Internacional

“¿Se puede patentar el sol?”. Así se está ‘repartiendo’ la vacuna para la COVID

India y Sudáfrica piden a la OMC que se suspendan los derechos de propiedad intelectual de las vacunas contra el coronavirus.

El presidente electo de EEUU, Joe Biden, recibiendo la vacuna de Pfizer. INSTAGRAM

El virólogo Jonas Salk presentó en 1955 su vacuna contra la poliomelitis. Cuando fue entrevistado en televisión le preguntaron a quién pertenecía la patente. “Bueno, yo diría que al pueblo. No hay patente. ¿Se puede patentar el sol?”, contestó el doctor Salk. Podría haberse hecho millonario con su vacuna pero prefirió donar su trabajo al mundo, salvando así millones de vidas. Es posible que su comportamiento sea considerado, desde el actual marco cultural ultracapitalista, como una extravagancia. Sin embargo, el doctor Salk no está solo.

Las voces para conseguir que la vacuna contra la COVID-19 sea accesible para todo el mundo se multiplican, aunque tengan escaso eco entre los medios y la clase política. Desde India y Sudáfrica ha surgido una iniciativa para que los derechos de propiedad intelectual en torno a las vacunas contra el coronavirus sean suspendidos. La idea de universalizar la vacuna cuenta con el apoyo de 99 de los 164 países de la Organización Mundial del Comercio (OMC).



En términos generales, el Parlamento Europeo apoya la medida (la Unión Europea, oficialmente, no), así como ONUSIDA (la agencia de Naciones Unidas para el sida) y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El propio director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, aseguró el pasado viernes que desea que “cualquier avance científico” beneficie a todos los países. Además, casi 400 oenegés enviaron cartas a cada estado miembro de la OMC para recabar su apoyo. Sin embargo, algunos de los países más ricos del mundo se oponen a la iniciativa: Australia, Brasil, Canadá, Japón, Noruega, Suiza, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Europea. La OMC, inmersa en este dilema, ha decidido posponer su decisión sobre una eventual suspensión de sus reglas sobre propiedad intelectual, como recuerda la Fundación Salud por Derecho.

Según esta fundación, nueve de cada diez personas en los países pobres no tendrán acceso a la vacuna contra la COVID-19 en 2021. En contraste con esa cifra está la acumulación de dosis por parte de las naciones más ricas, que han comprado el triple de las vacunas necesarias para inmunizar a su población. España, por ejemplo, ha apalabrado la compra de 140 millones de dosis, suficientes para inyectar a 80 millones de personas. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, explicó que esa cantidad se debía al compromiso del Gobierno de surtir a terceros países en un marco internacional de cooperación. El Primer Mundo prefiere donar a compartir su conocimiento.

España no se pronuncia oficialmente

Otra de las oenegés más beligerantes para conseguir la suspensión de las patentes es Médicos Sin Fronteras. “La vacuna de la COVID-19 no debe ni puede entender de patentes ni de beneficios de las farmacéuticas. Se debe anteponer la salud y la vida de las personas”, afirman en su web. La organización ha enviado una carta al presidente español, Pedro Sánchez, para que fomente un cambio en la posición de la Unión Europea. En su misiva le recuerdan “el paso valiente” dado por los gobiernos hace 20 años para impulsar el uso de medicamentos genéricos asequibles contra el VIH/sida.

En Reino Unido, hoy mismo, ya se está vacunando a la población. ¿Cuándo podrán hacerlo en África? La directora de ONUSIDA, Winnie Byanyima, ve un paralelismo entre la COVID-19 y los primeros días del sida: “El tratamiento solo estaba disponible para los ricos, mientras que los países más pobres tenían que esperar años”.

De momento, el gobierno español no ha mostrado intención de apoyar oficialmente la propuesta de India y Sudáfrica, aunque sí ha pronunciado multitud de declaraciones a favor del necesario “acceso universal” a las vacunas. Es decir, hasta el momento, solo son declaraciones.

El gran negocio

Uno de los empresarios/filántropos que se han movilizado para llevar la vacuna a los países pobres es Bill Gates, a través de un proyecto llamado Covax. “Su estrategia a largo plazo es que las compañías privadas controlen la oferta”, explicaba Brooke Baker, profesor de la Universidad de Northeastern, en las páginas del New York Times. “Nos presionan, nos acorralan para hacernos pagar”, se quejaba en el mismo medio el ministro de Sanidad ecuatoriano, Juan Carlos Zevallos, sobre la iniciativa de Covax. “No tenemos la opción de elegir la vacuna que preferimos utilizar. Será aquella que ellos nos impongan”.

Según el plan de Covax, solo el 20% de la población de los países pobres podrá ser vacunado durante el próximo año. Y algunas predicciones hablan de que hasta 2024 no habrá suficientes vacunas para todo el mundo.

Aunque hay docenas de vacunas en desarrollo, la de Pfizer/BioNTech lleva la delantera en la carrera global por la inmunización. Se administra en dos dosis y su precio (por las dos) ronda los 25 euros. La compañía espera superar los 1.000 millones de dosis distribuidas durante 2021.

Los precios de las diferentes vacunas ya disponibles salieron a la luz por un tweet de la secretaria de Estado belga de Presupuesto y Consumo, Eva De Bleeker. El mensaje solo estuvo colgado en la red durante media hora antes de que fuera borrado por el revuelo causado. Tiempo suficiente para conocer la cifras que maneja la industria farmacéutica. A primera vista, sorprende la enorme diferencia de precios que existen entre unas vacunas y otras:

  • AstraZeneca: 1,78 €
  • Johnson & Johnson: 6,93 €
  • Sanofi/GSK: 7,56 €
  • Curevac: 10 €
  • Pfizer-BioNTech: 12 € (por cada una de las dosis)
  • Moderna: 14,68 €

Esos son los precios europeos, inalcanzables para los países pobres.

Según un estudio de la Universidad de Northeastern, el acceso a la vacuna podría relacionarse con la mortalidad por coronavirus: si no se acapara se salvan más vidas (también en los países ricos).

Los investigadores han trabajado con dos escenarios: en el primero, 50 países ricos compran los primeros 2.000 millones de dosis; en el segundo, la vacuna se reparte en función del número de habitantes y no por su capacidad adquisitiva.

En la primera hipótesis, las muertes por coronavirus se reducirían un 33% en todo el mundo. En la segunda, ese porcentaje subiría hasta el 61%.

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