Sociedad

“Las personas con problemas de salud mental son con más frecuencia víctimas de delitos que agentes que cometen un delito”

Charlamos con el presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Mikel Munárriz, sobre cómo abordar la salud mental en los medios de comunicación tras el caso de la ministra Maroto.

Ilustración de una guía sobre salud mental para medios de comunicación.

«[…] Hay que rehuir de toda generalización. Si destacamos el trastorno mental como causa de un suceso negativo o violento, sin más, en verdad estamos faltando a la dignidad y buen nombre de una inmensa mayoría; estaremos perpetuando un estigma, un rechazo que nos prohíbe participar en la sociedad como miembros de pleno derecho. Aquí, la responsabilidad de los medios de información es máxima». Es un fragmento del texto que prologa la Guía de estilo sobre salud mental para medios de comunicación, editada por la Confederación Salud Mental España. Y es un manual imprescindible para evitar titulares estereotipados y estigmatizantes como algunos publicados estos días a raíz del envío de una carta con una navaja ensangrentada a la ministra de Industria y Comercio, Reyes Maroto, supuestamente por una persona que padece una enfermedad mental. 

«Una explicación de esta vinculación tan común en medios entre trastorno mental y actos delictivos tiene que ver con cómo la sociedad analiza ciertos comportamientos que parecen inexplicables. Parece que genera una cierta tranquilidad atribuir a un problema de salud mental un acto delictivo de difícil comprensión, ya que es complejo aceptar que en la naturaleza humana exista maldad», prosigue la guía. Varias organizaciones que trabajan en el ámbito de la salud mental han denunciado los mensajes estigmatizantes en la prensa y han pedido responsabilidad y ética. Charlamos sobre ello con el psiquiatra Mikel Munárriz, presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría.

¿Cómo se debe informar cuando una persona con una enfermedad mental comete un delito? ¿Qué medidas deontológicas debemos seguir los periodistas? 

Yo pensaba que las guías de estilo elaboradas al respecto estaban más extendidas. Y comprobamos que no se han difundido lo suficiente. En este ámbito, en general, se ha producido un proceso similar al que ha ocurrido con otros colectivos: determinados términos tenían unas connotaciones que lo que hacen es distorsionar la información, y vinculas unos hechos con determinadas palabras. Puede ser locura, esquizofrenia… de la misma manera que se vinculan determinados delitos con la inmigración o determinadas etnias. Es un mensaje simplista de que la acción de la que se informa está motivada por la etiqueta diagnóstica que se aplica a esa persona, y eso se extiende a todas las personas que padecen el mismo problema: si una persona hace una determinada conducta todos los demás van a ser sospechosos de poder hacer lo mismo. Se generaliza a todo el colectivo cuando son acciones individuales.

¿Y qué aporta que el autor de un delito tenga una determinada enfermedad, sea de un determinado pueblo o tenga un color de piel u otro? Desde mi punto de vista, nada. Y, además, estás obligando al lector a tomar la parte por el todo y dar por entendido que ciertas formas de sufrimiento psíquico están vinculadas a conductas desordenadas, bizarras. Insisto, eso no es verdad, al contrario. En general, las personas con problemas de salud mental son con más frecuencia víctimas de delitos o abusos que agentes que cometen un delito. De hecho, nosotros hacemos mucha campaña contra las violaciones de derechos de estas personas, las incapacitaciones judiciales, que no se tengan en cuenta sus preferencias en sus tratamientos… Son abusos sistemáticos que están basados en los estereotipos.  

[La guía dice: «Una conducta violenta no puede justificarse a causa de un problema de salud mental, ya que muy pocas veces existe una sola razón que explique un comportamiento de este tipo. Las personas con problemas de salud mental tienen la misma probabilidad de cometer un acto delictivo que cualquier otra. Con un tratamiento integral y un entorno social y familiar adecuado, pueden y deben vivir en la sociedad sin que esto suponga un problema para nadie. El o la periodista puede limitarse a describir los hechos directamente observables (sin aventurarse a prejuzgar la causa del hecho a un trastorno mental) o bien mostrar todas las circunstancias y las posibles causas, sin relegar el problema de salud mental como único factor»].

Por otro lado, ahora que estamos muy atentos a la protección de datos: ¿afecta al derecho de esa persona que publiquemos que padece una enfermedad mental? ¿Es ético?

Es posible. Estamos difundiendo una información que, seguramente si nos refiriéramos a cualquier otro aspecto de su vida, no se diría. En este caso es más grave. Porque decir que un señor es diabético no es tan estigmatizante como decir que tiene una esquizofrenia. Existe una vulneración del derecho a su intimidad. 

¿Hay enfermedades mentales más estereotipadas?

La ansiedad, la depresión, la discapacidad intelectual leve se han ido normalizando. No se suele decir ‘una persona con depresión ha hecho esto o lo otro’. No se utiliza. Pero, en general, los diagnósticos que tienen que ver con el concepto más tradicional de locura siguen teniendo ese peso. La idea que durante algún tiempo tuvimos acerca de que transformar locura por esquizofrenia o trastorno bipolar iba a suponer una mejora, no parece que haya surtido muchos cambios en la percepción. Existen unos miedos antropológicos al diferente y hoy se usa bipolar como un insulto. 

¿Son estos titulares anecdóticos en el tratamiento de la información sobre salud mental? 

En general, el modo en que se tratan las noticias sobre enfermedades mentales ha mejorado bastante. Igual que ha pasado con  otros colectivos, se suele informar con más respeto en general. Y esperemos que se mantenga esta tendencia. Lo que preocupa de esto es el estigma y una cuestión clave: la calidad democrática de una sociedad la marca la manera en que se respeta la diversidad. De todas formas, creemos que esto es una situación excepcional que se da en un contexto de mucha escisión en el escenario político donde se usa, se utiliza el estereotipo de manera sensacionalista. 

¿Y qué mensaje recibe una persona con una enfermedad mental que lea esos titulares? 

Pues es algo que va calando y esos estigmas, al final, se convierten en autoestigma. Es decir, no solo tienen que hacer frente a la discriminación social sino al autoestigma: me voy a ocultar, no me voy a mostrar… Y eso, volvemos a lo mismo, conecta con la aceptación de la diferencia y la diversidad. La situación de ser estigmatizado por una etiqueta nos puede llegar a afectar a todos. Por esquizofrénico, por viejo, por adolescente, por mujer, por chino, por ser de pueblo… siempre hay un eje de discriminación que te atraviesa. Es el poema que se atribuye a Bertolt Brecht: «Fueron a buscar a mi vecino, como era judío no me preocupé. Luego vinieron a por otro. Como era comunista no me preocupé. Hoy han venido a por mí».

Está también cercano el episodio en el Congreso con la intervención de Íñigo Errejón y un diputado del PP. ¿Se corresponden los mensajes de apoyo a una mayor dotación de recursos en salud mental con los hechos políticos?

Decir que no ha habido avances o crecimiento de los recursos para las personas con problemas de salud mental sería mentira. Pero hay varias historias. Primero: el avance se ha producido en un contexto general, no de partidos, de una visión muy centrada en lo biológico. Pero los problemas de salud mental tienen también unas partes de determinación social. Ese modelo centrado en lo biológico ha pesado mucho en el desarrollo de servicios que han quedado relegados, como el acompañamiento, los servicios comunitarios, la recuperación, el trato que se ha dado a las personas que han sufrido crisis… Con una explicación biológica no vamos a poder resolver los problemas, hay una connotación social y psicológica muy importante. 

En segundo lugar, hemos compartido un poco la suerte de otros aspectos de la sanidad como la atención primaria y la salud pública. Precisamente porque no tiene ese glamour tecnológico o alta investigación, parece que se ha quedado relegada. Es decir, aquellas partes de la medicina que son como cualquier otra, pero con menos tecnología, se han quedado más atrás. Claro que hacían falta intensivistas, respiradores… Pero también epidemiólogos, médicos de familia, enfermeras de atención primaria..

Y en tercer lugar, nos hemos dado cuenta de que no solo basta con incrementar recursos, es decir, que haya más camas, más psiquiatras, más trabajadores sociales en salud mental… porque la salud mental se hace en equipo; sino que es imprescindible el trato y los derechos, que también son generales para todas las formas de atención sanitaria. Pero en salud mental nos la jugamos en eso: muchas cuestiones tienen que ver más con el trato y la cercanía que con la técnica. Por otra parte, el peso de las soluciones tecnológicas e inmediatas está muy relacionado con la visión heteropatriarcal que relega el valor de los cuidados. O con la mercantilización y la influencia de la industria…

La pandemia y, antes, la precariedad han aumentado la visibilización de las enfermedades mentales. ¿Cómo valora este escenario?

Uno de los efectos que hemos podido ver de la pandemia es una especie de toma de conciencia de que todos somos vulnerables, que la línea que separa a los tienen ansiedad, están lavándose constantemente las manos, tienen miedo a salir a la calle… se ha difuminado un poco. Todos hemos tenido en la pandemia miedo, nos hemos desmoralizado, hemos dormido mal, hemos tenido temor a contaminarnos… La pandemia, por tanto, ha roto algunas barreras entre lo que consideramos normal y no normal. En la consulta lo veíamos, que el trato era como más horizontal. «¿Cómo lo estáis llevando?», nos preguntaban. Y no sabías quién estaba en un lado o en otro. Los profesionales sanitarios no somos héroes, es mentira. Lo hemos pasado mal y nos hemos apañado como hemos podido. 

¿Siempre quiso ser psiquiatra?

Sí.

¿Y cómo explicaría su trabajo? 

Intentamos ayudar a personas que sufren fruto de una búsqueda de soluciones a situaciones muy dolorosas. 

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Comentarios
  1. La cuarta sesión de las 37 Jornadas de Debate sobre la Sanidad Pública: Salud y Políticas de Salud en el entorno de la Pandemia COVID-19 organizadas por la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) se realizó a través de la plataforma ZOOM. Este debate trató sobre la Salud Mental en el entorno de la pandemia, poniendo especial hincapié en que la situación de la Sanidad Mental ya estaba en una situación precaria antes de la crisis de la COVID.
    El debate fue moderado por Carmen Sánchez, que es neumóloga y pertenece a la Plataforma de Salud Mental de Aragón, y hubo tres ponentes:
    Iñaki Márquez, médico especialista en psiquiatría del País Vasco y miembro de la Asociación OSALDE y de la Asociación Española de Neuropsicología en el País Vasco.
    Marta Carmona Osorio, psiquiatra en el Hospital de Alcalá de Henares y presidenta de la Asociación Madrileña de Salud Mental (AMSM).
    Rebeca Gómez Martín, de la organización Psicología sin Fronteras de Madrid.
    El debate integro esta disponible en el enlace:
    https://www.youtube.com/watch?v=jK9Hl2LjGtU&t=19s

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