Opinión
Siesta o realidad, por Peli de Tarde
Peli de Tarde escribe sobre los últimos movimientos de Ayuso, Iglesias o Toni Cantó: "Los protagonistas de la actualidad política podrían pasar perfectamente por personajes de telefilms".
Esta semana, en una de esas noticias de relevancia efímera que tanto gustan en las redes sociales, se nos contaba cómo una morsa del Ártico se quedó dormida sobre un iceberg y se despertó en Irlanda tras una larga travesía. Esta simple anécdota que no marcará la vida de nadie (salvo la de la morsa) sirve, sin embargo, como perfecta metáfora de la convulsa actualidad política española, ya que, si te despistas por un momento, puedes observar con perplejidad cómo la inmoral vacunación a destiempo de unos altos cargos del PP de Murcia se convierte, de repente, en la dimisión de Pablo Iglesias como Vicepresidente del Gobierno a fin de concurrir como candidato a las elecciones de la Comunidad de Madrid, y en el abandono de Ciudadanos por parte de Toni Cantó para volver a dedicarse a la interpretación, si es que alguna vez la dejó.
Todo lo que hay en medio, todo lo que te perdiste si, como la morsa, echaste una cabezadita durante un instante, son una serie de movimientos políticos que algunos comparan, por su supuesta complejidad estratégica, con Juego de Tronos, aunque a mi entender eso supone otorgarles una categoría que realmente no alcanzan. Yo esta situación la veo más como una sesión de cine de sobremesa dominguera: tras una copiosa comida uno se dispone a dormir plácidamente la peli de tarde alemana de la 1, pongamos que Un verano en Grecia, y poco a poco va cayendo presa del sueño mientras unos teutones afrontan irrelevantes conflictos en un pueblo costero griego. Varios minutos (u horas) después, uno se levanta y comprueba, sin saber cómo, que en la pantalla del televisor una mujer estadounidense está siendo amenazada por su vecina, que esgrime un cuchillo de cocina. ¿Cómo se ha podido torcer tanto la cosa? ¿Me he convertido en morsa? ¿Es la misma película? No, se trata de Obsesión obsesiva, en Antena 3. Y, a pesar del cambio, el inicio de una y el final de la otra forman una sola película con cierto sentido en nuestra cabeza.
Y es que los protagonistas de la actualidad política podrían pasar perfectamente por personajes de telefilms. Por ejemplo, los altos cargos del PP vacunados serían los típicos que, en una peli de catástrofes donde la Tierra está a punto de destruirse y la única forma de seguir con vida es trasladarse en un transbordador espacial hasta la Luna, ocuparían varias de las pocas plazas disponibles de esa nave utilizando su influencia y dejando fuera a otros candidatos más válidos. Por supuesto, sobra decir que finalmente la Tierra sobrevive y el transbordador estalla en el cielo por un fallo técnico.
Cambiando de canal, tras una cabezada, nos encontraríamos con los tránsfugas murcianos de Ciudadanos, que podrían ser los políticos de un pequeño pueblo de la región de los Alpes alemanes que prometen a sus habitantes que nunca derribarán la pequeña taberna familiar tan querida por todos para construir un enorme centro comercial, y sin embargo terminan cediendo ante el constructor. Pero la madre de todas las pelis de tarde, con la que la modorra desaparece de golpe, es la que protagonizarían Ayuso y Pablo Iglesias. El tema central no sería su confrontación ideológica, sino la fecha de nacimiento de ambos: 17 de octubre de 1978, dato que pone en bandeja una historia de hermanos separados al nacer, que desconocen su origen y que se reencuentran, años después, enfrentados por un mismo objetivo.
En esta particular parrilla televisiva solo faltaría la habitual película de La Sexta protagonizada por monstruos asesinos, como la Pirañaconda o la Lavalántula, esas criaturas que tienen como único fin devorar a todo y a todos, perfectamente encarnadas, en este caso, por Vox, que se alimenta de la permisividad de los medios y la complicidad de otros partidos. Lemas como «comunismo o libertad» son su plato favorito, el manjar que los engorda. Y, mientras todo esto ocurre, nosotros nos debatimos perplejos entre «siesta o realidad».