Opinión
Los Brit Awards y otras celebraciones
Peli de tarde escribe sobre eventos multitudinarios y escenarios de sobremesa: de los Brit Awards a los botellones en Madrid.
Esta semana tuvo lugar la gran gala de los Brit Awards, los premios de la música británica. Lo que supuso la celebración de uno de los primeros eventos multitudinarios postpandemia en Europa. El Reino Unido pretendía decir así al mundo que sus restricciones y su buen ritmo de vacunación están funcionando y que el regreso a la normalidad parece cercano. Lo que también se podría extraer de ese acontecimiento, en contraste con la situación que viven otros países como la India, es que las patentes y el mercadeo de vacunas solo consiguen aumentar las desigualdades y que las galas, muestras de la ansiada normalidad, son exclusividad de los ricos.
A este evento, además de numerosas estrellas de la música, asistieron como público 4.000 personas que no tuvieron que llevar mascarilla ni guardar distancia social. A pesar de que todos los presentes pasaron previamente un test PRC y que muchos de ellos ya estaban vacunados, la sensación de cierto desasosiego al contemplar las imágenes, por lo menos en mi caso, era inevitable. Tras tantos meses en los que hasta un breve abrazo a un familiar parecía algo peligroso, ver de golpe a tanta gente aglomerada es algo que cuesta procesar. Supongo que será una secuela más de la pandemia, que llevará un tiempo superar, y también consecuencia de mi mente poseída por las catastróficas películas de sobremesa, que ante un acontecimiento así solo contempla dos escenarios posibles.
El primero: la repentina detección de varios casos positivos entre los asistentes, anunciada por megafonía. Crea un caos bestial, agravado por un problema en el suministro de electricidad que hace que se vaya la luz y que las puertas de salida automatizadas queden bloqueadas. Entonces, un héroe inesperado, digamos Elton John, toma las riendas de la situación y organiza a los 4.000 presentes para cavar un túnel y escapar de allí.
El segundo: mientras se celebran los Brit Awards, en el exterior del recinto el virus se agrava y convierte a toda la población mundial en zombis descontrolados, salvo a los que en la gala se dieron cita, que cuando se enteran de lo ocurrido bloquean las puertas para evitar ser contagiados. Allí, aislados, crean una sociedad paralela en la que las estrellas de la música, encabezadas por Elton John, son los líderes y el resto, sus vasallos. Lo que no sospechan es que los zombis de fuera también saben cavar túneles hacia el interior.
Esta segunda posibilidad, distópica y disparatada, guarda sin embargo ciertas similitudes con otras celebraciones, más espontáneas y menos seguras, que tuvieron lugar en las calles de varias ciudades españolas. A las 00:01 del domingo pasado terminaba el Estado de Alarma. Cientos de personas se lanzaron a la calle al grito de «libertad», palabra explotada y vilipendiada en las últimas semanas hasta vaciarla de contenido, organizando botellones improvisados. Esa misma noche, desde la ventana de un hospital de Madrid, no desde el recinto de los Brit Awards, un sanitario que hacía guardia en la UCI grababa a un grupo de gente bebiendo y cantando en la calle.
De este contraste, que Ayuso achaca al fin del Estado de Alarma no prolongado por el Gobierno a pesar de que en Madrid el botellón está prohibido desde hace años, también se puede extraer una sinopsis de una peli de sobremesa. Bajo la luz del hospital, un chico y una chica, con la mascarilla en la barbilla y una lata de Mahou caliente en la mano, coinciden entre la multitud y se enamoran a primera vista. Se pasan toda la noche de fiesta y terminan viendo amanecer juntos. Si el final de la historia será feliz o un drama, ni Elton John lo sabe.