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Redistribuir la riqueza es la mejor forma de acabar con el fascismo
"Las raíces del fascismo están en la desesperación y en la rabia producida en una sociedad que, por desigual, se concibe como injusta", apunta Guillem Pujol
Artículo publicado inicialmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
GUILLEM PUJOL | Hace poco más de cinco años, España se vanagloriaba de ser uno de los pocos países de la Unión Europea donde la extrema derecha no tenía presencia en las instituciones. Mientras el Frente Nacional soñaba con los Campos Eliseos, Trump preparaba la llegada en la Casa Blanca, Amanecer Dorado embrutecía la bella historia de la democracia en Grecia, y el Euroescepticismo de Nigel Farage iba calando entre los británicos, en el Estado español la extrema derecha era inexistente en la política institucional.
Una de las hipótesis por el supuesto atraso en el «nacimiento» de la extrema derecha en España era que ésta ya tenía lugar dentro del Partido Popular y que, por lo tanto, no había tal demanda. Otra hipótesis consideraba que la irrupción de Podemos había servido para «atenuar» la posible emergencia de un movimiento fascista de ámbito nacional. Según esta última interpretación, en España ya existía el caldo de cultivo para que un discurso de extrema derecha pudiera aterrizar en la sociedad española.
El verdadero éxito de Podemos habría consistido en vallarle el paso a la extrema derecha a través de un discurso que apelaba a toda aquella gente empobrecida por la crisis económica y enrabiada por la posterior respuesta política del Estado, cuando en una fatídica sesión parlamentaria de agosto de 2011, se reformó la Constitución por vía exprés para salvar los bancos en lugar de las familias.
El discurso de Podemos consistió a dicotomitzar la sociedad entre los de arriba (ricos, casta) y los de abajo (pobres, honrados); así, los de abajo tenían ahora un enemigo identificable, y en su derrota, la posibilidad de un cambio real. De este modo se habría impedido que calara el discurso fascista por antonomasia, que, si bien siempre toma determinaciones históricas concretas, se fundamenta en una idea principal: la contraposición entre los de dentro (nacionales, honrados) con los de fuera (inmigrantes, delincuentes). La campaña de VOX en Madrid es exactamente esto.
La similitud en el «momento» o «la estrategia populista» de Unidas Podemos y VOX no tiene nada que ver con la afirmación – a menudo vacía e interesada – que clama que «los extremos se tocan», pero tal como afirmaba acertadamente Walter Benjamin, «cada ascenso del fascismo es testimonio de una revolución fracasada». El caldo de cultivo ya estaba presente hace cinco años, y continúa muy presente hoy: lo conforma toda aquella gente – millones de personas – que se les robó un futuro, y, encima, se les acusó de haber vivido por encima de sus posibilidades.
El fascismo toma la forma de un discurso melancólico que glorifica un pasado nacional (que nunca existió), a la vez que señala los enemigos a eliminar para poder retornar a tal estadio. Cuando el fascismo triunfa es porque consigue pasar de ser percibido como un movimiento reaccionario de las élites económicas a ser entendido, por una parte importante de la población, como un movimiento nacional – popular.
Hoy, cuatro son los enemigos identificados por el fascismo español: el independentismo, el feminismo, la izquierda de Podemos, y la persona migradas. Por suerte, ni en España ni en Cataluña el fascismo es todavía un movimiento popular. VOX es el partido del neoliberalismo y de los ultra católicos. Es el partido de la aristocracia. Donde obtiene un mayor número de votos es en Pedralbes y en el barrio de Salamanca. Pero poco a poco va penetrando en los barrios obreros, y es posible que lo continúe haciendo si el número de multimillonarios crece al mismo tiempo que lo hace el número de trabajadores precarios que no se pueden permitir un alquiler.
La desigualdad tiene que ocupar el centro del debate público. Tiene que ser una prioridad democrática. Sobre todo en los años próximos, donde las consecuencias de la crisis económica de la covid-19 dejarán a mucha – demasiada – gente bajo la intemperie. Hay algunas noticias alentadoras. En Cataluña, así como en otros lugares del Estado, el debate sobre la necesidad de una renta básica universal (RBU) es cada vez más presente. La renta básica se plantea como un derecho a la vida, y su premisa es bien sencilla: si un Estado tiene la capacidad de garantizar unos mínimos que aseguren la existencia material de las personas, es una obligación moral que así lo hagan. Sabemos que es económicamente posible, pero requiere de valentía política.
En Estados Unidos, parece que Joe Biden ha tomado nota y está decidido a empujar hacia una reformulación del actual capitalismo, de un modo parecido, quizás, a lo que hizo Roosevelt en su día. Biden no tenía fama de ser el más progresista dentro del Partido Demócrata. De hecho, todo lo contrario. En este sentido, la propuesta de la secretaria del Tesoro Janet Yellen de fijar un tipo mínimo mundial de impuesto de sociedades se tienen que leer, no tanto desde la convicción moral de una ideología profundamente de izquierdas, sino desde una lectura histórica que obliga a actuar para evitar un empeoramiento general del estado de las cosas.
Las raíces del fascismo están en la desesperación y en la rabia producida en una sociedad que, por desigual, se concibe como injusta. Y es desde esa injusticia dónde se alimentan los monstruos.
TAMBIEN LA CULTURA Y LOS VALORES SON NECESARIOS.
Este libro está dirigido, sobre todo, para quienes sean amantes de la historia, para la comunidad educativa, para estudiantes que deseen dedicarse al maravilloso mundo de la Enseñanza…
“DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA A LA DIGITALIZACIÓN DE LA ENSEÑANZA. España (1820-2020)” Francisco Delgado Ruiz.
La Enseñanza, tal y como hoy la concebimos, fue una de las consecuencias de la lucha promovida por intelectuales de la Ilustración que pretendía incorporar principios democratizadores y de compensación de las desigualdades sociales, como parte fundamental de los asuntos públicos, de ahí que, a lo largo de los siglos XVIII y XIX, diversos estados europeos establecieran sistemas educativos oficiales. La Instrucción pública pasó a convertirse en un derecho de la ciudadanía y un deber de los Estados, hasta hoy.
Una de las características del sistema educativo español de estos últimos dos siglos es que ha sido excesivamente variable, vulnerable y cambiante. En un constante ?hacer y deshacer?, propiciado por una confrontación ideológica partidaria, casi permanente. Su escasa estabilidad, su rigidez, el control religioso, sus carencias en la financiación y, últimamente, su mercantilización desbocada, han marcado la Enseñanza hasta los inicios de 2021, que surge una nueva reforma, una más, la LOMLOE.
Figuran decenas de citas de diversidad de personajes que han participado en la gestión de la enseñanza, desde antes de la Constitución de 1812, se señala la enorme influencia de la iglesia católica en las aulas a lo largo de estos dos siglos, el contraste del proyecto educativo del brevísimo período de la II República, con el de la muy larga dictadura franquista.
La extrema derecha, económica, judicial, en la sociedad, siempre ha estado presente. Puede que más camuflados dentro del PP; pero siempre han estado ahí, en el poder, y nunca se les ha cuestionado.
España, salvo Catalunya y Euskadi siguen siendo sociológicamente franquistas. Es lo que han aprendido en los libros de historia que escribieron los vencedores y que nunca se han cuestionado en la mayoría de las familias porque en este país prima más el dinero que los valores y la cultura. Por falta de valores, de cultura, de Verdad, de Justicia y de Reparación tenemos hoy este barrizal social.
Por construir lo que dieron por llamar la democracia en los cimientos del crimen, del delito, de la impunidad.
Por tener a los auténticos demócratas abandonados como una mala especie en las cunetas, a aquellos que dejaron su vida en la lucha por la defensa de los derechos y libertades del pueblo, por un país más justo.
Aquellos que dicen que todos los extremos son malos, que tan malos son los unos como los otros, ya sabemos de que bando son. Tengámoslo claro.
Lo mismo que aquellos que quieren hacernos creer que Podemos es la izquierda radical. Ni siquiera los es Izquierda Unida. No pasan de socialdemocracia.