Cultura
Omar Sy, la estrella que no gusta a algunos patriotas
El protagonista de ‘Lupin’, uno de los grandes éxitos mundiales de Netflix, se ha ganado la enemistad de la extrema derecha francesa, que ha intentado boicotearle por posicionarse contra la violencia policial.
Rocambole fue un personaje que se hizo tremendamente popular en los folletones franceses de mediados del siglo XIX. Podríamos decir que se trató del primer héroe de acción, en su versión más inverosímil. Sus historias llegaban por entregas y solían acabar en un cliffhanger muy comprometido para el protagonista. Podía terminar, por ejemplo, atrapado en un foso, rodeado de cocodrilos y sin ninguna posibilidad de escapar. Su muerte, para el emocionado lector, era inminente. En ese momento, una línea de puntos cortaba el texto, que quedaba rematado con la fórmula “aquí se detiene el relato de Rocambole”. O más sucintamente, “la continuación, mañana”.
La gente se moría de ganas por saber cómo iba a salir del entuerto. A la mañana siguiente corrían a por el periódico para conocer el desenlace y en las primeras líneas Rocambole aparecía ya fuera del foso, sano y salvo. A partir de este personaje surgió el adjetivo “rocambolesco”. No se puede decir que fuera literatura de alta calidad, más bien al contrario, pero las andanzas de Rocambole tuvieron una gran influencia en la literatura popular. Sin él no se entienden otros personajes que le sucedieron en la misma línea de la peripecia fabulosa, desde Fantômas hasta el Ethan Hunt de Misión: Imposible. Pasando por Arsène Lupin, por supuesto.
El éxito global conseguido por la serie que protagoniza Omar Sy se sustenta en el mismo mecanismo. Es absolutamente rocambolesca. Inspirada en las novelas de Maurice Leblanc, Lupin funciona por su habilidad para provocar la suspensión de la credibilidad. Eso, que aplicado a un adulto podría parecer un defecto, es en realidad una maravillosa fuente de gozo. Lupin nos aniña, en el mejor sentido del término, porque entretiene, entusiasma y convoca un bello y perdido sentimiento de ingenuidad. Pero es que, además, es también la historia de un ajuste de cuentas social. Habla de raza y lucha de clases.
En la serie, Omar Sy interpreta a Assan, el hijo de un chófer senegalés que se suicida tras ser acusado de robar un collar de diamantes en la casa de la adinerada familia para la que trabaja. A partir de entonces buscará vengar a su padre y lo hará siguiendo el modelo de su héroe literario: Arsène Lupin, el “caballero ladrón”. Como él, Assan aborda los atracos con método científico, es elegante y seductor si la situación lo exige, destaca por su audacia y es un maestro del disfraz. Y es negro, lo que le coloca en una situación de desigualdad que él sabe utilizar astutamente a su favor: “Me habéis subestimado”, dice en el primer episodio. “No me habéis mirado. Me habéis visto pero no me habéis mirado. Los de arriba no miran a los de abajo”. Le pasa lo mismo al único policía eficiente, el primero que sabe seguirle el rastro y al que los jefes, por principio, no toman en cuenta: Youssef (interpretado por Soufiane Guerrab), presumiblemente de origen magrebí.
Un éxito arrollador
Lupin batió récords en su estreno. Tuvo más de 70 millones de visualizaciones en los primeros 28 días. Se colocó en el número 1 de lo más visto en Netflix en España, Alemania, Suecia, Brasil y Vietnam. Además, entró en el top ten de la lista en Estados Unidos, algo nunca conseguido por ninguna producción francesa. En su país de origen, las ventas de los libros de Arsène Lupin se dispararon, hasta el punto de que se agotaron las existencias y hubo que reimprimir nuevas ediciones a toda prisa. Hachette lo comercializa con el mismo formato que aparece en la serie, enfatizando la importancia del objeto libro. Los chavales, dicen, han vuelto a leer (como si alguna vez hubieran dejado de hacerlo) y hablan sin cesar de Lupin en el patio de la escuela.
El libro de Maurice Leblanc, en la serie, se convierte en vehículo de transmisión cultural. Assan lo recibe de manos de su padre y se lo entrega, a su vez, a su hijo. Sin tanta ceremonia, eso es algo que siempre ha ocurrido en todos los domicilios con algún libro. Están ahí, durmiendo en las estanterías, esperando a ser despertados por las niñas y los niños de la casa. Y lo hacen, antes o después, y así es como empiezan a disfrutar de la herencia familiar. De la parte verdaderamente importante. La magia reside en el hecho de que no tienen por qué ser obras maestras de la literatura universal. En realidad, es preferible que no lo sean. Con novelitas de misterio o del Oeste el fenómeno funciona igual o mejor. De ese modo reciben aventuras, dramas, risas, y también su ración de política, por supuesto. Ese es un rasgo que también adorna al resucitado héroe de Leblanc y que enamora a los adolescentes: su subversión.
Lupin es, a su manera, un anarquista. Así lo concibió su autor, dicen que inspirado por un ladrón real llamado Alexandre M. Jacob. La editorial Pepitas de Calabaza recuperó hace unos años los escritos de este célebre bandido libertario en el libro Por qué he robado. “Antes que verme enclaustrado en una fábrica, como en una cárcel, antes que mendigar aquello a lo que tengo derecho, he preferido sublevarme y combatir metro a metro a mis enemigos, haciendo la guerra a los ricos, atacando sus bienes”, confiesa Jacob. El pueblo, así parece, aplaude el procedimiento de estos afanadores outsiders. ¿Cómo explicar si no el éxito de Lupin o de La casa de papel?
¿Cómo se puede odiar a Omar Sy?
Buena parte del éxito de Lupin se debe al magnetismo de su protagonista. Alto, guapo, fuerte y gracioso, posee una sonrisa capaz de provocar severos daños en la retina por su intensidad deslumbradora. Todo el mundo quiere a Omar Sy. ¿Todo el mundo? Bueno, no exactamente.
Tras ser lanzado al estrellato global con Intocable (2011), la película francesa más taquillera de la historia, la fama se convirtió en algo incómodo para él. Por eso se marchó con su esposa y sus cinco hijos a vivir a Los Ángeles, donde ha participado en algunas películas aunque como secundario y con papeles sin demasiada relevancia: X-Men: Días del futuro pasado (2014), Jurassic World (2015), la segunda parte de El Codigo Da Vinci: Inferno (2016), La llamada de lo salvaje (2020)…
Allí, tras el homicidio de George Floyd, participó en las manifestaciones bajo el lema Black Lives Matter y decidió impulsar un movimiento similar en su país. Escribió una tribuna en el semanario Le Nouvel Observateur titulada Despertemos. Tengamos la valentía de denunciar la violencia policial en Francia. “El silencio se me hacía insoportable al ver cómo se multiplican las injusticias”, escribía el actor, que había mantenido un discreto perfil bajo hasta entonces.
En el verano de 2020, toda la comunidad francesa de origen africano recordó el caso de Adama Traoré, un joven que murió mientras estaba detenido en las dependencias de la gendarmería de Persan (a 50 kilómetros de París), cuatro años antes. “Como con George Floyd, la justicia inventó ‘una cardiopatía’. Corazones defectuosos. Yo sólo me hago una pregunta, que es la que cuenta de verdad: ¿estarían vivos estos dos hombres de no haberse cruzado en su camino con las fuerzas del orden?”, añadía Omar Sy en su tribuna. Su petición en Change.org para terminar con el uso “abusivo y desproporcionado” de la fuerza por parte de la policía se acerca a las 200.000 firmas.
A partir de hacer público este compromiso empezaron los problemas para el que hasta entonces era el actor favorito de (todos) los franceses. Los sindicatos policiales y la extrema derecha se le echaron encima, llamando a boicotear sus películas y sus series de televisión. Una exigencia que, como sabemos, ha tenido escaso eco.
Marion Maréchal, la sobrina de Marine Le Pen que tan estrechos lazos mantiene con Vox, confesó estar “indignada” con el hecho de que el nombre de Omar Sy pudiera relacionarse con la iniciativa del presidente Macron de plantear una serie de debates para reformar la Policía. “Francia ha permitido que Omar Sy se convierta en una estrella internacional. Muy bien, no hay nada que objetar a su talento. Se ha convertido en multimillonario y vive felizmente en Estados Unidos. Aparte de decir ‘gracias’, no sé qué más tendría que decir”, afirmaba en el programa Morandini Live, de la cadena CNews. En una argumentación que iba adquiriendo poco a poco visos de delirio, la joven musa de la ultraderecha francesa llegó a hablar de “racismo contra los blancos”.
Sy recibió toda clase de insultos y amenazas a través de las redes sociales. El antiguo policía y hoy director de cine Olivier Marchal dijo en la BFM TV que la estrella de Lupin era “un actor de segunda que vive en barrios de primera” y que podía considerarse su petición como un “discurso de odio”. Entre los muchos ataques recibidos destacaron aquellos que le señalaban como un privilegiado que había huido a California para pagar menos impuestos. “Sé que mucha gente cree que no estoy en el sitio que debería ocupar”, respondió el actor. “Pero pago impuestos en Francia y les recuerdo que soy ciudadano francés. Y como tal, creo que tengo derecho a pedir que se haga justicia”.