Opinión

‘Barbilampiño’

Los protagonistas de este cuento de Navidad no descansan durante las fiestas. Es la clase obrera del centro comercial. O al menos aspira a serlo.

"Los que tienen barba natural se ríen mejor, parecen más simpáticos y dicen mejor 'joujoujou". THOMAS ULRICH/PIXABAY

El hombre deja las llaves en el cenicero de la entrada y grita que ya está en casa, pero nadie le responde. Son las ocho. Es normal que la chica aún esté estudiando en la biblioteca, pero la mujer debería haber llegado del trabajo. Además, le parece que hay luz al fondo del pasillo. Avanza un poco para comprobarlo. «Ya estoy en casa», vuelve a decir. Al entrar en el salón, ve a la mujer, que se ha quedado dormida viendo la tele. La despierta con una caricia en el hombro antes de sentarse a su lado.

—¿Cómo fue?

—Como siempre. Cogieron a uno con barba natural.

—No te preocupes.

La mujer pasa la mano por la cabeza del hombre.

—Anda, cuéntamelo, ¿os preguntaron algo? ¿Hicisteis alguna prueba?

—Lo normal. Reírse, tirar caramelos y charlar con niños. Nos hicieron fotos para ver cómo quedábamos porque van a hacer sesiones personalizadas.

—Tú sales muy bien.

—Pero la barba es una putada. Los que la tienen natural se ríen mejor porque pueden estirar más las mejillas. Parecen más simpáticos y dicen mejor lo de joujoujou.

—Bueno, no pasa nada. Ya verás como la próxima tienes más suerte.

—Es que ya estamos a 2 de diciembre y todos los contratos se cierran antes del puente. Nadie quiere llegar al 10 sin Papá Noel.

—¿Cuándo tienes la siguiente?

—Mañana. Hay una temprano y dos por la tarde.

—Seguro que todo va mejor.

El hombre se inclina sobre el regazo de ella y la mujer le acaricia la cara hasta llegar a la barba.

—Ten cuidado

—Perdona.

—¿Me ayudas a quitármela? Me apetece fumar y no quiero que se manche.

Se levantan del sillón. A la mujer se le han dormido las piernas y el hombre la coge por la cintura para que no se tropiece. Antes de salir, ella le pide que apague la tele y la lámpara.

En el lavabo, él se sienta en el váter y reposa la cabeza en la cisterna. Ella agita un frasco mientras busca la bolsa de los algodones.

—Cierra los ojos y apoya mejor la cabeza.

La mujer comienza a extender el alcohol por la cara. El hombre resopla antes de rechinar los dientes.

—No es para tanto.

—No lo sabes.

Me he depilado muchas veces. No creo que sea peor.

La mujer comienza a levantar la barba por la patilla izquierda. Cuando está por la mitad, aprieta bien los dedos para dar los dos últimos tirones. El primero, hasta la barbilla, es con el que más se suele quejar, pero hoy no dice más que un joder. Tampoco protesta cuando ella comienza a darle la crema facial. Incluso, cierra los ojos.

—No te duermas.

—No podría.

Pero lo hace poco después. Justo después de tomarse el tazón de leche con galletas que le prepara su mujer para merendar.

Cuando se despierta, la tele aún está encendida. En la mesita hay una bandeja con migas y una jarra con una colilla flotando en un remanso de cerveza. La niña ha cenado rápido y mal, como siempre. Decide que le dirá algo al día siguiente.

Le cuesta poner en marcha la espalda, que cruje como papel de estraza, pero consigue levantarse con su propio impulso, sin tener que apoyarse en el sofá. Cuando va a apagar el aparato, se da cuenta de que está encendida la lámpara del rincón de la labor. La mujer lleva las gafas de cerca.

—¿Qué haces? No son horas de trabajar. Te vas a quedar ciega. Vamos a la cama.

—Quiero que mañana estés impecable.

—La camisa está bien. No le falta ningún botón.

—No estoy con la camisa.

El hombre se acerca al rincón y ve que la mujer ha despegado todos los pelos de la barba postiza. Están extendidos como un hormiguero recién desahuciado.

—¿Qué coño has hecho? ¿Qué me voy a poner mañana?

—Túmbate, por favor, cariño.

La mujer se levanta de la silla. Las gafas se le caen al suelo. El hombre rechina los dientes y las recoge.

—Solo tienes que quedarte muy quieto y quedarás perfecto. Mañana podrás elegir qué oferta quieres aceptar. Te podrás reír como el que más y decir joujoujou.

El hombre se tumba en el sofá. Cierra los ojos.

La mujer remueve el bote de pegamento y, antes de comenzar a extenderlo, dirige la luz de la lámpara hacia el rostro del hombre.

—Mejor vamos al baño.

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