobredimensión del poco tiempo de ocio que tenemos para no herirnos de más. Todo es ya, todo es la hostia, todo es increíble, todo es insostenible. Somos casi 50 millones sintiendo algo seguramente muy parecido. Ni el gol de Iniesta.

Me alerta el envoltorio atractivo del repliegue. Ese que suelta palabras grandilocuentes a la vez que va estrechando su comunidad afectiva, su tribu. En otras coordenadas ideológicas se ha hablado, por ejemplo, de PAUers. Quien en un trabajo lo haría todo por su familia, por la casa que tiene que mantener, no tiene por qué ser precisamente sinónimo instantáneo de buen compañero. Quien satisfaga sus vínculos en un radio cada vez más pequeño necesitará menos alianzas humanas fuera. 

Ser “de izquierdas” –aunque sea expresión vieja– no es un conjuro nominal que funcione así, con solo decirlo. No te pone en forma tener el carnet del gimnasio. Si hay una “izquierda identitaria” es esa. Por supuesto que es lícito mirar por lo propio, y más cuando las necesidades más básicas no están satisfechas, y claro que el cansancio y el desánimo son dos manchas de aceite cada vez más pringosas, pero que un malestar compartido no se disfrace de millones de refugios íntimos. Temo que sea rentable, a corto plazo, sacar los codos hacia donde no es, temo que los reveses, frustraciones o expectativas defraudadas, en ámbitos del pasional al laboral, nos sirvan de justificación para convertirnos en personas más desconfiadas, esquinadas, reaccionarias. Lo temo porque es fácil confundir fragilidad con desventaja. 

Hay una especie de narcisismo en la niñez que encuentro precioso. Todo parece puesto ahí para ti, por primera vez o de la manera más intensa. Descubres sabores que estaban esperándote, casi vanos hasta que llegan a tu boca. Todo parece brillar más, hasta uno mismo. En la novela Rebeldes, que Susan E. Hinton escribió a los 16 años, Johnny Cade le da la vuelta al poema de Robert Frost Nada permanece dorado para pedirle algo a su amigo Ponyboy Curtis: “Stay gold, Ponyboy”. No le está exigiendo que pare el tiempo, sino que conserve esa luz. De la misma manera, la nostalgia, el recuerdo, puede ser una ventanita que nos sirva para ser mejores hoy. Aprovechémosla para honrar a ese crío que una vez fuimos y que nunca, nunca, nunca se unió a los matones que prometían protección. El niño que nunca hizo eso ni cuando el miedo a un mundo incomprensible recorría su espalda.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. Lo peor que llevo yo, es la falta de autenticidad, sí, entre los de abajo, lo que más me desesperanza es ver que no porque son de la clase humilde se puede contar con ellos; pero hay personas con valores que por mal que les vaya nunca renuncian a ellos, el ejemplo de estas personas refuerza mis valores y me da ánimos para seguir mi camino aunque sea en solitario
    Cantaba Pablo Guerrero que los poderosos temen a los lobos sin dueño.

    LOS PRESOS POLITICOS HEMOS DE SALIR COMO ENTRAMOS: REVOLUCIONARIOS Y NO ARREPENTIDOS.
    «ME HAN OFRECIDO MENOS TIEMPO DE PRISIÓN A CAMBIO DE QUE ME ARRASTRE»
    El rapero comunista, PABLO HASEL, denuncia el chantaje y se reafirma en sus convicciones.
    ———————————————-

    LA REIVINDICACION ANTIMILITARISTA vuelve la Serrra de Aitana.
    Entidades antimilitaristas y ecologistas volvemos a reclamar, tras el paréntesis obligado del año pasado, una sierra de Aitana al servicio de la paz y protegida ambientalmente.
    Las personas participantes, convocadas por el Grupo Antimilitarista Tortuga (Elche-Alicante), el Ateneo Cultural El Panical (Alcoy) y la Colla Ecologista La Carrasca-Ecologistas en Acción de Alcoi, nos hemos concentrado a las 9:30 h. ante el Safari de Aitana para caminar desde allí hasta el punto de control de la carretera de acceso a las instalaciones militares de la cima de la sierra, donde miembros de la Guardia Civil y del ejército impedían el paso .
    En ese punto se ha leído un manifiesto, que ha destacado como la pandemia se ha utilizado de manera propagandística para promover el militarismo: presencia de autoridades militares en las ruedas de prensa diarias, utilización de la Unidad Militar de Emergencias para a tareas y funciones propias de los cuerpos especializados de la sociedad civil, abuso de la represión, etc.
    El manifiesto ha recordado también como han continuado guerras cruentas como las que tienen lugar en Yemen, en Palestina, en países del Sahel, en Ucrania, en Afganistán, en Siria y un largo etcétera; y también otras, eufemísticamente llamadas «de baja intensidad», pero no por ello con menos víctimas ni menos desplazamientos de la población: Kurdistán, México, Colombia, Venezuela, Birmania … Y todos estos conflictos enmarcados en una dinámica global de un sistema injusto que expolia riqueza en unos lugares del planeta para acumularla en otros (y dentro de estos, en pocas manos).
    El texto leído calificó de obsceno el gasto militar del Estado español y ha criticado la fabricación de armamento, que incluso se exporta a países pobres, dictaduras y zonas en conflicto.
    Asimismo, se ha denunciado el compromiso del Gobierno con Estados Unidos que permite el uso de las bases militares para las políticas belicistas e intervencionistas de ese país. Dentro de este contexto, las organizaciones convocantes hemos reclamado, una vez más, el desmantelamiento de la base de radares que el ejército español de aviación tiene en la cima de la sierra de Aitana y hemos concluido el acto con el lema » para una sierra de Aitana desmilitarizada, protegida medioambientalmente y al servicio de la paz. »
    MANIFIESTO
    https://www.ecologistasenaccion.org/172077/la-reivindicacio-antimilitarista-torna-la-serrra-daitana/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.