Internacional
Llueve en el Sáhara
"Tras 29 años apostando por la vía pacífica, el pueblo saharaui ya no cree en la ONU, a la que perciben como garante del statu quo que tanto daño les ha causado", analiza José Bautista.
Hito histórico en el Sáhara Occidental después de 29 años en un callejón sin salida y tras 45 de conflicto declarado. Coincidiendo con el Día de los Derechos Humanos y a pocas semanas de dejar la Casa Blanca, el pasado 10 de diciembre el presidente Trump anunció que Estados Unidos reconocía la soberanía de Marruecos sobre la antigua colonia española. La primera potencia militar y económica se convierte así en el primer país del planeta que admite oficialmente la potestad de Rabat sobre el territorio. A cambio, el rey Mohamed VI reconoce de pleno derecho a Israel. El peso simbólico de esta jugada marca un antes y un después en este conflicto.
El anuncio parece fortuito, pues llega apenas un mes después de que el Frente Polisario anunciase el regreso a las armas, alegando la violación del acuerdo de paz firmado en 1991 por parte de efectivos militares marroquíes que abrieron fuego (sin dejar heridos) en Guerguerat, en la carretera que une el Sáhara Occidental con Mauritania, que estaba bloqueada por un grupo de activistas saharauis que impedían el paso de mercancías. Sin embargo, el movimiento de Estados Unidos llevaba años cocinándose a fuego lento y responde a una sofisticada estrategia diplomática por parte de Marruecos. La noticia no pilló por sorpresa a los altos diplomáticos de los demás países involucrados en el devenir del Sáhara –Francia, Rusia, Argelia, España…– pero sí a los principales diarios del mundo, que pusieron en portada la noticia y dieron una visibilidad sin precedentes al último territorio africano pendiente oficialmente de descolonización.
Lo que está pasando en el Sáhara despierta muchas dudas. Si estuviéramos ante un partido de fútbol, podríamos decir que los saharauis van perdiendo por goleada ante el rey Mohamed VI (es importante diferenciar las responsabilidades, pues la población marroquí es la primera víctima del régimen de Mohamed VI). Por otro lado, el partido llevaba dos décadas en tiempo muerto y ahora la pelota vuelve a rodar, con medio planeta prestándole atención.
En el Polisario reciben la noticia convencidos de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, dará marcha atrás en ese reconocimiento carente de base jurídica, aunque también saben el peso que Israel tiene en el quehacer político de Washington. Mientras, Marruecos saca pecho y se anota un gol por la escuadra mientras avanza nuevos acuerdos entre bambalinas. El Majzén trata de resucitar su propuesta de autonomía para el Sáhara, un documento repleto de maquillaje cuya única carga de autonomía está en el título.
Los demás actores clave en el conflicto también mueven ficha. España se aferra a su rol de cero a la izquierda y busca una vía intermedia: el Gobierno aplaude que Marruecos e Israel restablezcan relaciones (ya las tenían, pero no eran oficiales) y defiende el “respeto a los principios y resoluciones de la ONU” en un momento en el que eso no significa nada. “La neutralidad activa es una falacia”, señalaba recientemente Miguel Muñoz, periodista de Cuarto Poder. Unas horas después de lanzar este mensaje, España y Marruecos decidieron aplazar la reunión de alto nivel que tenían prevista para el 17 de diciembre, alegando “la situación epidemiológica”. De la visita había quedado excluido el vicepresidente Pablo Iglesias, única cara visible del Gobierno que apoya en público a los saharauis.
El rol insignificante de España guarda una estrecha relación con tres válvulas de chantaje político que Marruecos domina a la perfección: la cooperación antiterrorista, el comercio y la inmigración –las personas migrantes llegadas a Canarias a finales de 2020 proceden principalmente del Sáhara bajo control marroquí; la mayoría son marroquíes que huyen de la miseria–.
También son tres las curiosidades que ilustran este paisaje complejo para España. Por un lado, la jefa de la diplomacia española, Arancha González Laya, estaba reunida con el presidente palestino justo en el momento en que Trump lanzó el anuncio del doble reconocimiento –EEUU con la soberanía marroquí sobre el Sáhara, y Marruecos con el reestablecimiento de relaciones con Israel–. Un anuncio paradójico, pues los líderes palestinos habían dado la espalda a los saharauis (con los que tantos paralelismos guardan) para así mantener la sintonía con Arabia Saudí, que vive un romance primaveral con Israel.
Por otro, según la Audiencia Nacional, “España de iure, aunque no de facto, sigue siendo la Potencia Administradora del territorio”. La sentencia (auto 40/2014) fue firmada y emitida por la sala que entonces presidía el magistrado Fernando Grande-Marlaska, quien ahora es ministro del Interior y lleva el timón de las negociaciones con Marruecos en materia migratoria. Esto se traduce en más dinero y miopía cómplice para Rabat, a cambio de menos migración. Las autoridades españolas no explican cómo evitarán que el dinero y los recursos que entregan a Marruecos (vehículos, material de vigilancia…) se usen contra los saharauis.
Por último, este asunto genera una gran –y discreta– preocupación en los ámbitos militar y de inteligencia de España. Al agravio simbólico que representa el Sáhara (la decisión del entonces jefe de Estado en funciones, el príncipe Juan Carlos, de abandonar con nocturnidad y regalar el Sáhara en 1975 es interpretada como una deshonra para el Ejército español) y su valor económico (fosfatos, pesca, hidrocarburos…) se suma el tema canario. Un ex alto cargo del CNI que estuvo destinado en Marruecos asegura que la inteligencia española interpreta la consolidación del poder de Rabat sobre el Sáhara como un paso previo en las pretensiones de Marruecos sobre Canarias. En marzo de 2020, Marruecos amplió su frontera marítima frente a Canarias, de forma unilateral y sin previo aviso.
Francia, el aliado más valioso de Mohamed VI, sacó a relucir la propuesta marroquí de autonomía, que en la última década había quedado defenestrada. Por su parte, Moscú, que recientemente firmó acuerdos de pesca con Rabat que incluyen las aguas del Sáhara, está divulgando mensajes a diestro y siniestro en sus cuentas oficiales recordando el compromiso histórico de Rusia y la URSS con el fin del colonialismo en África.
La diplomacia europea, encabezada por el socialista Josep Borrell, respondió de forma similar a la de España. Borrell nunca ocultó su cercanía con Rabat, pero el cargo de Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Seguridad le obliga a contenerse. En reiteradas ocasiones, incluso ha defendido en público que el régimen marroquí es un ejemplo a seguir en materia de derechos humanos y desarrollo. Su último acto oficial como ministro de Asuntos Exteriores español, justo antes de mudarse a Bruselas, fue una reunión con su homólogo marroquí y una rueda de prensa conjunta en la que recomendó a los españoles no viajar a los campamentos de refugiados saharauis en Argelia.
Argel, principal aliado del Frente Polisario, también mueve ficha. El presidente no electo Abdelmayid Teb- boune rompió su silencio tras varios meses desaparecido y bajo tratamiento médico en Alemania por COVID-19, para expresar su desacuerdo con la decisión de Trump y subrayar que “Argelia es más fuerte de lo que algunos piensan”. Su país es el que más ha incrementado su presupuesto militar en la región en la última década y es, además, el principal proveedor de gas a varios países europeos (entre ellos España). Un caso muy distinto es el de Mauritania, que podría seguir los pasos marroquíes, empezando por el reconocimiento de Israel, según explicó a la cadena francesa TV5 Kader Abderrahim, especialista de Sciences-Po y referente en asuntos del Magreb.
Guerra, trastienda y propaganda
El Sáhara está oficialmente en guerra desde mediados del pasado noviembre. Rabat ha dado orden expresa a sus oficiales y diplomáticos para que no hablen del tema ni alimenten el debate (la Embajada marroquí no responde a ninguna pregunta de este medio), mientras que el Polisario moviliza a sus aliados del mundo político y cultural para dar visibilidad al conflicto. Marruecos tiene demasiados frentes abiertos a nivel interno: problemas de salud de Mohamed VI, protestas en el Rif, crisis socioeconómica post-covid en un país volcado al turismo y con altos índices de miseria. El nivel de propaganda y desinformación sobre lo que sucede en la colonia española es apabullante. Los periodistas tenemos el acceso vetado.
El terremoto saharaui ya se deja notar en el Consejo de Seguridad de la ONU. El revuelo por el anuncio de Trump pilló a este organismo con la presidencia de turno de Sudáfrica, gran aliado de los saharauis en la Unión Africana. En enero asume la presidencia de turno Túnez. En cualquier caso, vuelvan o no el multilateralismo y una comunidad internacional fortalecida, será tarde: tras 29 años apostando por la vía pacífica, los saharauis ya no creen en la ONU, a la que perciben como principal garante del statu quo que tanto daño les ha causado. Los jóvenes de los campos de refugiados y buena parte de los que nacieron bajo ocupación marroquí, piden volver a las armas. En un artículo para la revista 5W, la periodista saharaui Ebbaba Hameida desgrana con maestría este sentimiento y “el fracaso de la paz y el triunfo del olvido en el Sáhara Occidental”.
El Polisario está viejo y llega a la guerra arrastrando varias dolencias crónicas. La experiencia acumulada de sus altos mandos choca con un presente en el que la guerra mediática es tan importante o más que la que se libra en el campo de batalla. El tono arcaico de sus partes de guerra refleja esa falta de renovación.
Fuentes del Polisario señalan que la guerra va para largo: aplicarán la estrategia de pequeñas escaramuzas y ataques sin tregua que les permitió aguantar tantos años de guerra ante un ejército marroquí mucho más numeroso y equipado con tecnología militar francesa y estadounidense. Señalan que conocen el desierto mejor que nadie y que tienen mucho margen para hacer daño a Marruecos, a pesar de las diferencias materiales entre ambos ejércitos. Descartan por completo extender la guerra a ciudades marroquíes o realizar ataques selectivos contra altos cargos del Majzén.
Las mismas fuentes apuntan a que el conflicto se agravará cuando los funcionarios de la MINURSO abandonen el territorio. Este organismo de la ONU, creado para organizar el referéndum de autodeterminación pactado en 1991 entre Marruecos y el Polisario, lleva sin jefe (enviado especial) desde principios de 2019. La moral de las tropas saharauis y la avalancha de jóvenes voluntarios que se alistan a filas polisarias chocan con su falta de entrenamiento y con una cuestión aún más sensible: ¿cómo se sostendrá la vida, ya de por sí precaria y difícil, en unos campamentos de refugiados vaciados por la guerra?
El terremoto de la decisión de Trump sobre Marruecos y el Sáhara llega apenas unas semanas después de que Washington autorizase la venta de un número indeterminado de aviones F-35 a la Real Fuerza Aérea marroquí. Este avión de guerra de quinta generación está considerado como el más letal del mundo.
El comunicado oficial de la Casa Blanca subraya que “Estados Unidos reconoce la soberanía marroquí sobre todo el territorio del Sáhara Occidental”. Hasta ahora el Polisario solo ha atacado posiciones en el muro de 2.700 kilómetros que divide el Sáhara Occidental, sin realizar incursiones en el territorio bajo control de Marruecos. El Ejército marroquí no ha respondido con incursiones terrestres o aéreas en el territorio bajo control saharaui. ¿Interpretará Marruecos las palabras de la Casa Blanca (“sobre todo el territorio”) como una carta blanca para llevar la guerra al otro lado del muro y estrenar sus nuevos F-35?
ACADÉMICOS UNIVERSITARIOS LLAMAN A SUS HOMÓLOGOS DE TODO EL MUNDO A PRONUNCIARSE SOBRE EL SÁHARA
Profesores e investigadores de las universidades de Sussex, Princenton, Carleton y Exeter inician una campaña mundial en defensa de el derecho a la autodeterminación del Sahara Occidental, a la que animan a sumarse a sus homólogos universitarios de todo el mundo:
«En nuestra calidad de académicos, investigadores, activistas y personas interesadas, los abajo firmantes condenamos enérgicamente la proclamación del Presidente Donald Trump en la que se reconoce la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental.
El Sáhara Occidental es un caso de descolonización no resuelto.
La descolonización no es sólo un proceso legal, sino una lucha política, que a menudo se ha librado en la esfera pública mundial. La opinión pública mundial, la solidaridad transnacional y la atención mundial han sido históricamente parte integrante de las luchas de descolonización que han tenido éxito, desde Argelia hasta Palestina. Las luchas anticoloniales en el Sáhara Occidental han carecido de visibilidad internacional, que los esfuerzos de solidaridad pueden servir para rectificar.
https://canarias-semanal.org/art/29517/academicos-universitarios-llaman-a-sus-homologos-de-todo-el-mundo-a-pronunciarse-sobre-el-sahara