Crónicas | Opinión
Hay más abogados-gatos
"Porque pasa a diario. Y pasa –otro ejemplo– que el repartidor que chocó con su moto esta semana era abogado. Y murió con el filtro de rider puesto", reflexiona Olivia Carballar.
Me he reído durante varios minutos seguidos viendo el vídeo en el que,
durante una vista judicial online, un abogado con filtro de gato asegura ser el abogado y no un gato. «Estoy aquí en directo, no soy un gato», clamaba con cara de gato este abogado de Texas ante la incredulidad del juez y la tímida risa del otro interviniente. Y la mía.
Y menos mal que en estos momentos tenemos estos otros momentos para filtrar la angustia. Los memes, los chistes, los gifs… De todos los que
manda Patricia a un chat de amigos, esta semana ha sido uno con una nutria el que me ha subido a lo alto de la montaña rusa. El gif dice: «Nutriagobies, tía».
Puede ser una tontería, pero nos sacan la sonrisa en mitad del
cansancio, del agotamiento, del dolor que te produce la foto del
hombre y la mujer mayores, agarrados de la mano sobre las barandillas de dos camas de hospital. Amplías un poco la imagen, un poco más, y ves toda la tristeza del mundo contenida en sus miradas, conscientes de que aquello, después de 70 años juntos, es el final.
Son tonterías, de hecho, pero las pulguitas o la colonia del bote verde o la calle San Fernando con coches del eres old pero así de old, también me han hecho sonreír con ese tipo de sonrisa que te sale de dentro, y se queda dentro, de las que agrandan el pecho y no suenan. Ese tipo justo de sonrisa que una necesita como antídoto cuando la última genialidad de una gerente consiste en quitar los móviles a los pacientes, que ya se mueren solos, por cierto. O cuando vuelves a ver en las portadas, portadas de hace años, historias irresueltas. Pongamos por caso a Bárcenas –porque los crímenes machistas, por poner otro ejemplo, casi siempre siguen yendo dentro–.
«Yo no quiero feria, ni Semana Santa, yo lo que quiero es estar con
mis amigos, que mi hija juegue con sus amigos», me contaba la dentista
esta mañana mientras me anestesiaba. Poco antes había estado chateando con unas amigas sobre las ganas que todas tenemos de bailar a lo grande y de que, a pesar de la irresponsabilidad, el mono de la novia del Casino de Madrid era mono. Cómo mola teclear la j y la a como una posesa (jajajajajajajaja) en estos tiempos inciertos.
Y en un nuevo intento por no descalabrarme montaña rusa hacia abajo con el relato de la dentista, imaginé un Wallapop lleno de trajes de flamenca recién hechos, de todas las tallas, lunares, rayas, lisos, nuevecitos, con volantes, sin mangas, canasteros, a estrenar. Un auténtico cambalanche de vestidos de gitana. Cambio la talla M por una L. Cambio traje de bebé por uno de dos años. Aun con la anestesia, que ya iba hormigueándome la lengua, pude notar la risa. Qué tontería, ¿verdad? Podría haber pensado directamente en las caras de Piqueras tras el Sálvame.
Luego, mientras pagaba el empaste, la señora que esperaba su turno, tras la correspondiente ola de preguntas sin respuestas y el a ver si la vacuna ya… soltó la siguiente frase: «Nos han quitado del mundo». Y mi cabeza volvió al vídeo del abogado-gato, pero ya no me hizo gracia.
Porque no serán pocas las veces en las que tengamos que insistir en
que no somos un filtro, sino personas. Serán muchos los momentos en
que tengamos que insistir en que tenemos derechos, en que tenemos
dignidad. Porque ya está pasando, porque ya ha pasado. Porque pasa a diario. Y pasa –otro ejemplo– que el repartidor que chocó con su moto esta semana contra un camión de la basura era abogado. Y murió con el filtro de rider puesto.