Opinión
Vacunados de espantos
"Yo espero que, como sociedad, no haya vacuna para estos espantos cotidianos que seguimos viviendo y que nos sigan indignando y escandalizando como el primer día", reflexiona Javier Durán.
Harry Block, uno de los alter ego de Woody Allen en la película Desmontando a Harry, decía en uno de sus brillantes diálogos, marca de la casa, que las dos palabras más bellas en nuestro idioma no son «¡te quiero!», sino «¡es benigno!».
Sin quitarle la razón a la hipocondría del genio neoyorquino cancelado, en estas últimas semanas podríamos decir que las dos palabras más bellas que pueden escucharse en nuestro idioma son:
“¡Estoy vacunado!”.
Cientos de miles de abuelas, padres, vecinas, compañeros de vida, de trabajo… nos están diciendo estas dos simples palabras que les están dando, nos están dando, la vida:
“¡Estoy vacunado!”.
Una generación que ha sido la primera en dárnoslo todo, son los primeros en recibir las vacunas, es lo justo; se han ganado con creces una prórroga, un tiempo extra en sus complicadas vidas.
No olvidemos nunca que es la generación que ha soportado las dos mayores tragedias mortales en nuestro país de los últimos cien años y lo han hecho en sus momentos más vulnerables: la primera tragedia, la Guerra Civil, les pilló demasiado jóvenes, siendo aún unos niños, y la segunda, esta terrible pandemia del coronavirus, demasiado mayores, siendo unos ancianos.
Aunque hay un dicho que precisamente ellos usan mucho: «Yo ya estoy curado de espantos». Creo que este espanto les ha pillado por sorpresa incluso a ellos; pero, aun así, han sacado fuerzas de flaqueza y sus mejores galas de los armarios para ir a vacunarse.
Nos han vuelto a dar ejemplo, una vez más, de saber estar y de ciudadanía responsable; un ejemplo muy necesario en estos tiempos de fiestas ilegales y artistas negacionistas.
En estos tiempos, en los que la actualidad parece la letra de uno de los últimos temas de Soleá Morente: «Pasan muchas cosas y no pasa nada, no pasa nada, no pasa nadaaaaa», quizá deberíamos estar ya curados de espantos, ver impasibles, por la experiencia y la costumbre, tantas cosas terribles, como si estuviéramos vacunados contra ellas, vacunados de espantos.
Pero yo espero que, como sociedad, no haya vacuna para estos espantos cotidianos que seguimos viviendo y que nos sigan indignando y escandalizando como el primer día, que nos remuevan por dentro y nos hagan replantearnos tanto las cosas, que nos planteemos cambiarlas de una vez.
Que no estemos vacunados de espantos de las miles y miles de muertes, muchas de ellas por negligencia, en las residencias de ancianos, de que un año después aún sigan las lamentables condiciones laborales y anímicas de los sanitarios que nos están salvando la vida, que no estemos vacunados de bajezas, reales y plebeyas, de los que usan su cargo para vacunarse antes del turno que les corresponde.
Que no estemos vacunados de espantos de los tamayazos, de provocaciones fascistas, de ataques a las sedes de los rivales políticos, de una prensa mamporrera del poder, de que 4.000 personas, casi la mitad de ellas menores, lleven más de cuatro meses viviendo sin luz en el Magaluf en el que se ha convertido Madrid; que no estemos vacunados de que se pervierta partidistamente la palabra «libertad», que tanta sangre nos ha costado conseguir.
Que no estemos vacunados de espantos de que se siga dando alas a la xenofobia y al fascismo en nuestros medios de comunicación, en nuestras calles, en nuestros estadios de fútbol… Que no estemos vacunados de espanto de la desmantelación de Medialab Prado, una decisión salvaje que pone en peligro la candidatura del entorno Prado y Retiro como Patrimonio Mundial de la UNESCO, porque pretende sustituir la participación y la innovación por la simple contemplación y a los investigadores por consumidores.
Pero hay vacuna, hay esperanza.
Aún quedan ciudadanos honrados, aún te puedes encontrar gente común, pero extraordinaria, a la salida de la compra del supermercado recogiendo alimentos para tantas familias que no tienen ni para comer, movilizándose para recuperar esa Sanidad Pública cada vez menos pública, que siguen repintando murales feministas vandalizados por los sectarios de brocha gorda, gente que respeta las reglas de convivencia y de salud, que siguen ofreciendo cultura segura, en estos tiempos anímicamente tan duros.
Espero que estos comportamientos ejemplares nos impulsen para que cada vez estemos menos curados de espantos.
Y ojalá escuchemos cada vez más de nuestros mayores las dos palabras más bellas de nuestro idioma: «¡Estoy vacunado!».
Llegan miles de turistas extranjeros a España mientras las Comunidades endurecen las medidas para semana santa.
Covid: ¿ante una cuarta ola? Mariano Sánchez Bayle, pòrtavoz Federación Defensa Sanidad Pública (Youtube):
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