Cultura
‘Todas las lunas’: la pequeña vampira vasca
El cineasta Igor Legarreta devuelve el mito del vampiro al medio rural y adapta a Euskadi las claves del género en un poético relato de amor paterno-filial.
Bram Stoker tomó el mito del vampiro de las aldeas de los Cárpatos y le dio un barniz cosmopolita y elegante. Su conde Drácula, un aristócrata bebedor de sangre condenado a la vida eterna, nació, literariamente hablando, del ámbito rural rumano. Desde entonces, esta irresistible criatura, con otros nombres y ropajes, ha visitado los grandes salones del mundo, de Londres a Nueva Orleans, olvidando sus raíces pueblerinas. De alguna manera, Drácula es un esnob.
En Ilargi guztiak. Todas las lunas Igor Legarreta ha devuelto el mito del vampiro a su medio natural. Y lo ha hecho, además, utilizando el fecundo imaginario antropológico del campo vasco. La historia arranca en los últimos días de la tercera guerra carlista (1876), en un hospicio en el que una niña (Haizea Carneros) resulta herida durante un bombardeo. Si esquiva la muerte es gracias a la intervención de una vampira (Itziar Ituño) que le ofrece una especie de pacto fáustico-maternal. Salva a la pequeña, pero también la condena. Con su cuerpo de niña se quedará durante años y años, como la Kirsten Dunst de Entrevista con el vampiro (1994).
Plantea aquí Legarreta dos dilemas que, aunque comunes, siempre son interesantes (y más cuando se aplican a la política, pero ese es otro tema): la dualidad ángel salvador/demonio corruptor y la famosa (y muy probablemente apócrifa) paradoja teresiana sobre los deseos: “Se derraman más lágrimas por plegarias atendidas que por las no atendidas”.
Esta niña desamparada e inmortal encontrará cobijo junto a Cándido (inmenso Josean Bengoetxea), un pastor solitario que ha perdido trágicamente a su esposa y a su hija y que encontrará consuelo en la adopción de la pequeña vampira. Esa criatura del infierno, en realidad, es un regalo del cielo. No chupa la sangre (ni la energía, lo que tampoco tendría nada de sobrenatural como ya sabemos) sino que devuelve la vida. A causa de su orfandad, lo que sangra es (y perdonen la metáfora) su corazón, no exprime las yugulares ajenas, aunque esa sea su verdadera naturaleza y no pueda hacer nada por ocultarlo. En este tipo de contradicciones, tan humanas y tan perfectamente razonables, como amar lo que se supone que debe ser rechazado, como abrazar al monstruo que otros creen ver y ansían aniquilar, es donde crece el relato de Legarreta.
A esta emoción, a esta complejidad moral, se suma un diseño de producción imponente. Películas con una ambientación similar, como Handia (2017) o Akelarre (2020), han convertido el paisaje de Euskadi en una joya del gótico-rural. No es casualidad que detrás de todas ellas esté el gran Mikel Serrano. Pero para que la película funcione, y esto lo tenía muy claro su director, lo importante era la niña. “Es la superprotagonista de la película y quien lleva el peso del relato”, confesaba en una entrevista a EFE. Es su particular Rüdiger von Schloterstein.
Haizea Carneros, a sus 13 años, aguanta toda la película sobre sus hombros, transmitiendo una imagen de fragilidad y desvalimiento que transforma lo que tendría que ser una película de terror al uso en un cuento de niños (y padres) perdidos. Y sin embargo, esta fábula de redención pastoril contiene muchas referencias al fantaterror clásico: un pueblo armado con antorchas que persigue al diferente (Frankenstein), un exorcista (Zorion Eguileor, al que obviamente recordarán por El hoyo) y hasta una historia de amor infantil (Déjame entrar). Pero aunque Legarreta apunta en todas esas direcciones no se rinde enteramente a ninguna de ellas. Todo lo procesa, todo lo adapta a un tiempo, un lugar y una cultura muy específicos. Y las piezas encajan a la perfección.
A ese respecto, en el capítulo de los mitos importados hay una divertida escena que juega de forma memorable con los códigos vampíricos: en la primera noche en su nuevo hogar, llegada la hora de la cena, la pequeña chupasangre mira con repugnancia el cuenco de comida que le acerca su benefactor. Seguro que adivinan de qué clase es la ibérica sopa que este pone sobre la mesa.
Recolectados y cocinados todos estos componentes, el resultado es una espléndida versión oscura de Heidi. Pero vampira y vasca.
‘Ilargi guztiak. Todas las lunas’ se estrenó en cines el 14 mayo.