Opinión
Divorcio en el aire
Azahara Palomeque escribe sobre 'Divorcio en el aire', de Gonzalo Torné: "A veces me gusta rescatar libros para salir de las dinámicas caníbales que lanzan, consumen y descartan novedades editoriales en tiempo récord".
Un mundo en pleno proceso de derrumbamiento. Una pareja abocada en todo momento a romperse y un señor, Joan-Marc, cuya desazón ante la vida parece ser tan ubicua como inevitable, lo cual lo conduce a un trágico final.
A veces me gusta rescatar libros: para salir de las dinámicas caníbales que lanzan, consumen y descartan novedades editoriales en tiempo récord y, también, porque es mi forma de valorizar el tiempo eterno que estos duran, mucho más de lo que puede abarcar cualquier biografía. Aunque lo más importante de esas operaciones arqueológicas –que efectúan, asimismo, críticos y académicos– quizá no sea exclusivamente dignificar la obra de alguien, sino ampliar el rango de lo pensable en un clima homogéneo donde este parece estar cada vez más limitado; en otras palabras, diversificar los relatos a los que estamos expuestos para espantar el reino de Lomismo, que diría César Vallejo. En este caso, Divorcio en el aire, de Gonzalo Torné, sirve a la función de salvamento literario que me he auto-impuesto, a pesar de que su autor se desenvuelve bastante bien en la esfera comercial y en las redes.
Publicado en 2013 y poco leído en España, Divorcio narra, en parrafadas libres de capítulos o secciones, las vicisitudes de ese hombre, Joan-Marc, a quien pocos llaman por su nombre de pila, siempre mutado en aproximaciones erráticas: John, Johan. Esta falta de reconocimiento pronostica ya otra carencia que la trama va deshilachando: de asidero emocional, de lugar en el que establecer hogar, familia y proyectos, claro en el vagabundeo tanto mental como urbano del protagonista. A lo largo de reflexiones que guardan mucho de proustianas, descubrimos su noviazgo con Helen, una estadounidense de Montana con la que únicamente tiene en común la atracción sexual que los mantiene precariamente unidos, hasta que llega la ruptura.
Pero no se trata completamente de una novela sobre el fracaso afectivo, aunque este se explote en otras relaciones: con sus padres, Joan-Marc esgrime una distancia insalubre que parece haberse asimilado desde la infancia. Más allá, Divorcio interroga la sustancia humana con un abordaje que nos sumerge en las cloacas morales sin inducir un juicio específico. El protagonista es capaz de causarnos rechazo a partir de su desprecio de los otros, de provocar risa con su humor corrosivo, de indignarnos con su machismo exacerbado o de generar cierta compasión porque, al fin y al cabo, solo se tiene a sí mismo.
En la psicología de la especie (en la literatura), parece afirmar Torné, no hay rutas prefabricadas, y esto choca frontalmente con las directrices de lo políticamente correcto. Por eso quizá incomode tanto este libro, que logra suscitar un sinfín de ideas y, en según qué lectores, hasta reacciones viscerales.
Junto a los monólogos del protagonista o los desencuentros irreconciliables de la pareja, por la novela circulan personajes memorables como Eloise, antes llamada Eloy, una mujer trans que narra su proceso de transformación en un pasaje que podría considerarse a caballo entre el monólogo de Agrado en Todo sobre mi madre, y el de Molly Bloom en el Ulises. Su pensamiento desvela la infancia compartida con Joan-Marc –unidos por el baloncesto entonces– y da cuenta de las dificultades para aceptar los cambios –corporales, sociales– ocurridos durante los muchos años que no han estado en contacto. Paradójicamente, y en uno de los pasajes más bellos del libro, será Eloise la última y casi la única que llame a Joan-Marc por su nombre; si ella es capaz de devolverle una identidad que había perdido en la anomia de otros acompañantes, él habrá de acostumbrarse a la nueva apariencia de su antigua amistad y reconocerla igualmente.
Es una historia esta, por tanto, sobre la fragilidad que rige tanto al yo como a las relaciones que establece el nosotros, sobre demoliciones del sentido y los ripios que dejan, sobre la imposibilidad del juzgar al otro fácilmente. Una historia que, a grandes rasgos, emprende un cuestionamiento exhaustivo de pilares sociales institucionalizados –el matrimonio, la familia, la clase social– y otros más volátiles en conexión con los anteriores, como la identidad. Además, Torné efectúa estos ejercicios con un lenguaje magistral que se adensa o diluye dependiendo de la ocasión y consigue mantener viva la atención de un lector necesitado de anclajes ante la falta de una estructura más ortodoxa. En un mundo –el nuestro, quién sabe– en proceso de derrumbamiento, el desasosiego transmitido por Divorcio en el aire quizá consiga aliviar un poco el real mientras lo sumerge en la materia de la incerteza. En cualquier caso, valía la pena sacarlo a la luz y nombrarlo sin errores.