Crónicas | Opinión

Ciencias sociales y del comportamiento, tan necesarias, tan olvidadas

"Se nos reclaman respuestas que no pueden improvisarse porque también las ciencias sociales y del comportamiento necesitan equipos consolidados y esfuerzos presupuestarios sostenidos", reflexionan las profesoras del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla.

Facultad de Psicología de la Universidad de Sevilla. US

CARMEN MORENO Y MAR GONZÁLEZ* // El año 2020 va a pasar a la historia por circunstancias diversas, bastantes de ellas tristemente dramáticas. Sin embargo, también este año merecerá ser recordado en positivo por distintas razones y, de entre ellas, por el hecho de que se haya generado un claro reconocimiento social del valor de la ciencia para la humanidad. Quienes hacemos ciencia nos congratulamos de que sea así, porque habitualmente desarrollamos un trabajo discreto y fuera de focos, pero que entendemos esencial para avanzar en conocimiento y desarrollar herramientas que faciliten la existencia o abran nuevos horizontes. Dicho esto, cuando se habla de ciencia rara vez nuestra sociedad se refiere a las ciencias sociales y del comportamiento, sino que habitualmente en el imaginario figuran científicas y científicos dentro de laboratorios o desarrollando tecnologías sofisticadas. Incluso nuestro propio Ministerio de Ciencia e Innovación, cuando anunció en octubre de 2020 el presupuesto, hizo referencia a muchos institutos y áreas científicas, pero no hizo referencia alguna a las ciencias sociales y del comportamiento.

Nuestra impresión es que solo nos hacemos presentes para la sociedad cuando alguna urgencia desvela su necesidad: un problema social que no sabemos cómo enfrentar (maltrato entre iguales, violencia de género), una nueva realidad en torno a la cual hay que legislar (familias homoparentales, menores trans), una circunstancia nueva que puede estar afectando al bienestar individual o social (infancia y nuevas tecnologías, conciliación entre vida familiar y laboral).

En esos momentos se nos reclaman respuestas que no pueden improvisarse porque también las ciencias sociales y del comportamiento necesitan equipos consolidados y esfuerzos presupuestarios sostenidos. Ciertamente, las ciencias sociales y del comportamiento han mostrado una evolución evidente en los últimos años y quizá este sea un buen momento para hacer balance de los progresos, los retos y las claras amenazas a la investigación que en ellas se realiza. Son cuatro los progresos que queremos destacar, cada uno de ellos con retos y amenazas asociados.

En primer lugar, merece ser subrayada la positiva evolución experimentada por los grupos de investigación en las últimas décadas, lo que les ha permitido situarse en un nivel más que digno en el panorama internacional. Sin duda, el avance ha sido posible gracias al crecimiento que han experimentado nuestras universidades y centros de investigación, todo ello como consecuencia de las inversiones realizadas. Así, buena parte de estos avances se sustentan en las convocatorias del Plan Nacional I+D+i que se han ido sucediendo, así como las que se realizan desde las comunidades autónomas (con claras y tristes diferencias entre unas y otras) o los fondos de las universidades, para la financiación de proyectos, de grupos o de contratos pre y postdoctorales.

Ahora bien, siendo cierto lo anterior, no es óbice para hacer notar que son inversiones raquíticas y a menudo inestables (no se mantienen de un año al siguiente), por lo que el reto obvio en este caso está en la necesidad de incrementar los presupuestos destinados a I+D+i y en conseguir que las convocatorias sean estables y regulares. Es triste que en algunas comunidades no sepamos si este año habrá o no convocatoria para financiación de proyectos, para cuánto dará, si se financiarán o no los grupos de investigación, cuántos años estaremos sin esa financiación o cuántas becas y en qué condiciones se ofertarán para personal investigador en formación (pero este asunto merecería un tratamiento aparte y no nos vamos a detener en ello). Pese a todo lo anterior, sepa quien nos lee que España está entre los países que saca mayor rentabilidad a los proyectos en función del dinero que se invierte en ellos.

Aplicaciones concretas en ciencias

El segundo avance tiene que ver con la capacidad para trasladar los resultados de la investigación en aplicaciones concretas que sirvan para ese progreso. Y esa mejora de la calidad de vida es a lo que denominamos transferencia del conocimiento a la sociedad, que no es otra cosa que devolver a la sociedad lo que esta ha invertido en la investigación realizada (a menudo, además, con fondos públicos). Forma parte ya del pasado aquellos tiempos en que casi no existían conexiones entre lo que ocurría, por un lado, dentro de las universidades y los centros de investigación y, por otro, en el mundo profesional. Eran mundos separados, entretejidos por recelos mutuos.

El mundo profesional nos acusaba, probablemente con mucha razón, de investigar en asuntos con poca implicación para la sociedad y el desarrollo profesional, y el de la universidad hablaba de falta de rigor y fundamentación en muchas de las actuaciones profesionales.

Afortunadamente, esa dicotomía Universidad-Profesión hoy es menor y hemos comenzado una interesante andadura de transferencia, de colaboración con profesionales, con instituciones, con empresas que nos han permitido hacer un trabajo muy valioso en pro de la salud y el bienestar de la sociedad. Por suerte, hoy existe un marco legal que recoge la transferencia del conocimiento como una de las funciones de la universidad, y la convocatoria de reconocimiento de los sexenios de transferencia, donde se reconoce expresamente la transferencia de las ciencias sociales y del comportamiento, no ha hecho más que subrayarla.

En paralelo, también merece destacarse la conciencia muy generalizada en la sociedad acerca de que debemos dar respuesta a los importantes problemas sociales que constantemente nos muestran los medios. La sociedad nos mira esperando respuesta, pero para hacerlo necesitamos que nuestras líneas de investigación, las específicas de las ciencias sociales y del comportamiento, estén también entre las prioritarias para la financiación, y ese es el gran reto, porque no ocurre.

También debe interpretarse como un avance la consolidación y mejora de los procedimientos administrativos asociados a la promoción de los y las investigadoras. Frente a la discrecionalidad de la que gozaban los tribunales de valoración de antaño, que podían prestarse a que el candidato o candidata que se presentaba a una plaza se viera ante el tribunal que le había tocado “en suerte” en medio del choque de trenes de los dos bandos de su área de conocimiento, las agencias de evaluación han puesto en marcha procedimientos que, además de dar más garantías de objetividad, han ganado en transparencia, en cuanto que las candidaturas, con los manuales de evaluación del currículum vitae por delante, pueden valorar si tienen opciones para la promoción antes de presentarse a una acreditación.

El trabajo de las agencias de evaluación (es el caso de la estatal, ANECA) y el énfasis que se ha puesto en que las investigadoras e investigadores publiquen sus resultados y, en la medida de lo posible, en revistas consideradas de alto impacto dentro de la comunidad científica, ha estimulado que la presencia de firmantes españoles en estas revistas haya ido en clara progresión con los años.

Revistas open-access

Sin embargo, una amenaza muy importante se cierne sobre este logro y tiene que ver con el auge que están tomando ciertas revistas open-access solo de pago, cuyas políticas editoriales están permitiendo la publicación de trabajos de calidad muy dudosa, pero que han pagado disciplinadamente el canon establecido (estamos hablando de dos mil o tres mil euros por la publicación de un artículo). Que la escasa financiación de la que disponemos se invierta en estos fines es, para empezar, preocupante. Los términos “negocio” y “publicaciones científicas” forman un tándem peligroso que a medio y largo plazo hará mucho daño a la difusión del conocimiento, la configuración de los grupos de investigación, la consecución de nuevos proyectos, etc.

El reto está en que las agencias de evaluación y los organismos encargados de elaborar los rankings de las revistas de impacto afronten este problema y den una solución que amortigüe las consecuencias que ya hemos empezado a ver.

Todos los avances descritos anteriormente se pueden dar al traste por culpa de la burocratización de la que es presa la investigación. Así, si ya cuesta conseguir dinero para investigar, nos encontramos con que cuesta casi lo mismo conseguir poder gastarlo en lo que lo necesitamos y cuando lo necesitamos. Quienes trabajamos en investigación sabemos que el tiempo para pensar y trabajar en ciencia se ve sensiblemente mermado por el que debemos dedicar a justificar gastos con procedimientos obsesivos, absurdos, que –sospechamos– tratan de acallar las conciencias de quienes no velaron en su día por controlar partidas infinitamente más jugosas que las que nosotras manejamos.

¿Merecemos este trato como presuntas y presuntos delincuentes? ¿Cuánto cuesta fiscalizarnos de esta manera tan asfixiante? ¿Es rentable dedicar tantos recursos a vigilar en qué gastamos el dinero? No tenemos noticias de que, en países donde el control del gasto es más racional, se haya propiciado que las y los investigadores malversen los fondos que se les asignan. Miremos a esos países y aprendamos de sus prácticas. Ganaríamos en eficacia, productividad, salud mental y, además, ahorraríamos mucho dinero público. Como sociedad no nos podemos permitir escuchar a investigadoras e investigadores de primerísimo nivel verbalizar: “Este es el último proyecto” o “es el último I+D que pido”, precisamente por el quebradero de cabeza que les ha supuesto la gestión del gasto en el último proyecto conseguido.

Las personas responsables de la política científica de este país deben tomar nota de esto porque es muy grave, no nos lo merecemos e, insistimos, como sociedad no nos lo podemos permitir por la inversión y el esfuerzo que ya se ha hecho y porque la investigación es decisiva para el progreso de una sociedad. También la investigación en ciencias sociales y del comportamiento.

Carmen Moreno y Mar González. Dto. Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad de Sevilla

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. Educación, adoctrinamiento y más negocio, por Antonio Martínez Lara.
    Hace unos diez años concluí, y desde entonces así me pronuncio, que vivimos en una sociedad des educadora, a la que la escuela – por dependiente – poco puede oponer. Cada día se duda menos que hoy todo se compra y todo se vende, que es más importante “tener” que “ser”. Desde esa realidad, se entiende bien que se entre a la escuela o a la universidad, más por la nota o el título al que se aspira, que por aprender para ser la persona o el/la profesional que la sociedad debiera esperar. Acercándonos más al sistema escolar, observamos con mayor crudeza esa mercantilización y desconsideración. Ante la nueva matriculación, la familia, en lugar del posible conocimiento del colegio cercano, encontrará campaña publicitaria, de centros de una a otra punta de la ciudad, ofreciendo la educación como si fuera una lavadora. En las últimas temporadas “se llevan más los plurales”, la oferta de los concertados que – por el contra – tienden a excluir a alumnado con necesidades educativas especiales o que no pueden pagar la “cuota voluntaria”.
    No me voy a parar explicando las cuotas sin pagar del principio de la pandemia y su dudosa voluntariedad. Quizá convenga más entrar en la letra pequeña de los concertados “plurales”. Es menos prominente – y por ello – poco conocido el ideario, con frecuencia católico, que luego quizá emerja con algún trágala dogmático que, como el creacionismo, estimula el mismo. Para la familia que colabora en la educación de su prole con valores realmente comunes, entre otras cosas porque si son constitucionales, la pluralidad real será sin distingos de sexo, religión, clase,.. surgirá el rechazo. Hay otros valores que, como el respeto a la diversidad personal, al medio ambiente y la elección de la proximidad, que se ensalzan en la teoría por la gran mayoría. Luego, por el contrario, son igualmente despreciarlos en la práctica ante las mismas criaturas. Mal se podrá justificar en conciencia la contaminación ambiental del atasco de coches a la entrada del supuesto buen colegio. Tampoco será fácil explicar de manera coherente la marcha hacia ese colegio lejano, abandonando el próximo al que acude el vecindario menudo y amigo.
    https://laicismo.org/recomendado-educacion-adoctrinamiento-y-mas-negocio-por-antonio-martinez-lara/246161

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.