Opinión
El síndrome del secundario, por Peli de Tarde
"El síndrome del secundario se hace patente con el caso de los perros de Lady Gaga, en el que el principal afectado fue el empleado, olvidado a los pocos minutos".
Hace unos días, gran parte de los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la noticia de que Lady Gaga (en primer lugar) había sufrido el secuestro de dos de sus perros bulldog franceses (en segundo lugar) tras haber sido asaltado a punta de pistola el empleado que los paseaba (en tercer lugar). Las redes sociales se llenaron de muestras de apoyo a la cantante y plegarias por los animales. Pocas horas después nos informaban, con gran alivio, de que una mujer había devuelto los bulldogs a su famosa dueña. ¿Y el empleado que recibió un disparo cómo se encuentra? No lo sé, nadie habló de ello.
Este ninguneo absoluto al paseador de perros me sonó familiar. Me recordó a los personajes secundarios de las películas de sobremesa, esos que juegan un papel fundamental en la historia ayudando al/a la protagonista a salvar su vida o a lograr sus metas, pero que al final siempre se llevan la peor parte. Pongamos un ejemplo: Jennifer, la vendedora de casas estrella de una agencia inmobiliaria, recibe la ilusionante visita de una mujer que dice ser su hermana desaparecida. Juntas comienzan a recuperar el tiempo perdido. Kathy es la mejor amiga de Jennifer. Es negra y tiene un puesto de rango inferior en la misma inmobiliaria. Es alérgica a la crema de cacahuete. A los 40 minutos de película averigua, tras consultar una base de datos random, que esa supuesta hermana desaparecida no lo es, que realmente se trata de una peligrosa perturbada que se fugó de un psiquiátrico. Ese descubrimiento la condena. Justo cuando trata de alertar a su amiga, la falsa hermana la unta en crema de cacahuete y muere, no sin antes dejarle un crucial mensaje telefónico a Jennifer, que salva su vida gracias a ello. Todos respiramos aliviados al final del metraje, olvidándonos de que pocos minutos antes Kathy había fallecido.
Es el síndrome del secundario, la invisibilidad más absoluta, que normalmente estos films vinculan al color de la piel y al estatus laboral. «Debiste haber continuado con tu afición a la fotografía y no malgastar tu vida trabajando en este centro comercial», le dice a la protagonista la secundaria que trabaja en ese mismo centro comercial en la peli de tarde La Navidad de una adicta a los zapatos. «Sálvate tú. Dile a mi mujer que la quiero», le dice cualquier secundario llamado Joe al protagonista de una peli de catástrofes.
¿Quién piensa en esa secundaria que tendrá que seguir trabajando toda su vida en el centro comercial que tanto desprecia, seguramente de forma precaria y obligada por duras circunstancias familiares, si lo importante es que la protagonista vuelva a hacer fotografías artísticas? ¿Quién piensa en el pobre Joe, cuya heroicidad será olvidada a los pocos minutos, pero seguramente el vacío sentimental y económico que deja en su casa nunca será cubierto, si al final lo único que nos preocupa es que el protagonista se salve y se ligue a la guapa?
Una vez más, vemos como las pelis de tarde son un fiel reflejo de la realidad. El síndrome del secundario se hace patente con el caso de los perros de Lady Gaga, en el que el principal afectado fue el empleado, olvidado a los pocos minutos, cuyo estado no ha trascendido porque alguien decidió que no era el protagonista de la historia. Pero este síndrome también se ceba con las colectividades, en las guerras, en las protestas, en la política, en las empresas, en las fábricas… y en muchas otras escenas del día a día. Porque, si se salva el erigido como protagonista, ¿qué importa el resto?