Política
Una izquierda ‘unida’ frente a la ‘división’ azul
En el debate de las elecciones madrileñas Ángel Gabilondo supo crear a su alrededor un clima de entendimiento entre las fuerzas progresistas.
“Pablo, tenemos 12 días para ganar las elecciones”. La frase del socialista Ángel Gabilondo fue la gran noticia del debate electoral entre los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid. La izquierda, por una vez, avanzaba en la misma dirección. Las tres derechas, en cambio, se presentaron con discursos diferentes, a cada cual más abracadabrante. Ayuso creyendo que es una eminencia de la Economía capaz de arreglar una pandemia mundial a base de cervecitas. Edmundo Bal con el corazón partío, rogando ser admitido otra vez en la fiesta de la que le echaron a patadas. Y Rocío Monasterio con su flipe habitual, destilando odio y sonrisas mientras flotaba en su propio universo. Podría decirse que en el bloque azul tocaban marchas militares, sí, pero con distintas partituras.
No hay que dejarse engañar por el aire distraído del profesor de Filosofía. Gabilondo sabe dónde está, lee bien la situación y durante el debate supo crear alrededor de él un clima de entendimiento entre las fuerzas progresistas. Ayuso también sabe dónde está. Ayer, por ejemplo, estaba en un sitio que le provoca urticaria. Incapaz de rebatir nada con argumentos, se limitó a repetir las consignas que suele colocar en sus entrevistas y mostró un lenguaje verbal que denotaba una enorme incomodidad. Debatir, está claro, no es lo suyo. Y como es muy consciente de ello no va a volver a someterse a esa tortura. Mañana, sin ir más lejos, habrá otro debate en la Cadena SER, pero la candidata que pide “libertad” para “empezar a gestionar como una apisonadora” dejará su silla vacía.
Un nuevo concepto
A tenor de las opiniones publicadas en la prensa estamos ante el nacimiento de un nuevo concepto, el de “echarse los muertos a la cabeza”, capaz de renovar el clásico repertorio de la equidistancia obtusa. Ya saben, todo aquello de “ni machismo ni feminismo, igualdad”. Ahora, exigir responsabilidades por una deficiente gestión política es “echarse los muertos a la cabeza”. El debate de anoche fue una confrontación entre los clichés y los datos, y parece que los dos tienen el mismo peso entre la prensa española.
Y el peso de los medios no es menor en esta contienda electoral. Sin su activa colaboración el “milagro Ayuso” sería imposible. Y el milagro consiste en hacer pasar un gobierno calamitoso desde todos los puntos de vista (desde el sanitario, el social, el económico) por un éxito. Ante rivales políticos preparados y elocuentes, el paupérrimo discurso de Ayuso reventó por las costuras. Y no querer verlo es ser muy forofo.
La candidata popular siguió recurriendo a eso de “vivir a la madrileña”, sin que nadie sepa muy bien a lo que se refiere. Por lo visto, sentarse en una terraza en El Puerto de Santa María o en Castellón de la Plana también es “vivir a la madrileña”. Al menos lo es en su cabeza. También sólo en su imaginación llamar “mantenidos” a las personas que acuden a los comedores públicos no es denigrarlos. Y por eso no se disculpó. Siguió en sus trece, erre que erre, soltando el fantasioso texto que tenía preparado. Y es comprensible. Para ella, desde luego, era la mejor opción.
Durante la primera parte del debate, antes de la pausa publicitaria, trató de responder a las acometidas del rival y fue peor. Se la vio nerviosa, desencajada, intentando aislarse hablando directamente a la cámara y no a sus interlocutores. E insultando, que es la salida de quien no tiene salida. A Pablo Iglesias, que le preguntó por los datos de fallecidos por la COVID-19 en la Comunidad de Madrid, le contestó con una retahíla de descalificaciones personales: “Sonrío porque es usted un personaje que es de todo menos creíble”. Y añadió: “Es usted una pantomima”. Y aún más: “Es lo más mezquino que hay en la política española”. Y eso es todo. La cervecita y el improperio como único capital político.
¿Datos? ¿Gestión? ¿Propuestas? Nada. Y como no tenía nada, es muy probable que sus asesores le dijeran durante la pausa que siguiera así, ausente. Mejor callarse que abrir la boca y perder los nervios. Y ahí, el vendaval Ayuso, la mujer “libre e independiente” que pide “vivir con pasión, a la madrileña”, sea lo que sea eso, se transformó en don Tancredo. Como toda impresión es subjetiva, hubo quien vio en esa incapacidad manifiesta para dialogar a la ganadora absoluta del debate. De hecho, lo cree una mayoría. Así lo asegura, al menos, una encuesta de Sigma Dos. El sondeo del CIS, al margen del debate, concede algunas posibilidades al bloque de la izquierda en las elecciones del 4 de mayo. La mayoría está en 69 escaños y la estimación más optimista les da 73.
Lo que está por venir
Tras la primera parte, cuando Ayuso decidió retirarse (en espíritu) del debate, éste se convirtió en un anticipo de lo que será la política española en los próximos años: una izquierda seria tratando de llegar a grandes acuerdos en políticas sociales y una derecha ajena al mundo, instalada en su propio imaginario. La candidata de Más Madrid, Mónica García, fue muy clara a la hora de definir la actuación del gobierno de Ayuso durante la pandemia y, por extensión, el de toda la derecha en el futuro: “Cuando había que contratar rastreadores se contrataron curas”.
Esta derecha, aunque no parezca demasiado lógico, tiene muchas posibilidades de gobernar Madrid y España. Cuesta creer que alguien como Rocío Monasterio pueda influir en el futuro en un gobierno, pero es así. Anoche, durante el debate, sacó sin rubor el infame cartel electoral acusando a los menores extranjeros no acompañados de una criminalidad que, en términos estadísticos, no existe. Por la mañana, en una entrevista radiofónica, Ayuso evitó calificar con dureza a la fuerza política con la que está condenada a entenderse: “Son ultraderecha… según para qué”. Tampoco resulta extraño viniendo de quien cree que el fascismo es “el lado bueno de la historia”, las cosas como son.
En la izquierda, aunque con serias diferencias, se dedicaron a debatir sobre la realidad. Mónica García habló de políticas feministas y de una ley más ambiciosa contra el cambio climático (fue la única que lo hizo, por cierto). Pablo Iglesias y Ángel Gabilondo dialogaron sobre política fiscal y sobre medidas para controlar el precio de los alquileres. Había coordinación. La izquierda, con todos sus grados y matices, parecía remar en una misma dirección. Y esto sí que puede reactivar la ilusión de sus votantes.
En el otro bloque, Edmundo Bal, incapaz de asumir la estocada mortal que tiene su partido, se mostró deseoso de reeditar “el mejor gobierno posible para Madrid”. Algunos nunca aprenden. Monasterio, por su parte, decía sus cosas* y sonreía. Y Ayuso proponía acabar con el paro juvenil reforzando el bilingüismo en los colegios. Ese es el nivel. No es muy alto pero, según la mayoría de encuestas, con eso les basta.
Actualización: 18h: La Fiscalía de Madrid ha pedido la retirada del cartel electoral de Vox contra los menores extranjeros no acompañados al considerar que podría constituir un delito de odio. También remarca que estos niños y niñas son «doblemente vulnerables» y deben ser protegidos de ataques «gratuitos y prejuiciosos».