Crónicas | Opinión

¿Disturbios, fuego y violencia en las calles? Hacer visible lo invisible

Los jóvenes se lanzan de nuevo a las calles para protestar. La chispa ha sido Pablo Hasel. Sin embargo, en el fondo hay una crisis social profunda, crece la frustración y, entonces, estalla la rabia.

Protestas en el Paseo de Sant Joan de Barcelona el 18 de febrero. Paco Freire / SOPA Images/Sipa USA

Este artículo ha sido publicado originalmente en CRÍTIC. Puedes leerlo en catalán aquí.

Vuelve el estallido social, vuelven los disturbios, vuelve la violencia urbana. La banda sonora original son las canciones de rap de Pablo Hasel, pero el contexto es una crisis social brutal, una fractura generacional muy preocupante y el agotamiento mental por la pandemia sanitaria más grave de nuestra historia. Esta vez, sin embargo, una mancha de aceite de rabia y de indignación se ha extendido desde Lleida hasta Barcelona y Madrid, pasando por Girona, Vic y Tarragona. Barricadas de fuego. Violencia en las calles. Manifestantes heridos, policías heridos. Contenedores quemados. Aparadores de bancos y tiendas rotos. Una chica de 19 años ha perdido un ojo por culpa de una bala de foam lanzada por los Mossos d’Esquadra. Pero… ¿por qué carajo pasa todo esto?

Toda acción violenta, como diría Umberto Eco, es una acción comunicativa. Un contenedor quemado es la forma que tienen los invisibles de hacerse visibles. Ya lo explicaba poéticamente el subcomandante Marcos, en una conversación con Manuel Vázquez Montalbán en el libro El señor de los espejos: «Y miren lo que son las cosas porque, para que nos vieran, nos tapamos el rostro; para que nos nombraran, nos negamos el nombre; apostamos el presente para tener futuro; y para vivir… morimos».

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Probablemente, la violencia en las calles en la señal evidente de un fracaso colectivo. Pero el problema es que antes de llegar al estallido violento ni el Gobierno ni los medios habían prestado atención a los gritos de protesta que se habían lanzado. El poder no escucha, es sordo, y, entonces, los problemas se enquistan y estallan. El Gobierno español (y los jueces) podrían haber frenado la revuelta antes de que la chispa se esparciera. El Ejecutivo del PSOE y de Podemos tiene la clave para tirar agua al fuego: un indulto a Hasel en el próximo Consejo de Ministros o en un Consejo de Ministros extraordinario mañana mismo. En los últimos 40 años, los gobiernos españoles han indultado a banqueros, políticos corruptos y jueces. Pero, aunque hacen tuits y declaraciones diciendo que esto de Hasel no puede ser, no hacen nada por cambiarlo. ¿Tienen miedo de los jueces, del rey y de la derecha política y mediática?

¿Por qué pasa todo esto?

El sociólogo, y ahora ministro del Gobierno español, Manuel Castells, en su obra Poder y comunicación, establece que «en las sociedades democráticas las críticas políticas más radicales desaparecen de los medios de comunicación mayoritarios porque se considera que no están a tono con la realidad del país y, por tanto, que no interesan a la audiencia». Según Castells, «solo generando noticias pueden los discursos radicales atravesar la barrera de los medios». ¿Cómo generan noticia de una manera sencilla? Haciendo manifestaciones, encierros, huelgas de hambre… y utilizando todos los recursos del infoentretenimiento; mientras tanto, otra manera de salir en los medios y que el poder les escuche es «con un estallido de violencia en la calle después de la intervención de la policía».

Pero, más allá de la violencia, creo que la pregunta más interesante sería intentar saber por qué pasa todo esto. ¿Cuál es el origen de tanta violencia? ¿Cuáles son las causas de este estallido de rabia? Creo que la cosa va más allá del encarcelamiento de Pablo Hasel. No es la primera vez que pasa esto en Catalunya en los últimos cinco o seis años, con pandemia o sin. Habría que comenzar a pensar un poco en lugar de hacer tertulias y tertulias sobre el drama de los contenedores quemados. Esto que pasa ahora con el encarcelamiento de Pablo Hasel ya pasó después del desalojo del centro okupado Banc Expropiat en el barrio de Gràcia de Barcelona y pasó también después de la sentencia judicial contra los líderes políticos independentistas en la llamada Batalla de Urquinaona. En los últimos tiempos, se han producido episodios similares de revuelta social descontrolada (con uso de la violencia) en Holanda, Francia, Grecia y Estados Unidos o Chile. Cuando la situación lleva a este punto de fuego y de rabia es que no hemos prestado atención durante mucho tiempo a lo que nos decían los invisibles.

La Catalunya del año 1 de la Pandemia de la COVID-19 sufre una situación tan dura, tan deteriorada, tan desigual y tan conflictiva que solo necesita una chispa para que todo estalle por los aires. La chispa ha sido el encarcelamiento de Pablo Hasel, condenado por insultar al rey Juan Carlos –ahora fugado a los Emiratos Árabes después de diversos escándalos de corrupción– y por enaltecimiento del terrorismo. Catalunya, como muchos de los países occidentales donde se producen revueltas espontáneas, es un decorado de cartón piedra donde para que vivimos en un oasis hasta que comienzas a rascar la superficie. Salen, entonces, todas las grietas.

La paz no es solo la ausencia de violencia directa. Uno de los pioneros en el estudio sobre resolución de conflictos, Johan Galtung, en su Triángulo de la Violencia, explica que hay una violencia directa –la que es visible, la física–, pero también señala que por debajo de eso hay una violencia estructural del sistema que no se ve, que se silencia, que se olvida. Tiene forma de crisis económica, de gente que cae en la pobreza, de perder el trabajo a los 55 años y llevar tres en paro, de desahucios de familias de sus casas por no poder pagar el alquiler, de enfermedades mentales que no salen en las estadísticas. Lo que es realmente extraño es que el país no esté en llamas después de un año entero con miles de personas perdiendo el trabajo y la casa… mientras que los reyes envían a su hija a estudiar a una escuela británica de élite y el presidente del Banco Sabadell cobró un sueldo de 2 millones de euros en 2020.

Hay un conflicto social, escondido bajo el ala de la peor pandemia de salud mundial de la historia. Como ya decíamos, el coronavirus dejará más pobres que muertos.

Hay un grupo de jóvenes, con un paro del 30% y encerrados en casa durante casi un año, que ven su futuro con una mierda. No tienen trabajo o solo encuentran trabajos precarios y tampoco pueden estudiar con normalidad. Hay un malestar, un cabreo, una frustración; incluso diría que hay una fractura generacional.

Los alquileres están por las nubes y es imposible comprarse un piso para vivir. Miles de desahucios diarios en todo el Estado en medio de la pandemia, del confinamiento y del toque de queda.

Hay una policía que, como se está viendo de manera todavía más brutal en videos grabados con teléfonos móviles desde los balcones, está abusando de su posición de autoridad y de su impunidad en calles vacías: desde la agresión brutal a un padre y a su hija en Linares hasta la paliza a un joven negro en Cassà de la Selva.

Hay desencanto. Hay frustración. Hay agotamiento.

Y, aunque en el día a día, superficialmente, no se ven las corriente de fondo en las portadas de la prensa… de tanto en tanto, no sé sabe ni cómo ni cuándo ni con qué pretexto, una chispa lo quema todo.

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Comentarios
  1. Pero vamos a ver : en un Estado pseudo democrático fallido como es el caso del corrupto reino de Españistan ; ¿ qué es lo que pretendemos exigir en cuanto a igualdad , justicia y decencia por parte de lo que llaman » Instituciones Públicas del Estado ? . Digo.
    Mi total solidaridad con tod@s est@s luchadores por la verdadera democracia .
    Salud y 3ª República de Repúblicas.

  2. Valtonyc: Como amigo de Pablo [Hasél] que soy lo vivo con mucha tristeza. Un amigo mío va a pasar muchos años en la cárcel por querer un cambio social, por ser comprometido socialmente y por utilizar las herramientas que él tiene para una transformación social. El delito de Pablo Hasél ha sido querer un mundo mejor. Me causa mucha tristeza ver cómo un amigo va a pasar años en la cárcel por querer un mundo mejor.

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