Opinión
¿De qué nos sirve saber tanto?
"Hay casos en los que la realidad se hace tan obvia que cuesta aceptar que las informaciones correctas no den lugar a las acciones correspondientes", reflexiona José Ovejero.
Vivimos en la era de las predicciones realizadas sobre la base de encuestas y a partir de modelos científicos. Se sabe con antelación cuánto va a llover o nevar aproximadamente, si se va a reducir la temperatura solar en las próximas décadas, la velocidad de la desforestación en el planeta, el ritmo de crecimiento de la población. También estamos en una época en la que las autoridades y sus agencias tienen tanta información sobre la gente corriente como no poseían ni siquiera la Stasi o la KGB. Somos, dicen, ciudadanos de cristal.
Es verdad que los pronósticos, ya sean basados en encuestas o en modelos matemáticos, tienen sus limitaciones: el Brexit, el referéndum sobre la paz en Colombia y la elección de Trump demostraron lo equivocados que podemos estar y cómo lo que parecía evidente va poco a poco torciéndose y convirtiéndose en su contrario.
También ha sucedido que personas conocidas y declaradas inocuas por los servicios de información de un país cometen de pronto -o no tan de pronto- actos terroristas.
Nada es seguro, entre otras cosas porque las predicciones no suelen ser desinteresadas. Hemos descubierto que los resultados de muchas proyecciones están sesgados porque el sistema ha sido alimentado con datos que favorecen dichos resultados. Quien paga la investigación elige las conclusiones. La temperatura del planeta aumentará o no, en tantos o en cuantos grados, por causas humanas o por ciclos solares, por culpa de los transportes o de las actividades agrícolas, por nuestro sistema de producción o por el crecimiento demográfico. La respuesta depende a menudo de ideologías, de quién financia a quién, de estructuras de poder. Así que lo que hacen encuestas, predicciones y modelos no es tanto prever el futuro como influir en él.
La predicción de un determinado resultado en unas elecciones generales puede empujar a indecisos a votar en un sentido o incluso a acudir a las urnas aunque hubieran pensado no hacerlo. Y dependiendo de las predicciones sobre el cambio climático se activarán unas políticas u otras, e incluso se utilizarán para servir a los intereses industriales de ciertos países, que lloran por el cambio climático mientras venden catalizadores o centrales eólicas.
Todo eso lo entiendo. Pero hay casos en los que la realidad se hace tan obvia que cuesta aceptar que las informaciones correctas no den lugar a las acciones correspondientes. Pasados los hechos, nos enteramos de que el FBI había advertido del asalto al Capitolio con unos pocos días de antelación. También, en contra de lo que afirmaron Almeida y Ayuso, de que los meteorólogos de la AEMET llevaban desde el 1 de enero avisando del temporal de nieve que caería sobre Madrid y de que se acumularían más de veinte centímetros. Hay cosas que no podremos resolver por mucho que las sepamos.
Está claro que, si llegara el meteorito por el que tantos claman para que destruya nuestra indigna especie, sólo Hollywood podría imaginar una forma de salvación -véase como muestra la delirante película Armagedón-. Pero ¿no se podía haber hecho más en Madrid? Como distribuir de antemano contenedores de sal por la ciudad, estacionar máquinas quitanieves en puntos neurálgicos, instaurar un toque de queda para que la gente abandonase antes sus trabajos y no colapsase las carreteras. Es lógico que una nevada así paralice una ciudad como Madrid se haga lo que se haga, pero no que desate un caos tan duradero como lo ha hecho.
En el caso del Capitolio podemos imaginar presiones e intereses políticos para no prevenir los hechos. En el caso de Madrid no se me ocurre ninguna razón, salvo la ineptitud o el desinterés. Pero ni siquiera la tirria que siento hacia el PP me permite pensar que sólo esas puedan ser las causas.
¿Entonces? ¿Dónde está la articulación que no funciona entre la información correcta y la acción correcta? ¿Es un problema de coordinación? ¿De comunicación? ¿De estructuras poco claras? ¿De responsabilidades difusas? No, esta vez no voy a criticar nada. No merece la pena. Tan sólo me gustaría que alguien me explicase, de verdad, lo que ha pasado. Porqué tanta información no ha servido para nada.
Ineptitud, desinterés, y maldad, lo propio de esta caterva, de la típica derecha española.
Tratar de culpar a la oposición de todo lo negativo, muchas veces provocado por ellos mismos, y reclamar ayudas astronómicas y desorbitadas por los daños causados.
José:
Creo que a veces pecamos de ingenuos al creer que nuestra cabeza funciona como la del otro. No es una critica, solamente un comentario.
No vivo en España, no sé cuál fue el tratamiento del problema y su resolución.
Los que tienen el poder hacen y deshacen a su gusto. A veces me parece que vivimos bajo una confabulación de la cual somos víctimas. Lo peor, es que esto nos lleva a veces a ser apáticos y dejar hacer.