Opinión

El desaconsejable cambio de sede, por Peli de Tarde

"Si hay algo que nos han enseñado las pelis de tarde es que hay que tener mucho cuidado con los nuevos vecinos, ya que siempre, siempre, son chungos".

Pablo Casado en la sede del Partido Popular en Génova durante las elecciones generales de noviembre de 2019. REUTERS/Jon Nazca

Pablo Casado ha anunciado recientemente su intención de cambiar la histórica sede del Partido Popular, sita en la calle Génova, por otra menos corrupta. Esta noticia ha causado un gran revuelo entre los barones del partido, ya que la mayoría ignoraban la decisión tomada unilateralmente desde Madrid, decisión que consideran equivocada al entender que no es el momento idóneo para afrontar un cambio tan radical. Pero el origen de esta oposición interna nada tiene que ver con cuestiones políticas. Lo que realmente inquieta a los barones, que sin duda son unos grandes dormidores de siestas y que, por tanto, habrán consumido mucho cine de sobremesa, son los peligros que un cambio de casa siempre lleva aparejados, de los que tanto nos han advertido en las pelis de tarde.

Cualquier espectador medio de films vespertinos sabe que cuando alguien se muda de un lugar a otro, hay muchísimas posibilidades de que resulte que el nuevo inmueble haya sido construido sobre un antiguo cementerio indio. Con todos los fantasmas que actualmente amenazan al PP (el fantasma de la corrupción, el de la ultraderecha, el de Bárcenas, el de Aznar…), no pueden permitirse el lujo de añadir nuevas presencias paranormales en su haber. Por lo tanto, barones 1 – Casado 0.

Si hay algo que nos han enseñado las pelis de tarde es que hay que tener mucho cuidado con los nuevos vecinos, ya que siempre, siempre, son chungos. Si ya estaban acostumbrados a su antiguo vecindario, para qué arriesgar a que aparezca una entrañable viejecita con un pastel de arándanos a modo de bienvenida, si todo el mundo sabe que al final va a ser una asesina psicópata con cadáveres en el sótano. O peor aún, el típico hombre solitario que espía desde su ventana con unos prismáticos hasta el punto de obsesionarse peligrosamente con todos los miembros del partido. ¿Para qué pasar por eso? Barones 2 – Casado 0.

Huir de los vecinos tampoco es la solución. Si sitúan la sede en una cabaña cerca de un lago o en una casita en medio del bosque, lo más seguro es que haya un animal gigantesco, del estilo de las pirañacondas o de los castores zombies, acechando constantemente. Es muy difícil tratar de gestionar los problemas de la ciudadanía si tu vida se ve amenazada a diario. Barones 3 – Casado 0.

Otro conflicto recurrente es el de la difícil adaptación de los trabajadores de la sede a la nueva zona. Ellos ya tenían sus amigos hechos en Génova, y ahora van a tener que empezar de cero, con lo complicado que es eso. Le recordarán una y otra vez a Casado que estaban «in love» con la antigua sede y que fue muy egoísta por su parte haberlos alejado del lugar en donde estaba todo aquello que les importaba. Se encerrarán en sus despachos a oír música a todo volumen y no querrán bajar a tomar el café de media mañana. Por no hablar de los vicios de construcción que pueden aparecer a las pocas semanas en el nuevo edificio, de los que el agente inmobiliario nunca avisó y de los que tendrán que hacerse cargo entre todos, arrimando el hombro los fines de semana, ataviados con chándales y petos vaqueros manchados de pintura, para evitar encargar las reformas a terceros y meterse otra vez en líos. Barones 4 – Casado 0.

La única solución es la vía alemana: trasladar la sede a un pequeño pueblo de Cornualles o de la Provenza francesa y convertirla en una tienda de cupcakes para empezar de cero, y allí enamorarse del veterinario local. Pero es obvio que los votantes del PP nunca entenderían esta estrategia, lo que podría derivar en un fracaso absoluto en las próximas elecciones. Barones 5 – Casado 0. Fin del partido.

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